Sobre la inserción de la filosofía en la educación formal;
¿por qué enseñamos filosofía solo como conocimiento teórico, como si fuera "pura teoría pura"?
En
la publicación anterior afirmé que “nuestra enseñanza de la filosofía, en la
escuela, no es la mejor, no es la preferible, porque únicamente enseñamos
historia de la filosofía occidental, de las doctrinas filosóficas desarrolladas
por los filósofos occidentales más re-nombrados, y no a filosofar, no a hacer
filosofía; nos limitamos a enseñar filosofía como conocimiento teórico, rara vez
la abordamos como experiencia, conocimiento que aplica en la vida, que
transforma la realidad y sirve para vivir mejor.”
Momento
en que dejé pendiente analizar las preguntas: ¿A qué se debe esto?, ¿por qué enseñamos filosofía solo como
conocimiento teórico, exclusivamente como vida teorética o contemplativa que
aspira a conocer la abstracta esencia de la realidad?, ¿porqué hemos
enclaustrado a la filosofía en lo teórico, aun cuando esto signifique pérdida
en su vigor, restar fuerza a su espíritu?
Respondo
ahora: en su integridad el pensamiento
filosófico, conlleva la tensión que se vive al ubicarse entre el mundo
circundante y el mundo proyectado, por lo que adopta una actitud crítica, pone en
crisis, pone en duda, todo lo que aparezca insuficientemente claro o explicado,
todo lo que carezca de firme fundamento racional, y sobre todo, que atente
contra nuestra libertad de autodeterminación.
Tensión
entre lo que es y lo que podría o debería ser, entre realismo e idealismo, que
aunada a tal actitud crítica implica subversión, oposición a lo dado, resistencia que no se agota en el perfecto
dominio de determinadas tácticas de lucha, sino que es una actitud basada en
una convicción y que toca al hombre en toda su existencia, donde el arma
principal es la renuncia a las normas, todo con el fin de concretar el mundo
proyectado, mover el mundo circundante para su transformación, que el hombre
llegue a “ser lo que es”, ser humano.
Rasgos, características o cualidades
de la filosofía por las que compatibilizar la libertad de enseñanza de la
filosofía con los requerimientos de la institucionalización de los saberes,
supone algunos conflictos.
Debido a lo cual parece que cuando la filosofía aspira a ser enseñada en
instituciones oficiales, explica A. Cerletti en “La enseñanza de la filosofía
como problema filosófico”, debe negociar, igual que cualquier saber o práctica,
las condiciones de su inclusión en los planes de estudio.
¿Cuáles
son las condiciones que debe aceptar la filosofía a cambio de su difusión
universal académica y escolar? “… el desvanecimiento de su radicalidad y
perseverancia en la disolución de certezas, y la morigeración de toda revisión
de los límites institucionales en los que se inscribe.” (Alejandro
Cerletti, “La enseñanza de la filosofía como problema filosófico”, Ed. Libros
del Zorzal, 2008, pág. 65)
Ejemplo de ello es el caso de
Sócrates, cuya filosofía fue “neutralizada” por Platón, al aislar la dimensión
política subversiva del Sócrates cuestionador, porque el pensamiento no tiene
límites y su libre implementación tiene consecuencias que constituyen un riesgo
para el Estado, a la vez que este, en nombre del bien común, necesita regular
lo que se dice, lo que circula a través de sus instituciones; prevaleciendo
entonces, el Sócrates dogmático, el sabio y heroico, modelo de vida, y no el
que problematiza los lazos dominantes de la consistencia social.
De este modo, continúa el mismo
autor, Sócrates, y con él la filosofía
en general, ha entrado a las aulas, ha encontrado lugar en los programas
oficiales, porque ha sido “normalizado”, “esterilizado”, “neutralizado”; su
pensamiento que cuestionaba los saberes y prácticas dominantes -lo dado, el
mundo circundante- ha sido transformado en un conocimiento reconocible,
enseñable y admisible para los contextos educativos institucionales.
A
partir de lo cual pregunto junto a A. Cerletti: ¿la “negociación” de la filosofía para su entrada al espacio escolar -entendido
como ámbito donde un Estado dispone la responsabilidad de la transmisión y
reproducción de una cultura y un lazo social- implica siempre la pérdida de su
integridad, reduccionismo que le transforma en un conocimiento más, es decir,
en un conjunto más de informaciones que deben ser reproducidas de acuerdo con
pautas prefijadas?
Tal vez no siempre, aunque sí en
el presente; en nuestra enseñanza actual de la filosofía, como “En el
pensamiento platónico canonizado, la filosofía, si bien ha de ser también un
modo de vida, ya no es una actitud interrogativa radical, sino fundamentalmente
una doctrina, algo enseñable y disponible como un conocimiento que se puede
administrar.” (Alejandro Cerletti, “La enseñanza de la filosofía como problema
filosófico”, Ed. Libros del Zorzal, 2008, pág. 66) Nos limitamos a la
transmisión del pensamiento filosófico como vida teorética o contemplativa,
abordamos en clases a la filosofía como pura teoría pura.
Situación,
vivencia actual de la filosofía en la escuela, que oculta o entraña el vínculo
entre filosofía, su transmisión, y el Estado. Donde el cuestionamiento
filosófico o la radicalidad del pensamiento encuentra límites a su circulación
en pos de la necesidad de aseguramiento del lazo social, función regulativa que
corresponde y cumple políticamente el Estado, institución que garantiza la
conservación del grupo social, la continuidad de aquello que liga
cotidianamente a los individuos, a través de la educación formal, de las
disposiciones, normas, direcciones escolares, maestros y profesores, que en
esto, operan “funcionarios” del Estado, -hablo de la educación como
instrucción-.
Relación entre filosofía y
Estado que Platón resolvió en la configuración de un Estado a medida de la
filosofía: que el gobernante sea filósofo. Y que en la actualidad hemos
resuelto con la subordinación de la filosofía, para su enseñanza dentro de las
instituciones educativas, a la lógica reguladora del Estado.
Lógica reguladora estatal, en
que la escuela conserva sustancialmente su configuración moderna, es decir, la
estructuración clásica sugerida en el siglo XIX que propone la transmisión y
adquisición de conocimientos en promoción de la libertad del individuo; con base en lo cual se plantean dos
posibles sentidos en la enseñanza de la filosofía, según sea el valor que le
otorgue el Estado: puede ser que no se vaya más allá de la reproducción de los
saberes establecidos -instrucción que exalta la necesidad de obediencia,
promover individuos gobernables- o bien, puede ocurrir que se abra la
posibilidad de construir en las aulas un espacio para el pensamiento
-formación, educar para ejercer la soberanía, forjar personas libres-.
Dicho de otro modo, en la
perspectiva de la lógica reguladora del Estado son posibles dos formas en que
la filosofía puede insertarse en la educación:
Formas en que la filosofía se inserta en la educación
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Acrítica
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Crítica
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- enseñar el qué y el cómo
- enseñanza de la filosofía como medio o instrumento de
fundamentación, justificación de “lo que hay”, de “lo que debe ser y hacerse”
- cuando el maestro divulga, transmite, reproduce
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- cuestionar el por qué y para qué
- enseñanza de la filosofía como potencia crítica,
desnaturalizadora
- cuando el maestro tematiza críticamente, desnaturaliza
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Dos posibilidades que coinciden
en el “uso” de la filosofía , ya sea en la justificación o promoción de la
difusión de valores, creencias o ideologías dominantes, o como una fuente
supuestamente neutral de prescripciones y normas, afirma A. Cerletti, porque en
el interior de las instituciones educativas, que no son lugares neutrales, la
enseñanza de la filosofía siempre está limitada por lo institucional y
consecuentemente el moderno profesor de filosofía es un funcionario del Estado,
su papel institucional es más o menos la reproducción del estado de las cosas.
Sobre
lo cual menciona el citado autor, actualmente
se busca vincular filosofía y Estado a través de la educación en un sentido
utilitario, como enseñanza de la vida democrática, como vínculo esencial entre
ética y política, basado principalmente en las decisiones y acciones
individuales (sujeto moral-individual), más que en las colectivas (sujeto
político-colectivo). Donde la filosofía tiene un sentido educativo de
justificación moral que es aplicable a la política, que la instrumentaliza para
permitir la reproducción de un Estado dominante y la debilita sustancialmente como
potencia desnaturalizadora, crítica, es decir, donde se privilegia una
funcionalidad pragmática por encima de su potencialidad crítica.
Vivencia de la filosofía en que
el “uso”, la “utilidad” que de ella obtiene el Estado, ha generado en la
historia de la filosofía una postura que tiende a despreciar su enseñanza
académica y la considera como un mal menor para el filósofo, señala G. Obiols en “Una
introducción a la enseñanza de la filosofía”.
Relación
conflictiva entre filosofía y enseñanza, que reconoce como actividades del
filósofo por un lado, hacer o producir filosofía -actividad individual- y por
otro, enseñar filosofía -actividad que supone exposición pública-; al tiempo
que plantea interrogantes como: ¿es la
enseñanza solo un medio de vida del filósofo?, ¿perjudica, merma la enseñanza a
la actividad filosófica?, ¿es necesaria la enseñanza para la actividad
filosófica?
A
partir de lo cual, continua G. Obiols, se visualizan tres aspectos
fundamentales en la tensión entre práctica y enseñanza de la filosofía:
primero, enseñar significa fundamentalmente hablar, exponer ante un auditorio
que escucha más o menos callado; segundo, el desprecio por la enseñanza de la
filosofía se deriva de imaginarla condicionada por la institución escolar o por
la organización estatal, y; tercero, la enseñanza de la filosofía es una
molestia, distracción, mal menor, que sirve solo como recurso más o menos
tolerable para subsistir.
Punto de vista que establece una
aparente contradicción entre la actividad filosófica -el que “piensa”, el
filósofo-investigador- y la labor docente -el que “reproduce” lo que otros
piensan, el profesor de filosofía-. Distinción esta, entre “productor” y “reproductor” que
corresponde a un enfoque tecnicista de la enseñanza al modo industrial como
actividad en la que los expertos en los contenidos y en la educación diseñan el
currículum y los materiales de la enseñanza, en tanto que los maestros y
profesores aplican el diseño curricular, aclara el mismo autor y concluye al
respecto que en la división entre práctica y enseñanza de la filosofía, se
concibe a esta última como exposición oral en forma histórica o problemática de
las ideas de filósofos clásicos o contemporáneos con el objeto de que los
alumnos “aprendan” y aprueben el examen que certificará dicho aprendizaje, -lo
había mencionado antes-. Nada más alejado del aprendizaje filosófico real,
verdadero, auténtico…
Nuevamente
la ruptura entre teoría y práctica, conocimiento y experiencia, que en la
prioridad, parcialidad de la filosofía como vida teorética, enclaustrada en lo
teórico, cae en una situación de crisis que en el 2008 G. Obiols refería con
estas palabras: “En primer lugar, la filosofía en la escuela secundaria se
siente amenazada: cada reforma en los planes de estudio puede dejarla afuera
ante las presiones y exigencias de una educación que privilegie la capacitación
científico-técnica de los alumnos. La amenaza también es vivida ya no por la
posibilidad de su lisa y llana eliminación, sino por la integración de la
filosofía en alguna difusa área, sea de ciencias sociales o de educación para
la convivencia, la ciudadanía o los derechos humanos.” (“Una introducción a la enseñanza
de la filosofía”, Ed. Libros del Zorzal, 2008, pág. 34)
Todo
lo anterior dentro de la concepción tradicional de la educación en tanto corpus
disciplinar, que admite la enseñanza académica y escolar de la filosofía solo
en su parcial consideración como vida teorética y contemplativa, sin que esto
agote la fertilidad del salón de clases, de la institución educativa en que se
inscribe la filosofía, porque “Las escuelas, o las instituciones educativas en
general, son sitios de encuentros entre personas, saberes, tradiciones,
pensamientos. Por lo tanto, la dimensión eventual de toda práctica educativa, y
de la filosófica especialmente, constituye el suplemento permanente de toda
repetición, por intensa o cerrada que aparente ser. Todo saber está siempre
expuesto a ser interpelado y en esto la filosofía juega su condición de
posibilidad.” (Alejandro Cerletti, “La enseñanza de la filosofía como problema
filosófico”, Ed. Libros del Zorzal, 2008, pág. 70 y 71)
Ahora
bien, al analizar nuestra vivencia actual de la filosofía académica planteé dos
posibles formas de su inserción en el espacio escolar -acrítica y crítica-, así
como su vínculo actual con la enseñanza de la vida democrática, con base en lo
cual podría pensarse que me equivoco y hasta me contradigo, que la filosofía
también se esclaviza a los fines de la lógica reguladora estatal, que al igual
que la educación la filosofía sí se subordinada al Estado. No es así, no me
equivoco, menos aún contradigo mis palabras, porque dicho uso, tal
funcionalidad o utilitarismo no se ejerce sobre genuina filosofía, esa “filosofía” sumisa ante la
institucionalización del saber, que acepta su mutilación a cambio de ser
incluida en el mapa curricular de la escuela, no constituye auténtico
conocimiento y quehacer filosófico, no es verdadera filosofía, es un remedo de
la misma.
Así,
no ya en la teoría, sino en nuestra práctica educativa, preguntamos:
¿es
pensable una libre expresión de la filosofía dentro las instituciones
educativas?,
¿es factible una tercera forma de inserción de la filosofía en la
educación,
más allá de las dos antes descritas?
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