La vigencia
del mito: por qué Frankenstein sigue interrogándonos
(Parte 4 de 4)
Con esta cuarta entrega concluyo la serie
dedicada a Frankenstein o el moderno Prometeo. Después de revisar el
origen de la obra, su dimensión simbólica y su significado en la cultura
contemporánea, toca pensar por qué este mito, nacido hace más de dos siglos, sigue siendo una herramienta crítica para comprender nuestro presente.
Frankenstein ha sobrevivido a cambios estéticos, políticos, tecnológicos y culturales porque no propone una respuesta, sino una pregunta abierta: ¿qué responsabilidad tiene el ser humano frente a aquello que crea?
En una época en la que proliferan innovaciones científicas y técnicas sin precedentes, esta pregunta no pierde fuerza; al contrario, se vuelve más urgente. El mito de Mary Shelley continúa interpelándonos porque logra articular, en un relato fantástico, inquietudes que no dejan de reaparecer.
Una obra que revela nuestros miedos más profundos
La permanencia de Frankenstein se explica, en parte, porque refleja los miedos propios de cada época. En el siglo XIX sirvió para cuestionar el optimismo ilustrado y el impulso transformador de la Revolución Industrial. En el siglo XX se convirtió en advertencia contra la tecnociencia descontrolada y la manipulación de la vida. En el siglo XXI funciona como metáfora de nuestros temores frente a la inteligencia artificial, la ingeniería genética, la biopolítica y la complejidad de los sistemas sociales y políticos.
Cada generación encuentra en esta obra un espejo incómodo. El monstruo no es solamente la criatura: el monstruo somos nosotros, en aquello que hacemos, omitimos, manipulamos o abandonamos.
La criatura como símbolo de la vulnerabilidad humana
Una de las aportaciones más lúcidas de Mary Shelley es haber construido un mito que nos obliga a considerar la vulnerabilidad del ser creado. La criatura, especialmente en la lectura original de la novela, representa lo que ocurre cuando una vida —humana, tecnológica o política— nace sin cuidado, sin educación ética, sin acompañamiento.
De ahí que la novela no solo critique a Víctor Frankenstein como científico irresponsable, sino que nos recuerda algo esencial: no basta crear; es necesario sostener, educar, orientar, cuidar.
Cuando la criatura es abandonada, la tragedia se vuelve inevitable. Esta lógica sigue vigente en nuestras prácticas actuales: tecnologías sin regulación, avances sin reflexión, decisiones políticas sin visión de largo plazo, innovaciones que se despliegan sin considerar sus consecuencias sociales o ambientales.
El mito como crítica al poder y al orden
patriarcal
Otro elemento que explica la vigencia del mito es su capacidad para criticar estructuras de poder. Frankenstein cuestiona las jerarquías del saber ilustrado, interpela al modelo patriarcal que deposita el dominio del conocimiento en manos de una élite masculina y muestra cómo las prácticas científicas pueden reproducir formas de violencia.
Mary Shelley, sin declararlo explícitamente, inaugura una tradición de pensamiento crítico que el feminismo posterior profundizará: la ciencia sin conciencia es también una forma de poder sin ética.
La recreación del mito de Prometeo
Finalmente, la permanencia de Frankenstein se debe a su reescritura del mito prometeico: la historia del ser humano que roba el fuego —el conocimiento, la técnica, el poder de crear— para superar sus límites. La novela de Shelley no condena la curiosidad humana, pero sí nos advierte de sus excesos: cuando el deseo de dominio sustituye al deseo de comprensión, el fuego prometeico deja de iluminar y comienza a quemar.
La autora logra así actualizar una pregunta ancestral: ¿qué sucede cuando el ser humano se erige en creador sin aceptar la responsabilidad moral que implica crear?
Frankenstein hoy: un mito para seguir pensando
La vigencia del mito no está en su monstruo, sino en su potencia interpretativa. En su capacidad para seguir generando preguntas filosóficas, éticas y políticas. En su posibilidad de alertarnos sobre el abuso de los poderes humanos y sobre la fragilidad de nuestros futuros.
Por eso, más que un relato gótico o una novela
fundacional de la ciencia ficción, Frankenstein es un mito moderno: un
pensamiento indagatorio que utiliza la ficción para hacernos reflexionar sobre
aquello que aún no comprendemos del todo.
Mary Shelley no creó simplemente un monstruo; creó una herramienta crítica para examinar los dilemas de nuestra época.
Tal vez por eso, después de más de dos siglos,
Frankenstein sigue vivo. Sigue creciendo. Sigue hablándonos. Sigue
recordándonos que toda creación necesita un creador responsable.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario