viernes, 22 de septiembre de 2023

Trabajo y juego (como verbo y como sustantivo)

 

Trabajo y juego 

(como verbo y como sustantivo)

 


La Alacena
María Izquierdo, 1947



Esta reflexión comienza con la pregunta: ¿recreación y juego son sinónimos? En nuestro idioma prácticamente todos los verbos se pueden sustantivar y a todos los sustantivos corresponde un verbo. Comenzando por el sustantivo “recreación”, éste presenta dos acepciones; la primera, precisamente consiste en su verbalización y es definido como “acción y efecto de recrear”; la segunda de las acepciones es “diversión para alivio del trabajo”.

 

Igualmente, en el diccionario de la Real Academia Española, encontramos que “recrear” significa “crear o producir algo de nuevo”, en su primera acepción, mientras que, en la segunda, “divertir, alegrar o deleitar”. En cuanto al sustantivo “juego”, el mismo diccionario nos presenta quince acepciones, de las cuales sólo retomamos la primera: “acción y efecto de jugar por entretenimiento”; a la vez que “jugar” es definido como “hacer algo con alegría con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas capacidades.”

                                                        

Con base en lo anterior podemos afirmar que recreación y juego no son sinónimos. Sin embargo, se entretejen entre sí, se encuentran estrechamente relacionados dado que comparten al menos dos elementos en especial: diversión (alegría, deleite) y creación (producción, desarrollo).

 

Surgen ahora tres interrogantes más sobre la recreación y el juego: cómo, cuánto y dónde. ¿Cómo nos recreamos, qué hacemos para recrearnos? ¿Qué hace recreativa a una actividad? ¿Cuánto tiempo destinamos a la recreación y el juego? ¿Dónde nos recreamos, en qué lugares jugamos? Comenzamos por ésta última pregunta, usualmente consideramos que hay lugares propicios, específicos para jugar, y estos suelen ser ludotecas, parques con juegos infantiles o espacios con máquinas fabricadas expresamente para entretener, divertir.  

 

En cuanto al tiempo que ocupamos para recrearnos, para jugar, más que referirnos a cantidad de minutos u horas, pensamos en el llamado “tiempo libre” y la forma en que lo ocupamos, es decir, tiempo para hacer lo que se quiera, entretenerse con actividades intrascendentes, contingentes, y que, si no se da, no importa.

 

¿Qué hacemos para nuestra recreación? De facto cualquier actividad puede ser recreativa, basta con que se realice voluntariamente y que cause deleite, placer del ánimo y sensual. En otras palabras, una actividad es recreativa cuando es voluntaria y placentera.


A lo previamente descrito agregamos que la recreación es importante porque aporta al desarrollo integral de la persona en sus dimensiones física, mental-intelectual, espiritual y social, contribuyendo así al bienestar individual y colectivo. Desde esta perspectiva, en la sociedad actual se reconoce la importancia de la recreación y el juego como necesidad humana y derecho de la humanidad; inclusive tiene un sustento institucional mundial que radica en la Carta Internacional para la Educación del Ocio, inspirada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A la vez que constituye uno de los Derechos del Niño, de acuerdo con la Asamblea General de la ONU.  

 

Continúa nuestro ejercicio reflexivo y descubrimos las siguientes paradojas en torno a la recreación y el juego. Primera, se reconoce su importancia; no obstante, en la práctica la mayoría de las personas conciben a las actividades recreativas como formas de pasar el tiempo, cuando no las consideran como pérdida de tiempo. Los espacios lúdicos generalmente, por no decir que siempre, están regulados por otros: nos dicen cómo divertirnos, qué hacer para entretenernos, convirtiéndose así en espacios de control. Aún más, las actividades recreativas son absorbidas por la mercantilización, el juego se suma al consumo. Nos enseñan que recrearse consiste en ir al cine, entrar a un parque de diversiones, comer en restaurantes, comprar juguetes, pagar clases de algún deporte, entre otras activades que en el fondo más que recrearnos, causarnos placer y contribuir al desarrollo de nuestras facultades, representan gastos económicos. 

 

Aunado a lo anterior nos indican que hay lugares propios para la recreación, que no se juega en cualquier lugar ni en cualquier momento. No todas las actividades que llevamos a cabo han de causarnos alegría y deleite. La actividad recreativa, el juego se muestra entonces como una actividad aislada, exclusiva del tiempo libre y ciertos espacios. De esta forma, rompemos el tiempo y el espacio en dos dimensiones aparentemente lejanas entre sí e irreconciliables: tiempo de trabajo y tiempo de ocio; espacio laboral y espacio recreativo. Lo cual se traduce en dos clases de actividades: trabajo y juego. Por si fuera poco, nos inculcan que trabajar es para adultos y jugar, para infantes.

 

Nos educan contraponiendo a la actividad recreativa la actividad productiva. Al respecto quedó dicho que la actividad recreativa es voluntaria y placentera, genera deleite, es decir, placer del ánimo y sensual. Todo lo contrario que la actividad productiva, entendida como aquella que crea bienes y servicios para satisfacer necesidades materiales e inmateriales, que la mayor parte de las veces se realiza por obligación y sin placer, incluso con dolor del ánimo y corporal. Basta con recordar el significado etimológico de la palabra “trabajar”, del latín vulgar tripaliare ‘torturar’, derivado de tripalium ‘especie de instrumento de tortura’ (compuesto de tres maderos atados, uno verticalmente y dos cruzando al primero, a los cuales era atado el reo); y, la representación bíblica del trabajo como condena para Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios y fueron desterrados del Paraíso.

 

Ahora bien, situándonos en el ámbito educativo, observamos claramente que en el mundo contemporáneo se educa para trabajar, el objetivo es estudiar, formarse, ser formado para laborar. La educación entraña una intencionalidad productiva, laboral; y siendo ésta, irreconciliable con el juego, la recreación, el juego quedan vetados en la actividad educativa. Actividades recreativas, voluntarias, divertidas y placenteras como el arte y el deporte son secundarias, figuran como asignaturas de relleno en los mapas curriculares. Paulatinamente esto comienza a cambiar, cobran fuerza perspectivas desde las cuales trabajo y juego, actividad productiva y actividad recreativa coexisten y se complementan. 


Filosofías de vida en que trabajo y juego se entrelazan, en que el trabajo más que obligación es manifestación de reciprocidad y agradecimiento a la comunidad. Hablamos del trabajo como medio y fin; medio por el que se obtiene lo necesario para vivir dignamente y fin en sí por el que descubrimos nuestras aptitudes y habilidades, desarrollamos nuestras facultades y establecemos vínculos con la naturaleza y los otros seres humanos.  Hablamos del juego que no consiste en matar el tiempo, ni bromear evadiendo la responsabilidad de vivir. Nos referimos al juego que es hacer y transformar, vivir y convivir con alegría, disfrutar la vida con responsabilidad. Nuestra propuesta consiste en actividad productiva y actividad recreativa coincidan y se abracen, que la intencionalidad en el proceso educativo sea productiva y recreativa a la vez. Se trata de trabajar jugando y jugar trabajando, aquí radica la vida como fruición.  

 

Karla Portela Ramírez

 

 

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