sábado, 30 de octubre de 2021

¿Realmente, querer es poder? - Filocafé #4

                                                                                                                     

¿Realmente, querer es poder?




                                                                                              


Somos cuerpo y no sólo eso, igualmente somos entendimiento y voluntad. Dando por hecho que mi cuerpo, mi entendimiento y mi voluntad están sanos, son normales, están completos y son funcionales, éste no será el único factor que influya para que mi querer sea sinónimo de poder. La cuestión es más compleja. A la salud y funcionalidad de mi cuerpo-entendimiento-voluntad se agregan tres elementos más:

 

El destino o fortuna, las circunstancias en que nazco y me encuentro sin que yo las elija; por ejemplo, el lugar y época en que nací. No es lo mismo nacer en una comunidad rural apartada, en la sierra, que en el centro de una gran metrópoli; tampoco será igual pertenecer al siglo XXI que vivir en la Edad Media. Y nada de ello está en nuestras manos.

 

Los otros, la otredad que me acompaña para bien o para mal, desde el momento en que nazco. Inicial y generalmente esos otros son la familia, a la que paulatinamente se suman muchos más, los vecinos, los amigos, los compañeros de estudio, de trabajo, la pareja, los hijos…

 

La educación que recibo al interior de cada uno de los núcleos sociales a que pertenezco voluntaria e involuntariamente. Nuevamente y siguiendo un orden ideal, al principio la familia, después la escuela y enseguida el centro laboral, entre otros. 

 

Hasta aquí, podríamos decir que si queremos, entonces podemos hacerlo, aunque condicionados por nuestro cuerpo-entendimiento-voluntad; nuestro destino o fortuna; los otros que nos rodean, que nos acompañan para apoyarnos u obstaculizarnos; así como por la educación que hemos recibido. Desde esta perspectiva, dicho condicionamiento limita a tal grado nuestra libertad de acción que sólo en pensamiento querer y poder serán sinónimos.

 

No obstante, dentro de ese mismo condicionamiento hay dos elementos que abren la posibilidad para hacer coincidir nuestro querer y hacer: entendimiento y voluntad. En esta dualidad humana radica nuestra facultad de autodeterminación, nuestra libertad para ser, estar y hacer como cada uno desee. En otras palabras, por nuestro entendimiento y voluntad es posible que configuremos, traduzcamos nuestro querer en poder.

 

Ahora bien, al escuchar la frase “querer es poder”, quizá pensemos en autoayuda. Así sucedió a una de nuestras participantes, quien comentó al inicio de nuestro filocafé que cuando leyó la pregunta guía de nuestro cuarto encuentro –¿Realmente, querer es poder?–, inmediatamente pensó en autoayuda, entendida como la ayuda que se presta uno mismo para mejorar en algún aspecto. Específicamente se cuestionaba por qué hoy día la autoayuda tiene tanto auge y de una u otra forma nos invade expresada en frases motivacionales y variedad de libros a la venta.

 

Más que respuestas a dicha pregunta, compartimos algunas ideas al respecto: la autoayuda deposita toda la responsabilidad de sí en el individuo, y en ese sentido des-responsabiliza a los otros, particularmente al Estado, respecto al bienestar de la comunidad, de la sociedad; la autoayuda sirve también como justificación de la cultura del esfuerzo; y, sobre todo, llega a generar un sentimiento de culpa en la persona, cuándo no logra obtener todo lo que quiere, olvidando que en el contexto actual las circunstancias, especialmente las económicas, juegan un papel sumamente importante en el ejercicio de la libertad individual. Ciertamente para el propio bienestar es necesaria la autoayuda, pero igualmente lo es la ayuda.

 

De manera que responder con un “sí” o un “no” tajantes a la pregunta, ¿realmente, querer es poder?, resulta ingenuo y superficial. La respuesta tiene matices y aristas; provisionalmente podríamos decir que si bien, estamos condicionamos por distintos factores, mediante el desarrollo de nuestro entendimiento y voluntad es posible nuestra autodeterminación. Diría Paulo Freire, somos condicionados, mas no determinados. La configuración de cada uno, está en las propias manos, sin olvidar que cada uno necesita tanto de sí como de los otros.




 

 

viernes, 22 de octubre de 2021

¿En qué consiste la libertad?

 

¿En qué consiste la libertad?

 



Al hombre corresponden dos rasgos esenciales, que en voz de distintos autores han recibido diversos nombres, pero que en síntesis son: entendimiento y voluntad.

Generalmente, en la búsqueda de una definición sobre la esencia humana se menciona principalmente su capacidad racional. De hecho es esta la respuesta que casi siempre recibí al preguntar a mis alumnos qué es el hombre, respondían: es el único animal racional. 

Indudablemente el hombre es un ser que piensa, que conoce, sin embargo, si pretendiéramos ver en este rasgo esencial, como escribe E. Coreth, lo más específico y la totalidad del ser humano, caeríamos en un racionalismo o intelectualismo unilateral que limita nuestra autocomprensión, que pierde vista nuestra autoexperiencia humana total. El conocimiento, nuestra capacidad racional constituye solo una parte de lo que somos, ciertamente esencial y básica, pero parcial, de la autorrealización humana completa.

“Más aún: el conocimiento no es, por su propia esencia, una realidad última que descanse en sí y se dé sentido a sí misma. En el conjunto del ser humano tiene más bien una función esencialmente mediadora y está ordenada a algo distinto: el querer y la acción.”[1]

Entendimiento y voluntad, conocer y querer, constituyen entonces las dos herramientas, armas o instrumentos de que el hombre dispone para autoconfigurarse, autodeterminarse, dada su condición de inacabamiento, dada su perfectibilidad.

Porque el hombre no es, sino que se está haciendo, vive en un proceso de cambio, evolución y desarrollo, a través del cual su propio ser se revela, realiza y completa cada vez más hasta lograr su autorrealización, hasta llegar a ser el que es: ser humano. Asimismo, este proceso inicia con el surgimiento de la conciencia, a partir de la cual generamos conocimiento y comprensión, es decir, asumimos actitudes básicas y una cierta actitud general frente al mundo. En este punto advertimos que solo una parte de los hombres llega a adoptar una actitud crítica, que solo algunos de ellos tornan su conciencia en reflexiva, fenómeno al que llamamos concientización de la realidad. Igualmente afirmamos que en ella distinguimos el correlato ser / no ser, así como nuestra capacidad para transformar la realidad; momento en que se plantea una serie de posibilidades o alternativas en la consecución de tal objetivo.

Expresado de otro modo, la vida no es, la vida se vive, se hace día a día, la construimos con las decisiones sencillas o complejas, de corto o largo alcance, de pequeño o gran impacto, que tomamos a cada instante, en todo momento. El hombre es el único ser que puede y debe decidir su vida, su existencia; es el único ser que construye su presencia en el mundo, que se autoconfigura y autodetermina para intervenir libremente en el mundo. Y no podemos escapar de esto. Pero, ¿cómo lograrlo?, ¿cómo ejercer la libre disposición, decisión y determinación de nosotros mismos?, ¿cómo llevar a cabo mi autoconfiguración?

Por el entendimiento conozco y por la voluntad quiero, me inclino hacia una u otra alternativa. Ahora bien, el fin último radica en mi autorrealización, en mi ser humano; no se trata de hacer lo quiero y ya, la cuestión no es elegir una alternativa solo por elegir, debo optar por aquello que conduzca al pleno desarrollo de mi ser, es decir, a la eclosión de todas mis fuerzas esenciales -intelectuales, corporales, afectivas y artísticas-, simultáneamente, en consideración de que mis decisiones se dan frente a lo otro, esto es, que todo lo que yo decida para mí de una u otra manera afecta, se refleja en las otras personas y en el mundo, debo optar también por la alternativa que favorezca la armonía conmigo, con las otras personas y todo lo que me rodea, debo elegir mi humanización.

A su vez, lograr esto requiere de dos elementos, conocimiento y libertad. Donde “El conocimiento nos muestra las posibilidades de decidirnos y desarrollarnos de acuerdo con nuestro propio ser o de renegar de esa empresa. El conocimiento nos brinda la orientación en medio de nuestro mundo y el conjunto del ser. Nos señala valores y desvalores, las posibilidades auténticas e inadecuadas, verdaderas y falsas de nuestro ser personal.”[2] En tanto que la libertad mueve a la voluntad, al querer, para que decida, para que elija una de las posibilidades.

 

Esencia del hombre

Entendimiento

Conocimiento

Presenta las posibilidades

Acción que conduce a la autodeterminación

Voluntad

Libertad

Decide, elige


En relación con esto surgen distintas cuestiones, como el debate sobre qué es superior, si el entendimiento o la voluntad, en el sentido de que en cuál de estas dos esferas se cumple, alcanza su plena realidad y valoración, la autorrealización humana. Al respecto, explica E. Coreth, el acto de conocer como tal carece de valor propiamente ético-humano, “Incluso el más alto conocimiento metafísico, ético y religioso, mientras sigue siendo un mero conocimiento teórico, carece por completo de valor, es indiferente, si no le sigue la libre afirmación y toma de posición.” [3]

De manera que, reforzando lo escrito párrafos arriba, constituye un error afirmar al entendimiento como el rasgo esencial más específico y la totalidad del ser humano. Ambas realidades, conocer y querer, ontológicamente forman parte por igual esencial y original de la existencia espiritual-personal del hombre; una y otra están en el mismo plano del ser espiritual-personal, son dos funciones correlativas y complementarias del mismo hombre, que esencialmente se relacionan y coordinan una con otra, pero que solo en su unidad constituyen la totalidad de la autorrealización humana, de acuerdo con el citado autor.

Hasta aquí entonces, libertad es lo que mueve a la voluntad en el acto de decisión, en la elección entre posibilidades o alternativas.  

Queda ahora responder a la pregunta: ¿libertad en qué sentido, respecto a qué o de qué?

Con base en la afirmación de que el sentido de la filosofía es concientizar para vivir con libertad auténtica, la cual aunada al conocimiento constituyen la acción que conduce a la autodeterminación, traduciéndose esta en función de la alternativa elegida, en autorrealización. Con base en esto, hablo de libertad en el sentido de que al elegir, al decidir qué hacer y qué no hacer, no estamos sujetos a límites ni fronterasexternas ni internas, nos hemos despojado de todo lo que impide ser uno mismo.

Me apoyo en este momento en la filosofía de Tomás de Aquino, quien distingue dos formas o dimensiones de la libertad: libertas a coactione (libertad de toda violencia exterior) y libertas a necessitate (libertad frente a la necesidad interna). “La primera estriba en verse libre de la tiranía de los que nos oprimen políticamente por la fuerza; la segunda consiste en resguardarse contra la tiranía de las necesidades…”[4] Es decir que el hombre libre, en ejercicio de su libertad auténtica, elige entre posibilidades o alternativas, decide qué hacer y qué no, sin presión o influencia de otros hombres, esto es, sin límite o frontera externa, a la vez que con independencia de sus necesidades, sin presión ni influencia de su interior, entendido en este caso como los impulsos y deseos.

 

Libertad, decidir

sin presión ni influencia:

Externa

Opiniones, pensamientos… discursos ajenos, de otras personas

Interna

Impulsos y deseos que viven en el propio interior

 

Ahora bien, en la vivencia de la libertad auténtica, la libertad externa o exógena corresponde al entendimiento, es decir, a través del conocimiento, comprensión y concientización, en la asunción de una actitud crítica y reflexiva frente a lo que los otros piensan, dicen y hacen, o sea, frente al discurso ajeno; y la libertad interna o endógena corresponde a la voluntad que desarrolla virtudes morales para enfrentar, para modular y controlar los impulsos y deseos.

 

Vivencia de la

libertad auténtica

Libertad externa o exógena

Entendimiento

Actitud crítica y reflexiva

Libertad interna o endógena

Voluntad

Virtudes morales

 

En consecuencia, desde esta perspectiva libertad significa actuar sin coerción alguna, siempre por decisión propia. Lo que permite distinguir en el hombre tres estados o situaciones: “ser sujeto”, cuando está alineado, enajenado, manipulado por un discurso ajeno, externo; “ser individuo”, momento en que no padece tal sujeción, tal alienación, aunque tampoco ejerce su libertad auténtica, es decir, que en su condición de libertad, no es consciente de ella y por lo tanto no la vive con autenticidad, y; “ser persona”, cima de la autodeterminación en que consciente de su libertad, la ejerce auténticamente porque actúa con motivación interna, siguiendo el propio discurso, escuchando y atendiendo a los propios pensamientos y sentires.

 

Tres estados o situaciones del hombre

Sujeto

Individuo

Persona

Alienado

“Neutro”

Libre

 

Por otra parte, siguiendo a E. Coreth, la libertad de elección se expone a menudo por un lado, como una libertad de especificación (libertas specificationis), como la facultad de actuar de esta o de la otra forma, de elegir esta o aquella posibilidad y de determinar por sí mismo el acto, y; por otro, también se denomina libertad de ejecución (libertas excercitii), o sea, la facultad de poner o no poner un acto determinado. Lo cual no significa que existan diversas maneras de actuación de la libertad, sino únicamente diversas formas de explicar el mismo proceso libre. Donde “Lo propio, sin embargo, de toda libertad de elección en cuanto libertad de especificación o de ejecución, es el orientarse hacia cualquier posibilidad concreta, decidir entre todas ellas.”[5]

Bien, menciono esto último con la intención de recalcar tres ideas en torno a la libertad: la primera, es cierto que la libertad consiste en la decisión, en la especificación, elección de una u otra opción sin presencia de coerción alguna, sea externa o interna, e igualmente cierto es que implica su ejecución, es decir, concretar la opción elegida, con base en esta realizar un acto determinado; dicho brevemente, la libertad implica decisión y acción; segunda, dicha acción se traduce en la autodeterminación, constituye lo que he llamado ejercicio de la libertad auténtica, situando así al hombre en su condición o situación de persona, y; tercera, la autodeterminación, el ejercicio de la libertad auténtica conduce a la autorrealización, -escribí antes que la autodeterminación se traduce en autorrealización en función de la alternativa, de la posibilidad elegida-, solo en tanto que implica desarrollo íntegro y armonía.

Visto así, la única decisión verdaderamente libre, la única decisión en rigor auténtica, es aquella que desde el entendimiento surge en actitud crítica y reflexiva frente al mundo y con la guía de la voluntad se fundamenta en la virtud moral, porque esto abarca el desarrollo íntegro del hombre y solo ello otorga armonía total en la vida. La verdadera vivencia de la libertad auténtica responde a la ética universal. Consecuentemente el ejercicio de la libertad auténtica implica siempre autorrealización, esto es, humanización.

Concluyo con la siguiente afirmación en tres partes, la libertad humana es:

* Inevitable

Constantemente nos experimentamos como enfrentados a nuevas decisiones que reclaman nuestro juicio y ante las cuales tenemos que tomar posición por esta o aquella posibilidad de actuación, por este o aquel valor, y que reclama una respuesta adecuada. “A menudo nos hallamos inmersos en el tormento de la elección, en la necesidad ineludible de tener que decidirnos eligiendo entre varias posibilidades, tal vez de gran importancia y de consecuencias graves. Reflexionamos, sopesamos los motivos, procuramos conocer la conducta más sensata, y en todo ello sabemos de manera incontrovertible que tenemos que decidirnos nosotros mismos. Se me impone esta decisión, totalmente personal e intransferible; nadie puede sustituirme en la dignidad y carga de tener que tomar libremente una postura, de la que yo personalmente he de responsabilizarme. Soy yo quien tengo que decidirme, pero decidirme de un modo libre. Estoy enfrentado a la necesidad de la libertad, pero al propio tiempo -y necesariamente- estoy librado a mi propia libertad y responsabilidad.”[6]

De esta forma, la libertad constituye la experiencia fundamental de nuestra existencia; nunca en la actuación práctica prescindimos de ella, antes bien la suponemos cuando reflexionamos, cuando sopesamos los motivos de nuestra acción y cuando nos decidimos en uno u otro sentido. “Siempre y necesariamente damos por supuesta tanto la libertad propia como la ajena. En todo tiempo, aunque pretendiéramos negar explícitamente la libertad, sabemos de la libertad y ese conocimiento nos guía en toda nuestra conducta. Se trata de un saber originario inevitable que, si bien está presente de modo implícito y asistemático, condiciona y acompaña la realización de nuestros deseos y actuaciones.”[7]

* Condicionada

Reconozco junto a nuestros filósofos, que libertad no significa ausencia de condicionamientos. La libertad no es absoluta, “… sino relativa y condicionada de múltiples maneras; condicionada por el mismo ser finito del hombre, y ante todo por la situación concreta e histórica en la que nos encontramos, con unas posibilidades siempre limitadas en virtud de las cuales hemos de decidirnos.”[8] Además, en todo momento está ligada a determinados valores y normas morales, en el sentido de que estos preexisten a la libre decisión.

* Responsable

“Cada elección libre determina decisivamente la orientación de nuestras elecciones futuras y ello no es un argumento contra la libertad sino el motivo para tomarla en serio y ser responsable.”[9] Asimismo, cada decisión, todos nuestros actos tienen consecuencias, que debemos asumir, enfrentar y aceptar. Vivir con libertad conlleva responsabilidad.

Y ante todo esto,  sabiendo ya que nuestra libertad es inevitable, condicionada y responsable, parece inminente ejercerla óptimamente. Pero sobre todo, conscientes de que nuestra autorrealización, nuestro logro por ser humanos, radica en el ejercicio de la libertad auténtica y que está conlleva la actitud crítica y reflexiva del entendimiento, así como la orientación de la voluntad por las virtudes morales, resulta indispensable encontrar los medios que permitan generar y fomentar tanto el pensamiento crítico y reflexivo, como la virtud moral.

En otras palabras, si el sentido de la filosofía es concientizar para la libertad, donde la vivencia de la libertad auténtica deriva en la autorrealización del hombre, en su llegar a ser humano, lo cual implica en el entendimiento una actitud crítica y reflexiva, y en la voluntad el desarrollo de la virtud moral, es urgente encontrar la vía por la que la filosofía incide en la realidad, concreta su finalidad, encontrar el medio por el que se educan el entendimiento y la voluntad. ¡Esa es la vía, ese es el medio! ¡Educación!  



 

[1] Coreth, Emerich. ¿Qué es el hombre? Esquema de una antropología filosófica. Ed. Herder. España. 1991. Pág. 136

[2] Ibíd. Pág. 136

[3] Ibíd. Pág. 137

[4] Savater, Fernando. El valor de educar. Ed. Ariel. España. 2004. Pág. 173

[5] Coreth, Emerich. Op. Cit. Pág. 139

[6] Ibíd. Pág. 153

[7] Ibíd. Pág. 154

[8] Ibíd. Pág. 142

[9] Savater, Fernando. Op. Cit. Pág. 84



domingo, 17 de octubre de 2021

Socialidad, leyes y libertad: tres primeros filocafés

 

Socialidad, leyes y libertad: tres primeros filocafés



Casa de la Filosofía nace con el propósito de contribuir a la creación, divulgación y afianzamiento de la filosofía, inicialmente a través de tres modalidades del llamado Movimiento de la Filosofía Aplicada: filocafé, filmosofía y asesoría filosófica. En esta ocasión les compartimos sobre la primera de ellas, el café filosófico o filocafé. Se trata de una práctica grupal en que los participantes conversan, intercambian ideas, pensamientos y sentires sobre un tema de interés común. Aunque no se trata de una charla informal o dispersa porque conlleva cierta rigurosidad: el diálogo es animado por un filósofo practicante que previamente ha preparado el tema con base en teorías filosóficas consolidadas; se aplican reglas que permiten la participación equitativa de los asistentes y sobre todo, el filocafé se desarrolla en un ambiente cordial de respeto y tolerancia con la finalidad de incitar el desarrollo del pensamiento crítico y analítico, es decir, la reflexión filosófica.


En sintonía con lo anterior, Casa de la Filosofía y Basy  se han unido para traer a Cajicá el primer filocafé en la historia del municipio. Iniciamos el pasado miércoles 29 de septiembre y nos hemos reunido hasta ahora tres veces. A continuación relatamos sucintamente cuáles has sido los temas abordados, las preguntas planteadas, así como algunas de las ideas expuestas por los participantes. De antemano, subrayamos que el filocafé –igual que la filosofía en general– no pretende hallar, menos aún imponer, afirmaciones concluyentes; por lo contrario invita al cuestionamiento continuo, la crítica y autocrítica permanente, sin que esto se oponga al arribo de convenios o acuerdos con base en los cuales actuar, interactuar y vivir en sociedad.


Sept. 29 - ¿Somos sociales por naturaleza?

     “Define, y no discutirás”, decía Sócrates. Atendiendo a esta consigna comenzamos por aclarar qué entendemos aquí por “social”: vivir en comunidad y relacionarse entre sí; existir dentro de una sociedad y en ese sentido formar parte de un colectivo. De modo que las relaciones sociales consisten en la interacción entre dos o más personas y/o grupos de acuerdo con normas específicas aceptadas mutuamente. Ahora bien, los tipos de relaciones sociales son materiales, cuando se fundan en el intercambio de objetos materiales, o ideológicas, cuando implican transmisión de patrones de pensamiento; en el primer caso, se habla de vínculos económicos, en tanto que en el segundo, se trata de vínculos abstractos de orden político, moral, espiritual, etc. A su vez se habla de relaciones sociales afectivas, laborales, familiares y circunstanciales. En todo caso, las relaciones sociales son base de la estructura de la sociedad, de la organización social; y, debido a que ser social implica pertenencia e identidad, sin sociedad, sin medio social el individuo presenta deterioro psíquico y afectivo.

 

     Igualmente, durante nuestro café asociamos las relaciones sociales con las relaciones humanas, entendiendo por éstas los vínculos espontáneos o permanentes entre personas, que condicionan de una u otra forma la existencia del individuo. Cabe decir que de acuerdo con nuestra conversación, las  relaciones humanas requieren de habilidades interpersonales –de hecho, por ello es que algunas veces nos cuesta trabajo, se nos dificulta socializar–, como saber comunicarse verbal y no verbalmente de forma asertiva, además de saber escuchar con atención y practicando valores como la tolerancia, el respeto y la responsabilidad sobre las propias palabras, entre otros. En todo lo cual es posible distinguir al menos dos tipos de relaciones humanas: primarias, cuando la unión entre las personas se funda en el amor, afecto o aprecio; y, secundarias, cuando lo que une es la conveniencia o utilidad. Siendo ambas clases necesarias e incluso complementarias entre sí.

 

     Retomando la pregunta que fungió como guía en nuestro filocafé, los participantes coincidimos en que sí somos sociales por naturaleza, está en nuestra constitución biológica; socializar es una necesidad humana. Ya Aristóteles lo dijo cuando definió al ser humano como zoon politikón, animal político. Sin embargo, debemos aprender a relacionarnos, a entablar vínculos y desarrollar relaciones interpersonales acordes a cada medio en que nos desenvolvemos. Abreviando, es natural en nosotros el acto de socializar, aunque la manera como lo hacemos, es algo cultural.


       Necesitamos vivir en grupo, cómo lo llevamos a cabo es aprendido y decidido. En este sentido “nos socializan”, afirmó uno de los participantes; e incluso nos vemos obligados a usar distintas “máscaras”, agregó otra de nuestras interlocutoras. Si bien estas afirmaciones apuntan hacia nuevas conversaciones, por el momento sólo resaltaremos el papel que el lenguaje juega en nuestra socialización. Fue Esteban, dialogante en nuestro filocafé, quien dirigió nuestra reflexión hacia el lenguaje al citar una de las sentencias filosóficas más influyentes en nuestra época, cuya autoría es de Ludwig Wittgenstein: Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.


     En suma, no basta con vivir agrupados, para vivir en la sociedad armoniosa a que aspiramos requerimos desarrollar ciertas capacidades y habilidades que faculten la generación y conservación de relaciones sociales, relaciones humanas sanas y justas.


Octubre 6 - ¿Las leyes son para cumplirlas?

     Ser social implica interacciones normadas para convivir en paz, considerando esta afirmación como punto de partida planteamos la anterior pregunta. Nuestra primera respuesta fue sí, teóricamente sí. Las leyes están hechas para cumplirlas y ante ellas todos somos iguales; desde esta perspectiva, la ley nos iguala. No obstante, en la práctica la aplicación de las leyes varía, depende de los individuos en cuestión; podría decirse que hay “exentos” y así, ante la ley no somos iguales, discrimina conforme al poder que cada uno tiene. Esta vivencia se ve reflejada en el dicho popular “la ley es para los de ruana”, lo cual significa que los ricos evaden muchos requerimientos legales, mientras que los pobres son sometidos con rigor a las leyes.

 

      Pero, ¿qué leyes?, ¿de qué leyes estamos hablando?, cuestionamos en nuestro filocafé… Enseguida marcamos dos clases de leyes, naturales y humanas; para concentrarnos en las primeras. Entendemos por leyes naturales aquellas que, como dice Thomas Hobbes, nos muestra la razón como preceptos o reglas generales que permiten conservar y mejorar la vida. Es decir que la ley natural prohíbe acciones destructivas para la vida; tampoco permite eliminar los medios para preservarla y mejorarla. En cierto sentido la ley natural es absoluta, universal, válida en todo tiempo y lugar, mientras que las leyes humanas son relativas, particulares, válidas en determinado contexto; por lo tanto es posible modificarlas, incluso derogarlas. Lo común en ambas consiste en que tienen por finalidad establecer la paz, el orden entre los miembros de la sociedad; dicho de otro modo, desaparecer la violencia y asegurar la vida en general. Llegados a este punto, surgió una nueva pregunta, ¿qué sucede con las personas que deciden quitarse la vida o con las mujeres que deciden interrumpir la gestión de una nueva vida en su seno? En palabras más exactas, ¿qué sucede con la libertad del suicida y de las mujeres que abortan?


      Indudablemente las preguntas antes planteadas apelan a la ética, específicamente al área de la bioética, y exigen un tratamiento aparte, profundamente analítico. Consecuentemente decidimos abordar el tema por partes y comenzar por reflexionar sobre la libertad en nuestro siguiente encuentro. 


Octubre 13 - ¿En qué consiste la libertad?

      En esta ocasión para abordar nuestra pregunta nos apoyamos en algunas frases sobre la libertad provenientes de distintos autores, la mayor parte de ellos, filósofos. A continuamos las presentamos:

 

El hombre es libre en el momento en que desea serlo.

(Voltaire)

La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo.

(Michel de Montaigne)

 

La responsabilidad es el precio de la libertad.

(Elbert Hubbard)

 

La libertad es la voluntad de ser responsables con nosotros mismos.

 (Friedrich Nietzsche)

 

Merece la pena pagar por la libertad.

(Jules Verne)

 

Los que no se mueven, no se dan cuenta de sus cadenas.

(Rosa Luxemburgo)

 

La libertad es el reconocimiento de la necesidad.

(Friedrich Engels)

 

La libertad es siempre peligrosa, pero es lo más seguro que tenemos.

(Harry Emerson Fosdick)

 

La libertad suena donde las opiniones chocan.

(Adlai Stevenson)

 

La libertad es obediencia a las reglas autoformuladas.

(Aristóteles)

 

 

Nos enfocamos en las frases de Aristóteles, Engels, Montaigne y Rosa Luxemburgo; encontramos ahí las siguientes claves: autodeterminación; conciencia; dominio de sí; y, cuestionamiento, respectivamente. Todo lo cual vinculamos con conocimiento y especialmente con autoconocimiento. Asimismo, por un lado observamos que la libertad es considerada una necesidad, un derecho y una potencia inherente a todo ser humano. Esto sin olvidar, que no siempre ha sido así; que en algunas épocas y sociedades, aun actualmente, no se reconoce la libertad de la mujer. Por otra parte, subrayamos la importancia de la libertad de expresión para la integración de una sociedad democrática, realmente igualitaria y justa.

 

En conclusión, socialidad, leyes y libertad han sido los temas de nuestros tres primeros filocafés. Hemos intercambiado ideas, compartido algunas experiencias y principalmente, comenzamos a crear un hábito, reunirnos para filosofar dialogando.