sábado, 12 de mayo de 2018

Bicentenario del nacimiento de Karl Marx


El joven Karl Marx
(Raoul Peck, 2017)




Considerado parte del actual cine militante –cine inspirado en una lucha política vigente–, el trabajo de Raoul Peck no tiene por objetivo contar historias, sino mostrar con responsabilidad a las nuevas generaciones una perspectiva diferente de la sociedad, del mundo, porque el cine, en palabras de este director siempre tiene el objetivo de la lucha. Así, “El joven Karl Marx” pretende presentar al espectador algunas de las ideas fundamentales del Marx filósofo, político, economista e historiador, como pilar científico y político a partir del cual analizar lo que está ocurriendo hoy en el mundo y entablar una acción política contemporánea comprometida.  

Frente a los prejuicios, interpretaciones erróneas y tergiversaciones, Peck ha estudiado la filosofía de Marx en la propia Alemania, ha investigado a fondo su obra; de hecho, los diálogos en el filme son auténticos, se basan o incluso son copia de la correspondencia entre Marx y Engels en el periodo de 1843 a 1848, durante el exilio en París, periodo en que surge el comunismo como propuesta plenamente política, desembocando en la redacción y publicación de “El Manifiesto Comunista”.

En nuestra perspectiva el análisis sobre “El joven Karl Marx” se abre en tres líneas: la relación de Marx con Friedrich Engels, el vínculo con su esposa Jenny Von Wetsphalen y el diálogo que de una u otra forma se entabla con los anarquistas, especialmente con Pierre-Joseph Proudhon. Evidentemente cada una de estas vertientes daría lugar a un examen exhaustivo, en el presente espacio sólo se apuntarán algunas ideas; en cuanto a la relación de Marx y Engels, fue éste quien en cierto sentido abrió los ojos a Marx sobre la necesidad de estudiar economía e historia para construir una base teórica real, para que su filosofía no se limitara a interpretar y comprender la realidad, como lo hacían los jóvenes hegelianos, sino que fuese auténtica praxis, filosofía que transforma el mundo, nuestro modo de ser y estar en él.



El vínculo entre Karl y Jenny, además de la vida marital, la vida cotidiana y familiar, el apoyo y compañía incondicionales, se enriqueció por la conversación e inteligentes observaciones de ella a las ideas de él; cabe mencionar que del mismo modo en la relación de Engels con Mary Burns, en la figura de ellas se plasma un pensamiento liberal que fortalece la filosofía de ellos –incluso fue Mary Burns quien puso en contacto a Marx y Engels con el círculo de obreros–.  



Sobre el diálogo entablado con los anarquistas, quisiéramos aclarar, como se hizo en nuestra charla el pasado miércoles 9 de mayo con motivo en la conmemoración del bicentenario del nacimiento de Karl Marx, la diferencia entre socialismo utópico, socialismo anarquista y socialismo científico: el primero de ellos, más que en una propuesta filosófica-política se sustenta en un sentimiento filantrópico que movió a ciertos industriales para ofrecer a sus obreros algunas prestaciones de salud y seguridad social, como fue el caso de Henri de Saint-Simon, Charles Fourier y Robert Owen; el socialismo anarquista representando entre otros por Pierre-Joseph Proudhon y Mijaíl Bakunin, se caracteriza principalmente por el desconocimiento a cualquier autoridad, incluido el Estado; en tanto que el socialismo de Marx y Engels es científico porque se basa en el materialismo histórico, considerado método científico en la investigación sobre la historia de la humanidad y que muestra a ésta como una lucha constante entre clases sociales que genera cambios, a la vez que identifica al proletariado industrial como el sujeto colectivo que llevará a cabo la revolución socialista.



En suma, está película señala la importancia y trascendencia de la filosofía elaborada por Marx y Engels como detonante de diversos sucesos políticos en los siglos XX y XXI, paralelamente muestra al marxismo como óptimo instrumento para entender el mundo actual; si bien ha descendido la influencia marxista en occidente, continúa siendo referente primordial para explicar la crisis que hoy atraviesa el sistema capitalista, el mundo en general y a partir de ahí proponer su transformación. Indudablemente el pensamiento marxista trastocó el devenir de la humanidad en la lucha por su liberación y Marx será relevante mientras haya una sociedad capitalista, el marxismo es tan vigente como el capitalismo.

Coincidimos con Raoul Peck cuando afirma que es momento de volver a imaginar que es posible transformar el mundo.




domingo, 6 de mayo de 2018

#17 Fil(m)osofía "La Mina" - La libertad del diablo


La libertad del diablo
(Everardo González, 2017)




Esta ocasión tuvimos casa llena, lo cual nos alegra enormemente por lo que representa, Fil(m)osofía está creciendo, tomando fuerza, y principalmente porque esto significa que nuestra comunidad cinéfila es activa, no fue suficiente ver el documental, era necesario hablar-lo, dialogar y juntos re-construirlo. Para tal efecto propusimos dos líneas de reflexión: la primera de ellas con relación al filme, a la película como juguete cinematográfico que si bien vincula al creador-director con el contemplador-público a través de las múltiples interpretaciones de éste que pueden o no hacer juego entre sí y con la intención del artista, simultáneamente juega una cierta función o tarea en cada uno de los involucrados. Así, “La libertad del diablo” representa para su autor el cumplimiento de un deber: retratar lo que vivimos en el presente, dar testimonio de la barbarie que directa o indirectamente nos toca padecer; a su vez este documental ofrece a los entrevistados la posibilidad de una catarsis que nace del soliloquio y la autoconfesión; en tanto que a los espectadores no sólo los conmueve y aflige, sino que les confronta con un aspecto de la realidad nacional que se expande y amenaza constantemente nuestra calidad de vida, incluso la vida misma.





















De esta forma y como conclusión de nuestra primera línea de reflexión, todos coincidimos en que una película es en cierto sentido un juego que se desdobla en dos grandes elementos: lo individual, la forma en que toca a cada uno de los involucrados –director, público y entrevistados, en el caso de este documental– y lo social, la manera en que se inserta en la sociedad, es decir, su función social. Precisamente ésta fue nuestra segunda línea de reflexión, partiendo de la concesión, aunque basada en entrevistas dadas por el autor, de que “La libertad del diablo” tiene la encomienda de impactar en la sociedad, nos cuestionamos cuál sería su función social. Al respecto vislumbramos tres posibilidades: denuncia del temor generado por la inseguridad y violencia como dispositivo de control que el Estado ejerce sobre la población para conservar el poder; sensibilización y conciencia que nacen de la observación y atenta escucha, a partir de lo cual en un momento dado puede surgir una actitud de resistencia, sobre esto cabe decir que frecuentemente se cuestiona este efecto de sensibilización y conciencia argumentando que el continuo abordaje de la violencia lo hace un tema desgastado ante la opinión pública que probablemente desemboque en la normalización de tales hechos, esto es, en lo opuesto al fin pretendido, des-sensibilización, o incluso en la incitación a la violencia y desconfianza permanente respecto al otro; no obstante, contemplamos otra posible función social, la formación en la empatía: cuando entramos a una sala para ver una película voluntariamente dejamos fuera juicios y prejuicios, entramos con una actitud de apertura total para escuchar y aprehender lo que se nos presenta, despertándose en nosotros la identificación con alguna de las situaciones o personajes, el cine mueve nuestro pensamiento, conmueve nuestro sentir, nos hace imaginar, reflexionar, recordar… conectándonos con la historia, los hechos, los lugares y especialmente con las personas que frente a nosotros se desnudan al contarnos, al compartirnos qué sienten, qué piensan, qué anhelan…

En la perspectiva de Fil(m)osofía una película es buena, entre otras cosas, cuando logra formar en el espectador un sentimiento de empatía, y así fue con “La libertad del diablo”, durante nuestra charla destacó la inquietud por hacer algo, después de ver el documental nos preguntamos ¿qué podemos hacer? Frente a esta pregunta los asistentes aportaron distintas opiniones que convergen en una sola propuesta: organizarnos. Debido a los hechos la confianza en el Estado, en la efectiva aplicación de las leyes prácticamente se ha desvanecido, nuevamente todos coincidimos, esta vez en que podemos hacer algo, está en nuestras manos cambiar la situación, transformar nuestra realidad, pero ¿cómo? Aquí la respuesta clara y directa en voz de una de las participantes fue: organización, es cuestión de organizarnos como sociedad civil, en comunidad.




Llegados a este punto surgieron las diferencias, natural y afortunadamente todos pensamos diferente, mientras que algunos afirman que violencia se combate con violencia, que necesitamos armarnos, otros rechazan rotundamente cualquier tipo de agresión como solución y no consideran viable ponernos al tú por tú con el Estado ni con el crimen organizado. También diferimos en torno a la responsabilidad que toca al Estado y a la sociedad respecto a lo que hoy vivimos y su transformación, algunos consideran que la responsabilidad es sólo del Estado, otros afirman que la responsabilidad es de la sociedad y no del Estado porque éste es nuestro reflejo, porque de una u otra forma el Estado se integra por ciudadanos, por elementos de la sociedad que en cierto sentido y medida nos representan, unos más argumentaron que se trata de una corresponsabilidad en que cuando decidimos no mirar, de una u otra manera avalamos lo que sucede y que no se nos diga, avalamos el ataque a la libertad de información y de expresión (lo cual ha sido señalado por el director en algunas entrevistas y agrega un plus a nuestra sesión celebrada justamente el 3 de mayo, Día mundial de la libertad de prensa y Día de la libertad de expresión, en México), también reiteraron en la organización social como la mejor opción, una organización comunitaria que se exprese en acciones de distinta índole complementarias entre sí.

Felizmente concluimos nuestra sesión compartiendo con nuestros nuevos amigos que ése es uno de los objetivos del equipo de Fil(m)osofía: vivir el cine como acción transformadora de las personas y de la sociedad, el cine como herramienta en la formación de empatía, solidaridad, que habrá de sustentar una fuerte organización, una comunidad cada vez más libre, autodeterminada y armoniosa.

Asimismo dirigimos la atención de nuestros participantes hacia el trasfondo-análisis filosófico de lo contemplado en el documental, lo vivido actualmente en nuestra sociedad: en realidad, todos –víctimas y victimarios– somos víctimas del entorno, de un sistema económico basado en producción y acumulación de bienes materiales que nunca alcanza la saciedad y por distintas fallas niega el acceso a la mayoría, de manera tal que probablemente quienes eligen la delincuencia lo hacen obligados por la circunstancia de pobreza y desigualdad social. En nuestro entorno actual priva el individualismo, la burocratización de la justicia… dicho brevemente la razón instrumental descrita por los filósofos de la Teoría Crítica.

Para finalizar y cerrar con broche de oro esta nota compartimos dos puntuales y acertadas observaciones de nuestros participantes:

* Las máscaras. Es inevitable mencionar, reflexionar sobre la función de las máscaras que usan los entrevistados; en torno a esto encontramos dos significados, uno literal y otro metafórico, en el primero de ellos nos parece evidente que al otorgar anonimato sirven como protección, en tanto que metafóricamente las máscaras universalizan, al evitar que nos perdamos en rasgos particulares, al concentrar nuestra atención en la mirada de quien nos habla, reconocemos que podría ser cualquiera de nosotros, comenzamos a sentir empatía frente a un rostro que no reconocemos, pero que puede ser el mío, el tuyo, el nuestro.

* Sin duda “La libertad del diablo” aborda un tema que ya antes y por otros directores ha sido tratado, como ejemplo de ello se habló de “El infierno” (Luis Estrada, 2010), “La tempestad” (Tatiana Huezo, 2016) y “Guerrero” (Ludovic Bonleux, 2017), respecto a lo cual coincidimos también en que lo esencial o importante no es tanto el contenido, que puede ser el mismo, sino la forma en que se presenta; de este modo, mientras que “El infierno” despierta la risa, “La Tempestad” conduce a la vivencia, al sentir de la víctima, “Guerrero” ejemplifica la acción comunitaria y “La libertad del diablo” deposita en nosotros la inquietud por actuar, la pregunta por cómo hacerlo.