Antecedente de mi
nueva práctica filosófica – segundo momento: “propuesta”
Experiencia y conocimiento = correlación
Si lo que aquí se escribe forma parte del intento
por salvar a la filosofía que languidece enclaustrada en lo teórico, algunos se
preguntarán: ¿por qué entonces iniciar con una fundamentación teórica?
Porque conocimiento (teoría) y experiencia
(práctica) -cuya relación entabla un debate filosófico- no son excluyentes
entre sí, hablando en términos de la Lógica porque no se trata de una disyunción
exclusiva sino inclusiva, de hecho, estrictamente ni siquiera se trata de una
disyunción sino una conjunción inquebrantable. Conocimiento y experiencia coexisten, se correlacionan y complementan
entre sí.
En la experiencia que es reflexiva se descubre cómo
están conexionados nuestros actos y sus consecuencias, “se conoce”, se genera
conocimiento y este se aplica en la experiencia subsiguiente proyectando
mejores resultados. De forma circular la “experiencia pensada” fundamenta al
conocimiento y el “conocimiento aplicado” sustenta siempre la posibilidad de
una mejor experiencia, más fructífera, más acorde o próxima al objetivo
anhelado.
Somos seres
con la afortunada facultad de pensar lo vivido y vivir lo pensado.
Sin detallar, al menos no por ahora, en qué
consiste la experiencia reflexiva, cuáles son sus rasgos generales, me limito a
señalar que el propio blog constituye un ejemplo de lo anterior: tiene origen
en mi experiencia como estudiante y docente de filosofía, experiencia que al
hacerse reflexiva genera nuevos conocimientos para mí que no se confinan en la
teoría, en lo abstracto, antes bien se liberan en lo concreto, en mi nueva
práctica filosófica.
Nueva práctica en que decido dejar ya la visión fragmentaria
sobre la realidad en que teoría y práctica, conocimiento y experiencia se
contraponen e incluso se excluyen mutuamente; decisión que estriba en adoptar
una visión holística en que los fragmentos son tales únicamente en la mente, en
que la realidad es escindida, separada en partes solo por necesidad intelectual
para su comprensión racional, pero que en verdad son uno y lo mismo.
De igual manera que en el fenómeno del conocimiento
siempre coexisten sujeto y objeto, se requiere siempre un quien conoce y un
algo por conocer, en la aprehensión de la realidad se compenetran en todo
momento conocimiento y experiencia.
Si lo piensas y lo vives atenta y cuidadosamente,
te das cuenta de que en cada acción hay teoría (conocimiento previo) y cada
reflexión gira en torno a una práctica
(experiencia anterior).
De manera que al hablar de “filosofía académica”
inmediatamente la asociamos con la teoría, pero esto sucede porque predomina en
ella no porque sea pura teoría pura, contiene práctica, si no la nuestra sí la
de quienes construyeron las doctrinas filosóficas que estudiamos. De igual
modo, cuando nos referimos a la “filosofía no académica” la vinculamos con la
práctica, y esto sucede debido a que es un elemento principal, sin embargo se
fundamenta en teorías, que probablemente no sean de nuestra autoría sino de
filósofos u otros.
La filosofía formal (teoría) contiene lo no formal
(práctica), igual que la filosofía no formal contiene lo formal.
Me preguntarán ahora, exactamente, ¿cuál es mi
propuesta?
Transitar de la filosofía académica a la filosofía
no académica, de la teoría a la práctica, de lo formal a lo no formal. Tránsito
que no se da en una sola dirección porque eso significaría estacionarse en una
de las parcelas en que hemos deslindado la realidad, transitar en un solo sentido
se traduciría en enclaustrarse dentro de uno de los compartimentos en que
dividimos la realidad para comprenderla. El tránsito que propongo es de “doble
sentido”, va de lo académico a lo no académico, de la educación formal a la
educación no formal, y viceversa, consiste en comunicación circular, líquida y fluida, diálogo continuo y correlativo
entre conocimiento académico y
experiencia cotidiana.
Pero antes de entrar en detalles, me detengo a
explicitar algo que dejé pendiente en la primera de las publicaciones, ¿por qué
refiero el Otro de la filosofía como filosofía “no formal”?, ¿por qué no “informal”?,
¿qué diferencia hay aquí entre “formal”, “no formal” e “informal?
La educación es un contínuum
Tenemos dos lentes a través de los cuales enfocar
el mundo, la realidad, la totalidad: el paradigma fragmentario y el paradigma holístico; el primero de ellos afirma que en la relación sujeto-objeto se trata de dos entidades
separadas e independientes entre sí, donde basta que el sujeto enfoque su
inteligencia sobre todo lo que le rodea para lograr su conocimiento en plenitud;
visión fragmentaria que en su acercamiento al mundo le divide en partes para
analizarlo, estudiarlo y finalmente conocerlo, más aún controlarlo. -Como
ejemplo, pienso en la división de las ciencias, su especialización, quedando
por un lado las ciencias exactas, por otro las ciencias naturales y lejos de
ambas y entre sí las ciencias sociales, humanidades y artes, presentando cada
uno de estos grupos especialidades cada vez más minuciosas…-
En el caso de la educación, la fragmentación se
presenta desde el inicio en el uso que damos al propio término: cuando se habla
de educación como la suma total de experiencia que posee una persona, se trata
del uso descriptivo; si con educación nos referimos a todo lo que nos
ocurre en nuestro paso por instituciones educativas específicas, como la
preparatoria o la universidad, señalamos al uso restringido, en tanto
que el uso normativo hace referencia a uno o varios valores que implican
de una u otra manera la mejoría en el individuo.
(Un paréntesis, me viene a la cabeza esta pregunta:
¿y cuándo dicen que “la educación es la solución”, a qué uso del término
apelan, exactamente a qué se referirán?)
Y la fragmentación continúa en el estudio de la
educación, del fenómeno educativo: dividimos los estudios en físicos y
sociales; los saberes, en intelectuales y empíricos, los temas escolares, en
materia de estudio y método; la actuación educativa, en praxis y poíesis; la
comunidad educativa, en agentes y ambiente; el quehacer educativo, en informal,
formal y no formal; incluso se habla a grandes rasgos de una educación para el
ocio y otra educación para la utilidad.
Nuevamente me limito, me concentro únicamente en la
división del quehacer educativo:
Tipo de quehacer educativo
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Características o rasgos principales
|
Escenario, ambiente o ámbito educativo
|
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Informal
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Aprendizajes
que se realizan a lo largo de la vida y que tienen lugar en ámbitos donde no
se imparte una enseñanza organizada ni programada racionalmente, esto es, que
no está sistematizada.
|
-
Familia
-
Sociedad
-
Estado
-
Iglesia
-
Medios masivos de comunicación
|
Filosofía doméstica
|
Formal
|
Enseñanza
institucionalizada, académica, sistematizada, organizada y programada
racionalmente, con base en ciertos métodos.
|
-
Instituciones escolares con reconocimiento oficial
|
Filosofía académica
|
No formal
|
Enseñanza
que se imparte organizada, programada racionalmente, sistematizada y a partir
de métodos específicos, para atender necesidades particulares, pero fuera del
sistema académico.
|
Modalidades
en la filosofía práctica no académica: consulta filosófica, café filosófico,
taller de filosofía, éxitos editoriales, filosofía con los niños fuera de la
escuela, filosofía en la empresa, en medios difíciles
|
el Otro de la filosofía
|
Se aclara así porque refiero el Otro de la
filosofía en la educación “no formal”, porque en la práctica de la filosofía
fuera de la academia no seguimos planes de estudio ni evaluamos, tampoco
acreditamos ni al final recibimos un certificado o documento oficial que avale
nuestro aprendizaje, no obstante sí seguimos métodos y sistematizamos tanto
nuestro diálogo como nuestra reflexión; no se trata de hablar “sin ton ni son”,
ni de expresar opiniones carentes de fundamento, menos aún de caer en el
pensamiento disperso que más que reflexión parece confusión y desvarío…
Nuestra nueva práctica filosófica si bien es “no
formal” porque se realiza fuera de las instituciones académicas, también
contiene algo de lo “formal” porque retoma en algún momento teorías filosóficas
que aprendimos en la escuela. Asimismo se establece en el diálogo circular
entre experiencia cotidiana y conocimiento académico.
Pero sobre todo ubico el Otro de la filosofía dentro
del quehacer educativo porque nuestra práctica filosófica, nuestra filosofía
práctica tiene un fin claramente definido, ella misma es praxis educativa,
medio y fin en y hacia nuestra humanización, desarrollo de nuestro
entendimiento y voluntad en la libertad auténtica.
“Las clases”
no terminan en la escuela, todas nuestras vivencias son ocasión de aprendizaje,
la vida entera constituye inmenso escenario educativo… Todo es educación, todo es
filosofía, en cuanto hago de ello instrumento o herramienta para mi transformación,
para mi formación. Y así, la educación es
un contínuum, un proceso que abarca, que
se desenvuelve desde el principio hasta el final de la vida del hombre. Reitero,
las clases no terminan en la escuela…
Abreviando, he aquí mi propuesta:
Complementemos nuestras clases de filosofía, donde
predomina la teoría, con la reflexión y
el diálogo que enseñan a filosofar, donde predomina la práctica, porque no
es lo mismo aprender filosofía que aprender a filosofar, lo cual no
significa, no obstante, que sean contrapuestas, sino correlativas. Les propongo
complementar nuestra actividad filosófica académica en la escuela a la práctica
filosófica no académica fuera de la escuela.
¿Cómo, cuándo y dónde? Empecemos por el cómo: en un
café; la modalidad que propongo es el café filosófico. Pocas cosas disfruto
tanto como platicar con amigos, me encanta el café y no puedo imaginar la vida
sin filosofía; qué mejor combinación podría ser esta, que la de compartir un
café con ustedes aprendiendo a filosofar.
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(*) todo esto lo concienticé-aprendí en un diálogo-lectura con varios académicos, especialmente con John Dewey en "Democracia y educación".
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