martes, 30 de noviembre de 2021

Reseña del libro ¡Pa´ las que sea parce! Límites y alcances de la sicaresca como categoría estética

 

¡Pa´ las que sea, parce!
Cuando la literatura es filosofía y un género literario 
reflexiona sobre la condición humana

 



La literatura es una mentira que algunas veces muestra la verdad. De la mano de la filosofía, el arte de las letras puede constituir una forma de análisis y crítica, ¿para la comprensión y transformación de la realidad?

Estamos y vivimos en la Colombia contemporánea, somos y formamos parte de la sociedad y cultura colombiana de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI. Cuando otros nos escuchan decir esto, Colombia en la época mencionada, suele invadir su mente una sola idea: violencia. No piensan, o al menos no inmediatamente, en la biodiversidad que hace de este país sudamericano parte del Grupo de Países Megadiversos Afines[1]; tampoco recuerdan la relación de Colombia con Simón Bolívar y la creación de la república de la Gran Colombia[2]; pocos conocerán que el reconocido artista Fernando Botero (“el que pinta gorditos”) nació en Medellín y creció dentro de la llamada cultura paisa[3]; igualmente pocos sabrán que el origen de la cumbia y el vallenato es la tierra colombiana[4]. Es grande la riqueza cultural de Colombia, podrían mencionarse muchos ejemplos más; sin embargo, la violencia es asunto recurrente al hablar sobre dicho país.

Así, uno de los tópicos más abordados en la literatura colombiana actual y tema central de su novela urbana, es la violencia. No la violencia relacionada con el conflicto armado interno, la guerra rural que conlleva una ideología política, sino la violencia que es resultado del narcotráfico y sus derivados –carteles, bombas, fiestas, cárceles, zoológicos y mujeres– (Van der Linde, 2014). De manera que dicha novela urbana se avoca a la narcoestética, entendida como una forma de aprehender la realidad caracterizada por lo rimbombante:

 

Lo narco no es sólo un tráfico o un negocio; es también una estética, que cruza y se imbrica con la cultura y la historia de Colombia y que hoy se manifiesta en la música, en la televisión, en el lenguaje y en la arquitectura. Hay una narcoestética ostentosa, exagerada, grandilocuente, de autos caros, siliconas y fincas, en la que las mujeres hermosas se mezclan con la virgen y con la madre. (Rincón, Omar en Lucía Elena Acosta Ugalde, 2014, p. 110)


Cabe decir que la narcoestética se asocia por un lado con la “carrera profesional” de los capos a través de líneas de negocio como tráfico de drogas ilegales, prostitución, captación ilegal de dinero (negocios piramidales), lavado de dinero y la empresa de la muerte, es decir, el sicariato. Por otro lado, aunque correlativamente, la narcoestética responde a demandas estéticas y sociales que le asocian con las ideas de progreso, bienestar y éxito dentro del marco capitalista.

Es el deseo de consumo el motor que impulsa hacia la adquisición de bienes materiales (comida, joyas, autos y motos, mansiones, etc.) y bienes simbólicos (pertenecer al selecto grupo de los poderosos o ser el asesino más temido y respetado, por ejemplo). Se trata de necesidades impuestas por los modos de producción propios del capitalismo y el medio citadino. La cuestión es que este deseo en la mente y espíritu del pobre que anhela con toda su fuerza ser rico, llega a ser tan intenso y extremo que sin pensar está dispuesto a trastocar el modelo mismo. Consecuentemente el objeto de deseo es descartable y reemplazable.

El sicario, escribe Van der Linde, es un cuerpo que fluye en la ciudad. La fluidez representa un valor sustancial en la vida del sicario que es poetizada por el consumo inmediato, la errancia y las relaciones de afiliación débiles. No es casual que esta forma de aprehender la realidad, de ser, estar y hacer en el mundo haya surgido en la época en que las metrópolis se consolidaron como megaprograma civilizatorio que contradictoriamente conduce a su propia crisis: vaciamiento de los grandes relatos pasando por la ruptura, abyección y desesperanza. (Van der Linde, 2014)                                                                                                                                      

Desde esta perspectiva, en la relación que se entabla entre la literatura y la realidad se abre la posibilidad de reflexionar sobre la condición humana al menos en dos aspectos: sociedad y lenguaje. En cuanto a la primera, a través de la actual novela urbana colombiana, es posible aproximarse a la realidad social en la arista del marginado, así como a la escena urbana en que la muerte es celebración de un tipo de vida abyecto; igualmente se concientiza sobre la narcoestética como parte de la cotidianidad de la sociedad. Ya en el terreno del lenguaje, se presenta el habla de las barriadas como parte de vivir la ciudad y como una forma conflictiva de estar en el mundo; a su vez, se percibe en este género de novela el agotamiento de los significados y la reconfiguración de conceptos que implican solidez y estabilidad, como la identidad y el amor.

Respecto a esto último, el agotamiento de significados y la reconfiguración de conceptos, conviene detallar. Conceptos concernientes a procesos morales y legales de la acusación y el indulto pierden su sentido tradicional: víctima y victimario dejan de ser categorías fijas y se convierten en valores relacionales; ahora el delincuente, el sicario se torna víctima y el lector deviene en victimario por la experiencia y expresión del trauma, el dolor, la culpa y el perdón. (Lander, María Fernanda en Carlos-Germán van der Linde, 2014, p. 16) Lo cual es particularmente importante porque da pie a la ausencia de arrepentimiento, a la inexistencia de remordimiento en el criminal, dado que ya no es culpable, sino víctima de la sociedad. Visto a profundidad y en primera instancia lo que encontramos aquí es el cuestionamiento de los razonamientos morales y éticos de la sociedad contemporánea.

Con base en lo anterior la propuesta y objetivo central del libro editado por Van der Linde consiste en “[…] intentar elevar el neologismo sicaresca a categoría analítica de orden estético.” (Van der Linde, 2014, p. 19) En consecución de ello, la obra ¡Pa´ las que sea, parce! Límites y alcances de la sicaresca como categoría estética, se integra por los siguientes trabajos:

* Picaresca escrita con “s” inicial. Historia literaria de un neologismo, escrito por Carlos-Germán    van der Linde; que discute sobre el término sicaresca, particularmente su origen y su relación con la picaresca. 

* Oscilaciones de los relatos colombianos sobre sicarios. Entre la desesperanza y la abyección, aportación de Alexander Castañeda Santoyo; análisis del personaje central, el sicario, que funge como antihéroe.

Cotidianidades y caminantes en la ciudad sicaresca, autoría de Ángela Cifuentes Avellaneda; estudio dedicado al escenario, la ciudad.

Amor líquido en la sicaresca: entre el deseo y la añoranza, trabajo realizado por Raúl Alexander Murcia; que profundiza en las relaciones sicarescas.

El libro aquí reseñado concluye con un Addendum, redactado por todos sus autores, en que se sintetizan los argumentos a favor del reconocimiento de la sicaresca como categoría analítica de orden estético.

 

Karla Portela Ramírez

Colombia, diciembre de 2021

 

 

Referencias

Acosta Ugalde, Lucía Elena. (2014). Narcoestética: la estética de la acumulación. Revista Multidisciplina, Núm. 19, 108-124. Recuperado en 29 de noviembre de 2021, de http://revistas.unam.mx/index.php/multidisciplina/article/viewFile/53084/47221#:~:text=Se%20trata%20de%20una%20est%C3%A9tica,mundo%2C%20para%20representar%20y%20representarse.

Van der Linde, C. (Ed.). (2014). ¡Pa´ las que sea parce! Límites y alcances de la sicaresca como categoría estética. Ediciones Unisalle.

 



[1] Los países megadiversos son aquellos que albergan el mayor índice de biodiversidad de la Tierra. Al respecto, en la página electrónica Biodiversidad mexicana, se lee explica que: “El primer mapa de países megadiversos se atribuye a World Wildlife Fund e incluyó a seis países: México, Colombia, Brasil, Zaire, Madagascar e Indonesia (citado en Mittermeier 1988). En esos años (1987) Russell Mittermeier, promotor del concepto, creó la organización Conservation International, y siguió impulsando el concepto. En el primer análisis se incluyeron 12 países megadiversos: México, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Congo, Madagascar, China, India, Malasia, Indonesia y Australia. Más adelante la lista subió a 17 países, añadiendo a Papúa Nueva Guinea, Sudáfrica, Estados Unidos, Filipinas y Venezuela. En 2002 se creó el grupo de Países Megadiversos Afines (LMMC, por siglas en inglés) en Cancún, México, en donde se incluyen Guatemala, Costa Rica, Kenia, Etiopía e Irán.” Biodiversidad mexicana

https://www.biodiversidad.gob.mx/pais/quees

[2] “La «Gran Colombia» fue el nombre que le atribuyeron los historiadores del siglo XX a la vasta república que existió entre 1819 y 1831, para distinguirla de la actual Colombia; la cual recibió este nombre tan solo a partir de 1863, cuando se denominó al país como Estados Unidos de Colombia. La grandeza y originalidad de esta efímera república suramericana debe conmemorarse tanto, como las batallas libradas por sus líderes y militares; así como darle un lugar preponderante en la historia política de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá, las cuales hicieron parte de este primer proyecto republicano, mediante el cual se consolidaron sus independencias y se crearon las primeras instituciones políticas sobre las que reposan estas repúblicas hasta el día de hoy.” Archivo de Bogotá. Secretaría General – Alcaldía Mayor de Bogotá,

https://archivobogota.secretariageneral.gov.co/noticias/la-creacion-la-gran-colombia-tras-la-victoria-boyaca

[3]Hablar de la cultura Paisa es hablar de Antioquia la grande, un pueblo colombiano descendiente de indígenas, españoles y africanos. Estando formada por seis departamentos: Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío, porciones del Valle del Cauca y Tolima, es conocida como el eje cafetero. No necesariamente todas las zonas de estos departamentos poseen una cultura Paisa, pero si, las siguientes capitales: Medellín, la ciudad de la eterna primavera, capital de Antioquia; Manizales, la cuidad de las puertas abiertas, capital de Caldas; Pereira, llamada la querendona, trasnochadora y morena, capital de Risaralda; y, Armenia, ciudad milagro, capital de Quindío. Para los colombianos, la cultura Paisa forma parte de su patrimonio que engloba hasta una forma de ser. Las tradiciones y la singular manera de hablar de los paisas, constituyen un rasgo que los identifica. Así encontramos que el paisa ataviado normalmente de un carriel, ruana y sombrero blanco posee virtudes de negociante, caminante, trovador, supersticioso, religioso y arraigado a sus tradiciones. Su estilo de hablar se determina por el uso de la palabra vos, un seseo en la pronunciación y expresiones típicas como ¡pues!dizque¿quiubo?oigan a éstemijo.” Cultura10.Org

https://www.cultura10.org/paisa/

[4] Véase: 10 datos para conocer la cumbia colombiana,

miércoles, 17 de noviembre de 2021

El juego del calamar - Filmosofía #1 en Cajicá, Colombia

 

El juego del calamar

Filmosofía #1 en Cajicá, Colombia

 



En el desarrollo de una filmosofía, el animador, el filósofo practicante guía o marca el orden de la reflexión con base en preguntas. Así, en nuestra primera filmosofía en Cajicá, que trató sobre El juego del calamar, comenzamos preguntando: ¿cuál es el tema? Naturalmente, cuando se trata de reflexionar, a la respuesta precedieron diversas ideas, claro está, todas ellas apuntando hacia una probable solución. Aquí compartimos algunas de esas ideas.

 

Abrimos enlistando cuáles fueron los juegos y qué habilidad o virtud exigía cada uno de ellos para resultar ganador:

Juego

Habilidad o virtud

Luz roja y luz verde

Imperturbabilidad, templanza

Galletas de azúcar

Paciencia, constancia, ingenio, imaginación

Tira y afloja

Estrategia, cooperación

Canicas

Negociación

Peldaños de vidrio

Valentía, confianza, atención

El calamar

Coraje, fuerza, compasión

 

En todos los juegos encontramos que para obtener mejores resultados se requería trabajar en equipo, unirse para aumentar la posibilidad de sobrevivir. Desde este punto de vista trabajar en equipo significaría “fortalezas que se unen, complementan con un objetivo común, en este caso, vivir”.

 

Igualmente observamos que en cada juego, aún en pequeña medida, había que elegir, decidir; y esas elecciones se basaban en la necesidad, el impulso y las emociones, no siempre en la razón. En esto influía considerablemente que muchas de las elecciones eran a ciegas, es decir, sin conocer previo a la decisión las consecuencias de las posibles elecciones.

 

Además de esto, de la libertad para elegir, decidir –incluso desde el inicio se observa un ejercicio de la libertad porque cada participante se encuentra allí por propia voluntad–, descubrimos otras constantes a lo largo del juego: ser observado; el factor del tiempo; la suerte o fortuna de cada jugador; y, momentos de compasión.

 

En cuanto a los equipos que se formaron, notamos que estos se integraron a partir de cuatro factores o criterios: edad; fuerza física; inteligencia y conocimientos; y, género. De manera que los viejos, débiles, tontos o ignorantes, y las mujeres, parecían hallarse en desventaja y con dificultades para ser aceptados. A pesar de estas diferencias entre los jugadores, todos ellos guardaban algo en común, los motivos por los que fueron elegidos para participar, son personas que:

- ya nada tienen que perder

- lo deben todo; son eternos deudores

- en este juego encuentran lo mismo que afuera, un infierno, con la diferencia de que ahí aún existe una esperanza

- se hallan en la búsqueda de una solución, aún les mueve algún deseo

 

Por último, en cuanto a las ideas compartidas y retomando las diferencias entre los jugadores, en todo el desarrollo se observa la presencia de la polarización ricos vs. pobres…

 

Sin duda, la respuesta a la pregunta planteada inicialmente, a saber cuál es el tema de El juego del calamar, no es única. Se trata de múltiples respuestas que de una u otra manera consisten en la proyección de los propios intereses. No obstante podemos coincidir en un tema: la relación con el otro, la otredad. Donde es posible observar al menos dos actitudes, individualismo y competencia; o, colectividad y trabajo en equipo. Parece que todos compartimos un mismo objetivo, todos anhelamos y buscamos nuestra tranquilidad, nuestro bienestar; y lo que nos separa, en lo que diferimos es en los medios para lograrlo. Algunos de nosotros creemos en la autosuficiencia y optamos por el individualismo, lo que nos lleva a ver en los otros, competidores que a cada momento obstaculizan nuestro éxito; otros de nosotros creemos en la comunidad, especialmente en la amistad, y solemos vivir al otro como un igual que nos acompaña en la búsqueda del bien común.

 

Quizá El juego del calamar nos propone que ante el aburrimiento, el sinsentido de la vida humana en la sociedad contemporánea depositemos nuestra confianza no sólo en nosotros mismos, sino en la humanidad. ¿Qué tanto el juego que se nos propone es apostar por una confianza crítica?




 

 

lunes, 15 de noviembre de 2021

¿Qué tan real es la realidad virtual? - Filocafé #7

 

¿Qué tan real es la realidad virtual?



Comenzamos señalando qué entendemos por realidad virtual. Esto para no descubrir a mitad del camino, de nuestra conversación que estamos hablando de cosas distintas. En el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) se presentan las siguientes acepciones sobre el significado de “virtual”:

1. Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real.

2. Implícito, tácito.

3. Fís. Que tiene existencia aparente y no real.

4. Inform. Que está ubicado o tiene lugar en línea, generalmente a través de internet

A su vez, ahí se define “realidad virtual” como “representación de escenas o imágenes de objetos producida por un sistema informático, que da la sensación de su existencia real”.

 

Sin oposición a tales definiciones, en nuestro filocafé acordamos definir la realidad virtual como herramienta que permite el acceso a un campo de interacción en que destaca la mediación de tecnología, el estar presente pero no de frente, es decir, no de forma inmediata, sino mediata (a través de herramientas).

 

Una vez explicitado qué entendemos aquí por realidad virtual, abordamos la intención por definir qué es lo real, qué es la realidad. Igualmente, en el DRAE encontramos que “real” significa lo que tiene existencia objetiva; en tanto que “realidad” es definida como:

1. Existencia real y efectiva de algo.

2. Verdad, lo que ocurre verdaderamente.

3. Lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio.

 

Llegados a este punto, cuestionamos desde la filosofía qué es lo real. En primera instancia hablar de lo real, de la realidad implica abordar la relación entre un “yo” y lo que es “no-yo”, un “yo” y lo “otro”. En otras palabras, la relación sujeto-objeto caracterizada principalmente por los rasgos de coexistencia y trascendencia. Coexistencia significa que existen simultáneamente, a la vez; y, trascendencia que ninguno anula al otro, que en la relación que entablan ambos continúan siendo lo que son. Sin embargo, en el caso del sujeto sí hay algo que cambia en su interior a partir del contacto, de la relación con el objeto: se forma en su conciencia una idea o concepto, una imagen o representación. Con base en el contacto con el objeto surge el conocimiento en la conciencia del sujeto.

 

De este modo, el conocimiento sería la simplificación o síntesis mental de una pluralidad de objetos y puede ser estudiado desde tres puntos de vista:

a) Psicológico.- Como fenómeno de conciencia o fenómeno psíquico. Desde el punto de vista del sujeto.

b) Ontológico.- El objeto como partícipe del Ser. Desde el punto de vista del objeto.

c) Lógico.- Desde la representación que se produce en el sujeto. Desde los conceptos y las relaciones entre estos.

Aunado a lo anterior, la filosofía plantea problemas sobre el conocimiento, como su origen, tipología y límites, entre otros. De los cuales atañe a nuestro tema el primero de ellos: cuál es el origen del conocimiento.

 

Grosso modo hay dos respuestas fundamentales: la razón; y, la experiencia. La escuela filosófica que afirma que el origen del conocimiento es la razón, es nombrada “racionalismo”. Mientras que los filósofos que afirman que el origen es la experiencia, pertenecen al llamado “empirismo”. Dentro del racionalismo, la figura central es René Descartes; de acuerdo con él la razón humana posee en sí la capacidad para (re)conocer la realidad; dentro de la substancia pensante (la mente humana) hay tres tipos de ideas (adventicias, las que provienen de los sentidos; ficticias, producto de la imaginación; e, innatas, las ideas geométricas) con fundamento en las cuales conocemos la realidad, lo real. Por su parte, en el empirismo, destacan los filósofos John Locke, George Berkeley y David Hume. Locke sostiene que las ideas son sensaciones transformadas en imágenes; Berkeley afirma que sólo existen las ideas; el mundo en sí no existe, el mundo objetivo es sólo en tanto que es percibido como idea; y, Hume, en el extremo del nihilismo, asevera que no existen el objeto ni el sujeto, todo es apariencia o fenómeno psíquico. 

 

Sin duda en lo anterior podríamos haber detallado, profundizado. Aunque en este momento, enfocándonos en el tema de nuestra reunión –qué tan real es la realidad virtual nos quedamos por ahora con un solo elemento: lo real, la realidad implica la relación entre sujeto y objeto, yo y el mundo. Ahora bien, esta relación se da, se desenvuelve en las coordenadas de espacio y tiempo, que innegable y actualmente se ven trastocadas por la tecnología, particularmente por los medios de comunicación telemáticos (aplicaciones de las técnicas de telecomunicación y de la informática a la transmisión de información computarizada). De manera que nuestra noción, concepción y vivencia de lo real se está modificando.

 

En el presente, con los medios de comunicación propios de la realidad virtual la distancia espacial y temporal disminuye tanto, que prácticamente no existe. Podemos comunicarnos en cuestión de segundos o menos con personas que físicamente se ubican a miles de kilómetros. En ese sentido podría decirse que vivimos en la inmediatez. No obstante es igualmente acertado afirmar que vivimos en la mediatez si consideramos que entre nosotros y aquellos con quienes nos comunicamos al otro lado del mundo, sin importar la distancia espacial y temporal, median, fungen como intermediarios aparatos, dispositivos tecnológicos.

 

Por último, compartimos algunas de las ideas expresadas al final de nuestro filocafé: en la realidad virtual se da una simulación de condiciones y situaciones “reales”; interactuamos no sólo con personas sino con máquinas –pensamos en la inteligencia artificial, aunque también podríamos incluir en esto herramientas o tecnología básica como son los libros, quizá la diferencia entre interactuar con una persona y con una máquina consista en que en el primer caso, nos relacionamos con un igual, se trata de una interrelación en que es posible la reciprocidad, mientras que con una máquina nada de ello es posible porque se trata de una creación humana, no de un igual.

 

Lo cierto es que en la realidad virtual surgen emociones, sensaciones, sentimientos e ideas, pensamientos, incluso es posible entablar relaciones interpersonales. De manera que a la pregunta, ¿Qué tan real es la realidad virtual?, la mejor respuesta que encontramos, al menos por ahora, es: tan real como tú quieras, como tú decidas. Sin olvidar que vivimos en colectividad, dentro de un marco colectivo, de manera que es importante lo que tus “mediatos”, quienes están presentes de frente, afirmen percibir igual que tú. Es importante que lo que yo reconozco como real, los otros lo (re)conozcan como yo. La realidad virtual es muy real y también, muy limitada. 




 

 

 

 

sábado, 6 de noviembre de 2021

El deseo, ¿motor de nuestra existencia? - Filocafé #5

 

El deseo, ¿motor de nuestra existencia?

Con la intención de responder a la pregunta plateada se muestra inminente definir primero qué entendemos por deseo, si existen o no varios tipos de deseo y en su caso, determinar bajo qué criterio elegiremos entre ellos.


Qué es el deseo

La pasión del deseo es una agitación del alma causada por los espíritus que la disponen a querer para el porvenir cosas que se representan como convenientes para ella

(René Descartes, 1596-1650) 

El deseo […] es la ansiedad que un hombre halla en sí a causa de la ausencia de algo cuyo presente goce lleva consigo la idea de deleite. 

(John Locke, 1632-1704) 

El deseo […] es el apetito acompañado por la conciencia de sí mismo. 

(Baruch Spinoza, 1632-1677) 

La conciencia de sí mismo es el estado de deseo en general. 

(G.W.F. Hegel, 1770-1831) 

Pocas veces pensamos en lo que tenemos, pero siempre en lo que nos falta. 

(Arthur Schopenhauer, 1788-1860)

 

Para definir qué entendemos por deseo nos apoyamos en las frases anteriores buscando puntos en común. Así, encontramos que el deseo implica: ausencia, conveniencia y conciencia. De momento concluimos que el deseo es una fuerza inagotable que puede, impulsa, motiva, mueve… El deseo es un anhelo que da fuerza.


Qué tipos de deseo hay

De acuerdo con Platón hay deseos necesarios e innecesarios; el deseo siempre es opuesto a la razón, aunque puede existir un deseo que corresponda al alma. Entre tanto Aristóteles distingue entre deseos irracionales y deseos deliberados, es decir, los que expresan una elección o preferencia. En general, en la Grecia Antigua, se comprende al deseo como una perturbación o pasión del alma que obstaculiza a la razón. Ya en la Edad Media, Santo Tomás de Aquino diferencia entre deseos sensibles y deseos racionales; asimismo, define al deseo como la aspiración humana a un bien que no se posee, que sea bueno o malo depende del objeto al cual está dirigido. A esto último quien aquí escribe agregaría que la bondad o maldad del deseo depende igualmente de los medios empleados para obtener el objeto deseado.

 



Ahora bien, en nuestro filocafé retomamos especialmente la clasificación del deseo realizada por los epicureístas:

 

Clasificación de los deseos en el Epicureísmo

Naturales y necesarios

Eliminan el dolor, satisfacen necesidades básicas

Ejemplo: comer cuando tienes hambre

Naturales no necesarios

Colorean el placer, pero no extirpan el dolor. Se trata de preocupaciones que surgen por la vanidad y el lujo.

Ejemplo: comer alimentos gourmet

Ni naturales ni necesarios

Se originan a causa de opiniones o juicios desmedidos.

Ejemplo: comer en un restaurante de moda

 

Cómo elegir los deseos

Con relación a este punto nos avocamos a dos escuelas helenísticas de filosofía, epicureísmo y estoicismo. En la perspectiva del primero, habremos de elegir entre deseos con base en el “principio de corporeidad”: partiendo de la premisa de que el cuerpo es fuente de vida y base para edificar el bienestar, se deben satisfacer deseos, elegir placeres, supeditados a la salud del cuerpo y la serenidad del alma. En otras palabras, la elección entre deseos –placeres–  debe ser racional y prudente. Es necesario saber elegir para alcanzar la ataraxia, la imperturbabilidad ante el mundo, la sociedad.

El estoicismo parte de la afirmación de que todo ser se comporta conforme a sus tendencias naturales. De esta forma, en su calidad de animal, el ser humano presenta como tendencia natural conservar la vida, mientras que como ser racional, su tendencia natural es conocer la verdad y vivir de acuerdo con la razón. A su vez, en consonancia con el epicureísmo, los filósofos estoicos promulgan el gobierno de la razón sobre las pasiones –al cual identifican con la eudemonía, la felicidad– y consideran como máxima aspiración del ser humano, la ataraxia, que consiste en permanecer indiferente ante las pasiones y bienes externos.

Visto así, siguiendo la filosofía del epicureísmo, la función de la filosofía es liberar el alma de dolores y pasiones para que consiga la felicidad. Los placeres sólo consisten en la satisfacción de necesidades elementales, aunque con moderación. Nuestra máxima aspiración ética será la tranquila indiferencia, la ataraxia;

 





sábado, 30 de octubre de 2021

¿Realmente, querer es poder? - Filocafé #4

                                                                                                                     

¿Realmente, querer es poder?




                                                                                              


Somos cuerpo y no sólo eso, igualmente somos entendimiento y voluntad. Dando por hecho que mi cuerpo, mi entendimiento y mi voluntad están sanos, son normales, están completos y son funcionales, éste no será el único factor que influya para que mi querer sea sinónimo de poder. La cuestión es más compleja. A la salud y funcionalidad de mi cuerpo-entendimiento-voluntad se agregan tres elementos más:

 

El destino o fortuna, las circunstancias en que nazco y me encuentro sin que yo las elija; por ejemplo, el lugar y época en que nací. No es lo mismo nacer en una comunidad rural apartada, en la sierra, que en el centro de una gran metrópoli; tampoco será igual pertenecer al siglo XXI que vivir en la Edad Media. Y nada de ello está en nuestras manos.

 

Los otros, la otredad que me acompaña para bien o para mal, desde el momento en que nazco. Inicial y generalmente esos otros son la familia, a la que paulatinamente se suman muchos más, los vecinos, los amigos, los compañeros de estudio, de trabajo, la pareja, los hijos…

 

La educación que recibo al interior de cada uno de los núcleos sociales a que pertenezco voluntaria e involuntariamente. Nuevamente y siguiendo un orden ideal, al principio la familia, después la escuela y enseguida el centro laboral, entre otros. 

 

Hasta aquí, podríamos decir que si queremos, entonces podemos hacerlo, aunque condicionados por nuestro cuerpo-entendimiento-voluntad; nuestro destino o fortuna; los otros que nos rodean, que nos acompañan para apoyarnos u obstaculizarnos; así como por la educación que hemos recibido. Desde esta perspectiva, dicho condicionamiento limita a tal grado nuestra libertad de acción que sólo en pensamiento querer y poder serán sinónimos.

 

No obstante, dentro de ese mismo condicionamiento hay dos elementos que abren la posibilidad para hacer coincidir nuestro querer y hacer: entendimiento y voluntad. En esta dualidad humana radica nuestra facultad de autodeterminación, nuestra libertad para ser, estar y hacer como cada uno desee. En otras palabras, por nuestro entendimiento y voluntad es posible que configuremos, traduzcamos nuestro querer en poder.

 

Ahora bien, al escuchar la frase “querer es poder”, quizá pensemos en autoayuda. Así sucedió a una de nuestras participantes, quien comentó al inicio de nuestro filocafé que cuando leyó la pregunta guía de nuestro cuarto encuentro –¿Realmente, querer es poder?–, inmediatamente pensó en autoayuda, entendida como la ayuda que se presta uno mismo para mejorar en algún aspecto. Específicamente se cuestionaba por qué hoy día la autoayuda tiene tanto auge y de una u otra forma nos invade expresada en frases motivacionales y variedad de libros a la venta.

 

Más que respuestas a dicha pregunta, compartimos algunas ideas al respecto: la autoayuda deposita toda la responsabilidad de sí en el individuo, y en ese sentido des-responsabiliza a los otros, particularmente al Estado, respecto al bienestar de la comunidad, de la sociedad; la autoayuda sirve también como justificación de la cultura del esfuerzo; y, sobre todo, llega a generar un sentimiento de culpa en la persona, cuándo no logra obtener todo lo que quiere, olvidando que en el contexto actual las circunstancias, especialmente las económicas, juegan un papel sumamente importante en el ejercicio de la libertad individual. Ciertamente para el propio bienestar es necesaria la autoayuda, pero igualmente lo es la ayuda.

 

De manera que responder con un “sí” o un “no” tajantes a la pregunta, ¿realmente, querer es poder?, resulta ingenuo y superficial. La respuesta tiene matices y aristas; provisionalmente podríamos decir que si bien, estamos condicionamos por distintos factores, mediante el desarrollo de nuestro entendimiento y voluntad es posible nuestra autodeterminación. Diría Paulo Freire, somos condicionados, mas no determinados. La configuración de cada uno, está en las propias manos, sin olvidar que cada uno necesita tanto de sí como de los otros.




 

 

viernes, 22 de octubre de 2021

¿En qué consiste la libertad?

 

¿En qué consiste la libertad?

 



Al hombre corresponden dos rasgos esenciales, que en voz de distintos autores han recibido diversos nombres, pero que en síntesis son: entendimiento y voluntad.

Generalmente, en la búsqueda de una definición sobre la esencia humana se menciona principalmente su capacidad racional. De hecho es esta la respuesta que casi siempre recibí al preguntar a mis alumnos qué es el hombre, respondían: es el único animal racional. 

Indudablemente el hombre es un ser que piensa, que conoce, sin embargo, si pretendiéramos ver en este rasgo esencial, como escribe E. Coreth, lo más específico y la totalidad del ser humano, caeríamos en un racionalismo o intelectualismo unilateral que limita nuestra autocomprensión, que pierde vista nuestra autoexperiencia humana total. El conocimiento, nuestra capacidad racional constituye solo una parte de lo que somos, ciertamente esencial y básica, pero parcial, de la autorrealización humana completa.

“Más aún: el conocimiento no es, por su propia esencia, una realidad última que descanse en sí y se dé sentido a sí misma. En el conjunto del ser humano tiene más bien una función esencialmente mediadora y está ordenada a algo distinto: el querer y la acción.”[1]

Entendimiento y voluntad, conocer y querer, constituyen entonces las dos herramientas, armas o instrumentos de que el hombre dispone para autoconfigurarse, autodeterminarse, dada su condición de inacabamiento, dada su perfectibilidad.

Porque el hombre no es, sino que se está haciendo, vive en un proceso de cambio, evolución y desarrollo, a través del cual su propio ser se revela, realiza y completa cada vez más hasta lograr su autorrealización, hasta llegar a ser el que es: ser humano. Asimismo, este proceso inicia con el surgimiento de la conciencia, a partir de la cual generamos conocimiento y comprensión, es decir, asumimos actitudes básicas y una cierta actitud general frente al mundo. En este punto advertimos que solo una parte de los hombres llega a adoptar una actitud crítica, que solo algunos de ellos tornan su conciencia en reflexiva, fenómeno al que llamamos concientización de la realidad. Igualmente afirmamos que en ella distinguimos el correlato ser / no ser, así como nuestra capacidad para transformar la realidad; momento en que se plantea una serie de posibilidades o alternativas en la consecución de tal objetivo.

Expresado de otro modo, la vida no es, la vida se vive, se hace día a día, la construimos con las decisiones sencillas o complejas, de corto o largo alcance, de pequeño o gran impacto, que tomamos a cada instante, en todo momento. El hombre es el único ser que puede y debe decidir su vida, su existencia; es el único ser que construye su presencia en el mundo, que se autoconfigura y autodetermina para intervenir libremente en el mundo. Y no podemos escapar de esto. Pero, ¿cómo lograrlo?, ¿cómo ejercer la libre disposición, decisión y determinación de nosotros mismos?, ¿cómo llevar a cabo mi autoconfiguración?

Por el entendimiento conozco y por la voluntad quiero, me inclino hacia una u otra alternativa. Ahora bien, el fin último radica en mi autorrealización, en mi ser humano; no se trata de hacer lo quiero y ya, la cuestión no es elegir una alternativa solo por elegir, debo optar por aquello que conduzca al pleno desarrollo de mi ser, es decir, a la eclosión de todas mis fuerzas esenciales -intelectuales, corporales, afectivas y artísticas-, simultáneamente, en consideración de que mis decisiones se dan frente a lo otro, esto es, que todo lo que yo decida para mí de una u otra manera afecta, se refleja en las otras personas y en el mundo, debo optar también por la alternativa que favorezca la armonía conmigo, con las otras personas y todo lo que me rodea, debo elegir mi humanización.

A su vez, lograr esto requiere de dos elementos, conocimiento y libertad. Donde “El conocimiento nos muestra las posibilidades de decidirnos y desarrollarnos de acuerdo con nuestro propio ser o de renegar de esa empresa. El conocimiento nos brinda la orientación en medio de nuestro mundo y el conjunto del ser. Nos señala valores y desvalores, las posibilidades auténticas e inadecuadas, verdaderas y falsas de nuestro ser personal.”[2] En tanto que la libertad mueve a la voluntad, al querer, para que decida, para que elija una de las posibilidades.

 

Esencia del hombre

Entendimiento

Conocimiento

Presenta las posibilidades

Acción que conduce a la autodeterminación

Voluntad

Libertad

Decide, elige


En relación con esto surgen distintas cuestiones, como el debate sobre qué es superior, si el entendimiento o la voluntad, en el sentido de que en cuál de estas dos esferas se cumple, alcanza su plena realidad y valoración, la autorrealización humana. Al respecto, explica E. Coreth, el acto de conocer como tal carece de valor propiamente ético-humano, “Incluso el más alto conocimiento metafísico, ético y religioso, mientras sigue siendo un mero conocimiento teórico, carece por completo de valor, es indiferente, si no le sigue la libre afirmación y toma de posición.” [3]

De manera que, reforzando lo escrito párrafos arriba, constituye un error afirmar al entendimiento como el rasgo esencial más específico y la totalidad del ser humano. Ambas realidades, conocer y querer, ontológicamente forman parte por igual esencial y original de la existencia espiritual-personal del hombre; una y otra están en el mismo plano del ser espiritual-personal, son dos funciones correlativas y complementarias del mismo hombre, que esencialmente se relacionan y coordinan una con otra, pero que solo en su unidad constituyen la totalidad de la autorrealización humana, de acuerdo con el citado autor.

Hasta aquí entonces, libertad es lo que mueve a la voluntad en el acto de decisión, en la elección entre posibilidades o alternativas.  

Queda ahora responder a la pregunta: ¿libertad en qué sentido, respecto a qué o de qué?

Con base en la afirmación de que el sentido de la filosofía es concientizar para vivir con libertad auténtica, la cual aunada al conocimiento constituyen la acción que conduce a la autodeterminación, traduciéndose esta en función de la alternativa elegida, en autorrealización. Con base en esto, hablo de libertad en el sentido de que al elegir, al decidir qué hacer y qué no hacer, no estamos sujetos a límites ni fronterasexternas ni internas, nos hemos despojado de todo lo que impide ser uno mismo.

Me apoyo en este momento en la filosofía de Tomás de Aquino, quien distingue dos formas o dimensiones de la libertad: libertas a coactione (libertad de toda violencia exterior) y libertas a necessitate (libertad frente a la necesidad interna). “La primera estriba en verse libre de la tiranía de los que nos oprimen políticamente por la fuerza; la segunda consiste en resguardarse contra la tiranía de las necesidades…”[4] Es decir que el hombre libre, en ejercicio de su libertad auténtica, elige entre posibilidades o alternativas, decide qué hacer y qué no, sin presión o influencia de otros hombres, esto es, sin límite o frontera externa, a la vez que con independencia de sus necesidades, sin presión ni influencia de su interior, entendido en este caso como los impulsos y deseos.

 

Libertad, decidir

sin presión ni influencia:

Externa

Opiniones, pensamientos… discursos ajenos, de otras personas

Interna

Impulsos y deseos que viven en el propio interior

 

Ahora bien, en la vivencia de la libertad auténtica, la libertad externa o exógena corresponde al entendimiento, es decir, a través del conocimiento, comprensión y concientización, en la asunción de una actitud crítica y reflexiva frente a lo que los otros piensan, dicen y hacen, o sea, frente al discurso ajeno; y la libertad interna o endógena corresponde a la voluntad que desarrolla virtudes morales para enfrentar, para modular y controlar los impulsos y deseos.

 

Vivencia de la

libertad auténtica

Libertad externa o exógena

Entendimiento

Actitud crítica y reflexiva

Libertad interna o endógena

Voluntad

Virtudes morales

 

En consecuencia, desde esta perspectiva libertad significa actuar sin coerción alguna, siempre por decisión propia. Lo que permite distinguir en el hombre tres estados o situaciones: “ser sujeto”, cuando está alineado, enajenado, manipulado por un discurso ajeno, externo; “ser individuo”, momento en que no padece tal sujeción, tal alienación, aunque tampoco ejerce su libertad auténtica, es decir, que en su condición de libertad, no es consciente de ella y por lo tanto no la vive con autenticidad, y; “ser persona”, cima de la autodeterminación en que consciente de su libertad, la ejerce auténticamente porque actúa con motivación interna, siguiendo el propio discurso, escuchando y atendiendo a los propios pensamientos y sentires.

 

Tres estados o situaciones del hombre

Sujeto

Individuo

Persona

Alienado

“Neutro”

Libre

 

Por otra parte, siguiendo a E. Coreth, la libertad de elección se expone a menudo por un lado, como una libertad de especificación (libertas specificationis), como la facultad de actuar de esta o de la otra forma, de elegir esta o aquella posibilidad y de determinar por sí mismo el acto, y; por otro, también se denomina libertad de ejecución (libertas excercitii), o sea, la facultad de poner o no poner un acto determinado. Lo cual no significa que existan diversas maneras de actuación de la libertad, sino únicamente diversas formas de explicar el mismo proceso libre. Donde “Lo propio, sin embargo, de toda libertad de elección en cuanto libertad de especificación o de ejecución, es el orientarse hacia cualquier posibilidad concreta, decidir entre todas ellas.”[5]

Bien, menciono esto último con la intención de recalcar tres ideas en torno a la libertad: la primera, es cierto que la libertad consiste en la decisión, en la especificación, elección de una u otra opción sin presencia de coerción alguna, sea externa o interna, e igualmente cierto es que implica su ejecución, es decir, concretar la opción elegida, con base en esta realizar un acto determinado; dicho brevemente, la libertad implica decisión y acción; segunda, dicha acción se traduce en la autodeterminación, constituye lo que he llamado ejercicio de la libertad auténtica, situando así al hombre en su condición o situación de persona, y; tercera, la autodeterminación, el ejercicio de la libertad auténtica conduce a la autorrealización, -escribí antes que la autodeterminación se traduce en autorrealización en función de la alternativa, de la posibilidad elegida-, solo en tanto que implica desarrollo íntegro y armonía.

Visto así, la única decisión verdaderamente libre, la única decisión en rigor auténtica, es aquella que desde el entendimiento surge en actitud crítica y reflexiva frente al mundo y con la guía de la voluntad se fundamenta en la virtud moral, porque esto abarca el desarrollo íntegro del hombre y solo ello otorga armonía total en la vida. La verdadera vivencia de la libertad auténtica responde a la ética universal. Consecuentemente el ejercicio de la libertad auténtica implica siempre autorrealización, esto es, humanización.

Concluyo con la siguiente afirmación en tres partes, la libertad humana es:

* Inevitable

Constantemente nos experimentamos como enfrentados a nuevas decisiones que reclaman nuestro juicio y ante las cuales tenemos que tomar posición por esta o aquella posibilidad de actuación, por este o aquel valor, y que reclama una respuesta adecuada. “A menudo nos hallamos inmersos en el tormento de la elección, en la necesidad ineludible de tener que decidirnos eligiendo entre varias posibilidades, tal vez de gran importancia y de consecuencias graves. Reflexionamos, sopesamos los motivos, procuramos conocer la conducta más sensata, y en todo ello sabemos de manera incontrovertible que tenemos que decidirnos nosotros mismos. Se me impone esta decisión, totalmente personal e intransferible; nadie puede sustituirme en la dignidad y carga de tener que tomar libremente una postura, de la que yo personalmente he de responsabilizarme. Soy yo quien tengo que decidirme, pero decidirme de un modo libre. Estoy enfrentado a la necesidad de la libertad, pero al propio tiempo -y necesariamente- estoy librado a mi propia libertad y responsabilidad.”[6]

De esta forma, la libertad constituye la experiencia fundamental de nuestra existencia; nunca en la actuación práctica prescindimos de ella, antes bien la suponemos cuando reflexionamos, cuando sopesamos los motivos de nuestra acción y cuando nos decidimos en uno u otro sentido. “Siempre y necesariamente damos por supuesta tanto la libertad propia como la ajena. En todo tiempo, aunque pretendiéramos negar explícitamente la libertad, sabemos de la libertad y ese conocimiento nos guía en toda nuestra conducta. Se trata de un saber originario inevitable que, si bien está presente de modo implícito y asistemático, condiciona y acompaña la realización de nuestros deseos y actuaciones.”[7]

* Condicionada

Reconozco junto a nuestros filósofos, que libertad no significa ausencia de condicionamientos. La libertad no es absoluta, “… sino relativa y condicionada de múltiples maneras; condicionada por el mismo ser finito del hombre, y ante todo por la situación concreta e histórica en la que nos encontramos, con unas posibilidades siempre limitadas en virtud de las cuales hemos de decidirnos.”[8] Además, en todo momento está ligada a determinados valores y normas morales, en el sentido de que estos preexisten a la libre decisión.

* Responsable

“Cada elección libre determina decisivamente la orientación de nuestras elecciones futuras y ello no es un argumento contra la libertad sino el motivo para tomarla en serio y ser responsable.”[9] Asimismo, cada decisión, todos nuestros actos tienen consecuencias, que debemos asumir, enfrentar y aceptar. Vivir con libertad conlleva responsabilidad.

Y ante todo esto,  sabiendo ya que nuestra libertad es inevitable, condicionada y responsable, parece inminente ejercerla óptimamente. Pero sobre todo, conscientes de que nuestra autorrealización, nuestro logro por ser humanos, radica en el ejercicio de la libertad auténtica y que está conlleva la actitud crítica y reflexiva del entendimiento, así como la orientación de la voluntad por las virtudes morales, resulta indispensable encontrar los medios que permitan generar y fomentar tanto el pensamiento crítico y reflexivo, como la virtud moral.

En otras palabras, si el sentido de la filosofía es concientizar para la libertad, donde la vivencia de la libertad auténtica deriva en la autorrealización del hombre, en su llegar a ser humano, lo cual implica en el entendimiento una actitud crítica y reflexiva, y en la voluntad el desarrollo de la virtud moral, es urgente encontrar la vía por la que la filosofía incide en la realidad, concreta su finalidad, encontrar el medio por el que se educan el entendimiento y la voluntad. ¡Esa es la vía, ese es el medio! ¡Educación!  



 

[1] Coreth, Emerich. ¿Qué es el hombre? Esquema de una antropología filosófica. Ed. Herder. España. 1991. Pág. 136

[2] Ibíd. Pág. 136

[3] Ibíd. Pág. 137

[4] Savater, Fernando. El valor de educar. Ed. Ariel. España. 2004. Pág. 173

[5] Coreth, Emerich. Op. Cit. Pág. 139

[6] Ibíd. Pág. 153

[7] Ibíd. Pág. 154

[8] Ibíd. Pág. 142

[9] Savater, Fernando. Op. Cit. Pág. 84