viernes, 19 de junio de 2015


Trabajar  - divina condena

(segunda de tres partes)




Trabajar de 10 a 12 horas por día y no ser suficiente, tener dos o tres trabajos, correr de uno a otro para ver si entre todos se acumula un ingreso que solvente los gastos necesarios más dos que tres “superfluos”…  

Pensar, creer, sentir, experimentar el hecho de trabajar únicamente porque se encuentra en esta actividad “el medio” para obtener recursos, “dinero” para vivir, hacer, para ser y existir…

Trabajar como “medio” y no como “fin en sí”, como algo que vale en tanto que permite acceder a algo que sí es fruitivo  y no como algo que en sí mismo es fruición; el trabajo como algo que vale por lo que “da” y no como algo que vale por lo que “es”…

Leyendo nuevamente el diccionario de N. Abbagnano: … el trabajo, maldición divina que siguió al pecado original, de acuerdo con la Biblia; mismo texto en que San Pablo sentencia: “Quien no quiera trabajar, que no coma…”

Vivir el trabajo únicamente como “medio” se asocia inmediata e irremediablemente a su concepción de “condena”, exigencia, pena, fatiga y hasta degradación especialmente cuando se trata de un trabajo físico, manual, en contraposición al trabajo intelectual que siempre es mejor valorado y reconocido, mejor pagado…



Fuente: Andrea Saracco Blog





P.d.- Sin queja ni lamento, solo en reconocimiento, aclaro que fue precisamente por mi horario laboral, por el trabajo físico e intelectual que implica y me cansa, que escribo hasta ahora en este mi blog…