sábado, 30 de octubre de 2021

¿Realmente, querer es poder? - Filocafé #4

                                                                                                                     

¿Realmente, querer es poder?




                                                                                              


Somos cuerpo y no sólo eso, igualmente somos entendimiento y voluntad. Dando por hecho que mi cuerpo, mi entendimiento y mi voluntad están sanos, son normales, están completos y son funcionales, éste no será el único factor que influya para que mi querer sea sinónimo de poder. La cuestión es más compleja. A la salud y funcionalidad de mi cuerpo-entendimiento-voluntad se agregan tres elementos más:

 

El destino o fortuna, las circunstancias en que nazco y me encuentro sin que yo las elija; por ejemplo, el lugar y época en que nací. No es lo mismo nacer en una comunidad rural apartada, en la sierra, que en el centro de una gran metrópoli; tampoco será igual pertenecer al siglo XXI que vivir en la Edad Media. Y nada de ello está en nuestras manos.

 

Los otros, la otredad que me acompaña para bien o para mal, desde el momento en que nazco. Inicial y generalmente esos otros son la familia, a la que paulatinamente se suman muchos más, los vecinos, los amigos, los compañeros de estudio, de trabajo, la pareja, los hijos…

 

La educación que recibo al interior de cada uno de los núcleos sociales a que pertenezco voluntaria e involuntariamente. Nuevamente y siguiendo un orden ideal, al principio la familia, después la escuela y enseguida el centro laboral, entre otros. 

 

Hasta aquí, podríamos decir que si queremos, entonces podemos hacerlo, aunque condicionados por nuestro cuerpo-entendimiento-voluntad; nuestro destino o fortuna; los otros que nos rodean, que nos acompañan para apoyarnos u obstaculizarnos; así como por la educación que hemos recibido. Desde esta perspectiva, dicho condicionamiento limita a tal grado nuestra libertad de acción que sólo en pensamiento querer y poder serán sinónimos.

 

No obstante, dentro de ese mismo condicionamiento hay dos elementos que abren la posibilidad para hacer coincidir nuestro querer y hacer: entendimiento y voluntad. En esta dualidad humana radica nuestra facultad de autodeterminación, nuestra libertad para ser, estar y hacer como cada uno desee. En otras palabras, por nuestro entendimiento y voluntad es posible que configuremos, traduzcamos nuestro querer en poder.

 

Ahora bien, al escuchar la frase “querer es poder”, quizá pensemos en autoayuda. Así sucedió a una de nuestras participantes, quien comentó al inicio de nuestro filocafé que cuando leyó la pregunta guía de nuestro cuarto encuentro –¿Realmente, querer es poder?–, inmediatamente pensó en autoayuda, entendida como la ayuda que se presta uno mismo para mejorar en algún aspecto. Específicamente se cuestionaba por qué hoy día la autoayuda tiene tanto auge y de una u otra forma nos invade expresada en frases motivacionales y variedad de libros a la venta.

 

Más que respuestas a dicha pregunta, compartimos algunas ideas al respecto: la autoayuda deposita toda la responsabilidad de sí en el individuo, y en ese sentido des-responsabiliza a los otros, particularmente al Estado, respecto al bienestar de la comunidad, de la sociedad; la autoayuda sirve también como justificación de la cultura del esfuerzo; y, sobre todo, llega a generar un sentimiento de culpa en la persona, cuándo no logra obtener todo lo que quiere, olvidando que en el contexto actual las circunstancias, especialmente las económicas, juegan un papel sumamente importante en el ejercicio de la libertad individual. Ciertamente para el propio bienestar es necesaria la autoayuda, pero igualmente lo es la ayuda.

 

De manera que responder con un “sí” o un “no” tajantes a la pregunta, ¿realmente, querer es poder?, resulta ingenuo y superficial. La respuesta tiene matices y aristas; provisionalmente podríamos decir que si bien, estamos condicionamos por distintos factores, mediante el desarrollo de nuestro entendimiento y voluntad es posible nuestra autodeterminación. Diría Paulo Freire, somos condicionados, mas no determinados. La configuración de cada uno, está en las propias manos, sin olvidar que cada uno necesita tanto de sí como de los otros.




 

 

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