viernes, 14 de febrero de 2020

Escribir sobre amor...


Escribir sobre amor…



El beso, Edvard Munch, 1897


Escribir sobre amor al tiempo que corre en el aire la noticia de un nuevo feminicidio, al tiempo que observas a tu alrededor formas cada vez más paradójicas, ambivalentes, por no decir contradictorias de expresar amor y amistad… Quizá confundimos nuestro sentir, probablemente no hemos aprendido a distinguir entre necesidad, deseo y amor, tal vez no somos conscientes sobre cuándo y en quién encontramos una abundante fuente que puede saciar nuestra necesidad de compañía y fornicación, cuándo se trata de pasión y deseo ardientes que arrebatan de golpe y efímeramente, y cuándo hemos caído en el abrazo del sentimiento más humano, el amor, que resulta también el más complejo porque se teje de necesidad corporal, deseo erótico y anhelo espiritual. Aunque hay mucho más, es posible y necesario profundizar, comenzar por preguntar qué es el amor.

Así, en medio de mi cuestionamiento sobre el amor, llegó a mí un libro como caído del cielo, es decir, en el momento justo y preciso, en manos de alguien que aún quizá sin proponérselo abre con tal regalo un espacio de lucidez, lo cual se agradece con el corazón en la mano, con toda sinceridad, a la par que se convierte en algo similar a un deber fraternal por compartir lo descubierto, lo reflexionado y aprendido. De este modo, en los siguientes párrafos intento dar continuidad a tan valioso obsequio, esbozo algunas ideas contenidas en La llama doble, de Octavio Paz.

El amor es una manifestación de la vida, igual que el erotismo y el sexo, salvo diferencias: mientras éste último consiste en instinto sexual que comparte el individuo humano como rasgo animal conducente a la reproducción por acoplamiento; el erotismo es ceremonia, es sexualidad socializada y transfigurada por la imaginación y la voluntad en invención y variación constante que huye de la reproducción en búsqueda del placer; en tanto que el amor es un sentimiento propiamente humano que precisamente por su origen, una criatura efímera y cambiante, es una idea, una imagen que varía en el tiempo y en el espacio, de una época y un lugar a otros.

El sexo es naturaleza, es instinto insaciable que no responde a una regulación fisiológica y automática por lo que es canalizado mediante reglas, prohibiciones y tabúes que protejan a la sociedad de su desbordamiento, esto a través del erotismo, que como pararrayos del sexo entraña reglas que comparten dos principios: abstinencia y licencia, ninguna absoluta, sino siempre en diálogo contradictorio encarnado en dos figuras emblemáticas, el religioso solitario y el libertino. El erotismo como el amor, es cultural.

Dentro de una visión panorámica se observa una idea de amor en Occidente y una idea de amor en Oriente, si bien Paz señala como diferencia fundamental entre ambas su relación o no con la religión, además del papel que juegan en ellas libertad y destino, me limito a exponer someramente los cuatro grandes estadios en la idea de amor occidental que el mismo autor traza: Grecia Antigua, la prehistoria del amor en Alejandría y Roma, amor cortés que surge en el siglo XII y el amor en la Modernidad. Previo a lo cual conviene distinguir entre sentimiento amoroso, como atracción pasional hacia una persona entre muchas, sentimiento universal e inespacial que transforma al objeto erótico en un sujeto libre y único; y, amor, como reflexión sobre el sentimiento amoroso, como idea adoptada por una sociedad y una época, que incluso en ocasiones se convierte en ideología de una sociedad, mostrándose entonces como un modo de vida, un arte de vivir y morir.

El Banquete de Platón, Anselm Feuerbach, 1873

En la referencia a Grecia Antigua inmediatamente acude a nuestra mente Platón, sus diálogos, en este caso El Banquete, y particularmente la conversación que ahí sostienen Diotima y Sócrates, quienes juntos parecen concluir que el amor es una de las formas en que se manifiesta el deseo universal y consiste en la atracción por la belleza. El amor se muestra como un sentimiento complejo por mixto, porque se halla compuesto de varios elementos unidos y animados por el deseo: todos los hombres desean lo mejor (comenzando por lo que no tienen) y su felicidad estriba en alcanzar aquello que desean. De manera que el amor es el deseo de lo mejor y de tenerlo para siempre; el amor es deseo de perpetuación, de reproducción que puede ser corporal, unión de cuerpos para la reproducción, y del alma, cuando ésta engendra en otra alma ideas y sentimientos imperecederos, se trata de concebir con el pensamiento.

Así, en el transcurso de El Banquete y partiendo de la afirmación de que si lo que el hombre desea es la belleza amará más de un cuerpo, se amará a sí mismo y especialmente amará lo que hace hermosas a las formas, a los cuerpos, es decir que amará las ideas, las almas, Platón nos indica el camino ascendente a recorrer para alcanzar la plenitud del amor:


 

En otras palabras y de acuerdo con Platón, si el amor es atracción por la belleza acompañada por el deseo de inmortalidad, ¿qué otro modo de participar en ello sino por la contemplación de las formas eternas, las Ideas?

Tal vez lo más importante para nuestra indagación es que Platón no concibe el amor como una relación, sino como una aventura solitaria que termina en la contemplación de la idea, observa Paz. En el amor platónico ocurre una separación tajante entre cuerpo y alma, consecuentemente el placer físico queda condenado y el objeto (cuerpo o alma) de amor nunca se convierte en sujeto, en el contacto con el otro puede haber discurso, pero nunca diálogo ni conversación, se trata de un contacto entre dos o más individuos que en ningún momento se constituye como una relación auténtica. Lo cual difiere con la idea de amor en Alejandría y Roma, donde en el objeto de amor comienza a perfilarse su transformación en sujeto, dando oportunidad a la formación de una relación genuina (precisamente por ello Paz llama a este segundo estadio la prehistoria del amor).

“El amor nace en la gran ciudad.” (Paz, 2016: 51) La prehistoria de nuestra actual idea de amor surgió dentro de Alejandría y Roma, en el corazón de la sociedad helenística con base en un cambio social: la mujer fue más libre; el objeto erótico comenzó a transformarse en sujeto, sobre todo las mujeres adquirieron albedrío para aceptar o rechazar a sus amantes. Paulatinamente la mujer se hizo dueña de su cuerpo y su alma, fue entonces que el amor pudo ser ejercicio de libertad, una transgresión y desafío a la sociedad. Evidencia de esto se encuentra en los escritos del poeta Catulo, quien señala como los tres elementos del amor: la elección, la libertad de los amantes; el desafío, el amor es una transgresión; y, los celos, amor como pasión que se filtra en la conciencia hasta paralizar la voluntad. A diferencia de los filósofos griegos, los poetas alejandrinos exaltan el amor sin cerrar los ojos ante sus estragos; cambio que se debe, que responde a razones de orden histórico, social y espiritual: con el ocaso de las democracias y la aparición de monarquías poderosas los individuos se replegaron hacia la vida privada. “La libertad política cedió el sitio a la libertad interior.” (Paz, 2016: 72) y con ello se dio una evolución de ideas y costumbres en que fue decisiva la nueva situación de la mujer, las mujeres comenzaron a desempeñar oficios y funciones fuera de su casa

La emergencia del amor es inseparable de la emergencia de la mujer. “No hay amor sin libertad femenina.” (Paz, 2016: 73) Los deberes políticos exaltados por Platón y Aristóteles fueron desplazados por la búsqueda de la felicidad personal, la sabiduría o la serenidad al margen de la sociedad. Alejandría y Roma representan la prehistoria del amor por su exaltación de una pasión que la filosofía clásica había condenado como una servidumbre donde el amor nacía de una atracción involuntaria, ahora con la intervención del albedrío el amor se convirtió en unión voluntaria, lo que antes era servidumbre se transformó en libertad.

Fue en el siglo XII, en Francia que aparece el “amor cortés” sin un origen religioso ni filosófico, antes bien como creación de un grupo de poetas dentro de la nobleza feudal, producto de una fecundidad espiritual, el amor como forma de vida que no es amor “villano” (reducido a copulación y procreación), sino un sentimiento elevado, propio de cortes señoriales, “amor purificado, refinado” que no tiene por fin el placer carnal ni la reproducción, que es ascético y estético. El surgimiento del amor cortés se liga a la evolución de la condición femenina, influida por un lado y en cierta medida por el cristianismo que otorgó a la mujer una dignidad desconocida en el paganismo; y por otro, por la herencia germana, ya que las mujeres alemanas eran mucho más libres que las romanas.

Sin embargo, probablemente el mayor cambio al interior del amor cortés consistió en la inversión de papeles entre el amante y su amada dama, la alteración de la jerarquía de los sexos: ahora la mujer ocupaba la posición superior y el amante la de vasallo, la dama es la señora y su amante es su sirviente; sin que esta elevación de la mujer, de súbdita a señora, de su cuerpo y de su alma, se traduzca en deificación del sexo femenino, por lo contrario se trata de un reconocimiento, de un paso fundamental hacia la igualdad de los sexos. En este cambio Paz señala una influencia árabe en los poetas provenzales, a la vez que subraya la concepción del amor como exclusivamente humano, es decir, que el amor no conduce al Otro, no es vía para llegar a Dios, sino un accidente, una pasión, el amor es algo que pasa a los hombres. Y en todo ello, en esta transformación de nuestra idea de amor los poetas han desempeñado un papel determinante: una de las funciones de la literatura, escribe Paz, es la representación de las pasiones y entre ellas prepondera el amor, cabe mencionar que junto a la pasión del poder, la ambición política a la sed de bienes materiales. Así, la mayor parte de la literatura occidental tiene por asunto el amor; cada poeta y novelista tiene una visión propia del amor y ante tal variedad es posible concluir que la historia de la literatura occidental es la historia de la metamorfosis del amor, aunque el arquetipo creado en el siglo XII está intacto, permanece un conjunto de condiciones y cualidades antitéticas que distinguen al amor de otras pasiones: atracción-elección, libertad-sumisión, fidelidad-traición, alma-cuerpo. De una u otra forma se ha dado continuidad en la idea de amor que surgió en la Edad Media, en el siglo XII y que llegó a nosotros a través de Dante, Petrarca y sus sucesores, hasta los poetas surrealistas del siglo XX. Incluso, afirma Paz, la historia del “amor cortés”, sus cambios y transformaciones son la historia de nuestra sensibilidad, la historia de la civilización de Occidente.

Dante y su poema, Domenico di Michelino, (1465)


¿Cuál es entonces la idea o imagen de amor en la Modernidad? Si bien, como ha dicho Dante el amor es un accidente, algo que pasa a los hombres y mujeres, y estos son imprevisibles, no es viable ni prudente enunciar una esencia del amor, aunque sí es posible sostiene Paz enunciar algunos elementos constitutivos de la imagen del amor. “Al intentar poner un poco de orden en mis ideas, encontré que, aunque ciertas modalidades han desaparecido y otras han cambiado, algunas han resistido a la erosión de los siglos y las mutaciones históricas. Pueden reducirse a cinco y componen lo que me he atrevido a llamar los elementos constitutivos de nuestra imagen del amor.” (Paz, 2016: 117) Los cuales son: exclusividad; libertad; obstáculo y transgresión; dominio y sumisión; cuerpo y alma; y que a su vez pueden ser reducidos en: exclusividad, amor a una sola persona; atracción, fatalidad libremente asumida; y, la persona, que es cuerpo y alma.

Ahora, sin detallar en los anteriores elementos, es posible resaltar en la idea de amor moderna una liberación erótica que coincidió con la revolución artística plasmada particularmente en el surrealismo de Bretón, como continuador de Dante y Petrarca; en la intención por abolir la oposición entre filosofía cristiana y amor cortés tuvo lugar una rebelión de los sentidos y del pensamiento, mezcla de cuerpo y mente, libertad, con-en la sensualidad. Después de la Guerra Fría nació una moral erótica más libre caracterizada por la participación activa y pública de mujeres y homosexuales, así como una tonalidad política en las demandas de esos grupos; se trata del sexo como materia de debate político, igualdad y reconocimiento de la diferencia; la política absorbió al erotismo y lo transformó, dejó de ser una pasión para convertirse en un derecho. Ante lo cual es inminente preguntar ¿qué hemos hecho de la libertad erótica?

Hasta hoy nuestra libertad erótica parece estar confiscada por el dinero y la publicidad, al mismo tiempo que ha tenido lugar un paulatino crepúsculo de la imagen del amor en nuestra sociedad (incluso rezan por ahí, que “el amor apesta”). La confiscación del erotismo y del amor por los poderes del dinero es un aspecto del ocaso del amor, el otro es la evaporación de su piedra angular: la persona, unión y correlación de cuerpo y alma. Todo lo cual, debe decirse, abre paso a la barbarie tecnológica y en cierto sentido es fruto de la actitud crítica característica del pensamiento moderno que cuestiona y analiza cada rincón de la realidad humana, de suerte que por influencia de la ciencia y abandono de la filosofía, por lo general se niega actualmente la existencia, la presencia del alma. “El cuerpo ha dejado de ser algo sólido, visible y palpable: ya no es sino un complejo de funciones; y el alma se ha identificado con esas funciones.” (Paz, 2016: 167) Sin duda la relación cuerpo-alma es un tema complejo y abierto a discusión reflexiva, lo que atañe aquí es mencionar que Paz señala y propone retomar el diálogo entre ciencia, filosofía y poesía como preludio a la reconstitución de la unidad de la cultura y con ello la resurrección de la persona humana.

“Aunque el amor sigue siendo el tema de los poetas y novelistas del siglo XX, está herido en su centro: la noción de persona. La crisis de la idea del amor, la multiplicación de los campos de trabajo forzado y la amenaza ecológica son hechos concomitantes, estrechamente relacionados con el ocaso del alma. La idea del amor ha sido la levadura moral y espiritual de nuestras sociedades durante un milenio. Nació en un rincón de Europa y, como el pensamiento y la ciencia de Occidente, se universalizó. Hoy amenaza con disolverse; sus enemigos no son los antiguos, la Iglesia y la moral de la abstinencia, sino la promiscuidad, que lo transforma en pasatiempo, y el dinero, que lo convierte en servidumbre. Si nuestro mundo ha de recobrar la salud, la cura debe ser dual: la regeneración política incluye la resurrección del amor. Ambos, amor y política, dependen del renacimiento de la noción que ha sido el eje de nuestra civilización: la persona.” (Paz, 2016: 171)


Amantes, Nicoletta Tomas


Llegados a este punto es necesario contextualizar, recordar que La llama doble es una obra escrita en 1993, que seguramente el tiempo ha erosionado la idea de amor, que nuevas mutaciones han acaecido y con gran probabilidad nos parecerá discutible lo afirmado por nuestro poeta. No obstante dos afirmaciones y una previsión construidas a lo largo del texto me resultan innegables, totalmente vigentes; las afirmaciones son: la historia de la humanidad es la historia del amor y la historia del amor es la historia de la libertad femenina; y, amor es otredad, el amor se teje entre un yo y un otro, el amor es intersubjetividad y con ello política y libertad. En tanto que la previsión consiste en atender la crisis que atraviesa nuestra idea de persona, en que se ha omitido al alma, porque no sólo somos cuerpo, carne y sangre, hay en nosotros algo más que materia, si no ¿por qué nos horroriza y alarma la muerte, el asesinato? Ciertamente es condenable el despojo del aliento vital a un cuerpo, pero lo que hace de este hecho y la exposición de imágenes que lo constatan algo humillante, inhumano no es el truncamiento material de esa vida, sino su mutilación intangible, lo profundo de la indignación ante un feminicidio, ante el homicidio en general, radica en el truncamiento de pensamientos, sentimientos, sueños y anhelos, en el arrebato de esa vida, de esa presencia humana, corporal y espiritual, indescriptible en palabras.



Paz, Octavio (2016). La llama doble. Ed. Seix Barral. México.