Una lectura existencialista sobre El Guardagujas,
escrito por Juan José
Arreola
El
Guardagujas
es una metáfora de la vida humana y del sistema social, en la que el
ferrocarril simboliza el destino, el viaje representa la existencia, y el
guardagujas actúa como una figura de sabiduría o conciencia que revela lo absurdo
de las estructuras humanas.
De manera literaria, Arreola nos confronta con cuatro características de nuestra existencia:
La absurdidad del sistema
El sistema ferroviario refleja las instituciones humanas (la burocracia, la sociedad, la vida misma) que deberían ser racionales, aunque funcionan de forma caótica e incomprensible. Las personas confían ciegamente en este sistema sin entenderlo, igual que los ciudadanos confían en sistemas sociales o políticos ineficientes.
La búsqueda
de sentido
El viajero pretende llegar a un destino (la estación “T”), lo que simboliza la búsqueda de sentido o propósito en la vida. El guardagujas lo confronta con la realidad de que los destinos son inciertos y que el control humano es ilusorio.
El conformismo
y la resignación
Al final,
el viajero se resigna y acepta subir al tren, lo que refleja la condición
humana: aceptar el absurdo y seguir adelante, aún sin saber hacia dónde ser va.
Crítica a la modernidad y la burocracia
Arreola
usa la alegoría del tren para satirizar cómo la modernidad promete progreso, y
lo que genera usualmente es confusión, deshumanización y pérdida de sentido.
Desde una
perspectiva filosófica, El Guardagujas es afín al existencialismo: el
mundo carece de sentido objetivo y el ser humano debe enfrentarse a esa falta
de sentido con consciencia o con resignación. A la vez, este relato recuerda a
Kafka, en su crítica a los sistemas absurdos e inhumanos.
El Guardagujas es una parábola sobre la vida moderna y la condición humana: un viaje incierto, guiado por un sistema absurdo, donde el individuo debe decidir entre rebelarse o aceptar su destino.
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