miércoles, 29 de abril de 2015

Un segundo más de vida… 
o la invención del tiempo…




En la primaria me enseñaron que el año “tiene” 12 meses, cada mes cuatro semanas, cada semana siete días, cada día 24 horas, cada hora 60 minutos y cada minuto 60 segundos. También me dijeron que la Tierra gira alrededor del Sol y sobre su propio eje, que al primer movimiento se llama “translación” y al segundo “rotación”.  Intentaron explicarme qué relación hay entre estos movimientos de la Tierra y el tiempo, las estaciones, la duración del día y de la noche…

Temas muy abstractos que en su momento -cuanto tenía aproximadamente 8 años- no me interesaron porque me bastaba saber que durante el día se estudia, se juega, se trabaja, “se vive” y que la noche es para dormir; temas abstractos que hoy -a mis casi 40 años- me hacen reír cuando leo en la Editorial de la Revista Serendipia (Año VI, Núm. 35, marzo 2015), titulada “El día más largo de 2015”, que este año nuestro Centro Nacional de Metrología (CENAM) será encargado “… de ejecutar el segundo intercalar. Una disposición establecida por el International Earth Rotation and Reference Systems Service (IERS) para ajustar la escala de tiempo UTC (Tiempo Universal Coordinado) al movimiento aparente del Sol, es decir, a la rotación de la Tierra.”

UTC que de acuerdo con el texto citado nació en 1972 “… dada la necesidad de contar con un sistema de medición de tiempo que conjuntara el tiempo atómico y la referencia temporal de la rotación de la Tierra…”, y que es determinado por el Bureau International des Poids et Mesures (BIPM) en París, Francia.

Sin indagar en qué significa o qué es el “tiempo atómico”, lo cierto es, continuando con la lectura, que “Dicha escala de tiempo determina la duración del segundo, a partir de relojes atómicos y la duración de los días, mediante la rotación terrestre”.


Reloj atómico "semiperfecto", creado en Querétaro, actualmente en uso por el CENAM.
Fuente: CONACYT


Ahora bien, -contrario a lo que me enseñaron en la escuela-, resulta que la rotación de la Tierra no es constante porque “… la masa terrestre compuesta por mares, glaciares y atmósfera está en continuo movimiento, lo cual -ligado a la influencia de la Luna y el Sol- genera variaciones en la duración del día (el planeta disminuye la velocidad de su rotación)”.

Variaciones, cambios que se estiman en un segundo por año, aunque no siempre ocurren anualmente. No obstante, el año corriente “… es uno de esos años en los que el IERS comunicó, a través de su boletín de inicio de año, que deberá aplicarse el segundo intercalar (leap second) en todo el mundo.”

Así, en seguimiento a dicho boletín nuestro CENAM el próximo martes 30 de junio a las 24 horas UTC llevará a cabo “la introducción de un segundo extra”, esto simultáneamente en todo el territorio nacional y de acuerdo con las cuatro zonas horarias que contempla: Este, Centro, Pacífico y Noreste.

Ya al final del texto se lee “En términos prácticos, la humanidad requiere de un segundo adicional para compensar la variación en la rotación de la Tierra.”  Frase que en mi perspectiva significa “un segundo más de vida”... o la invención del tiempo…



P.D.- Transcribo de la editorial referida: “Si gusta sincronizar su computadora con la Hora Oficial del país, puede ingresar a la página en Internet del CENAM (www.cenam.mx), en la que podrá descargar gratuitamente el software de sincronización automática y remota.” 

P.D.2.- ¿Y por qué me río al enterarme del "segundo intercalar"? Por lo complejamente absurda que me parece en ocasiones la especie a que pertenezco...



domingo, 19 de abril de 2015

Paradigmas en la educación, con raíz en la filosofía



Fuente: Hypérbole


Paradigmas en la educación, con raíz en la filosofía


En su impulso natural y necesidad vital por conocer, comprender todo lo que le rodea, la realidad total incluyéndose a sí mismo, el hombre “se separa” de aquello sobre lo cual pretende generar conocimiento y comprensión. Dando lugar a la concepción sobre el fenómeno del conocimiento en general como resultado de la relación entre dos elementos, a saber, sujeto cognoscente y objeto por conocer.

Relación que se contempla desde dos perspectivas opuestas entre sí: existencia y coexistencia; esto es, se afirma la existencia de sujeto y objeto en forma separada e independiente, donde el conocimiento y la comprensión emanan de una discontinua e incluso artificial relación entre ambos, otorgando primacía al sujeto, o; se reconoce la coexistencia de sujeto y objeto, lo que se traduce en  imposibilidad de que uno exista sin el otro, debido a lo cual ambos son igualmente importantes y su existencia es vinculada e interdependiente. Simultáneamente, de la consideración del conocimiento como relación sujeto-objeto, se desprenden dos concepciones equivalentes: la vida, definida de acuerdo al pensamiento de J. Ortega y Gasset (Ortega y Gasset: 2012), como “el yo y lo que yo hago con las cosas”, y; la realidad, concebida como la relación entre el “yo” y “no-yo”, “lo otro”.

De tal forma que en torno a la relación sujeto-.objeto, yo-cosas y yo-lo otro, se vislumbran dos posibles perspectivas: existencia y coexistencia. 

Perspectivas en la relación sujeto-objeto, yo-cosas, yo-lo otro
Existencia
Coexistencia
Ambos existen separada e independientemente; la relación que entablan es discontinua y el sujeto, el yo, tiene prioridad.
Imposible que exista uno en ausencia del otro; su relación es de vínculo e interdependencia, por lo que poseen igual importancia.

Dos perspectivas que se manifiestan como dos formas de ser y estar en el mundo, de vivir y existir, de intervenir y participar en la satisfacción y solución de las diversas necesidades y problemas que conlleva la propia vida y existencia; dos perspectivas que explica J. Dewey, se formulan como dos actitudes generales frente al mundo, dos filosofías: la filosofía dualista y la filosofía en continuidad.

Filosofía dualista

Aquí sujeto y objeto existen separada e independientemente, por lo que el hombre se enfrenta a todo lo que le rodea y se relaciona con ello siempre dentro de un movimiento dialéctico, donde él, el “yo”, se coloca como la “tesis”, y “lo otro”, el “no-yo”, se le opone como “antítesis”, donde usualmente la “síntesis” consiste en el conocimiento y comprensión que el sujeto logra del objeto, y que habrá de servirle para controlar y usar al mismo en beneficio de sí.

Actitud general, filosofía, que por necesidad racional, esto es, para el óptimo análisis y comprensión intelectual, requiere de la separación, alejamiento o distanciamiento, ruptura o hasta divorcio, entre sujeto y objeto. De lo cual emana una serie de partes, divisiones, fragmentos: hombre/naturaleza, individuo/sociedad, espíritu/materia, cuerpo/alma, experiencia/conocimiento, medio/fin, juego/trabajo, trabajo/ocio, interno/externo…

La cuestión es, siguiendo a J. Dewey, que la filosofía dualista olvida que esta disección de la totalidad, de la realidad, de la vida, en partes cada vez más minúsculas y específicas, es real únicamente a nivel mental. Es decir, que dichas dialécticas, tales dualismos o binomios, la distinción de todos estos fragmentos es solo racional. La filosofía dualista olvida que en realidad no se trata de fragmentos sino de correlatos, que la totalidad no consiste en existencias aisladas, separadas e independientes, que por casualidad o necesidad de pronto chocan entre sí entablando dialécticas que en ocasiones logran síntesis, donde una de las partes se impone y beneficia a sí misma.

En el olvido de la totalidad como red de coexistencias, de correlatos que se desenvuelven en forma circular y simultánea, que se necesitan mutuamente, que son interdependientes, la filosofía dual se convierte en fragmentaria, perdiendo el equilibro y la visión global que le permiten aprehender, comprender, de qué manera se relacionan las partes, cómo se unen los fragmentos, de qué forma se vinculan, se comunican, se necesitan y complementan todos estos pares de opuestos… La filosofía dualista conoce y comprende muy bien las partes, sin embargo carece de la visión global, unitaria, que otorga sentido a la totalidad, a la realidad, a la vida. 

De tal suerte que frente a todos estos fragmentos, estos pedazos de realidad, que no encuentra uno ya la manera de unir, en todo este conocimiento tan especializado que parece no estar relacionado con la vida, tan alejado ya de esta debido a su intelectualización extrema, al supremo grado de abstracción alcanzado, termina el estudiante, el sujeto cognoscente, por concluir que el saber filosófico es solo teorético porque explica con exactitud racional la realidad, la vida, aunque carece de aplicación, no es útil, no sirve para vivir, y en consecuencia la filosofía se reduce a una vida contemplativa.

Filosofía en continuidad

Con fundamento en la consideración de la totalidad como integrada de partes, sujetos y objetos, que coexisten, que interactúan continuamente, la filosofía en continuidad, si bien analiza la realidad de acuerdo con las partes, reconoce en todo momento que tal división responde únicamente a la necesidad de facilitar, de agilizar la comprensión; dado que la inteligencia humana no logra asir la totalidad de una vez y para siempre, antes bien aborda la totalidad poco a poco, de área en área, parte por parte, fragmento a fragmento.

De modo que al igual que la filosofía dualista, identifica como elementos que componen la realidad, al sujeto y al objeto, asimismo en el ejercicio reflexivo distingue distintas dialécticas, diversos pares de opuestos, toda una serie, según se dijo, de divisiones y fragmentos, no obstante siempre en la asunción de que tales dialécticas se mueven, se desenvuelven en un equilibrio que manifiesta coexistencia, vínculo e interdependencia entre tesis y antítesis, por lo que la síntesis consistiría, para esta actitud general frente al mundo, para esta filosofía, no en la primacía o imposición de una de las partes sobre el resto, sino en la re-unión, en la conexión de tales elementos.

En otras palabras, esta filosofía al igual que la dualista, trabaja con fragmentos, partes, aunque siempre bajo la visión global, bajo una visión de continuidad que en todo momento recuerda de qué manera se relacionan las partes, cómo se unen los fragmentos, de qué forma se vinculan, se comunican, se necesitan y complementan todos estos pares de opuestos. Cualidad que faculta a esta filosofía para otorgar sentido a la totalidad, a la realidad, a la vida, porque aun cuando ascienda al mayor de abstracción posible, tal intelectualización, esta reflexión filosófica habrá de transformar, mejorar la realidad, a partir del conocimiento y comprensión logrados, tendrá aplicación, será útil, servirá para vivir mejor, en la plenitud de nuestra humanización, y así, la filosofía trasciende su condición como saber teórico para convertirse en praxis, en filosofía de la acción. 


Dos actitudes generales frente al mundo, dos filosofías
Filosofía dualista
Filosofía en continuidad
- Sujeto (tesis) y objeto (antítesis) integran una dialéctica en que la síntesis consiste en el conocimiento y comprensión del sujeto sobre el objeto para controlarlo y usarlo.
- Conocimiento y comprensión que parte de la separación o división entre sujeto y objeto, resultando de ello una serie de fragmentos, partes discontinuas.
- Filosofía que carece de una visión global, unitaria de la realidad, que dote a esta de sentido.
- Filosofía sin aplicación, utilidad, que se reduce a saber teorético, a filosofía como vida contemplativa.
- Identifica como elementos que componen la realidad, al sujeto y al objeto; los cuales entablan diversas dialécticas, cuyas síntesis consisten siempre en la re-unión, en la conexión de tales elementos.
- Conocimiento y comprensión parte de de la separación o visión entre sujeto y objeto, aunque en la asunción de que estos se desenvuelven en un equilibrio de coexistencia, vínculo e interdependencia.
- Filosofía que con base en una visión de continuidad, global y unitaria de la realidad, dota a esta de sentido.
- Filosofía que tiene aplicación, que es útil porque sirve para transformar la realidad y vivir mejor; filosofía como praxis, como filosofía de la acción.

Ahora bien, si la filosofía cobra incidencia en la realidad, logra una significación en la vida humana, a través de la educación, en palabras de J. Dewey, si toda filosofía vital es siempre necesaria e íntimamente, una filosofía de la educación, entonces se manifiestan la filosofía dualista y la filosofía en continuidad, como dos distintos y opuestos, aunque complementarios, paradigmas en la educación: fragmentario y holístico.

Expresado de otra manera: a la filosofía dualista corresponde la educación con paradigma fragmentario, en tanto que la filosofía en continuidad se vincula con la educación basada en el paradigma holístico.

Paradigmas en la educación, con raíz en la filosofía
Paradigma fragmentario
Filosofía dualista
Paradigma holístico
Filosofía en continuidad

Si bien es posible ahondar en la fragmentación dentro de la filosofía, la atención del presente análisis se concentra en el fenómeno educativo, por lo que en los párrafos subsecuentes se describe la fragmentación en la educación. 

Educación con paradigma fragmentario  

Tomando como eje la separación, escisión de la realidad en la dicotomía Yo/Mundo, que a su vez engloba tres pares más: yo-cuerpo/yo-espíritu, yo/mundo de las cosas y yo/mundo humano, la fragmentación en la educación se manifiesta en siete aspectos: estudios, saberes, temas escolares, actuación educativa, comunidad educativa, quehacer educativo y la propia educación de acuerdo a su finalidad; cada uno de los cuales queda dividido a su vez en otros fragmentos más. 

Fragmentación en la educación
Aspecto
Fragmentos
a) Estudios
Estudios físicos y estudios sociales
b) Saberes
Intelectuales y empíricos
c) Temas escolares
Materia de estudio y método
d) Actuación educativa
Praxis y poíesis
e) Comunidad educativa
Agentes y ambiente
f) Quehacer educativo
Informal, formal y no formal
g) Educación
Para el ocio y para la utilidad

a) División de los estudios: estudios físicos y estudios sociales
Las materias de estudio escolar, las asignaturas, o simple y llanamente como las llaman los alumnos: “las materias”, se dividen en la educación, de acuerdo con J. Dewey en dos grandes grupos: ciencias naturales y ciencias sociales o, en palabras de E. Husserl (Husserl: 1992), ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu. Aunque dado el conflicto que existe sobre qué es ciencia y qué no, “… el campo se ha dividido entre los estudios que tienen como objeto la naturaleza y los estudios que se refieren al hombre.” (Dewey: 2004, pp. 235) Lo que equivale a decir naturalismo y humanismo, estudios físicos y estudios sociales.

División en la educación reflejo de la filosofía dualista, continúa J. Dewey, que considera al mundo físico y al espíritu como dos reinos de la existencia independientes teniendo entre sí ciertos puntos de contacto. Consideración que remite a la perspectiva en la relación sujeto-objeto donde se afirma la existencia separada e independiente de ambos. 
 
División de los estudios
Físicos
Sociales
- Ciencias naturales
- Ciencias de la naturaleza
- Naturalismo
- Saberes científicos
- Ciencias sociales
- Ciencias del espíritu
- Humanismo
- Saberes no científicos
Mundo físico (lo material)
Mundo espiritual (lo inmaterial)

b) División de los saberes: intelectuales y empíricos
Ciertamente uno de los pilares sobre los que se construye el contenido de la educación académica es la división de los estudios en físicos y sociales, según se avoquen al mundo físico, natural, o al mundo cultural, espiritual; estudios o disciplinas que se unifican bajo el título de “conocimiento verdadero”, es decir bajo la afirmación de que únicamente este tipo de conocimiento, fundado en la razón y cuyo cuerpo de verdades ya establecidas, ya comprobadas, se transmite por conducto de los libros de texto y se adquiere por la lectura, interpretación y comentario, es verdadero.

De modo que si el saber intelectual es el conocimiento verdadero, habrá otro que no lo es, habrá un tipo o clase de saber en oposición a él: la experiencia, el saber empírico o práctico, comparto con J. Dewey. Esta es la segunda fragmentación en la educación, el segundo par, binomio o correlato presente en la actividad educativa: saberes intelectuales y saberes empíricos, la escisión entre conocimiento y experiencia.    

División de los saberes
Intelectuales
Empíricos
Oposición entre:
Conocimiento
Experiencia
- Teoría
- Inteligencia
- Conocimiento /conocer
- Lo espiritual; de carácter espiritual
- Lo abstracto
- Intereses espirituales o ideales
- Completo y comprensivo
- Se dirige a la verdad eterna
- A la verdad relacionada con la inteligencia
- Asegura unidad, orden y ley
- Por su uniformidad y coherencia conduce a la armonía

- Práctica
- Ejecución
- Actividad / hacer
- Lo corporal; de carácter material
- Lo concreto
- Intereses prácticos o materiales
- Nunca autosuficiente
- En condición de perpetuo flujo
- Asociada con hábitos, apetitos, impulsos y emociones
- Se traduce en fluctuaciones irracionales
- Al ser múltiple conlleva discordia, conflicto
- Sentidos de memoria e imaginación
- Conocimiento no basado en discernimiento de principios
- Procede por “método de ensayo y error” y sobre la base de experiencias pasadas
- No se apoya en la realidad de las cosas, sino en la relación de estas con nuestras necesidades

Ahora bien, la concepción sobre la experiencia expuesta en el cuadro anterior, como opositora al conocimiento pertenece a la doctrina clásica, se remonta a la antigüedad griega y en respuesta a una vivencia, a la necesidad por resolver un problema, disolver una molestia… Así lo explica John Dewey: “Esta profunda antítesis se conexiona con el hecho de que la filosofía ateniense comenzó como una crítica de la costumbre y la tradición en cuanto normas de conocimiento y de conducta. En su indagación por algo que los reemplazase, aquella dio con la razón como la única guía adecuada de la creencia y la actividad. Puesto que la costumbre y la tradición se identificaron con la experiencia, se siguió inmediatamente que la razón era superior que esta. Además, no contenta la experiencia con su debida situación de subordinación, fue la gran enemiga del reconocimiento de la autoridad de la razón. Como la costumbre y las creencias tradicionales mantenían encadenados a los hombres, la lucha de la razón por su legítima supremacía solo podía ganarse mostrando la naturaleza inherente, inestable e inadecuada, de la experiencia.” (Dewey: 2004, pp. 223 y 224)

Concepción de la experiencia que en los siglos XVII y XVIII con el surgimiento del empirismo moderno, dio una inversión casi completa de la doctrina clásica, continúa J. Dewey, en un doble cambio: por un lado, la experiencia perdió su sentido práctico, ya no significaba modos de hacer; llegó a significar algo intelectual y cognoscitivo, donde la captación de lo material debía comprobar el ejercicio del razonamiento, y; por otro, siendo la experiencia la base de la verdad sobre los objetos, el espíritu era algo meramente receptivo y el conocimiento era identificado con la recepción y asociación de las impresiones sensoriales, cayendo en el descuido y aislamiento de la teoría, del ejercicio del pensamiento; reduciéndose el pensar en combinar y separar unidades sensoriales recibías sin participación alguna del juicio. Dicho brevemente, el empirismo moderno afirmó a la experiencia como modo de conocer e incluso como única fuente del conocimiento verdadero.

Es así que la historia de nuestra filosofía occidental presenta dos ideas de la experiencia, dos concepciones sobre la experiencia en relación al conocimiento intelectual; la idea clásica o antigua, que otorga mayor valía al saber intelectual, llegando al menosprecio por la experiencia; y la idea moderna, que contrariamente reconoce al saber empírico, a la experiencia, como exclusivo origen del conocimiento.

c) División de los temas escolares: materia de estudio y método   
En su intento por comprenderlo todo, el hombre analiza cuidadosamente cada fragmento que resulta en su disección de la realidad. Así, en su reflexión sobre la experiencia, distingue entre “lo que experimentamos” y “el experimentar”, separa “lo experienciado” respecto a “el cómo”. Lo que se traduce, ya en el ámbito educativo, en la división de los temas de escolares en materia de estudio y método. 


División en la experiencia
- Lo que experimentamos, lo experienciado
- El experimentar, el cómo
- Materia de estudio
- Método
División de los temas escolares

Explica J. Dewey: “Cuando reflexionamos sobre una experiencia en vez de tenerla simplemente, distinguimos, de modo inevitable, entre nuestra actitud y los objetos que la sostienen. Cuando un hombre está comiendo, come alimentos. No divide su acto entre el comer y el alimento. Pero si realiza una investigación científica sobre el acto tal separación es lo primero que debe efectuar. Examinará, de una parte, las propiedades del material nutritivo y, de otra, los actos del organismo para digerir y asimilar. Tal reflexión sobre la experiencia da lugar a una distinción entre lo que experimentemos (lo experienciado) y el experimentar, el cómo. Cuando asignamos nombres a esta distinción, tenemos los términos de materia de estudio y de método. Hay la cosa vista, oída, amada, odiada, imaginada y hay el acto de ver, oír, amar, odiar, imaginar, etcétera.” (Dewey: 2004, pp. 147)

Es decir, que al reflexionar sobre un acto “tan simple” y en este caso vital, como lo es el comer, el acto queda dividido racionalmente en dos, de un lado queda lo que experimentamos, lo experienciado, los alimentos y sus propiedades nutritivas; y de otro, el experimentar, el cómo, los actos del organismo para digerir y asimilar. Análogamente, el alumno “come”; el alimento que ingiere es la materia de estudio, esto es  lo que experimenta, lo experienciado por él, o sea la literatura, los libros de texto y las propiedades nutritivas que contienen, a saber, las verdades, los conocimientos sobre los mundos físico y espiritual, natural y humano; donde los actos de su organismo para digerir y asimilar tales conocimientos serán la lectura, interpretación y comentario, todo ello con intervención del profesor, actos que constituyen el método, el experimentar, el cómo. 


Experiencia del alumno
Come
“Se educa”
- Lo que experimenta,
lo experienciado
- El experimentar,
el cómo
- Lo que experimenta,
lo experienciado
- El experimentar,
el cómo
Alimentos y sus propiedades nutritivas
Actos del organismo para digerir y asimilar
Libros de texto y su contenido cognoscitivo
Actos de leer, interpretar y comentar


* Materia de estudio
* Método


División de los temas escolares

División que al igual que las anteriores, proviene de la escisión entre mundo físico y mundo espiritual, lo material y lo inmaterial, yo-cuerpo/yo-espíritu, yo/mundo de las cosas, yo/mundo humano…
 
División de los temas escolares (1)
Materia de estudio
Método
Estudios físicos y estudios sociales; conocimientos sobre el mundo de las cosas naturales y el mundo humano
Organización de la materia de estudio; sistematización de los procesos de  enseñanza y aprendizaje
* El qué
* El cómo
Cuerpo
Espíritu

En conclusión al respecto, de acuerdo con J. Dewey, al reflexionar sobre la experiencia trazamos una distinción mental entre él qué y el cómo, entre lo que experimentamos y el experimentar, -entre lo que enseñamos y aprendemos, y cómo lo enseñamos, cómo lo aprendemos-; distinción en el pensamiento, no en la realidad, que tiene centro, eje u origen en la fragmentación yo/mundo; en que el yo es vivido como espíritu aislado, con capacidades de sentir, imaginar, conocer, querer, etc., y el mundo, como cosas separadas del yo, con propias leyes de operación, independientemente de los modos de energía del yo, del sujeto. Una vez más la consideración de sujeto y objeto como existencias separadas e independientes. 

División de los temas escolares (2)
Yo
Mundo
Espíritu aislado
Cosas separadas del yo
Sujeto
Objeto
“Yo” que experimenta:
el yo que enseña y el yo que aprende
“Cosas” naturales y cultas o históricas:
lo que se enseña y lo que se aprende
El cómo - método
El qué - materia de estudio

d) División de la actuación educativa: praxis y poíesis
La educación, escriben F. Altarejos y C. Naval, no es un ser, es un hacer, es acción y actividad. Por lo tanto, al hablar de educación no nos referimos a lo que el hombre es, sino a lo que el hombre hace; y reflexionamos sobre ella como parte de la actuación humana. Dado que la actuación humana se presenta en múltiple y compleja diversidad, previo al análisis de la actuación educativa habrá que distinguirse entre actuaciones, para lo cual tomo como criterio, junto a los autores citados, la consideración teleológica, esto es, el fin, la finalidad, el para qué, porque este el elemento que confiere racionalidad, que dota de sentido al quehacer humano.

A su vez, en torno al fin, cabe aclarar que existe un fin objetivo (finis operis), que es del acto, y; un fin subjetivo (finis operantis), que es del agente. Continuando con el ejemplo antes empleado, el fin objetivo de comer es nutrirse, un fin subjetivo podría ser comer por el placer del gusto, -finalidad que de prevalecer podría desnaturalizar la alimentación, advierten F. Altarejos y C. Naval-.

Donde la investigación actual atiende al primero de los fines de la actuación, es decir, el fin objetivo. El cual contiene dos órdenes o finalidades objetivas: praxis y poíesis. 

Educación =
Actuación humana

Fin objetivo
corresponde al acto
Fin subjetivo
corresponde al agente

Praxis
Poíesis






¿En qué consisten praxis y poíesis

Fines o finalidades objetivas de la actuación humana
Praxis
Poíesis
Griego: πρξις / Latín: agere / Español: obrar
Griego: ροίεξις / Latín: facere / Español: hacer
- Acción / obrar
- Actividad / hacer
Asociada con:
- teoría
- saberes intelectuales
- conocimiento
- lo abstracto
- el espíritu
- trabajo espiritual o intelectual
Asociada con:
- práctica
- saberes empíricos
- experiencia
- lo concreto
- el cuerpo
- trabajo físico o corporal
Fin intrínseco o fin:
- surge de la potencia y su efecto permanece en ella
- tiene finalidad inmanente
- cesa por voluntad del agente
Fin extrínseco o medio:
- tiene efecto y cumple su fin en algo extrínseco a la potencia, en un producto
- su finalidad es transeúnte porque es proceso o sucesión de movimiento que desemboca en un resultado final
 - cesa al terminar el producto externo de la actividad

Desde esta perspectiva, el conocimiento ejercido por la razón, el conocimiento o saber intelectual, es praxis, acción-obrar-fin en sí, y se presenta como el más natural impulso humano, -el intento, la búsqueda por conocer la realidad, comprender la totalidad-, como pura acción considerada en sí, esto es, como “eupraxia”, la mejor praxis, cuya realización es lo que llamamos teoría, entendida como especulación abstracta y genérica desligada de la vida práctica.

Al respecto, cito textualmente a F. Altarejos y C. Naval: “Es el principal y más natural impulso humano: el ejercicio de la razón. Es la pura acción considerada en sí misma: la eupraxia, la mejor praxis, según la definía Aristóteles. Su realización era la theoría, término que muy imprecisamente puede equipararse al nuestro de “teoría”, esto es, especulación abstracta y genérica, desligada de la vida práctica. El conflicto entre teoría y práctica -en el sentido actual de los términos- ha sido denunciado a menudo como el mal radical de la cultura moderna.” (Altarejos y Naval: 2004, pp. 35)

Perspectiva y afirmación que colocan a la poíesis, a la actividad, al hacer, en un reduccionismo pragmático, donde el conocimiento queda justificado solo en la medida en que es válido para hacer algo, es decir, útil, solo en tanto que tiene aplicación en la vida cotidiana, sirve para algo, genera o produce algo material, tangible. En palabras de los autores mencionados: “El reduccionismo de todo conocimiento a mera actividad olvidando su dimensión prioritaria de acción, es uno de los más graves y radicales problemas de la educación y la cultura contemporáneas. La consideración de la finalidad cognoscitiva en términos de productividad -por ejemplo, la justificación del conocimiento científico por sus resultados pragmáticos en la actividad técnica- perturba el mismo conocer humano, sofocando su auténtico sentido y valor. Si solo se conoce para hacer algo, la pérdida del sentido ético en la cultura y de las humanidades en la educación son consecuencias lógicas e inevitables.” (Altarejos y Naval: 2004, pp. 85)

e) División de la comunidad educativa: agentes y ambiente
En nuestro análisis racional, atendiendo nuevamente a nuestra necesidad por comprender, por asir las partes, esperando de este modo conocer cómo es que funciona y a partir de ello obtener el control, poder dirigirlo, conducirlo hacia donde nos parezca mejor, comenzamos por separar cada pétalo de esta flor que es la comunidad, la sociedad educativa. En principio distinguimos dos grandes conjuntos: agentes educativos y ambientes educativos, personajes y escenario. A continuación, encontramos en el primer conjunto al agente real y los agentes coadyuvantes o ministeriales; en el segundo grupo, existe tal diversidad, no exenta de complejidad, que los autores hablan de principales, secundarios y otros, ambientes o ámbitos educativos, entre los que se mencionan: familia, instituciones escolares o escuela, sociedad, Estado, Iglesia, la empresa laboral, los medios masivos de comunicación, arte, deporte… y en general toda circunstancia, toda vivencia que se traduzca en aprendizaje significativo, esto es que de una u otra forma, en uno u otro grado, modifique la conducta del individuo.

Sin detallar, salvo lo necesario para la clarificación de esta división en la educación, a continuación se describen los agentes y ambientes en que se descompone la comunidad educativa.

Comunidad educativa
Agentes educativos
(los personajes)
Ambientes educativos
(el escenario)
- Agente real; el educando en cuanto persona.
- Agentes coadyuvantes o ministeriales; quienes sirven o ayudan a la educación de otro(s).
- Familia
- Instituciones escolares o escuela
- Sociedad
- Estado
- Iglesia
- Medios masivos de comunicación

f) División del quehacer educativo: informal, formal y no formal

División del quehacer educativo
Tipo de quehacer educativo
Características o rasgos principales
Escenario, ambiente o ámbito educativo
Informal
Aprendizajes que se realizan a lo largo de la vida y que tienen lugar en ámbitos donde no se imparte una enseñanza organizada ni programada racionalmente, esto es, que no está sistematizada.
- Familia
- Sociedad
- Estado
- Iglesia
- Medios masivos de comunicación
Formal
Enseñanza institucionalizada, académica, sistematizada, organizada y programada racionalmente, con base en ciertos métodos.
- Instituciones escolares con reconocimiento oficial
No formal
Enseñanza que se imparte organizada, programada racionalmente, sistematizada y a partir de métodos específicos, para atender necesidades particulares, pero fuera del sistema académico.
-Instituciones escolares sin reconocimiento oficial
                                                                                                                          
En opinión de F. Altarejos y C. Naval, no es del todo correcto dividir la educación en informal, formal y no formal, porque el criterio de esta división es el grado de organización, racionalidad y sistematización que posea, esto es, con base en el cientifismo pedagógico. Cuando todas estas instancias, educan al individuo, al ser humano, a la persona. Asimismo, continúan ellos, sin desconocer que a cada una corresponde cierta tarea, una tarea específica, inciden en todas las áreas de formación, en lo afectivo, en lo intelectual y cultural, de igual modo que en lo ético y moral.

Tampoco cabe pensar ya en la vida de las personas como dividida en etapas, de las cuales, unas se dedican a aprender y otras aplicar lo aprendido. La vida es aprendizaje continuo y todo ámbito, en todo lugar, nos educamos, a la vez que educamos, o al menos, aun cuando sea de manera inconsciente, ejercemos cierta influencia educativa en los demás. De manera que en el quehacer educativo, como en toda actuación humana, lo esencial es la consideración y tratamiento de sí y de los otros, como personas, porque “El saber siempre está encarnado una persona, transportado por una persona, aumentado o mejorado por una persona, aprendido y transmitido por una persona, empleado bien o mal por una persona. Por lo tanto el paso a la sociedad del saber convierte a la persona en lo esencial.” (Altarejos y Naval: 2004, pp. 190)

g) División de la educación: para el ocio y para la utilidad
El hombre sano, en el pleno sentido de la palabra, evidentemente se integra de dos elementos espíritu y cuerpo, en tanto que posee inteligencia para desarrollar saberes intelectuales, abstractos, asociados con la teoría y el trabajo intelectual o mental, al tiempo que tiene la capacidad también para generar saberes empíricos, concretos, relacionados con la práctica y el trabajo físico. Es decir que todo ser humano en su esencia dual, simultáneamente material e inmaterial, conoce y experimenta el mundo, la realidad.

Ahora, el saber intelectual, resultado del trabajo mental, por su cualidad abstracta, teórica, constituye una acción, es praxis, constituye en sí un fin; generamos, enseñamos y aprendemos saberes intelectuales porque valen por sí mismos, no porque retribuyan en algo exterior. Mientras que su opositor, el saber empírico, asociado con el trabajo físico, dada su concreción, su practicidad, es considerado una actividad, es poíesis, puesto que sirve como medio para la obtención de un bien externo, ajeno a él mismo, y es este el motivo por el que generamos, enseñamos y aprendemos saberes empíricos, por su utilidad.

En consecuencia, la educación en saberes intelectuales es una educación para el ocio, quienes se dedican a su aprendizaje, de una u otra forma tienen satisfechas sus necesidades materiales, no tienen la necesidad de trabajar para subsistir, gozan del privilegio de una vida que transcurre en el estudio por amor al mismo, donde se vive en la holganza del saber por saber. Estos hombres no apremiados por la urgencia de solventar las necesidades básicas de la vida cotidiana, estos hombres intelectuales y cultos son libres. Pero la mayoría de las personas no disfrutan de tal libertad, la mayoría de los hombres se educan en saberes empíricos, reciben educación como preparación para el trabajo útil, porque la prioridad en su existencia es encontrar los medios que permitan satisfacer sus necesidades materiales, necesitan trabajar para sobrevivir, no pueden darse el lujo de estudiar por estudiar; la cuestión aquí es estudiar lo necesario para obtener el reconocimiento oficial, el certificado o título que nos acredite como seres “empleables”, como individuos que pueden desempeñar cierto rol laboral, y de esta forma ser contratados, “tener un trabajo” que nos provea del dinero requerido. Estos hombres sujetos a la urgencia por solventar las necesidades básicas de la vida cotidiana, estos hombres incultos son esclavos.

De modo que, de acuerdo con J. Dewey, aislar fines y valores conduce a la división de la educación, para una vida de ocio intelectual (educación liberal), o como preparación para el trabajo útil (educación profesional e industrial). Lo que repercute en la división de la vida social, en la alienación social de los que tienen que trabajar para vivir (clase servil) y los que están libres de tal necesidad (clase libre). 


Educación liberal vs. Educación profesional e industrial
Intereses
- Fin en sí (vida de ocio intelectual).
- Vida de observación y meditación, reflexión y especulación; dominio racional de impulsos y apetitos.
- Medios (trabajo útil).
- Razón débil dominada por las funciones vegetativas y animales, impulsos, pasiones y apetitos.
Hombres
(clase social)
- En ellos la función de la razón opera como ley de vida; debido a su supuesta superioridad conducen y dirigen la sociedad sin tener que “hacer cosas”.
- Son medios para fines de otros, instrumentos físicos con suficiente inteligencia para trabajar y producir medios de subsistencia para ellos y para los otros.
Educación
- Liberal: cultivo de la inteligencia para su propio oficio, conocer.
- Profesional e industrial: preparación para prestar servicio personal y elaborar productos físicos.
* Ocio:
- vivir valioso
- clase culta, ociosa
- estado de excepción respecto al trabajo
* Utilidad:
- mero vivir
- clase inculta, trabajadora
- labor desagradable para los pobres

Educación con paradigma holístico

Hablando analógicamente: un hombre tiene en sus manos un reloj, ya sea por curiosidad o asombro ante el perfecto y puntual funcionamiento de tal maquinaria o bien, frente a una necesidad, molestia o dificultad, como podría serlo el que deje de caminar, este hombre requiere conocer y comprender de qué y cómo está hecho el reloj, en qué forma trabaja, vive el impulso natural, la necesidad vital por llevar a cabo toda acción que sea necesaria para lograr tal conocimiento y comprensión de la realidad, en este caso, de este reloj. Así, probablemente como parte de dicho impulso, lo primero que hace el sujeto es partir, dividir su objeto de estudio en cuantos fragmentos sea posible, lo desarma, y de pronto tiene ante sí una serie de pedazos, piezas tan pequeñas, tan específicas, tan parciales, tan separadas y aisladas entre sí, que cada una parece existir con independencia respecto al resto.

Surgen entonces dos posibilidades, dos alternativas: la primera, nuestro investigador de la realidad, se reduce, se limita a la consideración de los fragmentos dando por hecho que cada uno existe separada e independientemente, por lo que su atención, conocimiento y comprensión habrán de especializarse en cada uno de ellos, habrán de profundizar en el estudio de la esencia y naturaleza de las manecillas, los números, tornillos y tuercas, la carátula… elevándose cada vez más hasta las nubes, hasta el punto en el que ya no recuerda que todo esto forma parte de un reloj, que todas estas piezas componen un todo, una unidad, y que es precisamente esta la que otorga sentido, la que da significado a cada piececita; porque separadas, aisladas, me parecen absolutamente inútiles, no logro identificar en qué habría de servir una manecilla, una carátula, un tornillo… si no es unidos, integrando, componiendo el reloj que funciona, que camina y me da la hora… ; la segunda, este hombre que indaga e investiga la realidad, que en ningún momento olvida que todo esto comenzó atendiendo a la curiosidad, al asombro o con intención de satisfacer alguna necesidad, solventar cierta molestia o dificultad, a la vez que perdura a lo largo de su investigación la consideración de todos estos fragmentos como partes que coexisten, que integran y componen una totalidad, un reloj, se encuentra en la posibilidad, tiene la facultad, ya con el conocimiento y la comprensión de esta área de la realidad, de re-armar su objeto de estudio, de re-unir sus partes, porque conoce los fragmentos, pero también re-conoce que el sentido y significado de estos radica en su participación dentro de una totalidad; de esta forma, su conocimiento y comprensión, aunque por momentos rocen las nubes, sean altamente abstractos, siempre tendrán aplicación, serán útiles, porque retornan a su punto de partida: satisfacen la curiosidad, el asombro o las necesidades, solucionan molestias o dificultades.

La primera alternativa ejemplifica la educación con paradigma fragmentario, que separa la teoría de la práctica; y la segunda, la educación con paradigma holístico, que vincula teoría y práctica, conocimiento/comprensión y vida/existencia.

A manera de conclusión

De acuerdo con la perspectiva con que el hombre se enfrenta al mundo, se coloca frente a él para comprenderlo, conocerlo, asume una filosofía dualista o bien, una filosofía en continuidad. Actitud general, filosofía en nuestro ser y estar en el mundo que en la educación cobra vida como visión, paradigma fragmentario u holístico.

Paradigmas que comparten la escisión de realidad para nuestra comprensión intelectual de la misma; aunque difieren en que el primero de ellos, olvida, pierde de vista que dicha fragmentación no es real, antes bien se efectúa por necesidad racional, únicamente es mental; en tanto que el paradigma holístico aun cuando trabaja en todo momento con “fragmentos”, divisiones de la realidad, mantiene siempre una visión global sobre los mismos, en el reconocimiento de que todo es coexistencia, correlación, complementación, interdependencia.  

De tal suerte que según sea “el trato”, “el manejo” que se dé a estos fragmentos, según se acentúe o subsane tal escisión a través de la educación, estaremos hablando de instrucción o de formación. Es decir que la acentuación o agravamiento del dualismo (sujeto-objeto, yo-cosas, yo-lo otro) tiene lugar en la educación como instrucción; al tiempo que el ejercicio educativo que logra establecer un flujo circular y continuo entre los relatos, mejor dicho correlatos, constituye la educación como formación. 

Referencias bibliográficas:
1. Altarejos, Francisco y Naval, Concepción (2004). “Filosofía de la educación”. España, Ediciones Universidad de Navarra.
2. Dewey, John (2004). “Democracia y educación. Una introducción a la filosofía de la educación”. España, Ed. Morata.
3. Husserl, Edmund (1992). “Invitación a la fenomenología”. España, Ed. Paidós Ibérica.
5. Ortega y Gasset, José (2012). “¿Qué es filosofía?”. México, Ed. Porrúa.