viernes, 30 de marzo de 2018

The Idiot - reseña y cortometraje

The Idiot
(Arturo M. Merelo y Simon Shaw, 2010)



Parte de la riqueza del cine estriba en que puede ser visto-vivido en distintos niveles; a grandes rasgos una película, un filme puede ser visto y/o contemplado, es decir, percibido en su superficie y/o reflexionado en su profundidad. Así, en el primer caso –visto superficialmente– “The Idiot” es un buen cortometraje que con el pretexto de un día al interior de un videoclub donde ambos propietarios, Rosie y Johnny, debaten entre sí (y no discuten, aclara ella intentando suavizar la situación) sobre la diferencia entre una buena película y una gran película, a la vez que uno de ellos, fanático y terco, rechaza, ahuyenta y hasta corre a los posibles clientes por no compartir sus gustos e intereses cinematográficos, nos presenta con paso rápido y somero algunas de las grandes figuras y producciones en la historia del cine, además de una cierta referencia a “Clerks” (Kevin Smith, 1994), al mismo tiempo que se asoma una crítica a los nuevos formatos, DVD, Blue Ray y luego quién sabe qué, se queja Johnny.

Mientras que en el segundo caso, si no sólo se ve, sino que se observa y reflexiona, “The Idiot” contiene en sí algo de teoría filosófica, específicamente ideas estéticas. Con los personajes de este filme se analiza en qué consiste una gran película, en torno a lo cual se argumenta que ésta se define por el contexto, por lo que representa sobre algún asunto realmente humano y no por el entretenimiento que ofrece, no porque la gente guste y disfrute de ella. Paralelamente se discurre sobre el carácter social-político en el acto de ver/contemplar cine, sobre esto, desde el título está hecho el guiño, porque más allá del significado habitual de la palabra idiota como estúpido o ignorante –que es el uso con que Johnny llama idiotas a quienes afirman que una película es grande porque divierte y a quienes no aprecian las joyas de lo que él considera auténtico gran cine–, etimológicamente “idiota”, del griego ιδιωτης (idiotes),  refiere a quien no se ocupa de los asuntos públicos, limitándose a sus intereses privados, que es justo lo que encarna el personaje principal al olvidar que el cine, la experiencia cinematográfica es social porque no se trata de la obra-construcción terminada del autor y su cerrazón e imposición al espectador, sino de un juego en el que a través del filme el cineasta, el realizador dialoga con su público, que integrado por decenas, centenas, tal vez miles de personas, aporta cada una de ellas su visión, su percepción, sus ideas y emociones-sentimientos en torno a la película, su interpretación.

Sin embargo, lo anterior no significa que toda y cualquiera interpretación sea aceptable; si bien, cada película ofrece o se presta a diversas lecturas, esta pluralidad de interpretaciones no excluye la existencia de un camino válido en la interpretación que se construye socialmente en el juego dialógico-dialéctico entre el autor y los espectadores (*). Dicho de otro modo, el camino válido en la interpretación de la obra se descubre-construye en la interpretación colectiva como momento en que la experiencia cinematográfica se socializa y el espectador deja de ser pasivo, para ser activo y transformador, quizá incluso creador.

En suma y sin desdén por alguno de los niveles en que podemos rozar o sumergirnos en el mar del cine porque todos ellos coexisten y se complementan mutuamente, tan interesante es saber qué pasa con el debate-discusión entre los socios Rosie y Johnny, cómo termina ese día en el único negocio que permanece abierto en esa calle donde prácticamente han cerrado todos los negocios debido a la crisis y robos armados en la zona, como importante y valioso es decir que desde esta perspectiva “The Idiot” es un excelente cortometraje con una clara postura estética-filosófica ante el llamado séptimo arte: el cine constituye un espacio para de-construir y re-construir, compartir y socializar, o dicho brevemente, el cine es político.

(*) Quezada, Figueroa Alan (2015). Miradas Filosóficas. Estética del Cine en México. Publicaciones Académicas CAPUB. México.

Karla Portela Ramírez, Fil(m)osofía
Marzo de 2018

Aquí el enlace con el cortometraje completo para su disfrute y apreciación: 






miércoles, 21 de marzo de 2018

Quarume. Jamás volver atrás

Quarume. Jamás volver atrás
(Arturo M. Merelo, 2018)


“Ella ha desaparecido. La única posibilidad: una huída. Estaba solo. Solo adentro. Buscaba una mano que me condujera, una mano fraterna que me llevara hasta la batalla con mis propias vísceras.”

La imagen inicial parece ser un laberinto de piedra, acompañada por música tranquila, tenue…* Quizá la causa del dolor es externa, pero la cura está dentro, en el propio interior, sólo hace falta la oportuna compañía de quien por amistad y con amor fraternal nos conduce a nuestras entrañas, a las propias vísceras donde nace y emana amor y dolor.

Quarume es una alegoría, una constante metáfora del ser interior con la ciudad, sus calles y edificios, con la comida hecha de vísceras animales limpias, cuidadosamente preparadas, y con cada uno de nosotros que guardamos dentro emociones e ideas, sentires y pensares. Entre el hombre, sus alimentos y las calles que transita existe comunicación, un vínculo íntimo e indisoluble.  

Ulises atraviesa un mal momento, el vacío desesperante que deja la pérdida, que duele dentro y difícilmente se expresa con palabras, aunque sí con gestos y movimientos. Angelo recibe a Ulises (habrá que poner atención en el nombre porque no hay mayor odisea que sumergirse en el propio interior) y lo conduce por la ciudad para degustar platillos que devuelven el amor por la vida, al mismo tiempo que escucha las vivencias, los consejos de quienes cocinan y venden tales manjares, casi todos elaborados con lo que algunos considerarían basura.

“Quarume, comer quarume es terapéutico.”

Adentrarse en uno mismo y librar esa batalla interna remedia, sana, cura. La belleza de este cortometraje radica en su profunda y nítida sensibilidad, en la armoniosa comunión de imagen y sonido, pero sobre todo en el espléndido regalo que nos da al hacernos recordar que no vale volver atrás, que hay que proseguir el camino, sólo falta “Recuperar algo que sabía que tenía, pero que no sabía dónde se encontraba”, reconoce Ulises casi al final.

Muchas veces la cura no está en la luz, sino en la penumbra, no se encuentra afuera sino dentro, así lo hace sentir Quarume cuando nos conduce por las calles de un lugar idílico, Italia, pero no en sus ciudades reconocidas por su encanto arquitectónico, sino en lugares de Sicilia como Palermo, Poggioreale y Gibellina en su vida cotidiana, cuando nos presenta comida tradicional, aunque no en restaurantes lujosos ni medianamente suntuosos, sino en la calle, cuando nos invita a saborear platillos compuestos no con ingredientes comunes y preciados por la mayoría, sino con vísceras, con desechos. Esta obra toca el alma porque nos recuerda que aunque estemos des-hechos, como se ve a Ulises gritando en silencio, perdido en un pueblo en ruinas**, los desechos no son sólo desechos, hay que darles otro valor, resignificar el dolor en fortaleza y bienestar.

“Hace falta estar tranquilo, dar tiempo al tiempo, que el amor llega de nuevo y bien.”



Karla Portela Ramírez, Fil(m)osofía
Primavera de 2018




* Se trata de Exhumation, por Nils Petter Molvaer.
** Poggioreale, destruido hace décadas por un terremoto. 











lunes, 19 de marzo de 2018

#15 Fil(m)osofía "La Mina" - Perfectos desconocidos

Perfectos desconocidos
(Álex de la Iglesia, 2017)



La película original es italiana, del año 2014, por el director Paolo Genovese y se titula “Perfetti sconosciuti”; nombre que conserva en su versión española, “Perfectos desconocidos”, pero ¿qué tanto le queda el título?, cuestionó uno de los participantes en nuestra sesión #15 de Fil(m)osofía, porque tan es que se conocen bien, que saben cómo reaccionarían los demás si les contasen todo, y precisamente por eso prefieren callar algunas cosas, guardar algún secreto, o más de uno. Así, desde el título confirmamos la posibilidad de distintas interpretaciones y se entabla el juego cinematográfico –lo que el filme, el director quiere transmitir y lo que los espect-actores perciben, interpretan–, porque en la perspectiva de otros de los participantes, justo porque guardan secretos es que en realidad o verdaderamente no se conocen, a pesar de ser viejos y buenos amigos o incluso pareja, se desconocen, ninguno conoce tan bien a los otros como piensan, son perfectos desconocidos.



Probablemente la película no es extraordinaria y hasta resulte predecible, además de que su estructura es teatral (todo se desarrolla en un mismo escenario) y en ese aspecto puede llegar a ser aburrida, pero la elegimos para esta charla filosófica por dos motivos: es comedia, hace reír bastante y al mismo tiempo promueve la reflexión en tanto que contiene el factor espejo, presenta distintas personalidades, estatus sociales y circunstancias con las que permite identificar a personas que conocemos o a nosotros mismos.

Ahora bien, tratándose de un personaje protagonista colectivo, un grupo de amigos integrado por tres parejas heterosexuales y un amigo soltero, también nos preguntamos si en verdad ellos son los protagonistas o lo es la tecnología, específicamente el teléfono celular, porque este aparato de comunicación es lo que desata la trama, el conflicto… Aunque igualmente cuestionamos cuál es el conflicto: ¿la influencia/determinación de la tecnología en nuestras relaciones interpersonales?, ¿la disyuntiva monogamia/poligamia?,  ¿o la falta de sinceridad y confianza en la comunicación?

Comenzando por esto último y como bien dijo uno de nuestros amigos, de entrada caemos en dos falacias: afirmar que tu pareja debe ser tu mejor amigo(a) y que a tu mejor amigo(a) le debes contar absolutamente todo. Al respecto todos los presentes coincidimos en que por salud emocional y mental todos tenemos secretos, hay cosas que para evitar problemas preferimos no decir, además de que todos tenemos derecho a la intimidad, a reservarnos algunas cosas que pensamos, sentimos o hacemos. Por lo tanto guardar secretos no implica falta de sinceridad ni de confianza en la comunicación; tal vez hasta podríamos considerar al hecho de decirlo todo, como “sincericidio”.

Con relación a la disyuntiva monogamia/poligamia, nuestra plática se dirigió a los “roles sociales” y las pautas de conducta que encierran, es decir, cómo debo o no comportarme; por ejemplo, si hago tal o cual cosa, soy buen hijo, si no lo hago o incluso hago lo contrario, soy mal hijo. De tal suerte que a una misma persona le corresponden distintos roles según el escenario, como hijo, como padre, como pareja, como amigo, en su profesión, en su trabajo, como vecino, etc. En torno a esto, surgieron varias interrogantes: ¿desempeñar-jugar distintos roles no entraña el peligro de caer en la incongruencia?, por ejemplo, que justo lo que como padre prohíbo es lo que hago como hijo, que los consejos que doy como amigo representan exactamente lo que yo no practico... Otro de los puntos en el debate fue si afirmar la existencia de roles sociales se traduce en un determinismo social en el que si no se cumple con lo exigido entran en crisis las relaciones interpersonales. Aquí también todos, estuvimos de acuerdo en que lo mejor sería cuestionar-criticar-analizar los roles sociales en sus implicaciones, para decidir si estamos de acuerdo o no, si los seguimos o no.

Sobre el papel que juega la tecnología, especialmente los medios telemáticos en nuestras relaciones apuntamos entre otras cosas que innegablemente influyen en nuestra comunicación, debido a su inmediatez no dan tiempo de pensar y re-pensar, dificultan la reflexión sobre lo que recibimos y emitimos, por su inmensidad envolvente desdibujan la línea entre vida pública y vida privada, tiempo de trabajo y tiempo de ocio, ocasionando una falsa intimidad o incluso dando lugar al exhibicionismo. Aunque no se puede hablar de determinismo porque la tecnología no es responsable, sino nosotros, no son los mensajes lo que destruye, sino el emisor y sus intenciones.

Ya al final de nuestra reunión y como broche de oro, uno de nuestros invitados dirigió nuestra atención hacia algo que hasta el momento habíamos pasado por alto: la violencia. Es verdad que desde el inicio hasta el final y en forma creciente la violencia está presente en toda la película, incluso en un momento que a primera instancia parece ser la única intervención asertiva, se violenta la intimidad, la confianza y apertura de uno de los personajes cuando se exhibe sin miramiento alguno una vivencia especial y delicada.

Sí, quizá no fue una gran película –y en este momento podríamos dialogar sobre qué hace buena a una película–, pero nos hizo reír y sobre todo, dio mucho que pensar y compartir. Muchas gracias una vez más a quienes nos acompañan en este proyecto de practicar filosofía fuera de las aulas escolares-institucionales, de hacer filosofía en la ciudad.