Mary
Shelley y el origen de una novela que dialoga
con la
ciencia y la filosofía
(Parte 1 de 4)
La literatura, como manifestación artística,
suele entretejerse con otras formas del pensamiento humano. A veces basta que
una pregunta científica, un dilema filosófico o una inquietud ética se
depositen en la imaginación de alguien para que surja una obra capaz de
desbordar su propio tiempo. Un ejemplo paradigmático es la novela publicada en
1818 por Mary Shelley (Inglaterra, 1797–1851), titulada originalmente Frankenstein;
or, The Modern Prometheus. Clasificada como novela gótica por su atmósfera
oscura y tenebrosa, es también considerada una de las primeras grandes obras de
ciencia ficción, precisamente porque la acción se desarrolla en el presente
histórico de la autora y proyecta un futuro abierto, sin el peso fatalista de
maldiciones o destinos predeterminados. Aquí la tragedia no viene del pasado:
se fabrica.
La figura de Mary Shelley resulta aún más fascinante cuando se revisa su nombre completo: Mary Wollstonecraft Godwin – Shelley. En él confluyen las tres personas que más influyeron en su vida y en su formación intelectual.
* Mary Wollstonecraft, su madre, fue una de las voces pioneras del feminismo ilustrado y autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792).
* William Godwin, su padre, fue un pensador político, escritor y precursor del anarquismo filosófico.
* Percy Bysshe Shelley, su esposo, fue poeta y ensayista romántico, figura clave de la literatura inglesa.
No es casual que de una constelación así
emergiera una mente capaz de imaginar una historia donde se discute la
ambivalencia de la ciencia, la responsabilidad ética del creador, y los límites
—o excesos— del progreso humano. En términos de géneros literarios, Frankenstein
aportó de manera inconmensurable a la cimentación de la ciencia ficción como un
territorio que oscila entre la esperanza y la inquietud frente al avance
científico y técnico.
Mary Shelley estaba atenta a los debates científicos de su época. Conocía las discusiones entre William Lawrence y John Abernethy, médicos de Edimburgo que, en la década de 1810, experimentaban con la posibilidad de reanimar cuerpos mediante electricidad, un antecedente directo del imaginario que daría vida al célebre científico Víctor Frankenstein.
Sin embargo, para comprender cómo se escribió esta obra, hace falta mirar un acontecimiento geológico que cambió circunstancialmente la historia de la literatura. En 1815, la erupción del volcán Tambora, en Indonesia, provocó alteraciones climáticas globales. El verano de 1816 en el hemisferio norte fue oscuro, frío, casi fantasmal; pasó a la historia como el año sin verano. Ese mismo año, Mary Shelley y Percy Shelley fueron invitados a pasar una temporada en Suiza junto a un pequeño grupo de jóvenes intelectuales británicos.
En la Villa Diodati, a orillas del lago Lemán, se reunieron Lord Byron, Percy Bysshe Shelley, Mary Shelley, Claire Clairmont y John William Polidori. Confinados por las inclemencias del clima, decidieron organizar un concurso de relatos de terror. De ese encierro forzado emergerían dos criaturas literarias extraordinarias: el germen de Frankenstein, y El vampiro de Polidori, antecesor directo del vampiro moderno.
La chispa había encendido la imaginación de Mary Shelley. Y con ella, el nacimiento de un mito contemporáneo.
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