domingo, 25 de enero de 2015

sobre el "café filosófico" o "filocafé"

Qué, para qué y cómo 
del “café filosófico” o “filocafé”


¿Qué es un “café filosófico”?

En principio habría que definir qué es un café filosófico, hasta el momento no encuentro mejor respuesta que la ofrecida en la página electrónica del Círculo de Investigaciones Filosóficas y Jurídicas, fundado y dirigido por Carlos Alejandro Ordóñez Villegas:

“El Café Filosófico es un lugar 
donde te puedes expresar libremente y aprender a través del diálogo.”


¿Para qué un café filosófico?, ¿cuál es su finalidad?

“… con el fin de discutir un tema desde una perspectiva filosófica…”

El objetivo general de un FiloCafé es dialogar acerca de cada uno de los temas que consideramos importantes o interesantes, pero que a menudo dejamos pasar porque no tenemos el tiempo o el foro para reflexionar sobre ellos. Son temas que nos obligan tanto a pensar en función de resolver problemas prácticos -es ético decirle a una persona que enfrente la adversidad con filosofía- como en función de desarrollar nuestra capacidad de intercambiar ideas, de analizar críticamente, de poner a prueba nuestras convicciones y nuestra propia personalidad.”

“Asimismo este esquema de discusión permite reforzar los lazos interpersonales acrecentando tanto el capital humano (las capacidades de la persona, sus potencialidades y su nivel de conocimientos), así como el capital social, ya que el diálogo fomenta la convivencia y la solución de conflictos y diferencias ideológicas a través del razonamiento y el ejercicio de la tolerancia.”



"La taza de café". Fuente: Wallpaperstock


En torno a la dinámica del café filosófico

·         Temas

Observando la actividad de algunos filocafés, veo tres casos: quien organiza determina por su cuenta los temas a tratar; estos se determinan en conjunto y previamente, incluso mediante votación, de acuerdo a los intereses y necesidades de los asistentes; o bien, surgen en el momento, en la marcha.

Generalmente se recomienda la segunda opción, acordar entre los asistentes y con anticipación qué tema se abordará en la siguiente sesión, por un lado porque esto permite “prepararse” -por ejemplo consultando textos o fuentes de información acreditadas- y por otro, debido a que siendo los propios asistentes quienes eligieron el tema se mostrarán más interesados, su participación será más auténtica.

Al respecto, cabe aclarar, no se requiere ser especialista en filosofía ni en cualquier otro conocimiento o disciplina. Asimismo, “No hay aprioris sobre el tema, es decir no existen posturas previas sobre los temas si son o no filosóficos o importantes; sólo el tratamiento en el café puede establecer su trascendencia.”

·         Moderador

“Todo el grupo debe ser el moderador de las intervenciones…” En caso de que el tema se haya determinado previamente, el diálogo comienza con una exposición breve realizada por la persona que lo propuso, siempre y cuando así lo desee.

·         Intervenciones

Sigue a la exposición la participación de cada uno de los asistentes, pueden ser preguntas, comentarios e incluso críticas, en todo momento manifestando respeto y tolerancia. Asimismo, “Tiene prioridad en el turno de recibir la palabra, aquel que todavía no ha hablado.”

·         Estatus o posición del filósofo practicante

En su momento (en la segunda publicación de este blog) hablamos de tres posibles roles del filósofo en la práctica filosófica no formal: animador, intervencionista de la forma e intervencionista del contenido.

Tal parece que  el estatus del filósofo en los cafés filosóficos suele ser como “animador”; esto significa que “no está dando clases de filosofía”, evita la exposición magisterial, no da conferencias y menos aún cae en discursos proselitistas.

Dentro de este espacio el filósofo practicante tiene siempre en mente que no se trata de que las personas “aprendan filosofía”, sino a filosofar, es decir, a reflexionar, a pensar y analizar críticamente las propias vivencias e ideas.  Se trata de que todos los asistentes “… confronten, dialoguen y saquen sus propias conclusiones.”


La función del filósofo consiste aquí en “… inducir los <momentos filosóficos>, es decir, pasar de la opinión al pensamiento, dilucidar juntos conceptos y enfrentar los propios prejuicios.” El animador “… está a disposición de los participantes, escuchándolos, y utiliza sus conocimientos para reconducir el debate, poniendo en marcha la mayéutica.” 


·         Algunas cuestiones “espacio-temporales y materiales”

Lugar – “La reunión se da en un café por ser un lugar público por excelencia, y abierto a todo tipo de público…” Además, con ello se da continuidad a las circunstancias en que surgió esta práctica filosófica: en un café.

Día y hora – Se determinan en función del público a que está dirigido. Por ejemplo, si está pensando para adultos que trabajan, se realiza entresemana y en la noche; si es para amas de casa, será también entresemana, pero en la mañana…

Periocidad – Los hay semanales, quincenales y mensuales.

Costo –  Sobre esto he encontrado de todo: sin costo alguno, salvo lo que se consuma en el establecimiento; cuotas fijas por sesión, que en algunos casos incluyen cierto descuento al pagar un “paquete de sesiones”; cuota de admisión al lugar, que incluye una comida o cena con vino (situación en que nombran a la reunión “vino filosófico”); de cooperación voluntaria, etc.

En suma y citando palabras del Círculo de Investigaciones Filosóficas y Jurídicas: 

“Los Cafés Filosóficos o FiloCafés son parte de un movimiento mundial que pretende difundir la filosofía al mayor número de personas posibles, así como motivar la reflexión filosófica a través de grupos de discusión y debate.”

“El FiloCafé es un sistema de democratización del conocimiento (democracia a pequeña escala) en la que cada persona intenta aprender de las otras personas, así como de los cuestionamientos que surgen de las diversas intervenciones.” 

“Se trata entonces de producir “momentos filosóficos”, es decir, pensar y concebir filosóficamente nuestra propia vida, de provocar en nosotros mismos la reflexión sobre aquellos problemas que nos preocupan, con el propósito de vivir de modo más racional y sensato.”




domingo, 18 de enero de 2015

la educación es un contínuum

Antecedente de mi nueva práctica filosófica – segundo momento: “propuesta”


Experiencia y conocimiento = correlación

Si lo que aquí se escribe forma parte del intento por salvar a la filosofía que languidece enclaustrada en lo teórico, algunos se preguntarán: ¿por qué entonces iniciar con una fundamentación teórica?

Porque conocimiento (teoría) y experiencia (práctica) -cuya relación entabla un debate filosófico- no son excluyentes entre sí, hablando en términos de la Lógica porque no se trata de una disyunción exclusiva sino inclusiva, de hecho, estrictamente ni siquiera se trata de una disyunción sino una conjunción inquebrantable. Conocimiento y experiencia coexisten, se correlacionan y complementan entre sí.

En la experiencia que es reflexiva se descubre cómo están conexionados nuestros actos y sus consecuencias, “se conoce”, se genera conocimiento y este se aplica en la experiencia subsiguiente proyectando mejores resultados. De forma circular la “experiencia pensada” fundamenta al conocimiento y el “conocimiento aplicado” sustenta siempre la posibilidad de una mejor experiencia, más fructífera, más acorde o próxima al objetivo anhelado.

Somos seres con la afortunada facultad de pensar lo vivido y vivir lo pensado.

Sin detallar, al menos no por ahora, en qué consiste la experiencia reflexiva, cuáles son sus rasgos generales, me limito a señalar que el propio blog constituye un ejemplo de lo anterior: tiene origen en mi experiencia como estudiante y docente de filosofía, experiencia que al hacerse reflexiva genera nuevos conocimientos para mí que no se confinan en la teoría, en lo abstracto, antes bien se liberan en lo concreto, en mi nueva práctica filosófica.

Nueva práctica en que decido dejar ya la visión fragmentaria sobre la realidad en que teoría y práctica, conocimiento y experiencia se contraponen e incluso se excluyen mutuamente; decisión que estriba en adoptar una visión holística en que los fragmentos son tales únicamente en la mente, en que la realidad es escindida, separada en partes solo por necesidad intelectual para su comprensión racional, pero que en verdad son uno y lo mismo.

De igual manera que en el fenómeno del conocimiento siempre coexisten sujeto y objeto, se requiere siempre un quien conoce y un algo por conocer, en la aprehensión de la realidad se compenetran en todo momento conocimiento y experiencia.

Si lo piensas y lo vives atenta y cuidadosamente, te das cuenta de que en cada acción hay teoría (conocimiento previo) y cada reflexión gira en torno a  una práctica (experiencia anterior).

De manera que al hablar de “filosofía académica” inmediatamente la asociamos con la teoría, pero esto sucede porque predomina en ella no porque sea pura teoría pura, contiene práctica, si no la nuestra sí la de quienes construyeron las doctrinas filosóficas que estudiamos. De igual modo, cuando nos referimos a la “filosofía no académica” la vinculamos con la práctica, y esto sucede debido a que es un elemento principal, sin embargo se fundamenta en teorías, que probablemente no sean de nuestra autoría sino de filósofos u otros.

La filosofía formal (teoría) contiene lo no formal (práctica), igual que la filosofía no formal contiene lo formal.

Me preguntarán ahora, exactamente, ¿cuál es mi propuesta?

Transitar de la filosofía académica a la filosofía no académica, de la teoría a la práctica, de lo formal a lo no formal. Tránsito que no se da en una sola dirección porque eso significaría estacionarse en una de las parcelas en que hemos deslindado la realidad, transitar en un solo sentido se traduciría en enclaustrarse dentro de uno de los compartimentos en que dividimos la realidad para comprenderla. El tránsito que propongo es de “doble sentido”, va de lo académico a lo no académico, de la educación formal a la educación no formal, y viceversa, consiste en comunicación circular, líquida y fluida, diálogo continuo y correlativo entre conocimiento académico  y experiencia cotidiana.

Pero antes de entrar en detalles, me detengo a explicitar algo que dejé pendiente en la primera de las publicaciones, ¿por qué refiero el Otro de la filosofía como filosofía “no formal”?, ¿por qué no “informal”?, ¿qué diferencia hay aquí entre “formal”, “no formal” e “informal?


La educación es un contínuum

Tenemos dos lentes a través de los cuales enfocar el mundo, la realidad, la totalidad: el paradigma fragmentario y el paradigma holístico; el primero de ellos afirma que en la relación sujeto-objeto se trata de dos entidades separadas e independientes entre sí, donde basta que el sujeto enfoque su inteligencia sobre todo lo que le rodea para lograr su conocimiento en plenitud; visión fragmentaria que en su acercamiento al mundo le divide en partes para analizarlo, estudiarlo y finalmente conocerlo, más aún controlarlo. -Como ejemplo, pienso en la división de las ciencias, su especialización, quedando por un lado las ciencias exactas, por otro las ciencias naturales y lejos de ambas y entre sí las ciencias sociales, humanidades y artes, presentando cada uno de estos grupos especialidades cada vez más minuciosas…-

En el caso de la educación, la fragmentación se presenta desde el inicio en el uso que damos al propio término: cuando se habla de educación como la suma total de experiencia que posee una persona, se trata del uso descriptivo; si con educación nos referimos a todo lo que nos ocurre en nuestro paso por instituciones educativas específicas, como la preparatoria o la universidad, señalamos al uso restringido, en tanto que el uso normativo hace referencia a uno o varios valores que implican de una u otra manera la mejoría en el individuo.

(Un paréntesis, me viene a la cabeza esta pregunta: ¿y cuándo dicen que “la educación es la solución”, a qué uso del término apelan, exactamente a qué se referirán?)

Y la fragmentación continúa en el estudio de la educación, del fenómeno educativo: dividimos los estudios en físicos y sociales; los saberes, en intelectuales y empíricos, los temas escolares, en materia de estudio y método; la actuación educativa, en praxis y poíesis; la comunidad educativa, en agentes y ambiente; el quehacer educativo, en informal, formal y no formal; incluso se habla a grandes rasgos de una educación para el ocio y otra educación para la utilidad.

Nuevamente me limito, me concentro únicamente en la división del quehacer educativo:

Tipo de quehacer educativo
Características o rasgos principales
Escenario, ambiente o ámbito educativo

Informal
Aprendizajes que se realizan a lo largo de la vida y que tienen lugar en ámbitos donde no se imparte una enseñanza organizada ni programada racionalmente, esto es, que no está sistematizada.
- Familia
- Sociedad
- Estado
- Iglesia
- Medios masivos de comunicación
Filosofía doméstica
Formal
Enseñanza institucionalizada, académica, sistematizada, organizada y programada racionalmente, con base en ciertos métodos.
- Instituciones escolares con reconocimiento oficial
Filosofía académica
No formal
Enseñanza que se imparte organizada, programada racionalmente, sistematizada y a partir de métodos específicos, para atender necesidades particulares, pero fuera del sistema académico.
Modalidades en la filosofía práctica no académica: consulta filosófica, café filosófico, taller de filosofía, éxitos editoriales, filosofía con los niños fuera de la escuela, filosofía en la empresa, en medios difíciles
el Otro de la filosofía


Se aclara así porque refiero el Otro de la filosofía en la educación “no formal”, porque en la práctica de la filosofía fuera de la academia no seguimos planes de estudio ni evaluamos, tampoco acreditamos ni al final recibimos un certificado o documento oficial que avale nuestro aprendizaje, no obstante sí seguimos métodos y sistematizamos tanto nuestro diálogo como nuestra reflexión; no se trata de hablar “sin ton ni son”, ni de expresar opiniones carentes de fundamento, menos aún de caer en el pensamiento disperso que más que reflexión parece confusión y desvarío…

Nuestra nueva práctica filosófica si bien es “no formal” porque se realiza fuera de las instituciones académicas, también contiene algo de lo “formal” porque retoma en algún momento teorías filosóficas que aprendimos en la escuela. Asimismo se establece en el diálogo circular entre experiencia cotidiana y conocimiento académico.

Pero sobre todo ubico el Otro de la filosofía dentro del quehacer educativo porque nuestra práctica filosófica, nuestra filosofía práctica tiene un fin claramente definido, ella misma es praxis educativa, medio y fin en y hacia nuestra humanización, desarrollo de nuestro entendimiento y voluntad en la libertad auténtica.

“Las clases” no terminan en la escuela, todas nuestras vivencias son ocasión de aprendizaje, la vida entera constituye inmenso escenario educativo… Todo es educación, todo es filosofía, en cuanto hago de ello instrumento o herramienta para mi transformación, para mi formación.  Y así, la educación es un contínuum, un proceso que abarca, que se desenvuelve desde el principio hasta el final de la vida del hombre. Reitero, las clases no terminan en la escuela…

Abreviando, he aquí mi propuesta:

Complementemos nuestras clases de filosofía, donde predomina la teoría, con la reflexión  y el diálogo que enseñan a filosofar, donde predomina la práctica, porque no es lo mismo aprender filosofía que aprender a filosofar, lo cual no significa, no obstante, que sean contrapuestas, sino correlativas. Les propongo complementar nuestra actividad filosófica académica en la escuela a la práctica filosófica no académica fuera de la escuela.

¿Cómo, cuándo y dónde? Empecemos por el cómo: en un café; la modalidad que propongo es el café filosófico. Pocas cosas disfruto tanto como platicar con amigos, me encanta el café y no puedo imaginar la vida sin filosofía; qué mejor combinación podría ser esta, que la de compartir un café con ustedes aprendiendo a filosofar.

"En el café", Jean Béraud. Fuente: Wikimedia Commons

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(*) todo esto lo concienticé-aprendí en un diálogo-lectura con varios académicos, especialmente con John Dewey en "Democracia y educación".

domingo, 11 de enero de 2015

enseñanza de la filosofía en la escuela

Sobre la inserción de la filosofía en la educación formal;
¿por qué enseñamos filosofía solo como conocimiento teórico, como si fuera "pura teoría pura"?


En la publicación anterior afirmé que “nuestra enseñanza de la filosofía, en la escuela, no es la mejor, no es la preferible, porque únicamente enseñamos historia de la filosofía occidental, de las doctrinas filosóficas desarrolladas por los filósofos occidentales más re-nombrados, y no a filosofar, no a hacer filosofía; nos limitamos a enseñar filosofía como conocimiento teórico, rara vez la abordamos como experiencia, conocimiento que aplica en la vida, que transforma la realidad y sirve para vivir mejor.”

Momento en que dejé pendiente analizar las preguntas: ¿A qué se debe esto?, ¿por qué enseñamos filosofía solo como conocimiento teórico, exclusivamente como vida teorética o contemplativa que aspira a conocer la abstracta esencia de la realidad?, ¿porqué hemos enclaustrado a la filosofía en lo teórico, aun cuando esto signifique pérdida en su vigor, restar fuerza a su espíritu?

Respondo ahora: en su integridad el pensamiento filosófico, conlleva la tensión que se vive al ubicarse entre el mundo circundante y el mundo proyectado, por lo que adopta una actitud crítica, pone en crisis, pone en duda, todo lo que aparezca insuficientemente claro o explicado, todo lo que carezca de firme fundamento racional, y sobre todo, que atente contra nuestra libertad de autodeterminación.

Tensión entre lo que es y lo que podría o debería ser, entre realismo e idealismo, que aunada a tal actitud crítica implica subversión, oposición a lo dado,  resistencia que no se agota en el perfecto dominio de determinadas tácticas de lucha, sino que es una actitud basada en una convicción y que toca al hombre en toda su existencia, donde el arma principal es la renuncia a las normas, todo con el fin de concretar el mundo proyectado, mover el mundo circundante para su transformación, que el hombre llegue a “ser lo que es”, ser humano.

Rasgos, características o cualidades de la filosofía por las que compatibilizar la libertad de enseñanza de la filosofía con los requerimientos de la institucionalización de los saberes, supone algunos conflictos. Debido a lo cual parece que cuando la filosofía aspira a ser enseñada en instituciones oficiales, explica A. Cerletti en “La enseñanza de la filosofía como problema filosófico”, debe negociar, igual que cualquier saber o práctica, las condiciones de su inclusión en los planes de estudio.

¿Cuáles son las condiciones que debe aceptar la filosofía a cambio de su difusión universal académica y escolar? “… el desvanecimiento de su radicalidad y perseverancia en la disolución de certezas, y la morigeración de toda revisión de los límites institucionales en los que se inscribe.” (Alejandro Cerletti, “La enseñanza de la filosofía como problema filosófico”, Ed. Libros del Zorzal, 2008, pág. 65)

Ejemplo de ello es el caso de Sócrates, cuya filosofía fue “neutralizada” por Platón, al aislar la dimensión política subversiva del Sócrates cuestionador, porque el pensamiento no tiene límites y su libre implementación tiene consecuencias que constituyen un riesgo para el Estado, a la vez que este, en nombre del bien común, necesita regular lo que se dice, lo que circula a través de sus instituciones; prevaleciendo entonces, el Sócrates dogmático, el sabio y heroico, modelo de vida, y no el que problematiza los lazos dominantes de la consistencia social.   

De este modo, continúa el mismo autor, Sócrates, y con él la filosofía en general, ha entrado a las aulas, ha encontrado lugar en los programas oficiales, porque ha sido “normalizado”, “esterilizado”, “neutralizado”; su pensamiento que cuestionaba los saberes y prácticas dominantes -lo dado, el mundo circundante- ha sido transformado en un conocimiento reconocible, enseñable y admisible para los contextos educativos institucionales.

A partir de lo cual pregunto junto a A. Cerletti: ¿la “negociación” de la filosofía para su entrada al espacio escolar -entendido como ámbito donde un Estado dispone la responsabilidad de la transmisión y reproducción de una cultura y un lazo social- implica siempre la pérdida de su integridad, reduccionismo que le transforma en un conocimiento más, es decir, en un conjunto más de informaciones que deben ser reproducidas de acuerdo con pautas prefijadas?

Tal vez no siempre, aunque sí en el presente; en nuestra enseñanza actual de la filosofía, como “En el pensamiento platónico canonizado, la filosofía, si bien ha de ser también un modo de vida, ya no es una actitud interrogativa radical, sino fundamentalmente una doctrina, algo enseñable y disponible como un conocimiento que se puede administrar.” (Alejandro Cerletti, “La enseñanza de la filosofía como problema filosófico”, Ed. Libros del Zorzal, 2008, pág. 66) Nos limitamos a la transmisión del pensamiento filosófico como vida teorética o contemplativa, abordamos en clases a la filosofía como pura teoría pura.

Situación, vivencia actual de la filosofía en la escuela, que oculta o entraña el vínculo entre filosofía, su transmisión, y el Estado. Donde el cuestionamiento filosófico o la radicalidad del pensamiento encuentra límites a su circulación en pos de la necesidad de aseguramiento del lazo social, función regulativa que corresponde y cumple políticamente el Estado, institución que garantiza la conservación del grupo social, la continuidad de aquello que liga cotidianamente a los individuos, a través de la educación formal, de las disposiciones, normas, direcciones escolares, maestros y profesores, que en esto, operan “funcionarios” del Estado, -hablo de la educación como instrucción-.

Relación entre filosofía y Estado que Platón resolvió en la configuración de un Estado a medida de la filosofía: que el gobernante sea filósofo. Y que en la actualidad hemos resuelto con la subordinación de la filosofía, para su enseñanza dentro de las instituciones educativas, a la lógica reguladora del Estado.

Lógica reguladora estatal, en que la escuela conserva sustancialmente su configuración moderna, es decir, la estructuración clásica sugerida en el siglo XIX que propone la transmisión y adquisición de conocimientos en promoción de la libertad del individuo; con base en lo cual se plantean dos posibles sentidos en la enseñanza de la filosofía, según sea el valor que le otorgue el Estado: puede ser que no se vaya más allá de la reproducción de los saberes establecidos -instrucción que exalta la necesidad de obediencia, promover individuos gobernables- o bien, puede ocurrir que se abra la posibilidad de construir en las aulas un espacio para el pensamiento -formación, educar para ejercer la soberanía, forjar personas libres-.

Dicho de otro modo, en la perspectiva de la lógica reguladora del Estado son posibles dos formas en que la filosofía puede insertarse en la educación:

Formas en que la filosofía se inserta en la educación
Acrítica
Crítica
- enseñar el qué y el cómo
- enseñanza de la filosofía como medio o instrumento de fundamentación, justificación de “lo que hay”, de “lo que debe ser y hacerse”
- cuando el maestro divulga, transmite, reproduce
- cuestionar el por qué y para qué
- enseñanza de la filosofía como potencia crítica, desnaturalizadora
- cuando el maestro tematiza críticamente, desnaturaliza

   
Dos posibilidades que coinciden en el “uso” de la filosofía , ya sea en la justificación o promoción de la difusión de valores, creencias o ideologías dominantes, o como una fuente supuestamente neutral de prescripciones y normas, afirma A. Cerletti, porque en el interior de las instituciones educativas, que no son lugares neutrales, la enseñanza de la filosofía siempre está limitada por lo institucional y consecuentemente el moderno profesor de filosofía es un funcionario del Estado, su papel institucional es más o menos la reproducción del estado de las cosas.

Sobre lo cual menciona el citado autor, actualmente se busca vincular filosofía y Estado a través de la educación en un sentido utilitario, como enseñanza de la vida democrática, como vínculo esencial entre ética y política, basado principalmente en las decisiones y acciones individuales (sujeto moral-individual), más que en las colectivas (sujeto político-colectivo). Donde la filosofía tiene un sentido educativo de justificación moral que es aplicable a la política, que la instrumentaliza para permitir la reproducción de un Estado dominante y la debilita sustancialmente como potencia desnaturalizadora, crítica, es decir, donde se privilegia una funcionalidad pragmática por encima de su potencialidad crítica.

Vivencia de la filosofía en que el “uso”, la “utilidad” que de ella obtiene el Estado, ha generado en la historia de la filosofía una postura que tiende a despreciar su enseñanza académica y la considera como un mal menor para el filósofo, señala G. Obiols en “Una introducción a la enseñanza de la filosofía”.

Relación conflictiva entre filosofía y enseñanza, que reconoce como actividades del filósofo por un lado, hacer o producir filosofía -actividad individual- y por otro, enseñar filosofía -actividad que supone exposición pública-; al tiempo que plantea interrogantes como: ¿es la enseñanza solo un medio de vida del filósofo?, ¿perjudica, merma la enseñanza a la actividad filosófica?, ¿es necesaria la enseñanza para la actividad filosófica?

A partir de lo cual, continua G. Obiols, se visualizan tres aspectos fundamentales en la tensión entre práctica y enseñanza de la filosofía: primero, enseñar significa fundamentalmente hablar, exponer ante un auditorio que escucha más o menos callado; segundo, el desprecio por la enseñanza de la filosofía se deriva de imaginarla condicionada por la institución escolar o por la organización estatal, y; tercero, la enseñanza de la filosofía es una molestia, distracción, mal menor, que sirve solo como recurso más o menos tolerable para subsistir. 

Punto de vista que establece una aparente contradicción entre la actividad filosófica -el que “piensa”, el filósofo-investigador- y la labor docente -el que “reproduce” lo que otros piensan, el profesor de filosofía-. Distinción esta, entre “productor” y “reproductor” que corresponde a un enfoque tecnicista de la enseñanza al modo industrial como actividad en la que los expertos en los contenidos y en la educación diseñan el currículum y los materiales de la enseñanza, en tanto que los maestros y profesores aplican el diseño curricular, aclara el mismo autor y concluye al respecto que en la división entre práctica y enseñanza de la filosofía, se concibe a esta última como exposición oral en forma histórica o problemática de las ideas de filósofos clásicos o contemporáneos con el objeto de que los alumnos “aprendan” y aprueben el examen que certificará dicho aprendizaje, -lo había mencionado antes-. Nada más alejado del aprendizaje filosófico real, verdadero, auténtico…

Nuevamente la ruptura entre teoría y práctica, conocimiento y experiencia, que en la prioridad, parcialidad de la filosofía como vida teorética, enclaustrada en lo teórico, cae en una situación de crisis que en el 2008 G. Obiols refería con estas palabras: “En primer lugar, la filosofía en la escuela secundaria se siente amenazada: cada reforma en los planes de estudio puede dejarla afuera ante las presiones y exigencias de una educación que privilegie la capacitación científico-técnica de los alumnos. La amenaza también es vivida ya no por la posibilidad de su lisa y llana eliminación, sino por la integración de la filosofía en alguna difusa área, sea de ciencias sociales o de educación para la convivencia, la ciudadanía o los derechos humanos.” (“Una introducción a la enseñanza de la filosofía”, Ed. Libros del Zorzal, 2008, pág. 34)

Todo lo anterior dentro de la concepción tradicional de la educación en tanto corpus disciplinar, que admite la enseñanza académica y escolar de la filosofía solo en su parcial consideración como vida teorética y contemplativa, sin que esto agote la fertilidad del salón de clases, de la institución educativa en que se inscribe la filosofía, porque “Las escuelas, o las instituciones educativas en general, son sitios de encuentros entre personas, saberes, tradiciones, pensamientos. Por lo tanto, la dimensión eventual de toda práctica educativa, y de la filosófica especialmente, constituye el suplemento permanente de toda repetición, por intensa o cerrada que aparente ser. Todo saber está siempre expuesto a ser interpelado y en esto la filosofía juega su condición de posibilidad.” (Alejandro Cerletti, “La enseñanza de la filosofía como problema filosófico”, Ed. Libros del Zorzal, 2008, pág. 70 y 71)

Ahora bien, al analizar nuestra vivencia actual de la filosofía académica planteé dos posibles formas de su inserción en el espacio escolar -acrítica y crítica-, así como su vínculo actual con la enseñanza de la vida democrática, con base en lo cual podría pensarse que me equivoco y hasta me contradigo, que la filosofía también se esclaviza a los fines de la lógica reguladora estatal, que al igual que la educación la filosofía sí se subordinada al Estado. No es así, no me equivoco, menos aún contradigo mis palabras, porque dicho uso, tal funcionalidad o utilitarismo no se ejerce sobre genuina filosofía, esa “filosofía” sumisa ante la institucionalización del saber, que acepta su mutilación a cambio de ser incluida en el mapa curricular de la escuela, no constituye auténtico conocimiento y quehacer filosófico, no es verdadera filosofía, es un remedo de la misma.


Así, no ya en la teoría, sino en nuestra práctica educativa, preguntamos: 
¿es pensable una libre expresión de la filosofía dentro las instituciones educativas?, 
¿es factible una tercera forma de inserción de la filosofía en la educación, 
más allá de las dos antes descritas? 



Filosofía y educación académicas en crisis

Antecedente de mi nueva práctica filosófica – 
primer momento: “crisis”


Las molestias; incómodas preguntas y afirmación

Comparto con E. Husserl y J. Ortega y Gasset: sujeto y objeto coexisten; la realidad somos yo, las cosas que me rodean y lo que hago con ellas; el hombre siente un impulso vital por conocer, por comprender la realidad; lo que no constituye  exclusivamente un acto intelectual sino también emotivo, volitivo. En consecuencia, desde esta perspectiva, el conocimiento surge de una vivencia originaria a la vez que de una “molestia”, buscando satisfacer necesidad alguna, resolver un problema o en el intento por salvar mi yo, salvar mi circunstancia, -cambiar, superar, mejorar la realidad histórico-social en que vivo-. Todo pensamiento surge de la vida, el conocimiento tiene un fundamento relacional.

Lo que aquí escribo nace de mi experiencia como maestra, como profesora de filosofía en nivel medio superior, estos pensamientos han surgido en mi vida laboral, donde no solo yo, sino los otros maestros también, además de los administrativos y directivos, nos preguntamos: ¿por qué los alumnos no obedecen, por qué no les interesa?, ¿por qué no siguen instrucciones y son indisciplinados? Planteamientos que en mi perspectiva remiten a la pregunta ¿qué ha sucedido con la autoridad docente?

Esa fue mi primera pregunta incómoda, que inmersa en sentires, nuevos conocimientos, más vivencias y reflexiones, derivó en el cuestionamiento profundo sobre mi ser y estar en el mundo, sobre la forma en que intervengo en él: estudié filosofía y doy clases de filosofía, pero ¿qué estoy haciendo y para qué?
                                                                                                    
Así, de la una “simple molestia”, de una “pregunta ingenua” que brota en el transcurso del diario quehacer, surgió el planteamiento del problema que estudiaría en mi proyecto de investigación, mi tesis para obtener el grado de maestro en filosofía: actualmente en el contexto académico, escolar filosofía y educación, en sí mismas y en su mutua relación, viven en crisis, -afirmación realmente incómoda principalmente para quienes estudian filosofía y/o son maestros-.


Filosofía y educación académicas en crisis

Hoy día la filosofía y la educación académicas se encuentran en crisis; situación que consiste en su enajenación o alienación, donde despojadas de sí han perdido su “razón”, la formación del individuo en ser humano; y en tal estado de “locura” o “demencia”, la primera ha sido enclaustrada en lo teórico y la segunda, en lo académico.

Filosofía y educación académicas en situación de crisis, sin sentido, inútiles, que carentes de significado y utilidad en la vida cotidiana no solamente obstaculizan la autorrealización del individuo, sino que incluso la imposibilitan.

Comparten una vivencia: crisis que radica en la falta de sentido que se expresa coloquialmente en la frase “no sirven”, y cuya raíz se hunde en el alejamiento respecto a “lo verdadero”, “lo real”, entendido como lo que la persona siente y piensa, vive y padece en el día a día. Ambas, filosofía y educación atraviesan una situación de crisis, en sí mismas y en su mutua relación, porque la manera en que se relacionan, dentro de la escuela, no hace más que “perderlas”, alejarlas de su centro, de su razón de ser, al cavar cada vez más hondo en la zanja que delimita la ruptura entre teoría y práctica, conocimiento y experiencia, conocer y hacer, espíritu y cuerpo, o en voz de mis alumnos, la indescriptible distancia entre escuela y “vida real”…

Reitero, filosofía y educación comparten una vivencia, ambas están enajenadas, pero no el mismo nivel ni de la misma manera: en tanto que la educación vive encerrada en lo académico a la vez que se le usa, que sirve como instrumento, esclava de los objetivos de la ideología dominante en la sociedad de que  forma parte, la filosofía parece languidecer en la celda a que ha sido confinada, la teoría, lugar en que aparentemente no sirve, ni siquiera como instrumento, porque dada su naturaleza la filosofía bajo ninguna circunstancia se esclaviza, y así algunos proponen su eliminación, su ejecución al sentenciarle “pena de muerte”, “sacarla del mapa”, del mapa curricular.

No, la situación no es exactamente la misma... De modo que en esta visita carcelaria, primero entraré al aposento de la filosofía y después veremos a la educación prisionera.

- Filosofía languideciente


En la vivencia fragmentada de la filosofía, en la perspectiva fragmentaria de la realidad, se establece el antagonismo conocimiento vs. experiencia; división que se asume como real -no únicamente mental- y frente a la cual el hombre se plantea como objetivo: conocer y comprender racionalmente la esencia de la realidad.

Análisis racional más allá de la verdad física en que tiene lugar, en que se desarrolla la filosofía como vida teorética o contemplativa, forma de entender y vivir la filosofía que de acuerdo con E. Husserl, tiene origen en Grecia antigua, cuando “Se apodera del hombre la pasión por una concepción del mundo y un conocimiento del mundo que se aparta de todos los intereses prácticos y que, en la esfera cerrada de sus actividades cognoscitivas y de las horas a ellas consagradas, no desarrolla ni aspira sino a la theoría pura. En otras palabras: el hombre se convierte en espectador desinteresado, contemplador del mundo, se convierte en filósofo; o mejor dicho, su vida adquiere de allí en adelante predisposición para las motivaciones solo posibles en esta actitud para fines de pensar y métodos nuevos, dentro de los cuales nace la filosofía y él mismo se convierte en filósofo.”(“Invitación a la fenomenología”, Ed. Paidós Ibérica, 1992, pág. 102)
 
De aquí, continúa el autor de la fenomenología, emergió la nueva pregunta por la verdad, no por la verdad cotidiana, vinculada a la tradición, sino por una verdad unitaria, universalmente válida para todos, una verdad en sí, la verdad objetiva; pregunta que se tradujo en el planteamiento de la filosofía como la búsqueda de la Verdad, que si bien es parte de la pensamiento y vivencia filosóficos, es eso, solo una parte, un aspecto de la filosofía. Por lo que nuestra limitación o reduccionismo en el estudio de la misma a su consideración como vida teorética o contemplativa desemboca en la enajenación que hoy padece, en su enclaustramiento en lo teórico: filosofía como conocimiento teórico que nada dice de la realidad, de los problemas concretos que la vida nos plantea, “libre” de la experiencia, la vivencia diaria, la práctica, en estado de “pureza”; filosofía como conocimiento racional, objetivo, no contaminado por lo subjetivo, las emociones y la voluntad; filosofía como conocimiento teórico, racional, objetivo y por lo tanto absoluto, que ha superado lo relativo, particular y contingente, lo no científico, y que en el grado de abstracción logrado, se eleva, se aleja tanto de la experiencia, de lo vivido, de la realidad, que no deriva ya en la comprensión de esta porque se trata de una abstracción que no entabla asociaciones con algo vivido, conocido por la propia experiencia, próximo y familiar, decayendo así, o ascendiendo, en conjunto de pensamientos sin sentido, teorías inútiles sin vínculo alguno con la vida de las personas, que los alumnos intentan memorizar solo para “pasar” el examen, para aprobar la asignatura académica llamada “Filosofía”.

Lo cierto es que nuestra enseñanza de la filosofía, en la escuela, no es la mejor, no es la preferible, porque únicamente enseñamos historia de la filosofía occidental, de las doctrinas filosóficas desarrolladas por los filósofos occidentales más re-nombrados, y no a filosofar, no a hacer filosofía; nos limitamos a enseñar filosofía como conocimiento teórico, rara vez la abordamos como experiencia, conocimiento que aplica en la vida, que transforma la realidad y sirve para vivir mejor.

¿A qué se debe esto?, ¿por qué enseñamos filosofía solo como conocimiento teórico, exclusivamente como vida teorética o contemplativa que aspira a conocer la abstracta esencia de la realidad?, ¿porqué hemos enclaustrado a la filosofía en lo teórico, aun cuando esto signifique pérdida en su vigor, restar fuerza a su espíritu?

(Interrogantes que evitando extenderme demasiado en este momento, analizo en la siguiente publicación.) 

- Educación esclava


Como en el caso de la filosofía, en la vivencia fragmentada de la educación, en la perspectiva fragmentaria de la realidad, se establece el antagonismo conocimiento vs. experiencia; esta vez bajo los términos saberes intelectuales vs. saberes empíricos, división que igualmente se asume como real -no únicamente mental- y frente a la cual la educación conservadora se impone en el quehacer docente como actitud pasiva que consiste en transferir saberes intelectuales, teniendo como objetivo conservar y reproducir la cultura vigente del grupo en el poder, es decir, transmitir información para dar continuidad al estado presente y “normalizar” a los individuos para su futura inserción en la sociedad; en esto consiste nuestra labor educativa: transmitir e implantar en la mente de los educandos, considerada como receptáculo vacío dispuesto para ser “llenado”, conocimiento académico, tan intelectual, tan abstracto y “elevado” que ante los ojos de los alumnos carece de utilidad, no tiene aplicación.

Conocimiento académico, saberes intelectuales que debido a su nivel de abstracción y a la forma en que son abordados, enseñados, les falta sentido, aplicación en la vida cotidiana del que está siendo educado, por lo que su aprendizaje se manifiesta como: adiestramiento acrítico de los alumnos para su inserción en la sociedad mediante la ocupación de un lugar en el mundo laboral, vivencia de sí como “borreguito” que sigue, obedece sin cuestionar, en la repetición automática, en el conformarse con que los otros piensen y decidan en lugar de uno, a la vez que como asunción de una “actitud reactiva”, que no actúa, sino que pasivamente recibe lo que le es dado, sin crítica ni reflexión de por medio.

Sobre lo cual y en coincidencia con Peter Senge, en su libro “Escuelas que aprenden”, V. Schmill observa que “…el objetivo fundamental de la escuela tradicional es insertar a los egresados en un mundo de corte industrial, cuyas prioridades son la productividad, la eficacia, las utilidades y <el éxito>.” (“Disciplina inteligente en la escuela”, Ed. Producciones Educación Aplicada, 2008, pág. 27)

De este modo, “El sistema escolar de la era industrial está diseñado a imagen de las líneas de montaje y producción de las fábricas. El conocimiento está fragmentado, especializado. La escuela funciona de manera uniforme, con timbres o chicharras y con supervisores tipo capataz que se aseguran de que los alumnos (obreros) hagan lo que deben hacer. El maestro/supervisor debe cubrir un programa en un tiempo determinado sin considerar variables de velocidad, preferencias o posibilidades de aprendizaje de sus alumnos; primero está el programa, luego el alumno. Es un modelo de escuela separada de la vida diaria, del alumno, de escuela gobernada de manera autoritaria, destinada a dar un producto estándar.” (“Disciplina inteligente en la escuela”, Ed. Producciones Educación Aplicada, 2008, pág. 27)

En otras palabras, el sentido actual de la educación, de nuestra práctica educativa, y como parte de la lógica reguladora del Estado, así como en la enseñanza de la filosofía, en la enseñanza en general, privilegia la funcionalidad pragmática entendida como productividad; por lo que la filosofía y la educación académicas si no son productivas, si no tienen como efecto producto alguno, carecen de utilidad, pierden sentido, al menos su sentido auténtico.

Al respecto afirman F. Altarejos y C. Naval que “La consideración de la finalidad cognoscitiva en términos de productividad -por ejemplo, la justificación del conocimiento científico por sus resultados pragmáticos en la actividad técnica- perturba el mismo conocer humano, sofocando su auténtico sentido y valor. Si solo se conoce para hacer algo, la pérdida del sentido ético en la cultura y de las humanidades en la educación son consecuencias lógicas e inevitables.” (“Filosofía de la educación”, Ediciones Universidad de Navarra, 2004, pág. 35)

Privilegio de la funcionalidad, de los resultados pragmáticos, que de acuerdo con Franco Ferrarotti apud Juan Domingo Argüelles, en “Antimanual para lectores y promotores de lectura”, constituye un nuevo género de barbarie a raíz de la falta de “ilustración” en la aplicación de la Ilustración: la prioridad de lo material. “Dar prioridad al discurso tecnológico, como es tan frecuente hoy de desde los poderes político, social, económico, educativo y cultural, carece de sentido favorable para el mejor desarrollo humano y al mismo tiempo está lleno de peligros, pues transforma los valores instrumentales en valores finales y hace convivir progreso material con barbarie interior.” (“Disciplina inteligente”, Ed. Producción Educación Aplicada, 2008, pág. 208)

Situación que vivimos en nuestro día a día dentro de la educación formal, explica G. Obiols en "Una introducción a la enseñanza de la filosofía", con los siguientes resultados:
- los profesores se convierten en un cierto tipo de proletariado con sueldos medianos y bajos; su malestar rebasa lo salarial extendiéndose a sus condiciones de trabajo y al bajo impacto de su tarea
- los alumnos se aburren, sienten que pierden el tiempo y no le encuentran sentido a la escuela
- los padres de familia no dudan sobre la necesidad de que sus hijos concurran a la escuela, a la vez que señalan que los chicos aprenden en los distintos niveles educativos, lo que antes aprendían en los respectivos niveles previos, es decir, por ejemplo, que ahora aprenden en la secundaria lo que antes aprendían en la primaria
- las universidades e instituciones de educación superior afirman que la formación alcanzada por los egresados del bachillerato es de bajo nivel
- los empleadores se quejan de la falta de competencia para el trabajo, en los egresados

Resultados que se sintetizan en la generalizada consideración de la escuela a nivel medio superior como vacía de contenidos significativos, no valiosos ni importantes, como “guardería de adolescentes” o “parking” que contiene a los chicos demorando su ingreso al mercado laboral que no les espera con los brazos abiertos. Así, la crisis de la escuela se manifiesta en un amplio sentimiento de insatisfacción, concluye al respecto G. Obiols. Frente  lo cual, agrega A. Cerletti, la tarea del “profesor-filósofo” es no abandonarse al espectáculo del cálculo económico y la competencia individual, desnaturalizar y exhibir dicho espectáculo que da sentido a las demandas de utilidad y a qué se refiere con ellas, esto es, cuestionar, interrogar la demanda misma de utilidad.

"Composición VIII", Wassily Kandinsky, 1923. Fuente: Pinturas y algo más

En suma, la vivencia presente de filosofía y educación en el “mundo circundante” manifiesta un estado crítico cuyo origen es la visión dualista o fragmentaria que escinde antagónicamente teoría y práctica, conocimiento y experiencia; donde el estado mencionado consiste en enajenación de la filosofía, en lo teórico, y enajenación de la educación, en lo académico, esto es que, se concibe a la filosofía reducida a vida teorética o contemplativa, en tanto que la educación se limita a instrucción.

De esta forma, filosofía y educación académicas, en la perspectiva de los protagonistas de nuestra labor educativa, o sea los alumnos, carecen de sentido porque no sirven, no aplican, resultan inútiles en la vida diaria. Ninguna de las dos parece recordar ya su verdadera razón de ser, han dejado en el olvido su auténtico sentido como medio y fin en sí para la humanización de los individuos, sustituyendo tal cometido con la función que el Estado les atribuye: conservar y reproducir la cultura dominante, la cultura de la sociedad industrial basada en la riqueza material.

Filosofía y educación enajenadas, pero no en el mismo nivel, la segunda es esclava y sirve como instrumento en la imposición de una cierta ideología, y la primera, aparentemente también. La educación sirve al Estado, la filosofía no, como dije, dada su naturaleza subversiva, crítica y cuestionadora, nunca se subordina.

Reitero, filosofía y educación no están enajenadas en el mismo nivel; la educación sirve, incluso se afirma que “es la solución” a todos los malestares de la sociedad actual, la filosofía en cambio, ni siquiera es mencionada, salvo para debatir sobre su permanencia en los programas escolares de estudio, indudablemente la filosofía está aún más devaluada.

La educación sirve, “es la solución”, aunque por la forma en que se estructura nuestra práctica educativa actual, no resolverá los males sociales; es verdad que sirve, pero solo como instrumento que perpetúa el orden existente en lugar de operar en la transformación deseada, una sociedad libre y feliz, comunidad empática; no educamos para la autonomía y la libertad, la autorrealización, sino para la sumisión, la esclavitud y manipulación. Concebimos la educación únicamente desde la visión instrumental en que se muestra como medio para vivir y no fin en sí; en nuestra labor docente no complementamos instrucción con formación, por lo que en realidad la escuela no educa, domestica, somete a un control ideológico estatal o quizás global, fabrica ciudadanos obedientes, productores y consumistas, y de esta manera no fomentamos la autorrealización, antes bien deshumanizamos.

Práctica educativa y enseñanza de la filosofía no formativas, “ciegas”, testimonio de ignorancia o abuso de la fuerza en que la educación reproduce el sistema en que está inserta y la filosofía ha sido mutilada, arrojada al olvido; educación esclava, enclaustrada en lo académico, filosofía languideciente, enclaustrada en lo teórico, en esto consiste su situación de crisis o “la emergencia educativa”.


Para concluir al respecto, una aclaración: no afirmo que la situación descrita sea en todo el mundo, sino en la parte que yo conozco, en la que llevo a cabo mi práctica educativa, mi “mundo circundante”, por lo que bajo esta consideración mis palabras y afirmaciones reflejan o manifiestan el “estado general” de mi ambiente, de mi experiencia, del lugar y tiempo, de las circunstancias en que se desarrolla y desenvuelve mi investigación. Sin negar por ello la posibilidad de que en otro contexto, en otras experiencias y circunstancias la situación sea otra, la vivencia personal sea distinta y consecuentemente se identifique, se corresponda con otra reflexión filosófica, expresando así “una parte más” de lo grupal, de lo universal.

En otros términos, no considero que mi verdad se absoluta, aunque tampoco acepto que sea relativa, antes bien sustento que consiste en “una parte” de la verdad, que constituye una “verdad parcial”.















domingo, 4 de enero de 2015

sobre el carácter filosófico de la "Filosofía Aplicada"; ¿cuándo son filosóficas estas prácticas "no formales"?

Introducción - tercera de tres partes


De acuerdo con la UNESCO

(Con base en el Capítulo IV del libro "La Filosofía, una escuela de la libertad", UNESCO, 2007, edición en español , 2011)

“Son filosóficas en la medida en que procuran, en distintas proporciones y en distintos grados, dar sentido a partir de fenómenos observados; en la medida en que invitan a expresar ideas, a compararlas y analizarlas, reconociendo su relatividad, imperfección o la subjetividad que encarnan esas ideas y esos esquemas. Son filosóficas en la medida en que cuestionan la realidad de lo que se sabe y se piensa; en la medida en que experimentan lo que podría pensarse de otro modo y en que trabajan las condiciones de legitimidad de ese pensamiento.”


En mi perspectiva

(Con base en mi trabajo de investigación para obtener el grado de Maestría en Filosofía, titulado “Relación filosofía y educación: mutua liberación”)

* Cuando marcan la diferencia entre vivir y existir

Bien han dicho distintos autores que el hombre, que el  ser humano, más allá de su ser racional, o como consecuencia de esta facultad, se distingue de los otros seres con quienes habita en el mundo, precisamente en que él no solo está en el mundo, sino que además está consciente de ello; el ser humano es el único que sabe, que se da cuenta de que está en el mundo, y no termina aquí su diferencia, lo que le hace distinto, porque al darse cuenta, al ser consciente de que es y está en el mundo, observa, se asombra, cuestiona, pregunta, indaga, intenta comprender, necesita comprender qué sucede y por qué; es así que superado el impacto inicial frente a todo lo que le rodea, se inicia en el intento por comprenderlo todo, incluido él mismo.

Así, en el acercamiento, enfrentamiento del hombre con el mundo, o aprehensión de la realidad, se presentan dos niveles: conciencia y concientización.

Niveles en la aprehensión de la realidad
En el acercamiento, enfrentamiento del hombre con el mundo, o aprehensión de la realidad:
Dos niveles o posiciones
* Conciencia:
- objetivación de la realidad, simple aprehensión de la realidad
- ingenua, porque conoce la realidad sin reflexionar (doxa, opinión o creencia)
- espontánea, ya que se da por sí misma
* Concientización:
- objetivación epistemológica de la realidad, es decir, aprehensión de la realidad con la intención de conocerla y explicarla
- crítica, porque conoce la realidad en el análisis y la reflexión
- dado que requiere del ejercicio reflexivo, no es espontánea, antes bien depende de la acción del hombre

De este modo,  al señalar una diferencia entre vivir y existir me refiero a que el individuo que únicamente se ubica en el nivel de conciencia no desarrolla óptimamente su entendimiento y voluntad, su ser y estar en el mundo se limitan en cierto sentido a la existencia de un animal racional; en tanto que las personas que trascienden el nivel de la consciencia para adoptar una posición de concientización se encaminan en el desarrollo integral de su entendimiento y voluntad, transformándose así su ser y estar en el mundo en la vida de un ser humano.

Conciencia – Individuo – Existencia – Animal racional
Concientización – Persona – Vida – Ser humano


* Cuando generan “concientización”

Aunado con lo anterior, las prácticas “no formales” en filosofía son auténticamente filosóficas cuando promueven o impulsan el tránsito que va de la conciencia a la concientización; pero ¿qué entiendo por “concientización”?

Concientización

Conciencia de tres dimensiones o niveles de la realidad:
Concientización respecto a correlatos en la coexistencia sujeto-objeto:
Consecuencias o implicaciones:
Intersubjetividad monádica:
desarrollo de la autodeterminación asumiendo las consecuencias de los propios actos.
Yo
Libertad que implica responsabilidad
Conocimiento espiritual  o autoconocimiento
Intersubjetividad social: sensibilización frente a la realidad de los otros, especialmente en torno a la cuestión social; empatía.
Los “otros”
yoes y mundo físico (naturaleza y creaciones del hombre)
Relación de interdependencia
Conocimiento de la realidad (actitudes básicas) y comprensión de la totalidad (actitud general)
Nosotros

Unión o vínculo universal

Actuar libre que crea y transforma el entorno en todos sus aspectos



Autorrealización del hombre; llegar a ser humano

En otros términos, concientización consiste en la profunda aprehensión de la realidad en tres niveles o aspectos: yo-como ser libre y responsable, los “otros”-como seres interdependientes, y nosotros-como el yo y los “otros” unidos, en vínculo universal; aprehensión de la realidad que se traduce respectivamente en autoconocimiento, conocimiento científico (actitudes básicas frente al mundo) y filosófico (actitud general frente al mundo), y actuación libre con facultad de transformar la realidad. Al tiempo que todo ello conforma nuestra autorrealización, nuestra formación en seres humanos.  


* Cuando constituyen medio y fin de autorrealización-libertad (desarrollo del entendimiento y la voluntad)

La educación como tal no tiene fines, son las personas quienes tienen fines, recuerdo palabras de J. Dewey. Así que, si nuestro fin como personas es nuestra autorrealización, nuestro llegar a ser humanos, a vivir con libertad auténtica, la educación-formación entonces funge en ello como medio y fin.

Consecuentemente y con base en la consideración de que la Filosofía Aplicada constituye desde esta perspectiva una práctica educativa-formativa, todos sus participantes, todos sus actores, esto es, las personas que le dan vida, quienes “aplican” esta filosofía, para que su actividad sea realmente filosófica tendrán como fin y medio en su vivencia y convivencia, su autorrealización, su humanización, vivir con libertad auténtica, en armonía consigo, con los otros y todo lo que les rodean, transformando la realidad presente en algo mejor, en algo más humano.  

En el siguiente esquema detallo la relación de sinonimia que encuentro entre autorrealización, libertad y desarrollo del entendimiento y la voluntad, donde la educación-formación se muestra simultáneamente como medio y fin:

Esencia del hombre:
Entendimiento
Conocimiento
Identifica la vivencia interior, analiza los hechos exteriores; presenta posibilidades y prevé consecuencias.
Voluntad
Libertad
Elige, decide y actúa.
LIBERTAD AUTÉNTICA
Íntegro, pleno y armónico desarrollo de las facultades inherentes al hombre. Autorrealización / “Ser más”, ser humano.
Su vínculo, la continuidad entre ambas genera acción que conduce a la autodeterminación; a vida con libertad auténtica, es decir, sin límites ni fronteras, sin sujeciones:
Externas (libertad externa o exógena)
Internas (libertad interna o endógena)
Opiniones, pensamientos, discursos ajenos, de otras personas.
Hábitos de hacer, pensar y sentir, de ideas y de prácticas, o sea de la cultura del grupo social.
Afectos, deseos, impulsos, emociones y sentimientos que viven en el propio interior.
¿Cómo se vive en autodeterminación?
Con la construcción y desarrollo de disposiciones o capacidades intelectuales y emotivas, mentales y morales
Que en el entendimiento son la actitud crítica y reflexiva.
A la voluntad corresponde las virtudes morales.
Fundamento para tomar las mejores decisiones, para relacionarme con las otras personas de la mejor manera, para decidir qué quiero hacer con mi vida, hacerlo y vivirlo en comunión con mis consecuencias, en armonía total.

Lo explico de otro modo: la educación que sirve es la que ayuda a vivir mejor, como individuo y como grupo; vivir mejor depende de mis decisiones y acciones; de manera que requiero desarrollar las disposiciones necesarias para pensar y actuar mejor, necesito educar mi entendimiento y mi voluntad. Si las prácticas filosóficas no formales contribuyen a ello, sean bienvenidas.


Sintetizando, en mi reflexión y vivencia de la filosofía, 
su práctica no formal posee un carácter genuinamente filosófico cuando contribuye a la autorrealización de la persona, parafraseando a la UNESCO, 
cuando se instituye como escuela de la libertad.


Si bien es posible analizar con mayor profundidad la situación actual de la enseñanza de la filosofía en el mundo, detallar en elementos comunes, aspectos negativos, aciertos y deseables mejoras, en una frase, “qué se hace, qué no se hace y lo que se debería hacer”, me concentro aquí en la intención por fortalecer la práctica de la filosofía donde ya existe, al tiempo que promoverla donde aún no tiene lugar.

¿Cómo?, ¿de qué manera concretar esta intención… convertirla en “hecho”? Complementando mi actividad filosófica académica-formal con mi práctica filosófica no académica-no formal, de esto trata mi próxima publicación:
“Antecedente de mi nueva práctica filosófica”