domingo, 15 de febrero de 2015

conciencia social (conducta ética - libertad auténtica)

Debemos tener en cuenta, interviene F. Larroyo,  que el fenómeno ético se mueve por modo necesario en la relación que existe entre individuo y colectividad, puesto que es impensable sin una conciencia, sin un “yo”, que toma alguna actitud frente a su mundo circundante, frente a los “otros”. Actitud que en rasgos generales se plantea en dos alternativas: armonizar los fines concretos, los intereses personales, la libertad personal, con los de la comunidad, con la voluntad social, o romper esta concordancia haciendo prevalecer lo propio sobre lo colectivo.

Es decir que cada individuo es libre de asumir la actitud que decida y actuar conforme a ello; cada uno elige y decide hacia dónde quiere orientar su libertad, hacia dónde dirige sus acciones, qué sentido quiere darles, ético o no ético.   

Cabe entonces preguntarnos, ¿qué argumentar para que decidan dirigir sus acciones hacia la comunidad abierta?, ¿cómo persuadirlos para que vinculen su libertad con la voluntad social?, ¿qué “enseñarles” para que su libertad de querer y de actuar se traduzca en conducta ética?

Este es el segundo paso en la consecución de nuestro fin: reconocer nuestra naturaleza social, desarrollar una vivencia consciente sobre la necesidad que tenemos unos de otros. -Escribe F. Larroyo, “Sobre esta base se levanta el imperativo categórico (mandato incondicionado) de la moralidad, el imperativo válido en absoluto: obra y quiere en el sentido de la voluntad social pura.”-[1]

A la vez que aprendemos a vivir dando sentido a nuestras acciones, reflexionando y actuando para lograr nuestros fines, les haremos ver que su autorrealización siempre tiene lugar en el otro, que todas sus acciones explícita o implícitamente siempre se dirigen a los demás, teniendo como fin inmanente y transcendente su asociación con las otras personas. Así, en la comprensión de que la propia vida siempre es compartida, siempre es vida social, aprenderemos a convivir.

Coincide con nosotros E. Coreth: “El hombre vive en el mundo; su autorrealización está referida a su mundo. Solo se realiza <a sí mismo> cuando lo hace en <su otro>. Ahora bien <lo otro> del hombre es primariamente el <otro>: el semejante que nos sale al encuentro como un ser espiritual-personal de idéntica especie y valor, nos habla, se nos abre y nos incita a creer, confiar, querer y amar. Solo en la realización personal el hombre llega a su pleno desarrollo.”[2]

De manera que cada individuo siempre está ordenado al otro, solo en el otro se encuentra a sí mismo. Solo trascendiéndose en busca del otro realiza su propio ser. La consecuencia inmediata de esto, explica E. Coreth, es una ordenación mutua entre individuo y comunidad. Donde cabe aclarar, “Una comunidad no es nunca una realidad subsistente en sí misma que elimine al individuo en su autonomía personal, sino que se realiza en una pluralidad de individuos. Así, tampoco el ente comunitario es una realidad subsistente y absoluta a la que pueda ser sacrificada la persona particular. Más bien cada comunidad y sociedad consta de personas concretas, y un ente comunitario como tal se reduce a los individuos que lo forman. Tiene una función de servicio y ayuda, no solo por lo que hace a las condiciones materiales de vida -en las que el individuo está orientado a la colaboración de una comunidad-, sino también en lo referente al despliegue ético espiritual plenamente humano.”[3]

Así, como hilos que se entrelazan, les haremos saber, sentir, que todos sus deseos, propósitos y acciones tienen efectos, consecuencias, resultados tanto en ellos mismos como en los demás, que todo su hacer y dejar de hacer, toda deliberación, elección, decisión y acción prevé cambios en interacción continua del yo y el mundo. Sabrán y sentirán que el progreso y bienestar del yo se liga al movimiento de las cosas y las personas, del “no-yo”, que “El interés, la preocupación, significan que el yo y el mundo están comprometidos recíprocamente en una situación que se desarrolla.”[4]

Simultáneamente identificarán que su mayor interés, la actividad que se distingue entre todas las que realizan, que es perceptiblemente significativa para ellos, que les importa más por las consecuencias que produce, que ese interés, que esa actividad es su “vocación personal”. Y que esta se abraza con el servicio a los otros, con la “vocación social”; porque la vocación, me ha re-enseñado J. Dewey, consiste en una forma de actividad continua que dedica las capacidades personales a la obtención de resultados, pero sobre todo, ante todo, dada nuestra naturaleza social, que presta servicio a los demás.

Sonrío al pensar en ella, esto ya me lo había enseñado mi mamá, quien en alguna ocasión, en una de nuestras tantas conversaciones sobre “todo y nada”, en las que paradójicamente nos enseñamos y aprendemos tanto, me dijo: “todo trabajo, toda profesión u oficio, al fin de cuentas… es servicio”.

¿Podrá alguien demostrar lo contrario? Por lo pronto, E. Coreth, lo confirma: partiendo del hecho de que el individuo siempre está referido a la comunidad y sociedad, a su asociación con los demás,  de que solo en ella consigue su plena realización humana, “Dentro de la comunidad está llamado a contribuir a favor de los otros. Cada uno tiene que contribuir según sus posibilidades al bienestar común.”[5]

 
Acción dirigida, acción con sentido en la continuidad del correlato:
Individuo, humano-singular, persona
Colectividad, humano-universal, comunidad
- Intersubjetividad monádica
- Libertad personal
- Intereses propios, individuales
- Bienestar individual
- Vocación personal
- Intersubjetividad social
- Voluntad social
- Intereses compartidos, colectivos
- Bienestar común
- Vocación social
Cuando el individuo dirige sus acciones hacia la satisfacción y solución de necesidades y problemas personales.
Sentido inmediato que de no trascender, en caso de no ir más allá, “aísla” a la acción; perdiendo el individuo su posibilidad de humanización, alejándose de la autorrealización. 
Cuando el individuo dirige sus acciones hacia la comunidad, en el servicio y ayuda para las demás personas.
Sentido transcendente, en que la vocación personal contribuye al bienestar común; en que el individuo se humaniza, se autorrealiza, en la vivencia de sí mismo como parte del todo y el todo como parte de él.
Conducta no ética
Conducta ética

En esto consiste la libertad auténtica que tanto menciono, cuando lo que hacemos tiene sentido, cuando sabemos lo que hacemos, entendemos y proponemos, Esta es la libertad auténtica: conocer lo que hago y realizar el acto por su sentido. Donde mi libertad de querer y de actuar coinciden -hago lo que hago porque quiero, porque lo elijo-. Lo contrario sería actuar ciega, inconsciente e ininteligentemente, diría J. Dewey; hacer porque me obligan, sin entender, sin comprender, “movido” por argumentos ajenos, sin conocimiento de causa, cuando el actuar no es acción, sino reacción.

No obstante, tal libertad auténtica es plena, se traduce en autorrealización solamente cuando mi voluntad se vincula a la voluntad social, cuando mi vocación personal se dirige al servicio de los demás, a la vocación social; me autorrealizo solo cuando mis actos volitivos, mis acciones dirigidas, eligen y concretan la voluntad social, solo entonces mi conducta es ética.

Llego a ser lo que soy, ser humano, solo cuando reconozco que no hay un “yo” sin los “otros”, que se trata de “nosotros”; soy humano solamente en la vivencia de que persona y comunidad son una y la misma realidad.

Consecuentemente, la verdadera praxis educativa consiste en: enseñar y aprender con palabras y actos, en el conocimiento y la experiencia, a vivenciar el proceso que hace de la simple acción, una acción dirigida, con sentido; enseñar y aprender a vivir y convivir libremente, en libertad auténtica, con fundamento en la conciencia de qué se hace y para qué, en todo momento asumiendo responsablemente las consecuencias; pero sobre todo,  siempre, en y hacia la asociación armónica con los demás, en y hacia la comunidad abierta, porque “mis intereses”, mi existencia individual, solo es posible dentro de los intereses de la comunidad, de la voluntad social, porque nos necesitamos, estamos juntos y convivimos todo el tiempo.  

De esta forma, los dos pasos propuestos para que la libertad de cada uno se vincule a la voluntad social, para lograr que sus acciones se dirijan a la integración de la comunidad empática, para que decidamos y actuemos con ética, a saber, los pasos: “capturar su interés haciendo de sus actividades, actividades dirigidas, acciones con sentido” -enseñar a vivir-, y; “reconocer nuestra naturaleza social, desarrollar una vivencia consciente sobre la necesidad que tenemos unos de otros” -enseñar a convivir-, coinciden el sentido de la filosofía y de la educación, que se desdobla en “concientizar para la libertad auténtica” -enseñar a vivir- y “transformar la realidad en algo mejor, en armonía total, comunidad empática, abierta” -enseñar a convivir-. 
 
Ética, Filosofía y Educación AUTÉNTICAS
ÉTICA
FILOSOFÍA
EDUCACIÓN
Cómo lograr, cómo persuadir para que los individuos  actúen éticamente:
Sentido de la filosofía:
Autorrealización, concretar la vocación ontológica: “llegar a ser lo que se es”, ser humano:
Primer paso - capturar su interés haciendo de sus actividades, actividades dirigidas, acciones con sentido.
Concientizar para la libertad auténtica.
Aprender a vivir.
Segundo paso - reconocer nuestra naturaleza social, desarrollar una vivencia consciente sobre la necesidad que tenemos unos de otros.
Transformar la realidad en algo mejor, en armonía total, comunidad empática, abierta.
Aprender a convivir.

Reitero, hoy realmente sé que filosofía, educación y ética son lo mismo. Subrayo, en esto consiste la verdadera praxis educativa, enseñar y aprender a vivir y convivir, que se muestra simultáneamente como praxis pedagógica y ética.

Continúo jugando con estos hilos en mis manos y en este juego-reflexión, preveo dos dificultades, encuentro dos nudos; el primero, en definitiva, somos libres, cada quien elige y decide ser ético o no, ¿por qué habrían de serlo, sobre todo cuando lo contrario parece reportar “mayor ganancia”?, ¿por qué habrían de orientar su libertad hacia voluntad social, hacia la comunidad abierta, cuando creen que “el que no transa, no avanza”?

Lo sé, algunos eso creen, aunque se equivocan. Confío en que preferirán ser éticos, tengo la esperanza de que actuarán con ética, repito, no porque les demos a conocer la virtud, no porque les expliquemos lo que deben hacer, sino porque es parte de su naturaleza humana, porque esta se los reclama.

La virtud ética no es artificial, no es un deber impuesto por el grupo en que vivimos, tampoco se deriva ni desprende de ciertas potencias en el hombre; antes bien, la virtud ética es natural al hombre porque responde a su necesidad de pertenecer al grupo, porque es parte de su naturaleza sociable, de su natural y esencial sociabilidad; desde la cual el ser humano “… no existe, sino que coexiste con los demás, esto es, con otras personas… La persona está abierta a su medio físico, a la verdad de su conocimiento, y además posee una apertura constitutiva y dialógica (coexistencia) al tú y a los otros. Las relaciones con los demás son parte sustancial de la vida humana.”[6]

Además, y en consecuencia de lo anterior, el desarrollo, la vivencia de la virtud ética no constituye un objetivo empírico-práctico, no es medio, es un fin en sí, un valor absoluto que atiende a la naturaleza humana, que afecta al hombre en cuanto hombre, esto es, que le lleva a la realización plena de su ser propiamente humana.    

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Sobre la segunda dificultad trata la siguiente publicación…





[1] Larroyo, Francisco. Los principios de la ética social. Ed. Porrúa. México, 1971. Pág. 222
[2] Coreth, Emerich. ¿Qué es el hombre?. Ed. Herder. España, 1991. Pág. 219
[3] Ibíd. Pág. 229
[4] Dewey, John. Democracia y educación. Ed. Morata. España, 2004. Pág. 113
[5] Coreth, Emerich. Op. Cit. Pág. 229
[6] Larroyo, Francisco. Op. Cit. Pág. 223


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