domingo, 12 de enero de 2025

Nuestra filosofía de vida

 

Casa de la Filosofía reconoce como uno de sus pilares fundamentales el sentido comunitario. Creemos, sentimos y vivimos cada día con la convicción de que nadie existe ni se forma de manera aislada; por el contrario, somos seres coexistentes e interdependientes. Todo lo que hacemos, o dejamos de hacer, como individuos y como grupo, siempre impacta y se realiza con y para otros.

Desde el inicio de nuestras actividades, hemos priorizado la creación de alianzas y la colaboración con personas y colectividades, en busca de un enriquecimiento mutuo y en favor del bienestar común.

Estamos abiertos a trabajar en conjunto con emprendimientos empresariales, instituciones gubernamentales, colectivos artísticos, asociaciones civiles, centros educativos y otras organizaciones que compartan nuestra visión de fomentar el desarrollo de una ciudadanía crítica, participativa y con sentido social.

Casa de la Filosofía apuesta por el desarrollo de ciudadanos capaces de construir reflexivamente su propio pensamiento mediante el diálogo de saberes. Promovemos la capacidad de analizar y cuestionar lo existente para participar activamente en la vida comunitaria, proponiendo cambios y mejoras. Sobre todo, impulsamos a las personas a actuar con congruencia, encarnando los valores de una ciudadanía humanista y democrática.


Karla Portela R. y Germán Leonardo Cárdenas V. 




 

 

 

sábado, 11 de enero de 2025

Colonización actual

Colonización actual



Sigo pensando que aún estamos colonizados, nuestros países -pienso en México y Colombia- aún viven bajo el dominio de otro(s), quizá ya no en forma francamente violenta, sino de manera sutil y encubierta por acuerdos de tipo comercial y político. La época colonial oficialmente terminó, ya no somos administrados, controlados y explotados por extranjeros, al menos no explícitamente. Sin embargo, seguimos colonizados porque nuestra manera de pensar, sentir y actuar continúa dominada por la mentalidad y criterios de vida impuestos por quienes, desde cierta perspectiva, podríamos llamar colonos. 

Si lo pienso en términos filosóficos, diría que aún rige en nuestro ser, estar y hacer en el mundo la razón instrumental, el razonamiento lógico y tecnológico que privilegia la utilidad -particularmente económica-, que considera a los objetos, a todo los seres como medios para alcanzar algún fin determinado en beneficio propio y particular. Estamos colonizados por una razón instrumental, con base en la cual objetivamos la naturaleza y cosificamos a los otros seres humanos para manipularlos a nuestro favor. Hoy día, las consecuencias de esta forma de vida son evidentes, se manifiestan como sobreexplotación, contaminación, destrucción de la naturaleza, y correlativamente como explotación y alienación de las personas. 

En una frase, la colonización que hoy padecemos tiene raíz en la razón instrumental y sus brotes invaden todos los órdenes de la vida humana, con un rasgo común: violencia. Entendida ésta, como la obstrucción e incluso anulación, del desarrollo íntegro de las fuerzas ínsitas a nuestra especie: entendimiento y voluntad, que florecen en dirección intelectual, corporal, afectiva y artística. 

Termino esta reflexión distinguiendo los siguientes términos: influencia, lo que hay en mí y que no es mío; condicionamiento, circunstancias o situaciones de las que depende mi existencia; determinación, causa(s) de mis decisiones y de mi conducta; dominación, poder que otro(s) ejerce(n) sobre mí; manipulación; cuando otro(s) interviene(n) y decide(n) por mí, conduce(n) y controla(n) mi voluntad. Todo lo cual sumado y entretejido, da lugar a enajenación, el entorpecimiento de mi razón y de mis sentidos, que conducen a la desposesión de sí, alienación

Karla Portela Ramírez
Enero, 2025







jueves, 2 de enero de 2025

Un viaje ancestral entre acentos y palabras


Un viaje ancestral entre acentos y palabras


Había una vez una mujer que decidió cambiar su vida por amor. Emprendió el viaje hacia un nuevo país, dejando atrás paisajes y calles familiares, decidida a seguir el latido de su corazón. Sin embargo, como sucede en toda migración, el cambio no trajo solo felicidad; también trajo aprendizajes y desvelos, encantos y desencantos. Aunque el país que la recibía compartía el español como idioma, la protagonista pronto descubrió que el lenguaje no era tan común como ella había supuesto. Las palabras, aunque en teoría eran las mismas, a menudo le abrían puertas hacia mundos de significado completamente distintos.

La mujer, maravillada por este fenómeno, intentaba explicarse: “Compartimos el español, sí, pero las palabras son como espejos rotos. Debo pedir un ‘tinto’ si quiero solo café y no café con leche, y, si necesito tirar algo, tengo que preguntar por la ‘caneca’ en vez del bote de basura”. Día tras día, se encontraba con pequeñas sorpresas lingüísticas que la hacían sentir como una extranjera en el mismo idioma. Si necesitaba una pluma, un bolígrafo, en la papelería debía pedir un “esfero” o un “lapicero”, dependiendo de la región en la que estuviera. Los nombres de las cosas cotidianas cambiaban y bailaban en su cabeza como piezas de un rompecabezas que había que armar nuevamente.

A medida que pasaba el tiempo, sus oídos se fueron acostumbrando a nuevas palabras y sus labios a nuevos sonidos. Ahora comprendía que “chicanear” era presumir, “camellar” significaba trabajar, y que “chimba” era algo bonito, aunque “chimbear” era molestar. La riqueza de esos modismos le enseñó que, más allá de la lengua, las palabras llevaban consigo tradiciones, costumbres y un modo único de ver el mundo. Se adaptó, no solo por necesidad, sino por el gusto de abrazar una cultura que se entrelazaba con la suya, que se sentía lejana y, a la vez, tan cercana.

No obstante, había algo que no cambiaría. Escuchó una vez un poema del escritor chino Liu Xunfu, titulado El acento. De ahí, este verso le tocó el corazón: “El acento es un carnet de identidad. Al abrir la boca, sabrán de dónde vienes…”. Cada vez que hablaba, su acento la delataba, como una pequeña marca en el viento que recordaba a los demás de dónde venía, quién era. Su tono mexicano, chilango, era la voz de sus ancestros, de sus abuelos, de su infancia. Era su manera de rendir homenaje a su tierra, de decir, sin palabras, que su identidad no era un disfraz, sino una herencia sonora que guardaba con orgullo.

Entonces, decidió no esconderlo. A pesar de que aprendió a pedir tinto y a buscar canecas, su acento seguía intacto. No intentaba imitar entonaciones ajenas ni dejaba que el tiempo suavizara su cadencia. Su acento era la música de su historia, un recuerdo vivo de su familia y su país. “Mi acento es un tesoro sonoro”, se decía a sí misma, y cada vez que alguien la miraba extrañado, ella sonreía. Sabía que en su voz vivían sus raíces, y con cada palabra, celebraba el viaje que había emprendido, el amor que la había traído hasta allí y la esencia que la acompañaría siempre, sin importar cuántos países atravesara o cuántos idiomas aprendiera.


Karla Portela Ramírez





viernes, 5 de enero de 2024

Vocaciones humanas (por qué estudio filosofía y quiero enseñar lo que aprendo)

 




 


Puesto que la realidad del hombre es radicalmente convivencial,

no hay creación humana sin la ulterior mostración de lo creado,

y esto no es sino amor y pedagogía.

Pedro Lain Entralgo

 

Las cualidades más excelsas del ser humano son: razón y libertad, entendimiento y voluntad. Aun cuando se trata de facultades inherentes a hombres y mujeres, para que estos lleguen a ser humanos deben desarrollar y educar dichas facultades. Es decir que, todos nacemos con entendimiento y voluntad; al nacer todos somos individuos pertenecientes a la especie humana. Será cuando desarrollemos y eduquemos nuestro entendimiento y nuestra voluntad que obtendremos la distinción de seres humanos. De manera que la educación nos guía el tránsito de individuo a ser humano.

 

En otras palabras, el ser humano no es ser humano sólo por naturaleza, también lo es por vocación. Así, la más radical y básica de las vocaciones del ser humano radica en la vocación de ser humano, en la inclinación por desarrollar y formar su entendimiento y su voluntad a través de la educación. 

 

A esta vocación primera y universal la llamo vocación ontológica. En tanto que, desde este punto de vista, la finalidad de la educación en general consiste en concretar la vocación ontológica de llegar a ser humano.

 

 

Ahora bien, esta vocación genérica es fundamento de la vocación personal. Entendiendo por vocación personal la inclinación por aplicar las propias facultades de entendimiento y de voluntad en determinada dirección o área. La vocación personal consiste en la decisión y en el acto de vivir como como matemático o bombero, como deportista o carpintero, como artista o profesor… La vocación personal se halla íntimamente ligada con la vocación profesional.

 

La vocación personal es la especificación, tipificación o personalización de la vocación ontológica. Y estando entretejida con la vocación profesional, su desarrollo marca la finalidad de la educación académica. Al respecto, cabe decir que el autoconocimiento constituye el cimiento más firme y fructífero de nuestra elección sobre la profesión u oficio a que dedicaremos nuestra vida. Esto significa que el conocimiento de sí en la identificación de intereses, capacidades, aptitudes y actitudes, incluyendo la indagación sobre la historia personal, confluye positivamente en la selección de la actividad profesional.

 

 

Con base en lo anterior, dentro de la vocación personal se ubica la vocación docente, la vocación de enseñanza. Inclinación natural para dedicarse a la actividad profesional de enseñar que entraña dos supuestos: saber, poseer conocimientos; y, gusto por entregar a otro lo que se sabe. Este segundo supuesto implica el establecimiento de una relación interpersonal entre educador y educando. Relación maestro-alumno cuya estructura es mayéutica, o sea que el maestro ayuda a su alumno en el alumbramiento de algo una verdad, un modo de ser, por ejemplo–, que de algún modo ya estaba contenido en la mente, en el alma del educando. Sin embargo, la enseñanza no es puramente mayéutica, porque cuando el maestro enseña, da algo al discípulo, quien difícilmente o nunca alumbraría frutos de verdad en ausencia de lo que su maestro le dio. Mente y alma del educando son fecundados por la palabra y el ejemplo del educador.

 

Si el carácter de la enseñanza fuese puramente mayéutico, sería válido afirmar que el preceptor es estéril, que no crea técnica ni intelectualmente. Como la enseñanza no se reduce a mayéutica puesto que sólo aquel que se está creando a sí mismo promueve con singular eficacia la formación de quienes conviven con él como pupilos, es evidente que el docente enseña y crea a la vez. De hecho, en el orden de la creación intelectual, lo creado cobra figura definitiva únicamente cuando su autor lo expresa, cuando lo enseña, comparte con otro. Aún más, el profesionista se perfecciona continuamente con el ejercicio de la enseñanza.

 

A su vez, es erróneo afirmar que el educador elige en cada caso a quién puede enseñar y a quién no. Cuando el educador vive una genuina vocación docente, no enseña exclusivamente a quienes él elige como alumnos, antes bien, acepta como discípulo a cualquiera que acuda a él. Probablemente cuando el oficio pedagógico es entendido en su sentido aristocrático, cuando el docente elige como discípulos a quienes juzga superdotados intelectual y moralmente, se alcance con frecuencia mayor altura intelectual. Aunque el modo de enseñanza social, cuando el educador acepta como alumnos a quienes le eligen para formarse, presenta siempre más alta perfección moral porque parte del reconocimiento de todo ser humano en su dignidad.

 

Por último, con relación a la vocación docente, su más alto fin consiste en que el discípulo se posea a sí mismo en la verdad, que logre un cierto grado de autoconocimiento que le permita ejercer saludablemente sus facultades de entendimiento y de voluntad, su razón y su libertad. ¿Cómo concretar dicho fin? Compartiendo el saber que se posee, enseñando los conocimientos que se tienen de forma orgánica, incorporándolos a las vivencias, a la viviente realidad del educando. Y, especialmente, enseñando ignorancias, enseñando al alumno a plantearse los problemas que su nivel intelectual e histórico le permitan. Vivir con autoconocimiento requiere por igual saber e ignorar, saber y reconocer que no se sabe todo, que para saber es necesario problematizar y preguntar.

 

 

Enlazada con nuestra vocación ontológica y con toda vocación personal, se halla la vocación social. A la naturaleza humana pertenece el convivir; además de racionales y libres, somos seres sociales, políticos. Toda vocación personal y dentro de ésta, toda vocación profesional, nos habla de las actividades que realizamos para vivir o como forma de vida, con un sentido de donación. Desarrollamos nuestro entendimiento y nuestra voluntad, los educamos y aplicamos en determinada dirección o área por, con y para otros. Consciente o inconscientemente nuestro ser, estar y hacer es siempre social. En todo momento y situación somos, estamos y hacemos por, con y para otros. Identifico esta com-presencia con el término de vocación social, que en el caso del docente se expresa como donación del propio saber, y que en el caso de los seres humanos en general alcanza su más loable estado cuando hace confluir a la vocación ontológica y a la vocación personal en contribución al bienestar de la comunidad.

 

Karla Portela Ramírez



viernes, 22 de septiembre de 2023

Trabajo y juego (como verbo y como sustantivo)

 

Trabajo y juego 

(como verbo y como sustantivo)

 


La Alacena
María Izquierdo, 1947



Esta reflexión comienza con la pregunta: ¿recreación y juego son sinónimos? En nuestro idioma prácticamente todos los verbos se pueden sustantivar y a todos los sustantivos corresponde un verbo. Comenzando por el sustantivo “recreación”, éste presenta dos acepciones; la primera, precisamente consiste en su verbalización y es definido como “acción y efecto de recrear”; la segunda de las acepciones es “diversión para alivio del trabajo”.

 

Igualmente, en el diccionario de la Real Academia Española, encontramos que “recrear” significa “crear o producir algo de nuevo”, en su primera acepción, mientras que, en la segunda, “divertir, alegrar o deleitar”. En cuanto al sustantivo “juego”, el mismo diccionario nos presenta quince acepciones, de las cuales sólo retomamos la primera: “acción y efecto de jugar por entretenimiento”; a la vez que “jugar” es definido como “hacer algo con alegría con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas capacidades.”

                                                        

Con base en lo anterior podemos afirmar que recreación y juego no son sinónimos. Sin embargo, se entretejen entre sí, se encuentran estrechamente relacionados dado que comparten al menos dos elementos en especial: diversión (alegría, deleite) y creación (producción, desarrollo).

 

Surgen ahora tres interrogantes más sobre la recreación y el juego: cómo, cuánto y dónde. ¿Cómo nos recreamos, qué hacemos para recrearnos? ¿Qué hace recreativa a una actividad? ¿Cuánto tiempo destinamos a la recreación y el juego? ¿Dónde nos recreamos, en qué lugares jugamos? Comenzamos por ésta última pregunta, usualmente consideramos que hay lugares propicios, específicos para jugar, y estos suelen ser ludotecas, parques con juegos infantiles o espacios con máquinas fabricadas expresamente para entretener, divertir.  

 

En cuanto al tiempo que ocupamos para recrearnos, para jugar, más que referirnos a cantidad de minutos u horas, pensamos en el llamado “tiempo libre” y la forma en que lo ocupamos, es decir, tiempo para hacer lo que se quiera, entretenerse con actividades intrascendentes, contingentes, y que, si no se da, no importa.

 

¿Qué hacemos para nuestra recreación? De facto cualquier actividad puede ser recreativa, basta con que se realice voluntariamente y que cause deleite, placer del ánimo y sensual. En otras palabras, una actividad es recreativa cuando es voluntaria y placentera.


A lo previamente descrito agregamos que la recreación es importante porque aporta al desarrollo integral de la persona en sus dimensiones física, mental-intelectual, espiritual y social, contribuyendo así al bienestar individual y colectivo. Desde esta perspectiva, en la sociedad actual se reconoce la importancia de la recreación y el juego como necesidad humana y derecho de la humanidad; inclusive tiene un sustento institucional mundial que radica en la Carta Internacional para la Educación del Ocio, inspirada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A la vez que constituye uno de los Derechos del Niño, de acuerdo con la Asamblea General de la ONU.  

 

Continúa nuestro ejercicio reflexivo y descubrimos las siguientes paradojas en torno a la recreación y el juego. Primera, se reconoce su importancia; no obstante, en la práctica la mayoría de las personas conciben a las actividades recreativas como formas de pasar el tiempo, cuando no las consideran como pérdida de tiempo. Los espacios lúdicos generalmente, por no decir que siempre, están regulados por otros: nos dicen cómo divertirnos, qué hacer para entretenernos, convirtiéndose así en espacios de control. Aún más, las actividades recreativas son absorbidas por la mercantilización, el juego se suma al consumo. Nos enseñan que recrearse consiste en ir al cine, entrar a un parque de diversiones, comer en restaurantes, comprar juguetes, pagar clases de algún deporte, entre otras activades que en el fondo más que recrearnos, causarnos placer y contribuir al desarrollo de nuestras facultades, representan gastos económicos. 

 

Aunado a lo anterior nos indican que hay lugares propios para la recreación, que no se juega en cualquier lugar ni en cualquier momento. No todas las actividades que llevamos a cabo han de causarnos alegría y deleite. La actividad recreativa, el juego se muestra entonces como una actividad aislada, exclusiva del tiempo libre y ciertos espacios. De esta forma, rompemos el tiempo y el espacio en dos dimensiones aparentemente lejanas entre sí e irreconciliables: tiempo de trabajo y tiempo de ocio; espacio laboral y espacio recreativo. Lo cual se traduce en dos clases de actividades: trabajo y juego. Por si fuera poco, nos inculcan que trabajar es para adultos y jugar, para infantes.

 

Nos educan contraponiendo a la actividad recreativa la actividad productiva. Al respecto quedó dicho que la actividad recreativa es voluntaria y placentera, genera deleite, es decir, placer del ánimo y sensual. Todo lo contrario que la actividad productiva, entendida como aquella que crea bienes y servicios para satisfacer necesidades materiales e inmateriales, que la mayor parte de las veces se realiza por obligación y sin placer, incluso con dolor del ánimo y corporal. Basta con recordar el significado etimológico de la palabra “trabajar”, del latín vulgar tripaliare ‘torturar’, derivado de tripalium ‘especie de instrumento de tortura’ (compuesto de tres maderos atados, uno verticalmente y dos cruzando al primero, a los cuales era atado el reo); y, la representación bíblica del trabajo como condena para Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios y fueron desterrados del Paraíso.

 

Ahora bien, situándonos en el ámbito educativo, observamos claramente que en el mundo contemporáneo se educa para trabajar, el objetivo es estudiar, formarse, ser formado para laborar. La educación entraña una intencionalidad productiva, laboral; y siendo ésta, irreconciliable con el juego, la recreación, el juego quedan vetados en la actividad educativa. Actividades recreativas, voluntarias, divertidas y placenteras como el arte y el deporte son secundarias, figuran como asignaturas de relleno en los mapas curriculares. Paulatinamente esto comienza a cambiar, cobran fuerza perspectivas desde las cuales trabajo y juego, actividad productiva y actividad recreativa coexisten y se complementan. 


Filosofías de vida en que trabajo y juego se entrelazan, en que el trabajo más que obligación es manifestación de reciprocidad y agradecimiento a la comunidad. Hablamos del trabajo como medio y fin; medio por el que se obtiene lo necesario para vivir dignamente y fin en sí por el que descubrimos nuestras aptitudes y habilidades, desarrollamos nuestras facultades y establecemos vínculos con la naturaleza y los otros seres humanos.  Hablamos del juego que no consiste en matar el tiempo, ni bromear evadiendo la responsabilidad de vivir. Nos referimos al juego que es hacer y transformar, vivir y convivir con alegría, disfrutar la vida con responsabilidad. Nuestra propuesta consiste en actividad productiva y actividad recreativa coincidan y se abracen, que la intencionalidad en el proceso educativo sea productiva y recreativa a la vez. Se trata de trabajar jugando y jugar trabajando, aquí radica la vida como fruición.  

 

Karla Portela Ramírez

 

 

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Café filosófico - Clausura del 2° Salón de Arte Santa Elena

 

Café filosófico 

Clausura del 2° Salón de Arte Santa Elena

 




Iniciamos marcando el contexto de nuestra reunión, de nuestro café filosófico: forma parte del 2° Salón de Arte, cuyo centro ha sido la exposición Nexos para otras realidades, que se plantea abordar con lenguaje artístico el tema de la ecología (del griego OekologieOikos que significa hogar). De acuerdo con el texto sala, cada obra tiene su estética singular y da cuenta de interrelaciones planetarias y orgánicas que establecemos en el mundo actual. No obstante, es posible señalar al menos tres vertientes manifiestas en la exposición en torno a nuestra relación con la naturaleza: el mundo natural como lugar de origen, vida, transformación y renacimiento; la naturaleza como objeto o ser de admiración y contemplación debido a su riqueza, biodiversidad y equilibrio; y, la representación de quiebres armónicos, la ruptura del ritmo natural, es decir, la crisis planetaria que hoy atravesamos y es cada vez más evidente. Ahora bien, sea cual sea la posición de quien observa y de quien construye la obra de arte, destaca la invitación a la meditación activa. “Nexos propone problematizar y ofrecer alternativas; es un llamado a la conciencia colectiva. Aquí el arte y la ecología se funden para honrar y conversar sobre nuestro hogar común.”

 

Enseguida, una vez contextualizado nuestro encuentro, planteamos como preguntas guía para nuestra conversación las siguientes interrogantes: ¿Creen que el arte, la presente exposición, funciona como dispositivo para cuestionar realidades, lo sienten crítico? ¿En la medida en que el arte incrementa, la ecología merma, el arte crece en detrimento de la ecología? Evidentemente como todo buen café, la conversación se prepara, surge en el momento. El diálogo es orgánico y recorre caminos propios. Así, las intervenciones de los participantes más que responder a dichas preguntas, expresaron ideas y sentires que se entretejieron poco a poco entre sí, regalándonos un rico entramado vivencial y reflexivo, que respetuosamente y con intención de lograr la mayor fidelidad, sintetizamos en las líneas a continuación.

 

El arte es creación, comunicación, sanación y política. Cuando hablamos del arte como creación, viene a nuestra mente el “mito teosófico”, esto es, la consideración de que el ser humano está iluminado por la divinidad e íntimamente unido a ella. De manera que, así como Dios tiene el poder de la creación, los seres humanos también crean, producen y transforman. La cuestión es que dicho hacer puede ser armónico o discordante; las creaciones humanas existen en armonía o en ruptura con la naturaleza, la creación divina.

 

A su vez, cuando reflexionamos sobre el arte como forma de comunicación, lo ubicamos dentro del grupo de la comunicación no verbal que emplea lenguaje simbólico, lo cual da lugar a la interpretación, al emerger de distintas lecturas e incluso contrarias entre sí. Paralelamente, el arte como comunicación expresa, exterioriza múltiples elementos, como son pensamientos, sentimientos, emociones, ideas, preocupaciones como la crisis ecológica actual… Por lo tanto, podríamos decir que el arte refleja el interior de su autor y su postura frente al mundo en que vive. Con ello, afirmamos que el arte además de expresar y reflejar, constituye una forma de narración, es vehículo de la memoria.

 

Retomando la afirmación de que el arte refleja el interior de su autor, podemos decir que el arte interioriza, hace que nos encontremos con nosotros mismos porque requiere concentración y consciencia. Además, al concluir la obra, contemplamos nuestra creación y nos miramos en ella. Todo esto conduce al autocuestionamiento, a la crítica del propio ser y hacer, a la indagación por la forma en que habitamos el mundo, y desemboca en una transformación a nivel personal y colectivo, es decir que, el arte sana y contiene la posibilidad de la transformación social. El arte es sanación.

 

Cuando el arte es transgresor, cuando quebranta formas de actuar, irrumpe y hace caer en cuenta, entonces el arte es política. Ahora, como todos somos sujetos políticos, todo arte debe incomodar, cuestionar, criticar. Asimismo, concebir la actividad artística como política conlleva responsabilidad del artista. Llegados a este punto, surgieron varias preguntas más: ¿El trabajo del artista tiene una responsabilidad? ¿Lo que hace el artista puede ser calificado de bueno o malo en un sentido moral-ético? ¿Su obra le define como persona?

 



Lo cierto es que el término responsabilidad, habla de una relación, un vínculo con lo otro, los otros. En principio, considerando el tema del Salón de Arte, a saber “arte y ecología”, la relación entre el ser humano y la naturaleza, donde la propuesta es que nos desprendamos de la concepción del ser humano como el centro de todo (teoría del antropocentrismo), porque implica desarraigo de las personas respecto al mundo natural, cuando en realidad somos parte de la naturaleza, somos en ella y con ella, los seres humanos estamos unidos a la naturaleza. Igualmente, hablar de responsabilidad abarca el vínculo entre personas, en el contexto en que hoy se sitúa nuestra reflexión, específicamente la relación entre el artista y el espectador, el público.

 

Sin espectador no hay obra. El artista crea con una intención y para un público. Al escuchar estas sentencias, surgió el disenso, las opiniones se dividieron y nuevas interrogantes surgieron. Por un lado, se dijo que el artista crea para sí, para salvarse a sí mismo. El artista es egoísta y el arte no es social. De manera que el artista no tiene responsabilidad alguna, al menos no con los otros. Por otro lado, se afirmó que, si el artista crea con una intención y para un público, es necesario cuestionar cuál es su intención y si el espectador percibe, capta esa intención. Con base en esto, ¿habría que juzgar si la obra es buena o es mala en función de que se comprenda su intención? Volviendo al tema de la responsabilidad, ¿cómo determinar si el artista cumple o no con su responsabilidad? ¿Cuál es su responsabilidad? ¿De qué es responsable el artista, si al final todo depende de la mirada, de la lectura del espectador?

 

El tiempo dispuesto para nuestra actividad estaba por terminar. Una vez más, cuando se dialoga con actitud filosófica, más que respuestas construimos preguntas. Para concluir, aún de manera provisional, todos coincidimos en que el artista sólo puede responder por sí, únicamente es responsable de sí. Entre las últimas intervenciones en este café filosófico, destacamos parafraseando las palabras de uno de los artistas participantes en la exposición: Este ejercicio colaborativo de creación, para participar en el Salón de Arte, me condujo a elaborar una lectura del territorio que vivo, cuestionarme en torno a mi trabajo artístico y sentir culpa porque mi creación genera contaminación. Es entonces que el arte se convierte en autocuestionamiento, lectura del propio quehacer, búsqueda de congruencia, un llamado a ser coherentes. 

 

Visto así, y retornando a una de las preguntas guía presentadas al inicio, ¿creen que el arte, la presente exposición, funciona como dispositivo para cuestionar realidades, lo sienten crítico? La respuesta sería sí. El arte detona la crítica y con ello posibilita la transformación de la realidad, comenzando por su autor, el artista y quizá se extienda al espectador.


 

 

 


Karla Portela Ramírez y Germán Leonardo Cárdenas Vargas

Casa de la Filosofía

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 17 de septiembre de 2023

Breve reflexión en torno a lo público, lo privado y la intimidad



 Breve reflexión en torno a lo público, lo privado y la intimidad(*)





El hombre es un animal racional, social y político, definición del ser humano atribuida a Aristóteles. Que sea racional significa que es mediante el lenguaje que expresa lo que piensa, lo que considera bueno o malo, justo o injusto, conveniente o perjudicial. En este punto se debe distinguir entre ratio – razón y logos – racionalidad lingüística. Que el hombre sea un animal social y político, Zoon Politikón, en palabras aristotélicas, refiere al hecho de que los hombres necesitan vivir en grupo, por lo que organizan su vida siempre en colectividad y logran desarrollarse plenamente sólo en sociedad.

 

La cuestión es que cuando Aristóteles dice “el hombre”, no emplea dicho término con un sentido global o abarcador, antes bien excluye a la mayoría de los seres humanos puesto que son “hombres” sólo los varones adultos que pertenecen al mundo panhelénico y gozan de libertad (recordemos que en Grecia Antigua existía la esclavitud). Sólo ellos son sujetos políticos, los demás, mujeres, niños, extranjeros y esclavos, padecen un déficit de logos y por tanto son infrapolíticos. No tienen vida política, pública ni privada, son parte de la vida privada de “el hombre” y su voz únicamente expresa placer o dolor. “El hombre” es soberano, pater familias que gobierna sobre sus súbditos, que decide sobre sus vidas y constituye lo que Aristóteles llama despótès – despotismo.

 

Se trata del despotismo, gobierno absoluto no limitado por las leyes, como soberanía arcaica, premoderna, que funge como supuesto ideológico del totalitarismo y que fue cuestionado por el movimiento de la Ilustración durante el Siglo XVIII. Ahora bien, la crítica al despotismo principalmente se basa en la distinción entre lo público y lo privado; problemática vigente y respecto a la cual sólo diremos por ahora que sin lo público grupal, colectivo– no existe lo privado –personal, individual–; y, si bien lo público antecede estructuralmente a lo privado, existe entre ambos copertenencia, interdependencia.

 

En cuanto a la crítica del despotismo como práctica política tanto a nivel familiar como estatal, Immanuel Kant propone someter a dicha soberanía arcaica al tribunal de la razón para determinar su legitimidad. Análisis filosófico, crítico y reflexivo, que arroja por resultado la afirmación de que sólo por pereza o cobardía se acepta el tutelaje, lo cual habla de inmadurez intelectual y emocional. Momento en que se descubre que la única condición para salir de la minoría de edad es tener coraje, y así adquirir la libertad necesaria para el uso público de la propia razón, constituirse en sujeto político que ejerce el logos la palabra argumentada– y se expresa para someter al escrutinio de otros el propio pensamiento.



Ubicados en nuestra época, parece que hoy todo debe ser expresado, exhibido en el espacio público que ya no es el ágora, sino el espacio virtual. Desde cierta perspectiva se ha desvanecido la frontera entre lo público y lo privado, hemos retrocedido, vuelto a la inmadurez intelectual y emocional de que hablaba Kant. Lo que actualmente consideramos como espacio público sería el espectro de la vida privada del soberano, del poder que rige en la actual sociedad de control. Desde lo público se sanciona la vida privada. No hay espacio público genuino, priva un neofascismo cuyo objetivo principal es sofocar lo discordante. Incluso podría afirmarse que la exhibición que hoy vivenciamos no es pública ni privada, sino aniquilación de la intimidad porque explicita y mercantiliza lo implícito y sobreentendido. Es entonces que nos preguntamos, ¿la historia se repite? ¿Decrecimos? ¿Afrontamos hoy, como antes, un tutelaje fundado en supuesta inferioridad? ¿Más que vivir ejerciendo el uso público y privado de la razón, sobrevivimos en el desuso del logos y bajo el yugo de la soberanía arcaica?


 



Karla Portela Ramírez


(*) Escrito a partir de la escucha de la conferencia: Apuesta por la incorrección política: sobre el desuso público (y privado) de la razón, impartida por el Dr. Alonso Gazga Flores durante el acto de clausura del Segundo Coloquio de Filosofía - Miradas al quehacer filosófico: El uso público de la razón, organizado por el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (IIH-UABJO) del 4 al 8 de septiembre de 2023.