Liar Liar y la cuestión filosófica de la verdad: una filmosofía
La película Liar Liar (1997), dirigida por Tom Shadyac y protagonizada por Jim Carrey en el papel de Fletcher Reede, ha sido habitualmente considerada una comedia ligera sobre un abogado incapaz de mentir durante veinticuatro horas debido al deseo de cumpleaños de su hijo. Sin embargo, detrás de su superficie humorística es posible identificar una rica problemática filosófica: la relación entre verdad, mentira, ética y autoconocimiento. El presente texto, siguiendo el espíritu de la “filmosofía”, propone una lectura conceptual del film para iluminar debates clásicos de la tradición filosófica.
1. De los sofistas al abogado: la mentira como estrategia de persuasión
En primer lugar, la película nos permite establecer un puente con la antigua acusación dirigida contra los sofistas griegos. En la Atenas clásica, los sofistas eran maestros de la retórica que enseñaban el arte de persuadir, frecuentemente sin atender al criterio de verdad. Su objetivo consistía en lograr que un argumento resultara convincente, incluso si ello implicaba tergiversar los hechos. De este modo, se les consideró “embaucadores” o “mentirosos” en un sentido filosófico: no porque necesariamente falsearan datos, sino porque su horizonte último no era el conocimiento verdadero, sino la eficacia persuasiva.
En contraste, para Sócrates, Platón y buena parte de la tradición filosófica, la tarea del pensamiento consiste en aproximarse a la verdad: un objetivo que requiere examinar los argumentos, depurar prejuicios y buscar razones válidas más allá de la conveniencia o la utilidad inmediata. Mientras el sofista persuade, el filósofo indaga; mientras el primero busca ganar, el segundo busca comprender.
En la escena del juicio, Liar Liar ofrece un matiz interesante: Fletcher, obligado a decir la verdad, descubre que puede “ganar” también siendo honesto. El film sugiere que la verdad no sólo es un imperativo moral, sino una herramienta eficaz cuando se la reconoce y utiliza con rigor.
2. Kant, Bentham y la justificación de la mentira
En otra escena significativa, el protagonista intenta justificarse: hay ciertas circunstancias —parece sugerir— en las que mentir no sólo es comprensible, sino quizá necesario. Esta idea abre un segundo eje de reflexión: el célebre debate entre Immanuel Kant y Jeremy Bentham sobre la legitimidad moral de la mentira.
Kant, filósofo ilustrado del siglo XVIII, defendió que mentir es siempre moralmente incorrecto, incluso cuando la mentira parece orientada a un bien. Para Kant, el deber de veracidad deriva del carácter racional del ser humano: mentir destruye la posibilidad misma de comunicación moral y convierte al otro en un medio y no en un fin.
Bentham, utilitarista inglés, sostuvo lo contrario: el valor moral de una acción depende de sus consecuencias. Si una mentira genera más bienestar que daño —por ejemplo, para proteger a una persona inocente—, entonces puede considerarse moralmente justificada. Desde esta perspectiva, la mentira no es intrínsecamente mala; lo relevante es el balance de efectos.
La tensión entre estas dos posiciones —el rigor deontológico kantiano y el pragmatismo utilitarista de Bentham— resuena de forma cómica pero significativa en la lucha interna de Fletcher por justificar sus engaños habituales.
3. La verdad como irreverencia: reír de uno mismo
Un rasgo llamativo del film es que presenta la verdad no sólo como obligación ética, sino como fuerza irreverente. En la escena en que Fletcher, forzado a decir exactamente lo que piensa, expresa sin filtros sus opiniones sobre cada uno de los directivos del bufete, la película revela que la verdad puede tener un efecto cómico y liberador: al desnudar pretensiones y máscaras, nos permite reír de nosotros mismos. Esa risa no es burla, sino reconocimiento; es el momento en que vemos nuestra propia imagen sin artificios.
4. Verdad y luz: un eco religioso
Este vínculo entre verdad y revelación conecta con un motivo profundamente arraigado en la tradición religiosa: la verdad como luz que disipa las tinieblas de la mentira. El film alude indirectamente a una frase bíblica célebre: “La verdad os hará libres”, sentencia que aparece en el Evangelio de Juan (Jn 8, 32). En este pasaje, Jesús explica que la verdad tiene una fuerza liberadora porque permite que el individuo se reconozca a sí mismo y rompa con aquello que lo oprime. La mentira, por el contrario, opera como oscuridad: confunde, oculta, distorsiona y encadena.
5. Opinión y verdad: una distinción necesaria
Finalmente, la película también invita a reflexionar sobre la diferencia entre opinión y verdad. La opinión (dóxa, en la tradición griega) es una creencia subjetiva, influida por experiencias personales, emociones o contextos culturales. Puede ser razonable, pero no necesariamente fundada en hechos o argumentos verificables. La verdad, en cambio, aspira a un valor universal: se sostiene en razones, evidencia o coherencia lógica que la hacen válida más allá de quien la enuncia. Confundir opinión y verdad conduce a errores frecuentes, especialmente en sociedades saturadas de información y discursos persuasivos.
En suma, Liar Liar demuestra que incluso una comedia puede funcionar como catalizador de preguntas filosóficas esenciales. Desde la retórica sofística hasta los debates éticos modernos, desde la irreverencia humorística de la sinceridad hasta la visión religiosa de la verdad como luz, la película nos recuerda que pensar la verdad es pensar nuestra propia condición humana.



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