Debemos tener en
cuenta, interviene F. Larroyo, que el
fenómeno ético se mueve por modo necesario en la relación que existe entre
individuo y colectividad, puesto que es impensable sin una conciencia, sin un
“yo”, que toma alguna actitud frente a su mundo circundante, frente a los
“otros”. Actitud que en rasgos generales se plantea en dos alternativas:
armonizar los fines concretos, los intereses personales, la libertad personal,
con los de la comunidad, con la voluntad social, o romper esta concordancia
haciendo prevalecer lo propio sobre lo colectivo.
Es decir que cada
individuo es libre de asumir la actitud que decida y actuar conforme a ello;
cada uno elige y decide hacia dónde quiere orientar su libertad, hacia dónde
dirige sus acciones, qué sentido quiere darles, ético o no ético.
Cabe entonces
preguntarnos, ¿qué argumentar para que decidan dirigir sus acciones hacia la
comunidad abierta?, ¿cómo persuadirlos para que vinculen su libertad con la
voluntad social?, ¿qué “enseñarles” para que su libertad de querer y de actuar
se traduzca en conducta ética?
Este es el segundo paso en la
consecución de nuestro fin: reconocer nuestra naturaleza social, desarrollar
una vivencia consciente sobre la necesidad que tenemos unos de otros. -Escribe
F. Larroyo, “Sobre esta base se levanta el imperativo categórico (mandato
incondicionado) de la moralidad, el imperativo válido en absoluto: obra y
quiere en el sentido de la voluntad social pura.”-[1]
A
la vez que aprendemos a vivir dando sentido a nuestras acciones, reflexionando
y actuando para lograr nuestros fines, les haremos ver que su autorrealización
siempre tiene lugar en el otro, que todas sus acciones explícita o
implícitamente siempre se dirigen a los demás, teniendo como fin inmanente y
transcendente su asociación con las otras personas. Así, en la comprensión de que
la propia vida siempre es compartida, siempre es vida social, aprenderemos a
convivir.
Coincide con nosotros E. Coreth: “El
hombre vive en el mundo; su autorrealización está referida a su mundo. Solo se
realiza <a sí mismo> cuando lo hace en <su otro>. Ahora bien <lo
otro> del hombre es primariamente el <otro>: el semejante que nos sale
al encuentro como un ser espiritual-personal de idéntica especie y valor, nos
habla, se nos abre y nos incita a creer, confiar, querer y amar. Solo en la
realización personal el hombre llega a su pleno desarrollo.”[2]
De manera que cada individuo siempre
está ordenado al otro, solo en el otro se encuentra a sí mismo. Solo
trascendiéndose en busca del otro realiza su propio ser. La consecuencia
inmediata de esto, explica E. Coreth, es una ordenación mutua entre individuo y
comunidad. Donde cabe aclarar, “Una comunidad no es nunca una realidad
subsistente en sí misma que elimine al individuo en su autonomía personal, sino
que se realiza en una pluralidad de individuos. Así, tampoco el ente
comunitario es una realidad subsistente y absoluta a la que pueda ser sacrificada
la persona particular. Más bien cada comunidad y sociedad consta de personas
concretas, y un ente comunitario como tal se reduce a los individuos que lo
forman. Tiene una función de servicio y ayuda, no solo por lo que hace a las
condiciones materiales de vida -en las que el individuo está orientado a la
colaboración de una comunidad-, sino también en lo referente al despliegue
ético espiritual plenamente humano.”[3]
Así, como hilos que se
entrelazan, les haremos saber, sentir,
que todos sus deseos, propósitos y acciones tienen efectos, consecuencias,
resultados tanto en ellos mismos como en los demás, que todo su hacer y dejar
de hacer, toda deliberación, elección, decisión y acción prevé cambios en
interacción continua del yo y el mundo. Sabrán y sentirán que el progreso y
bienestar del yo se liga al movimiento de las cosas y las personas, del “no-yo”,
que “El interés, la preocupación,
significan que el yo y el mundo están comprometidos recíprocamente en una
situación que se desarrolla.”[4]
Simultáneamente identificarán que su mayor interés, la actividad que se distingue entre
todas las que realizan, que es perceptiblemente significativa para ellos, que
les importa más por las consecuencias que produce, que ese interés, que esa
actividad es su “vocación personal”. Y que esta se abraza con el servicio a los
otros, con la “vocación social”; porque la vocación, me ha re-enseñado J.
Dewey, consiste en una forma de actividad continua que dedica las capacidades
personales a la obtención de resultados, pero sobre todo, ante todo, dada
nuestra naturaleza social, que presta servicio a los demás.
Sonrío al pensar en ella, esto ya me lo
había enseñado mi mamá, quien en alguna ocasión, en una de nuestras tantas
conversaciones sobre “todo y nada”, en las que paradójicamente nos enseñamos y
aprendemos tanto, me dijo: “todo trabajo, toda profesión u oficio, al fin de
cuentas… es servicio”.
¿Podrá alguien demostrar lo contrario?
Por lo pronto, E. Coreth, lo confirma: partiendo del hecho de que el individuo
siempre está referido a la comunidad y sociedad, a su asociación con los
demás, de que solo en ella consigue su
plena realización humana, “Dentro de la comunidad está llamado a contribuir a
favor de los otros. Cada uno tiene que contribuir según sus posibilidades al
bienestar común.”[5]
Acción
dirigida, acción con sentido en la continuidad del
correlato:
|
|
Individuo, humano-singular, persona
|
Colectividad, humano-universal,
comunidad
|
-
Intersubjetividad monádica
-
Libertad personal
-
Intereses propios, individuales
-
Bienestar individual
-
Vocación personal
|
-
Intersubjetividad social
-
Voluntad social
-
Intereses compartidos, colectivos
-
Bienestar común
-
Vocación social
|
Cuando
el individuo dirige sus acciones hacia la satisfacción y solución de
necesidades y problemas personales.
Sentido
inmediato que de no trascender, en caso de no ir más allá, “aísla” a la acción;
perdiendo el individuo su posibilidad de humanización, alejándose de la
autorrealización.
|
Cuando
el individuo dirige sus acciones hacia la comunidad, en el servicio y ayuda
para las demás personas.
Sentido
transcendente, en que la vocación personal contribuye al bienestar común; en
que el individuo se humaniza, se autorrealiza, en la vivencia de sí mismo
como parte del todo y el todo como parte de él.
|
Conducta no ética
|
Conducta ética
|
En esto consiste la libertad auténtica
que tanto menciono, cuando lo que hacemos tiene sentido, cuando sabemos lo que
hacemos, entendemos y proponemos, Esta es la libertad auténtica: conocer lo que
hago y realizar el acto por su sentido. Donde mi libertad de querer y de actuar
coinciden -hago lo que hago porque quiero, porque lo elijo-. Lo contrario sería
actuar ciega, inconsciente e ininteligentemente, diría J. Dewey; hacer porque
me obligan, sin entender, sin comprender, “movido” por argumentos ajenos, sin
conocimiento de causa, cuando el actuar no es acción, sino reacción.
No obstante, tal libertad auténtica es
plena, se traduce en autorrealización solamente cuando mi voluntad se vincula a
la voluntad social, cuando mi vocación personal se dirige al servicio de los
demás, a la vocación social; me autorrealizo solo cuando mis actos volitivos,
mis acciones dirigidas, eligen y concretan la voluntad social, solo entonces mi
conducta es ética.
Llego
a ser lo que soy, ser humano, solo cuando reconozco que no hay un “yo” sin los
“otros”, que se trata de “nosotros”; soy humano solamente en la vivencia de que
persona y comunidad son una y la misma realidad.
Consecuentemente, la verdadera praxis educativa consiste en: enseñar y aprender con
palabras y actos, en el conocimiento y la experiencia, a vivenciar el proceso
que hace de la simple acción, una acción dirigida, con sentido; enseñar y
aprender a vivir y convivir libremente, en libertad auténtica, con fundamento
en la conciencia de qué se hace y para qué, en todo momento asumiendo
responsablemente las consecuencias; pero sobre todo, siempre, en y hacia la asociación armónica con
los demás, en y hacia la comunidad abierta, porque “mis intereses”, mi
existencia individual, solo es posible dentro de los intereses de la comunidad,
de la voluntad social, porque nos necesitamos, estamos juntos y convivimos todo
el tiempo.
De esta forma, los dos
pasos propuestos para que la libertad de cada uno se vincule a la voluntad
social, para lograr que sus acciones se dirijan a la integración de la
comunidad empática, para que decidamos y actuemos con ética, a saber, los
pasos: “capturar su interés haciendo de sus actividades, actividades dirigidas,
acciones con sentido” -enseñar a vivir-, y; “reconocer nuestra naturaleza
social, desarrollar una vivencia consciente sobre la necesidad que tenemos unos
de otros” -enseñar a convivir-, coinciden el sentido de la filosofía y de la
educación, que se desdobla en “concientizar para la libertad auténtica”
-enseñar a vivir- y “transformar la realidad en algo mejor, en armonía total,
comunidad empática, abierta” -enseñar a convivir-.
Ética,
Filosofía y Educación AUTÉNTICAS
|
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ÉTICA
|
FILOSOFÍA
|
EDUCACIÓN
|
Cómo lograr,
cómo persuadir para que los individuos
actúen éticamente:
|
Sentido de la
filosofía:
|
Autorrealización,
concretar la vocación ontológica: “llegar a ser lo que se es”, ser humano:
|
Primer
paso - capturar su interés haciendo de sus actividades, actividades
dirigidas, acciones con sentido.
|
Concientizar
para la libertad auténtica.
|
Aprender
a vivir.
|
Segundo
paso - reconocer nuestra naturaleza social, desarrollar una vivencia
consciente sobre la necesidad que tenemos unos de otros.
|
Transformar
la realidad en algo mejor, en armonía total, comunidad empática, abierta.
|
Aprender
a convivir.
|
Reitero, hoy realmente
sé que filosofía, educación y ética son lo mismo. Subrayo, en esto consiste la
verdadera praxis educativa, enseñar y aprender a vivir y convivir, que se
muestra simultáneamente como praxis pedagógica y ética.
Continúo jugando con estos hilos en mis
manos y en este juego-reflexión, preveo dos dificultades, encuentro dos nudos;
el primero, en definitiva, somos libres, cada quien elige y decide ser ético o
no, ¿por qué habrían de serlo, sobre todo cuando lo contrario parece reportar
“mayor ganancia”?, ¿por qué habrían de orientar su libertad hacia voluntad
social, hacia la comunidad abierta, cuando creen que “el que no transa, no
avanza”?
Lo sé, algunos eso creen, aunque se
equivocan. Confío en que preferirán ser
éticos, tengo la esperanza de que actuarán con ética, repito, no porque les
demos a conocer la virtud, no porque les expliquemos lo que deben hacer, sino
porque es parte de su naturaleza humana, porque esta se los reclama.
La virtud ética no es artificial, no es un
deber impuesto por el grupo en que vivimos, tampoco se deriva ni desprende de
ciertas potencias en el hombre; antes bien, la virtud ética es natural al
hombre porque responde a su necesidad de pertenecer al grupo, porque es parte de
su naturaleza sociable, de su natural y esencial sociabilidad; desde la cual el
ser humano “… no existe, sino que coexiste con los demás, esto es, con otras
personas… La persona está abierta a su medio físico, a la verdad de su
conocimiento, y además posee una apertura constitutiva y dialógica
(coexistencia) al tú y a los otros. Las relaciones con los demás son parte
sustancial de la vida humana.”[6]
Además, y en consecuencia de lo
anterior, el desarrollo, la vivencia de la virtud ética no constituye un
objetivo empírico-práctico, no es medio, es un fin en sí, un valor absoluto que
atiende a la naturaleza humana, que afecta al hombre en cuanto hombre, esto es,
que le lleva a la realización plena de su ser propiamente humana.
___________________________
Sobre la segunda dificultad trata la siguiente
publicación…
[1] Larroyo, Francisco. Los principios de la ética social. Ed. Porrúa. México, 1971. Pág. 222
[2] Coreth, Emerich. ¿Qué es el hombre?. Ed. Herder. España, 1991. Pág. 219
[3] Ibíd. Pág. 229
[4] Dewey, John. Democracia y educación. Ed. Morata. España, 2004. Pág. 113
[5] Coreth, Emerich. Op. Cit. Pág. 229
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