Trabajo y juego
(como
verbo y como sustantivo)
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La Alacena María Izquierdo, 1947 |
Esta reflexión comienza con la pregunta: ¿recreación y
juego son sinónimos? En nuestro idioma prácticamente todos los verbos se pueden
sustantivar y a todos los sustantivos corresponde un verbo. Comenzando por el
sustantivo “recreación”, éste presenta dos acepciones; la primera, precisamente
consiste en su verbalización y es definido como “acción y efecto de recrear”;
la segunda de las acepciones es “diversión para alivio del trabajo”.
Igualmente, en el diccionario de la Real Academia
Española, encontramos que “recrear” significa “crear o producir algo de nuevo”,
en su primera acepción, mientras que, en la segunda, “divertir, alegrar o
deleitar”. En cuanto al sustantivo “juego”, el mismo diccionario nos presenta
quince acepciones, de las cuales sólo retomamos la primera: “acción y efecto de
jugar por entretenimiento”; a la vez que “jugar” es definido como “hacer algo
con alegría con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas
capacidades.”
Con base en lo anterior podemos afirmar que recreación y juego no son sinónimos. Sin embargo, se entretejen entre sí, se encuentran estrechamente relacionados dado que comparten al menos dos elementos en especial: diversión (alegría, deleite) y creación (producción, desarrollo).
Surgen ahora tres interrogantes más sobre la
recreación y el juego: cómo, cuánto y dónde. ¿Cómo nos recreamos, qué hacemos
para recrearnos? ¿Qué hace recreativa a una actividad? ¿Cuánto tiempo
destinamos a la recreación y el juego? ¿Dónde nos recreamos, en qué lugares
jugamos? Comenzamos por ésta última pregunta, usualmente consideramos que hay
lugares propicios, específicos para jugar, y estos suelen ser ludotecas,
parques con juegos infantiles o espacios con máquinas fabricadas expresamente
para entretener, divertir.
En cuanto al tiempo que ocupamos para recrearnos, para
jugar, más que referirnos a cantidad de minutos u horas, pensamos en el llamado
“tiempo libre” y la forma en que lo ocupamos, es decir, tiempo para hacer lo
que se quiera, entretenerse con actividades intrascendentes, contingentes, y
que, si no se da, no importa.
¿Qué hacemos para nuestra recreación? De facto cualquier
actividad puede ser recreativa, basta con que se realice voluntariamente y que
cause deleite, placer del ánimo y sensual. En otras palabras, una actividad es
recreativa cuando es voluntaria y placentera.
A lo previamente descrito agregamos que la recreación
es importante porque aporta al desarrollo integral de la persona en sus
dimensiones física, mental-intelectual, espiritual y social, contribuyendo así
al bienestar individual y colectivo. Desde esta perspectiva, en la sociedad
actual se reconoce la importancia de la recreación y el juego como necesidad
humana y derecho de la humanidad; inclusive tiene un sustento institucional
mundial que radica en la Carta Internacional para la Educación del Ocio,
inspirada en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos. A la vez que constituye uno de los Derechos
del Niño, de acuerdo con la Asamblea General de la ONU.
Continúa nuestro
ejercicio reflexivo y descubrimos las siguientes paradojas en torno a la recreación
y el juego. Primera, se reconoce su importancia; no obstante, en la práctica la
mayoría de las personas conciben a las actividades recreativas como formas de
pasar el tiempo, cuando no las consideran como pérdida de tiempo. Los espacios
lúdicos generalmente, por no decir que siempre, están regulados por otros: nos
dicen cómo divertirnos, qué hacer para entretenernos, convirtiéndose así en
espacios de control. Aún más, las actividades recreativas son absorbidas por la
mercantilización, el juego se suma al consumo. Nos enseñan que recrearse
consiste en ir al cine, entrar a un parque de diversiones, comer en
restaurantes, comprar juguetes, pagar clases de algún deporte, entre otras
activades que en el fondo más que recrearnos, causarnos placer y contribuir al
desarrollo de nuestras facultades, representan gastos económicos.
Aunado a lo anterior
nos indican que hay lugares propios para la recreación, que no se juega en
cualquier lugar ni en cualquier momento. No todas las actividades que llevamos
a cabo han de causarnos alegría y deleite. La actividad recreativa, el juego se
muestra entonces como una actividad aislada, exclusiva del tiempo libre y
ciertos espacios. De esta forma, rompemos el tiempo y el espacio en dos
dimensiones aparentemente lejanas entre sí e irreconciliables: tiempo de
trabajo y tiempo de ocio; espacio laboral y espacio recreativo. Lo cual se
traduce en dos clases de actividades: trabajo y juego. Por si fuera poco, nos
inculcan que trabajar es para adultos y jugar, para infantes.
Nos educan
contraponiendo a la actividad recreativa la actividad productiva. Al respecto
quedó dicho que la actividad recreativa es voluntaria y placentera, genera deleite,
es decir, placer del ánimo y sensual. Todo lo contrario que la actividad
productiva, entendida como aquella que crea bienes y servicios para satisfacer
necesidades materiales e inmateriales, que la mayor parte de las veces se
realiza por obligación y sin placer, incluso con dolor del ánimo y corporal.
Basta con recordar el significado etimológico de la palabra “trabajar”, del latín vulgar tripaliare
‘torturar’, derivado de tripalium ‘especie de instrumento de
tortura’ (compuesto de tres maderos atados, uno verticalmente y dos cruzando al
primero, a los cuales era atado el reo); y, la representación bíblica del
trabajo como condena para Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios y fueron
desterrados del Paraíso.
Ahora bien, situándonos en el ámbito educativo, observamos claramente que en el mundo contemporáneo se educa para trabajar, el objetivo es estudiar, formarse, ser formado para laborar. La educación entraña una intencionalidad productiva, laboral; y siendo ésta, irreconciliable con el juego, la recreación, el juego quedan vetados en la actividad educativa. Actividades recreativas, voluntarias, divertidas y placenteras como el arte y el deporte son secundarias, figuran como asignaturas de relleno en los mapas curriculares. Paulatinamente esto comienza a cambiar, cobran fuerza perspectivas desde las cuales trabajo y juego, actividad productiva y actividad recreativa coexisten y se complementan.
Filosofías de
vida en que trabajo y juego se entrelazan, en que el trabajo más que obligación
es manifestación de reciprocidad y agradecimiento a la comunidad. Hablamos del
trabajo como medio y fin; medio por el que se obtiene lo necesario para vivir
dignamente y fin en sí por el que descubrimos nuestras aptitudes y habilidades,
desarrollamos nuestras facultades y establecemos vínculos con la naturaleza y los
otros seres humanos. Hablamos del juego
que no consiste en matar el tiempo, ni bromear evadiendo la responsabilidad de
vivir. Nos referimos al juego que es hacer y transformar, vivir y convivir con
alegría, disfrutar la vida con responsabilidad. Nuestra propuesta consiste en
actividad productiva y actividad recreativa coincidan y se abracen, que la
intencionalidad en el proceso educativo sea productiva y recreativa a la vez.
Se trata de trabajar jugando y jugar trabajando, aquí radica la vida como fruición.
Karla Portela Ramírez