viernes, 5 de enero de 2024

Vocaciones humanas (por qué estudio filosofía y quiero enseñar lo que aprendo)

 




 


Puesto que la realidad del hombre es radicalmente convivencial,

no hay creación humana sin la ulterior mostración de lo creado,

y esto no es sino amor y pedagogía.

Pedro Lain Entralgo

 

Las cualidades más excelsas del ser humano son: razón y libertad, entendimiento y voluntad. Aun cuando se trata de facultades inherentes a hombres y mujeres, para que estos lleguen a ser humanos deben desarrollar y educar dichas facultades. Es decir que, todos nacemos con entendimiento y voluntad; al nacer todos somos individuos pertenecientes a la especie humana. Será cuando desarrollemos y eduquemos nuestro entendimiento y nuestra voluntad que obtendremos la distinción de seres humanos. De manera que la educación nos guía el tránsito de individuo a ser humano.

 

En otras palabras, el ser humano no es ser humano sólo por naturaleza, también lo es por vocación. Así, la más radical y básica de las vocaciones del ser humano radica en la vocación de ser humano, en la inclinación por desarrollar y formar su entendimiento y su voluntad a través de la educación. 

 

A esta vocación primera y universal la llamo vocación ontológica. En tanto que, desde este punto de vista, la finalidad de la educación en general consiste en concretar la vocación ontológica de llegar a ser humano.

 

 

Ahora bien, esta vocación genérica es fundamento de la vocación personal. Entendiendo por vocación personal la inclinación por aplicar las propias facultades de entendimiento y de voluntad en determinada dirección o área. La vocación personal consiste en la decisión y en el acto de vivir como como matemático o bombero, como deportista o carpintero, como artista o profesor… La vocación personal se halla íntimamente ligada con la vocación profesional.

 

La vocación personal es la especificación, tipificación o personalización de la vocación ontológica. Y estando entretejida con la vocación profesional, su desarrollo marca la finalidad de la educación académica. Al respecto, cabe decir que el autoconocimiento constituye el cimiento más firme y fructífero de nuestra elección sobre la profesión u oficio a que dedicaremos nuestra vida. Esto significa que el conocimiento de sí en la identificación de intereses, capacidades, aptitudes y actitudes, incluyendo la indagación sobre la historia personal, confluye positivamente en la selección de la actividad profesional.

 

 

Con base en lo anterior, dentro de la vocación personal se ubica la vocación docente, la vocación de enseñanza. Inclinación natural para dedicarse a la actividad profesional de enseñar que entraña dos supuestos: saber, poseer conocimientos; y, gusto por entregar a otro lo que se sabe. Este segundo supuesto implica el establecimiento de una relación interpersonal entre educador y educando. Relación maestro-alumno cuya estructura es mayéutica, o sea que el maestro ayuda a su alumno en el alumbramiento de algo una verdad, un modo de ser, por ejemplo–, que de algún modo ya estaba contenido en la mente, en el alma del educando. Sin embargo, la enseñanza no es puramente mayéutica, porque cuando el maestro enseña, da algo al discípulo, quien difícilmente o nunca alumbraría frutos de verdad en ausencia de lo que su maestro le dio. Mente y alma del educando son fecundados por la palabra y el ejemplo del educador.

 

Si el carácter de la enseñanza fuese puramente mayéutico, sería válido afirmar que el preceptor es estéril, que no crea técnica ni intelectualmente. Como la enseñanza no se reduce a mayéutica puesto que sólo aquel que se está creando a sí mismo promueve con singular eficacia la formación de quienes conviven con él como pupilos, es evidente que el docente enseña y crea a la vez. De hecho, en el orden de la creación intelectual, lo creado cobra figura definitiva únicamente cuando su autor lo expresa, cuando lo enseña, comparte con otro. Aún más, el profesionista se perfecciona continuamente con el ejercicio de la enseñanza.

 

A su vez, es erróneo afirmar que el educador elige en cada caso a quién puede enseñar y a quién no. Cuando el educador vive una genuina vocación docente, no enseña exclusivamente a quienes él elige como alumnos, antes bien, acepta como discípulo a cualquiera que acuda a él. Probablemente cuando el oficio pedagógico es entendido en su sentido aristocrático, cuando el docente elige como discípulos a quienes juzga superdotados intelectual y moralmente, se alcance con frecuencia mayor altura intelectual. Aunque el modo de enseñanza social, cuando el educador acepta como alumnos a quienes le eligen para formarse, presenta siempre más alta perfección moral porque parte del reconocimiento de todo ser humano en su dignidad.

 

Por último, con relación a la vocación docente, su más alto fin consiste en que el discípulo se posea a sí mismo en la verdad, que logre un cierto grado de autoconocimiento que le permita ejercer saludablemente sus facultades de entendimiento y de voluntad, su razón y su libertad. ¿Cómo concretar dicho fin? Compartiendo el saber que se posee, enseñando los conocimientos que se tienen de forma orgánica, incorporándolos a las vivencias, a la viviente realidad del educando. Y, especialmente, enseñando ignorancias, enseñando al alumno a plantearse los problemas que su nivel intelectual e histórico le permitan. Vivir con autoconocimiento requiere por igual saber e ignorar, saber y reconocer que no se sabe todo, que para saber es necesario problematizar y preguntar.

 

 

Enlazada con nuestra vocación ontológica y con toda vocación personal, se halla la vocación social. A la naturaleza humana pertenece el convivir; además de racionales y libres, somos seres sociales, políticos. Toda vocación personal y dentro de ésta, toda vocación profesional, nos habla de las actividades que realizamos para vivir o como forma de vida, con un sentido de donación. Desarrollamos nuestro entendimiento y nuestra voluntad, los educamos y aplicamos en determinada dirección o área por, con y para otros. Consciente o inconscientemente nuestro ser, estar y hacer es siempre social. En todo momento y situación somos, estamos y hacemos por, con y para otros. Identifico esta com-presencia con el término de vocación social, que en el caso del docente se expresa como donación del propio saber, y que en el caso de los seres humanos en general alcanza su más loable estado cuando hace confluir a la vocación ontológica y a la vocación personal en contribución al bienestar de la comunidad.

 

Karla Portela Ramírez



viernes, 22 de septiembre de 2023

Trabajo y juego (como verbo y como sustantivo)

 

Trabajo y juego 

(como verbo y como sustantivo)

 


La Alacena
María Izquierdo, 1947



Esta reflexión comienza con la pregunta: ¿recreación y juego son sinónimos? En nuestro idioma prácticamente todos los verbos se pueden sustantivar y a todos los sustantivos corresponde un verbo. Comenzando por el sustantivo “recreación”, éste presenta dos acepciones; la primera, precisamente consiste en su verbalización y es definido como “acción y efecto de recrear”; la segunda de las acepciones es “diversión para alivio del trabajo”.

 

Igualmente, en el diccionario de la Real Academia Española, encontramos que “recrear” significa “crear o producir algo de nuevo”, en su primera acepción, mientras que, en la segunda, “divertir, alegrar o deleitar”. En cuanto al sustantivo “juego”, el mismo diccionario nos presenta quince acepciones, de las cuales sólo retomamos la primera: “acción y efecto de jugar por entretenimiento”; a la vez que “jugar” es definido como “hacer algo con alegría con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas capacidades.”

                                                        

Con base en lo anterior podemos afirmar que recreación y juego no son sinónimos. Sin embargo, se entretejen entre sí, se encuentran estrechamente relacionados dado que comparten al menos dos elementos en especial: diversión (alegría, deleite) y creación (producción, desarrollo).

 

Surgen ahora tres interrogantes más sobre la recreación y el juego: cómo, cuánto y dónde. ¿Cómo nos recreamos, qué hacemos para recrearnos? ¿Qué hace recreativa a una actividad? ¿Cuánto tiempo destinamos a la recreación y el juego? ¿Dónde nos recreamos, en qué lugares jugamos? Comenzamos por ésta última pregunta, usualmente consideramos que hay lugares propicios, específicos para jugar, y estos suelen ser ludotecas, parques con juegos infantiles o espacios con máquinas fabricadas expresamente para entretener, divertir.  

 

En cuanto al tiempo que ocupamos para recrearnos, para jugar, más que referirnos a cantidad de minutos u horas, pensamos en el llamado “tiempo libre” y la forma en que lo ocupamos, es decir, tiempo para hacer lo que se quiera, entretenerse con actividades intrascendentes, contingentes, y que, si no se da, no importa.

 

¿Qué hacemos para nuestra recreación? De facto cualquier actividad puede ser recreativa, basta con que se realice voluntariamente y que cause deleite, placer del ánimo y sensual. En otras palabras, una actividad es recreativa cuando es voluntaria y placentera.


A lo previamente descrito agregamos que la recreación es importante porque aporta al desarrollo integral de la persona en sus dimensiones física, mental-intelectual, espiritual y social, contribuyendo así al bienestar individual y colectivo. Desde esta perspectiva, en la sociedad actual se reconoce la importancia de la recreación y el juego como necesidad humana y derecho de la humanidad; inclusive tiene un sustento institucional mundial que radica en la Carta Internacional para la Educación del Ocio, inspirada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A la vez que constituye uno de los Derechos del Niño, de acuerdo con la Asamblea General de la ONU.  

 

Continúa nuestro ejercicio reflexivo y descubrimos las siguientes paradojas en torno a la recreación y el juego. Primera, se reconoce su importancia; no obstante, en la práctica la mayoría de las personas conciben a las actividades recreativas como formas de pasar el tiempo, cuando no las consideran como pérdida de tiempo. Los espacios lúdicos generalmente, por no decir que siempre, están regulados por otros: nos dicen cómo divertirnos, qué hacer para entretenernos, convirtiéndose así en espacios de control. Aún más, las actividades recreativas son absorbidas por la mercantilización, el juego se suma al consumo. Nos enseñan que recrearse consiste en ir al cine, entrar a un parque de diversiones, comer en restaurantes, comprar juguetes, pagar clases de algún deporte, entre otras activades que en el fondo más que recrearnos, causarnos placer y contribuir al desarrollo de nuestras facultades, representan gastos económicos. 

 

Aunado a lo anterior nos indican que hay lugares propios para la recreación, que no se juega en cualquier lugar ni en cualquier momento. No todas las actividades que llevamos a cabo han de causarnos alegría y deleite. La actividad recreativa, el juego se muestra entonces como una actividad aislada, exclusiva del tiempo libre y ciertos espacios. De esta forma, rompemos el tiempo y el espacio en dos dimensiones aparentemente lejanas entre sí e irreconciliables: tiempo de trabajo y tiempo de ocio; espacio laboral y espacio recreativo. Lo cual se traduce en dos clases de actividades: trabajo y juego. Por si fuera poco, nos inculcan que trabajar es para adultos y jugar, para infantes.

 

Nos educan contraponiendo a la actividad recreativa la actividad productiva. Al respecto quedó dicho que la actividad recreativa es voluntaria y placentera, genera deleite, es decir, placer del ánimo y sensual. Todo lo contrario que la actividad productiva, entendida como aquella que crea bienes y servicios para satisfacer necesidades materiales e inmateriales, que la mayor parte de las veces se realiza por obligación y sin placer, incluso con dolor del ánimo y corporal. Basta con recordar el significado etimológico de la palabra “trabajar”, del latín vulgar tripaliare ‘torturar’, derivado de tripalium ‘especie de instrumento de tortura’ (compuesto de tres maderos atados, uno verticalmente y dos cruzando al primero, a los cuales era atado el reo); y, la representación bíblica del trabajo como condena para Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios y fueron desterrados del Paraíso.

 

Ahora bien, situándonos en el ámbito educativo, observamos claramente que en el mundo contemporáneo se educa para trabajar, el objetivo es estudiar, formarse, ser formado para laborar. La educación entraña una intencionalidad productiva, laboral; y siendo ésta, irreconciliable con el juego, la recreación, el juego quedan vetados en la actividad educativa. Actividades recreativas, voluntarias, divertidas y placenteras como el arte y el deporte son secundarias, figuran como asignaturas de relleno en los mapas curriculares. Paulatinamente esto comienza a cambiar, cobran fuerza perspectivas desde las cuales trabajo y juego, actividad productiva y actividad recreativa coexisten y se complementan. 


Filosofías de vida en que trabajo y juego se entrelazan, en que el trabajo más que obligación es manifestación de reciprocidad y agradecimiento a la comunidad. Hablamos del trabajo como medio y fin; medio por el que se obtiene lo necesario para vivir dignamente y fin en sí por el que descubrimos nuestras aptitudes y habilidades, desarrollamos nuestras facultades y establecemos vínculos con la naturaleza y los otros seres humanos.  Hablamos del juego que no consiste en matar el tiempo, ni bromear evadiendo la responsabilidad de vivir. Nos referimos al juego que es hacer y transformar, vivir y convivir con alegría, disfrutar la vida con responsabilidad. Nuestra propuesta consiste en actividad productiva y actividad recreativa coincidan y se abracen, que la intencionalidad en el proceso educativo sea productiva y recreativa a la vez. Se trata de trabajar jugando y jugar trabajando, aquí radica la vida como fruición.  

 

Karla Portela Ramírez

 

 

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Café filosófico - Clausura del 2° Salón de Arte Santa Elena

 

Café filosófico 

Clausura del 2° Salón de Arte Santa Elena

 




Iniciamos marcando el contexto de nuestra reunión, de nuestro café filosófico: forma parte del 2° Salón de Arte, cuyo centro ha sido la exposición Nexos para otras realidades, que se plantea abordar con lenguaje artístico el tema de la ecología (del griego OekologieOikos que significa hogar). De acuerdo con el texto sala, cada obra tiene su estética singular y da cuenta de interrelaciones planetarias y orgánicas que establecemos en el mundo actual. No obstante, es posible señalar al menos tres vertientes manifiestas en la exposición en torno a nuestra relación con la naturaleza: el mundo natural como lugar de origen, vida, transformación y renacimiento; la naturaleza como objeto o ser de admiración y contemplación debido a su riqueza, biodiversidad y equilibrio; y, la representación de quiebres armónicos, la ruptura del ritmo natural, es decir, la crisis planetaria que hoy atravesamos y es cada vez más evidente. Ahora bien, sea cual sea la posición de quien observa y de quien construye la obra de arte, destaca la invitación a la meditación activa. “Nexos propone problematizar y ofrecer alternativas; es un llamado a la conciencia colectiva. Aquí el arte y la ecología se funden para honrar y conversar sobre nuestro hogar común.”

 

Enseguida, una vez contextualizado nuestro encuentro, planteamos como preguntas guía para nuestra conversación las siguientes interrogantes: ¿Creen que el arte, la presente exposición, funciona como dispositivo para cuestionar realidades, lo sienten crítico? ¿En la medida en que el arte incrementa, la ecología merma, el arte crece en detrimento de la ecología? Evidentemente como todo buen café, la conversación se prepara, surge en el momento. El diálogo es orgánico y recorre caminos propios. Así, las intervenciones de los participantes más que responder a dichas preguntas, expresaron ideas y sentires que se entretejieron poco a poco entre sí, regalándonos un rico entramado vivencial y reflexivo, que respetuosamente y con intención de lograr la mayor fidelidad, sintetizamos en las líneas a continuación.

 

El arte es creación, comunicación, sanación y política. Cuando hablamos del arte como creación, viene a nuestra mente el “mito teosófico”, esto es, la consideración de que el ser humano está iluminado por la divinidad e íntimamente unido a ella. De manera que, así como Dios tiene el poder de la creación, los seres humanos también crean, producen y transforman. La cuestión es que dicho hacer puede ser armónico o discordante; las creaciones humanas existen en armonía o en ruptura con la naturaleza, la creación divina.

 

A su vez, cuando reflexionamos sobre el arte como forma de comunicación, lo ubicamos dentro del grupo de la comunicación no verbal que emplea lenguaje simbólico, lo cual da lugar a la interpretación, al emerger de distintas lecturas e incluso contrarias entre sí. Paralelamente, el arte como comunicación expresa, exterioriza múltiples elementos, como son pensamientos, sentimientos, emociones, ideas, preocupaciones como la crisis ecológica actual… Por lo tanto, podríamos decir que el arte refleja el interior de su autor y su postura frente al mundo en que vive. Con ello, afirmamos que el arte además de expresar y reflejar, constituye una forma de narración, es vehículo de la memoria.

 

Retomando la afirmación de que el arte refleja el interior de su autor, podemos decir que el arte interioriza, hace que nos encontremos con nosotros mismos porque requiere concentración y consciencia. Además, al concluir la obra, contemplamos nuestra creación y nos miramos en ella. Todo esto conduce al autocuestionamiento, a la crítica del propio ser y hacer, a la indagación por la forma en que habitamos el mundo, y desemboca en una transformación a nivel personal y colectivo, es decir que, el arte sana y contiene la posibilidad de la transformación social. El arte es sanación.

 

Cuando el arte es transgresor, cuando quebranta formas de actuar, irrumpe y hace caer en cuenta, entonces el arte es política. Ahora, como todos somos sujetos políticos, todo arte debe incomodar, cuestionar, criticar. Asimismo, concebir la actividad artística como política conlleva responsabilidad del artista. Llegados a este punto, surgieron varias preguntas más: ¿El trabajo del artista tiene una responsabilidad? ¿Lo que hace el artista puede ser calificado de bueno o malo en un sentido moral-ético? ¿Su obra le define como persona?

 



Lo cierto es que el término responsabilidad, habla de una relación, un vínculo con lo otro, los otros. En principio, considerando el tema del Salón de Arte, a saber “arte y ecología”, la relación entre el ser humano y la naturaleza, donde la propuesta es que nos desprendamos de la concepción del ser humano como el centro de todo (teoría del antropocentrismo), porque implica desarraigo de las personas respecto al mundo natural, cuando en realidad somos parte de la naturaleza, somos en ella y con ella, los seres humanos estamos unidos a la naturaleza. Igualmente, hablar de responsabilidad abarca el vínculo entre personas, en el contexto en que hoy se sitúa nuestra reflexión, específicamente la relación entre el artista y el espectador, el público.

 

Sin espectador no hay obra. El artista crea con una intención y para un público. Al escuchar estas sentencias, surgió el disenso, las opiniones se dividieron y nuevas interrogantes surgieron. Por un lado, se dijo que el artista crea para sí, para salvarse a sí mismo. El artista es egoísta y el arte no es social. De manera que el artista no tiene responsabilidad alguna, al menos no con los otros. Por otro lado, se afirmó que, si el artista crea con una intención y para un público, es necesario cuestionar cuál es su intención y si el espectador percibe, capta esa intención. Con base en esto, ¿habría que juzgar si la obra es buena o es mala en función de que se comprenda su intención? Volviendo al tema de la responsabilidad, ¿cómo determinar si el artista cumple o no con su responsabilidad? ¿Cuál es su responsabilidad? ¿De qué es responsable el artista, si al final todo depende de la mirada, de la lectura del espectador?

 

El tiempo dispuesto para nuestra actividad estaba por terminar. Una vez más, cuando se dialoga con actitud filosófica, más que respuestas construimos preguntas. Para concluir, aún de manera provisional, todos coincidimos en que el artista sólo puede responder por sí, únicamente es responsable de sí. Entre las últimas intervenciones en este café filosófico, destacamos parafraseando las palabras de uno de los artistas participantes en la exposición: Este ejercicio colaborativo de creación, para participar en el Salón de Arte, me condujo a elaborar una lectura del territorio que vivo, cuestionarme en torno a mi trabajo artístico y sentir culpa porque mi creación genera contaminación. Es entonces que el arte se convierte en autocuestionamiento, lectura del propio quehacer, búsqueda de congruencia, un llamado a ser coherentes. 

 

Visto así, y retornando a una de las preguntas guía presentadas al inicio, ¿creen que el arte, la presente exposición, funciona como dispositivo para cuestionar realidades, lo sienten crítico? La respuesta sería sí. El arte detona la crítica y con ello posibilita la transformación de la realidad, comenzando por su autor, el artista y quizá se extienda al espectador.


 

 

 


Karla Portela Ramírez y Germán Leonardo Cárdenas Vargas

Casa de la Filosofía

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 17 de septiembre de 2023

Breve reflexión en torno a lo público, lo privado y la intimidad



 Breve reflexión en torno a lo público, lo privado y la intimidad(*)





El hombre es un animal racional, social y político, definición del ser humano atribuida a Aristóteles. Que sea racional significa que es mediante el lenguaje que expresa lo que piensa, lo que considera bueno o malo, justo o injusto, conveniente o perjudicial. En este punto se debe distinguir entre ratio – razón y logos – racionalidad lingüística. Que el hombre sea un animal social y político, Zoon Politikón, en palabras aristotélicas, refiere al hecho de que los hombres necesitan vivir en grupo, por lo que organizan su vida siempre en colectividad y logran desarrollarse plenamente sólo en sociedad.

 

La cuestión es que cuando Aristóteles dice “el hombre”, no emplea dicho término con un sentido global o abarcador, antes bien excluye a la mayoría de los seres humanos puesto que son “hombres” sólo los varones adultos que pertenecen al mundo panhelénico y gozan de libertad (recordemos que en Grecia Antigua existía la esclavitud). Sólo ellos son sujetos políticos, los demás, mujeres, niños, extranjeros y esclavos, padecen un déficit de logos y por tanto son infrapolíticos. No tienen vida política, pública ni privada, son parte de la vida privada de “el hombre” y su voz únicamente expresa placer o dolor. “El hombre” es soberano, pater familias que gobierna sobre sus súbditos, que decide sobre sus vidas y constituye lo que Aristóteles llama despótès – despotismo.

 

Se trata del despotismo, gobierno absoluto no limitado por las leyes, como soberanía arcaica, premoderna, que funge como supuesto ideológico del totalitarismo y que fue cuestionado por el movimiento de la Ilustración durante el Siglo XVIII. Ahora bien, la crítica al despotismo principalmente se basa en la distinción entre lo público y lo privado; problemática vigente y respecto a la cual sólo diremos por ahora que sin lo público grupal, colectivo– no existe lo privado –personal, individual–; y, si bien lo público antecede estructuralmente a lo privado, existe entre ambos copertenencia, interdependencia.

 

En cuanto a la crítica del despotismo como práctica política tanto a nivel familiar como estatal, Immanuel Kant propone someter a dicha soberanía arcaica al tribunal de la razón para determinar su legitimidad. Análisis filosófico, crítico y reflexivo, que arroja por resultado la afirmación de que sólo por pereza o cobardía se acepta el tutelaje, lo cual habla de inmadurez intelectual y emocional. Momento en que se descubre que la única condición para salir de la minoría de edad es tener coraje, y así adquirir la libertad necesaria para el uso público de la propia razón, constituirse en sujeto político que ejerce el logos la palabra argumentada– y se expresa para someter al escrutinio de otros el propio pensamiento.



Ubicados en nuestra época, parece que hoy todo debe ser expresado, exhibido en el espacio público que ya no es el ágora, sino el espacio virtual. Desde cierta perspectiva se ha desvanecido la frontera entre lo público y lo privado, hemos retrocedido, vuelto a la inmadurez intelectual y emocional de que hablaba Kant. Lo que actualmente consideramos como espacio público sería el espectro de la vida privada del soberano, del poder que rige en la actual sociedad de control. Desde lo público se sanciona la vida privada. No hay espacio público genuino, priva un neofascismo cuyo objetivo principal es sofocar lo discordante. Incluso podría afirmarse que la exhibición que hoy vivenciamos no es pública ni privada, sino aniquilación de la intimidad porque explicita y mercantiliza lo implícito y sobreentendido. Es entonces que nos preguntamos, ¿la historia se repite? ¿Decrecimos? ¿Afrontamos hoy, como antes, un tutelaje fundado en supuesta inferioridad? ¿Más que vivir ejerciendo el uso público y privado de la razón, sobrevivimos en el desuso del logos y bajo el yugo de la soberanía arcaica?


 



Karla Portela Ramírez


(*) Escrito a partir de la escucha de la conferencia: Apuesta por la incorrección política: sobre el desuso público (y privado) de la razón, impartida por el Dr. Alonso Gazga Flores durante el acto de clausura del Segundo Coloquio de Filosofía - Miradas al quehacer filosófico: El uso público de la razón, organizado por el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (IIH-UABJO) del 4 al 8 de septiembre de 2023. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 14 de septiembre de 2023

Septiembre - Mes del patrimonio cultural

Café filosófico: Memoria - Patrimonio - Arte 

2 de septiembre de 2022. Cajicá, Cundinamarca 





En esta ocasión especial nuestro café filosófico giró en torno a tres elementos por reflexionar: MEMORIA – PATRIMONIO – ARTE... En cuanto a la MEMORIA, fueron señaladas varias dualidades: colectiva-individual; directa-indirecta; refugio-tormento; corporal-cultural; estática-dinámica; esta última fue la que más llamo la atención porque distinguimos entre los hechos fijos, por decirlo así, estáticos, y las interpretaciones que se dan sobre ellos, las cuales nos parecen dinámicas. Aunque el término “interpretaciones” generó ruido y buscamos algún otro que fuese más exacto, así, hablamos de “re-creaciones”, “re-invenciones”, “tergiversaciones” e incluso “difusiones”. Esto nos llevó a considerar que todo depende de la narración, de sus medios, que pueden ser orales, escritos o mediante recursos digitales, y del narrador, de sus intenciones e intereses. Al respecto concluimos que quien detenta el poder de la narración, posee a su vez el poder de la memoria y con ello, de la historia.

Como segunda parte del filocafé, abordamos el concepto de PATRIMONIO; en principio nos preguntamos ¿qué es el patrimonio? La respuesta consensuada fue: objetos que simbolizan o representan la memoria, la historia. Enseguida una de las participantes nos ayudó a matizar nuestra respuesta: existen dos tipos de patrimonio, capital y cultural; el capital cultural puede ser material o inmaterial. Ahora bien, lo que caracteriza al capital cultural inmaterial es que puede ser considerado como un yacimiento de memoria, es decir que el patrimonio es algo a lo que damos valor por las memorias. Por lo tanto, si memoria e historia están en manos de su narrador, el patrimonio también; su valor es relativo, subjetivo y muchas veces impuesto.

Para concluir nuestro café filosófico –en todo momento acompañado de ejercicios prácticos con acuarela– abordamos el controvertido tema del ARTE. Esta vez nos preguntamos qué vínculo existe entre memoria, patrimonio y arte. Sinceramente, esta fue la parte menos nutrida en la reflexión; a grandes rasgos lo que se dijo fue que memoria y patrimonio se hallan inmersos en lo político, en la intención política, desde ahí se decide qué narrar, qué recordar y cómo; igualmente, es bajo esa óptica que se declara qué es patrimonio. Ahora bien, ante todo esto cabe preguntar, ¿qué papel juega aquí el arte? ¿El arte es una forma más de narrar, transmitir la memoria? O bien, ¿el arte constituye un elemento importante que analiza y cuestiona la narración dominante?   




Karla Portela Ramírez y Germán Leonardo Cárdenas Vargas




martes, 12 de septiembre de 2023

Café filosófico: Arte y Ecología – 2° Salón de Arte Santa Elena

 

Café filosófico: Arte y Ecología – 2° Salón de Arte Santa Elena

 



 

El tercero y último de los eventos académicos de este año en el 2° Salón de Arte, en la Casa de Cultura Santa Elena, tuvo lugar el pasado jueves 31 de agosto; se trató de un café filosófico. ¿Qué es un café filosófico? Es un diálogo grupal en el que los participantes buscan aproximarse desde la experiencia personal a la comprensión de un tema o problema específico, con la ayuda de los otros participantes, entre los que se encuentra un animador o facilitador del café. El tema a tratar lo pueden definir los participantes minutos antes de iniciar la actividad o lo pueden proponer los organizadores de la misma; en este caso el tema fue el mismo que el del Salón: Arte y Ecología. El diálogo duró aproximadamente 60 minutos, tiempo durante el cual los participantes se esmeraron en presentar sus puntos de vista de manera clara y breve, recibiendo la escucha atenta de los demás participantes y las objeciones o preguntas del animador, quién siguiendo el método socrático, ayudó a los interlocutores en el examen lógico de sus afirmaciones.

 

Cabe decir que el café filosófico es una discusión más no un debate; pues si bien es cierto que en la exposición de puntos de vista surgen opiniones e intereses opuestos, estos en conjunto buscan explicar, solucionar o llegar a consensos que beneficien al grupo y aporten claridad a los participantes respecto del tema o problema en cuestión. Visto así, el café filosófico es un performance fundado en el arte de conversar y cuya expresión material consiste en un tejido colectivo de ideas y sentires, pensamientos y sentimientos; podríamos decir que el café filosófico toma forma y contenido de un sentipensar compartido.

 

Dicho lo anterior presentamos a continuación algunos hilos, algunas de las ideas y sentires que juntos tejimos. Al igual que en los dos eventos anteriores –el taller de cartografía hídrica y el conversatorio sobre la obra Plan Colombia– partimos de la consideración de que el arte tiene la potencia de mostrarnos que la realidad presenta múltiples ángulos más allá de los habituales, los normalizados. Por lo que no centramos nuestra atención en el objeto artístico como tal, sino en sus efectos, en lo que hace al espectador, a quien lo contempla. Así, a partir del tema de la actual exposición del Salón de Arte, titulada, Nexos para otras realidades, y principalmente con base en la experiencia y los conocimientos personales, comenzamos nuestro diálogo con la pregunta: ¿Cómo se vinculan arte y ecología?

 



Definimos ecología como el estudio de las relaciones entre los elementos que integran un medio, un ambiente. A su vez, encontramos al menos dos maneras en que como seres humanos nos relacionamos con la naturaleza: la manera en que ella me exige y la manera que yo impongo. Es decir que intervenimos en el mundo natural, atendiendo, escuchando la voz de la naturaleza o, imponiendo nuestra voz, nuestras acciones, aún en contra y a costa de los otros seres vivos. Podríamos decir entonces que al menos hay dos formas ser en el mundo, con la naturaleza y en contra de ella. Pero, ¿qué es el “ser”? Lo que cada uno construye con lo que le rodea y lo que cada uno construye de sí, porque al construir, me construyo, al configurar el mundo, me configuro a mí mismo. Es así porque estamos compenetrados con el territorio. De hecho, la ciencia ha comprado que el espacio que habitamos configura nuestro ADN; la interacción con el ambiente, el entorno concreto en que vive la persona modifica sus genes.

 

Corresponde preguntarnos: ¿De qué manera decido relacionarme con la naturaleza? ¿Cómo quiero ser, qué quiero construir? ¿Cómo quiero habitar el territorio que es mi casa, nuestra casa? Ahora bien, entre todas las formas posibles de relacionarnos, ser, construir y habitar el territorio hay unas más deseables que otras, incluso algunas de ellas son criticables o hasta condenables. En nuestro caso, nosotros preferimos el cuidado amoroso y respetuoso del territorio. Vivir en comunión con la naturaleza porque no solo somos parte de ella, somos de ella. Cuidar y respetar el territorio son acciones que nacen del amor. Nos preguntamos ahora: ¿Cómo despertar el amor el por el territorio? Una vía quizá sea el conocimiento, considerando que se ama lo que se conoce; de manera que la ecología, como ciencia que es, podría incentivar el amor al territorio. Otro camino puede ser el arte, si consideramos que el arte es amor, conexión, unión. Por ahora y para concluir nuestro café filosófico, compartimos un deseo y una pregunta. El deseo: que lo común entre nosotros no sólo sea el espacio geográfico en que vivimos, el territorio que habitamos, sino también el sentimiento de amor que nos despierta ese territorio cuando lo observamos y conocemos. La pregunta: si el concepto clave es unidad, ¿cómo volver a la unidad con la naturaleza? ¿El primer paso consiste en transitar a un modelo económico de uso, y no abuso, de la naturaleza?




Karla Portela Ramírez y

Germán Leonardo Cárdenas Vargas

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 7 de septiembre de 2023

Conversatorio sobre la obra “Plan Colombia” – 2° Salón de Arte Santa Elena

 

Conversatorio sobre la obra “Plan Colombia” – 2° Salón de Arte Santa Elena

 




Como parte de los eventos académicos de este año en el 2° Salón de Arte, en la Casa de Cultura Santa Elena, el pasado sábado 26 de agosto nos reunimos con el artista Ramón Andrés Gómez, divulgador del Colectivo de Diseño La Colmena, para conversar sobre la obra gráfica Plan Colombia (2002). La cita fue a las 10:00 de la mañana, relativamente temprano. El inicio de la charla se dio de manera natural porque mientras esperábamos la llegada de más participantes, observábamos la obra, nuestra curiosidad despertó y espontáneamente las interrogantes comenzaron a brotar.

 

La primera pregunta planteada fue: ¿Por qué el nombre, por qué el colectivo se llama La Colmena? Porque los artistas integrantes del colectivo se piensan a sí mismos como “polinizadores”, como abejas que polinizan a la sociedad con preguntas a través de sus obras, explicó el artista invitado. Ahora, si son abejas que habitan una colmena, ¿quién es la reina?, fue la segunda pregunta. Nadie, el trabajo del colectivo es horizontal; no hay reina, nuevamente intervino Ramón. Quizá la reina somos nosotros, los espectadores, quienes nos alimentamos de lo que ellos producen; así como la reina se alimenta de lo que producen las otras abejas de la colmena, comentó una de las participantes.

 

De acuerdo, es una buena interpretación, retomó el divulgador del colectivo, y continúo compartiéndonos algo del contexto en que fue creada esta obra gráfica: el Colectivo La Colmena está formado por artistas estadounidenses hijos de migrantes latinoamericanos que se establecieron y formaron familia en Estados Unidos de América; como colectivo crearon en total cuatro obras, una de ellas la que hoy nos reúne, es decir, Plan Colombia. Esta obra fue creada con base en una investigación que el colectivo realizó en el año 2000 en comunidades de Colombia, especialmente en la frontera con Ecuador y en la Amazonia. Dicha investigación consistió en preguntar a los habitantes del territorio qué es el Plan Colombia; de manera que la obra gráfica es la narrativa de las repuestas obtenidas, no con palabras, sino con imágenes, esto con la intención de transmitir el mensaje usando un lenguaje universal, aunque interpretable. El objetivo de la obra es difundir problemáticas locales, es decir, problemas que existen en el territorio de origen, en el territorio que se habita y que, no obstante, son problemáticas que se extienden a nivel regional, nacional, continental e incluso mundial. Además, cuestiona el objetivo oficial del tratado “Plan Colombia”, aprobado en el año 2000, en una acción conjunta entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos: combatir el narcotráfico y el terrorismo. Considerando los resultados de la investigación antes mencionada, el objetivo real del Plan era generar un ambiente de seguridad para extracción de recursos naturales.


 



Una vez contextualizada la obra, procedimos a su análisis. Cabe decir que éste fue de manera colectiva, es decir que, juntos sumamos ideas, conocimientos e interpretaciones a la explicación que nos dio Ramón Andrés. A grandes rasgos en la obra se descubren tres capas o niveles: 1. “Arriba”, el origen de “la pesadilla”, el conflicto en Colombia que se detonó entre habitantes del territorio y distintas figuras legítimas e ilegítimas, a partir del Plan Colombia, cuyo nombre más exacto sería Plan Colonia, porque en realidad la pesadilla comenzó hace más de 500 años atrás con la conquista y la colonización de nuestro territorio, primero en manos de Europa y posteriormente de E.UA. 2. “Centro”, donde se observan las manifestaciones, efectos o consecuencias del Plan: contaminación, sobre explotación, extinción y destrucción. En esta capa o nivel, especialmente llamó nuestra atención Pachakuti, que en la obra está representado con un corazón, y que significa, de acuerdo con pueblos andinos, “la transformación del todo, un cambio general del orden, una inversión, donde lo que está arriba pasa a abajo e inversamente igual”. 3. Así, en la capa de “Abajo”, encontramos la oposición entre prácticas culturales que dan continuidad a la pesadilla y prácticas culturales que la combaten, que la revierten. Prácticas que desarrollamos en distintos ámbitos, como son: educación, entretenimiento, alimentación, medicina, economía, familia, y noción del tiempo. Por ejemplo, en el entretenimiento una práctica cultural que da lugar a la continuación de la pesadilla es la televisión, “ver tele” como entretención individual y grupal; en contraparte reunirnos con otras personas para escuchar la narración de alguien más, constituye una práctica cultural que combate a la pesadilla y contribuye a la transformación del orden actual.

 

Por último, con relación al análisis colectivo que elaboramos, descubrimos en el derredor de lo antes descrito múltiples hormigas que llevan consigo tijeras, “hormigas cortadoras” que simbolizan a las personas que con sus acciones cuartean, fracturan, cortan en pedazos, aunque sea pequeños, a la pesadilla, y que en ese sentido aportan a la liberación de la colectividad. Concluido el momento analítico, nos preguntamos cuál es la propuesta, qué proponemos para transformar la realidad, para terminar con la pesadilla. Algunas de las propuestas fueron: volver a lo natural, a nosotros mismos; equilibrar, armonizar las contrapartes que componen nuestro mundo; trabajar con el arte como herramienta, por la emancipación del espíritu de las personas, para que elijan consciente y libremente su modo de vida. Realmente creemos en el arte, en la cultura artística como elemento fundamental en la transformación social.

 

Si bien, la obra data del 2002, las problemáticas que expone permanecen; aún 21 años después de su creación, Plan Colombia es totalmente vigente.  Así, analizar y reflexionar en comunidad sobre esta obra gráfica representa una exploración de la intersección entre arte, educación y activismo a partir del fenómeno de la explotación de recursos naturales y las políticas globales vinculadas. Se trata de una obra que más que arte, pretende ser una herramienta para la educación popular.

 

 


 

Karla Portela Ramírez y

Germán Leonardo Cárdenas Vargas