El mundo se camina de manera colectiva
Entre otros más
aspectos de la cultura humana, la forma de hacer memoria queda absorta por la
hegemonización, relegada y manipulada por el sistema dominante. Suele
considerarse que la escritura basada en el alfabeto latino es la única manera
de registrar las experiencias, los hechos. Esta afirmación fue el punto de
partida para la actividad Filosofías originarias. Escribir en la piel: Otras
formas de hacer memoria, a cargo de Hubert Matiúwaà, perteneciente
a la Nación Mė´phàà, del Estado de Guerrero, en México. La cual forma
parte del programa 33° Festival Internacional de Poesía de Medellín y fue
llevada a cabo los días 12 y 13 julio de 2023 en la Sala del Concejo, del Museo
de Antioquia, en Medellín.
Tratándose de una Sala de Concejo, los asientos destinados al público se hallaban ordenados linealmente y frente a una mesa rectangular de la que dispondría el poeta mexicano para impartir su discurso. Sorpresivamente, tras ser presentado por el coordinador de la actividad, Matiúwaà pidió que acercáramos nuestras sillas y formáramos un círculo, como si estuviésemos sentados a la mesa para compartir alimentos. Ante las miradas curiosas e interrogantes de los participantes, explicó que su petición respondía al hecho de que la palabra es como una comida porque se pone en la mesa; alimenta a los participantes; e, implica confianza y responsabilidad de todos.
Acto seguido, a manera de introducción, el autor relató cómo surgió su interés por conocer la cultura en que nació: la Nación Mė´phàà, generalmente conocida como el pueblo indígena tlapaneco, se ubica mayoritariamente en el Estado de Guerrero, México –aunque también se encuentra en regiones de El Salvador, Nicaragua y Costa Rica–, en dos áreas geográficas: la Costa Chica y La Montaña. En esta última, nació Hubert, cuando era una zona en constante lucha y conflicto. Para darnos una idea de la situación, tomamos como referencia la figura de Lucio Cabañas, maestro rural mexicano, egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, líder estudiantil y jefe del grupo armado Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero, durante la década de 1970. Época en que aun cuando, ser indígena no implicaba ser guerrillero, estos solían ser asociados con la lucha armada, de manera que los pueblos indígenas eran racializados y marginados; asumirse tlapaneco causaba temor.
Fue a través de una lectura, en la revista Así somos… editada por el Departamento de Extensión Educativa, de la Secretaría de Educación Guerrero, que el autor descubrió que históricamente el grupo tlapaneca se ha caracterizado por su resistencia frente a la conquista, la marginación y el sometimiento en general. Así, sintió la inquietud por profundizar en su identidad como indígena, como tlapaneco. El paso a continuación fue rastrear la historia de su nación. “Los historiadores mencionan que la cultura mè’phàà se dividía en dos: los yopes, distinguidos por su resistencia en la defensa del territorio, y los tlapanecos, asentados en Tlapa- Tlachinollan […] los yopes fueron conocidos por sus rituales de desollamiento, esta actividad la hacían en algún centro ceremonial donde tuvieron asentamiento, probablemente en Tehuacalco —“la casa de los sacerdotes” o “casa del agua sagrada”. La palabra yope es náhuatl, no quiere decir que hablaran un idioma distinto al mè’phàà, sino que los yopes fueron una cultura que estaba asentada en diferentes cacicazgos en el territorio de Guerrero. Respecto a la palabra yope, el cronista Fray Bernardino de Sahagún apunta: La palabra yopeuhtli o cosa despegada, se deriva del verbo nahua yopehua que significa despegar algo, sinónimo de xipehua, que se traduce como desollar, quitar la piel. Yopitzingo es el nombre prehispánico del lugar que habitaban los yopes.”[i] Sintetizando, yope es prácticamente sinónimo de tlapaneco, y significa “los que arrancan la piel”.
Hasta aquí, los conocimientos adquiridos mediante lecturas autodirigidas, más que satisfacer la inquietud de Hubert Martínez Calleja –nombre castellano de nuestro ganador del premio de Literaturas indígenas de América en 2017–, la acentuaron. Ahora sentía necesidad por conocer el pensamiento, la filosofía de la comunidad a que pertenece. De este modo ingresó a la Licenciatura en Filosofía y Letras, de la Universidad Autónoma de Guerrero; espacio en que nuevamente tendría que enfrentar la discriminación, aunque a la vez se abrirían para él nuevos horizontes, una vez más a través de la lectura, ahora de autores dedicados a la filosofía de la liberación, como es Horacio Cerutti Guldberg; específicamente leyendo la obra Hacia una metodología de la historia de las ideas (filosóficas) en América Latina, del citado filósofo argentino naturalizado mexicano, Matiúwaà descubriría algo que ya de antemano intuía: se puede pensar de otra forma, desde otra arista; por lo tanto, el pensamiento de los pueblos originarios sí es pensamiento e incluso puede ser filosofía. Animado por este hallazgo, en compañía de otros estudiantes de Filosofía y Letras, se encaminó para viajar y presenciar el 14 Congreso Internacional de Filosofía, organizado por la Asociación Filosófica de México y realizado en los primeros días de noviembre de 2007, en la Ciudad de Mazatlán, Estado de Sinaloa, México. Sin duda, fue un gran congreso tanto por la cantidad de personas congregadas, casi 700 ponentes y más de 2 mil participantes, como por las conferencias magistrales ofrecidas, entre las que destacan las charlas de Jürgen Habermas, profesor emérito de la Universidad de Frankfurt y la de Gianni Vattimo, de la Universidad de Turín.
Sí,
definitivamente aquella fue una experiencia memorable, no sólo por la aventura
que representó trasladarse vía terrestre y pidiendo aventón desde Guerrero
hasta Sinaloa –estados que distan entre sí por 1,300 km aproximadamente–,
además de conocer, o al menos mirar personalmente a tan afamados rockstars de
la filosofía. Lo más importante para el poeta tlapaneco fue escuchar a un
hombre que planteaba objeciones en cada ponencia a que asistía, argumentando
que hay otras filosofías y no únicamente las provenientes del Viejo Continente.
Ese hombre era Karl Lenkersdorf (1926-2020), teólogo y filósofo alemán radicado
en el Estado de Chiapas, México, abocado al estudio del pensamiento tojolabal,
cuyo eje central es una concepción del “nosotros”, en que todos somos sujetos y
todo es responsabilidad de todos. Una vez más, había que profundizar, continuar indagando, investigando, había que leer,
ahora el acercamiento fue a la Teología y la Filosofía de la Liberación. Con
los elementos teóricos adquiridos, era hora de presentarse, hacerse presente. Así, Hubert Matiúwaà conoció a Juan Manuel
Contreras Colín, teólogo y filósofo, docente en la Universidad Autónoma de la
Ciudad de México, estudioso del sentipensar comunitario, presidente del
Programa Pueblos Originarios de Abya Yala, de la Fundación ICALA – Intercambio
Cultural Alemán Latinoamericano.
Actualmente, tras varios años de
estudio, escritura, práctica y vivencias, a la pregunta ¿cuál es la filosofía
de mi pueblo?, Hubert responde brevemente: es una filosofía comunitaria. En la
cosmovisión, en la filosofía de los tlapanecos el mundo se camina de manera
colectiva; la experiencia del mundo se narra a través de distintos discursos,
de muchos tiempos y de muchos personajes; por lo tanto, no hay verdad absoluta,
no hay “una verdad”. La vida tiene que ver con las diferencias del mundo.
Consecuentemente, la transmisión de conocimientos, de la experiencia del mundo,
se da por medio de la oralidad y múltiples formas de escritura; una de ellas es
la poesía. En la filosofía de vida de la Nación Mė´phàà, piel es la palabra
clave, entendida como aquello que protege, que es sensible y expresivo, que se
une y entreteje para crear; la piel es el origen de todo. Poeta es aquel que
hace piel de palabras, que hace acontecer la vida mediante palabras. El poeta
amarra y desamarra palabras, pensamientos. La escritura está en todas partes y
debe ser interpretada, hay que desentrañar los pensamientos que contiene la
escritura.
Hoy día, en asunción de su origen
indígena, orgulloso de pertenecer a la cultura Mė´phàà, Hubert Matiúwaà
[Martínez Calleja] continúa investigando sobre literatura, filosofía e historia
de las ideas de los pueblos originarios de Abya Yala; a la par escribe poesía y
lleva a cabo actividades de divulgación de las filosofías originarias. Esto
último, le parece que en cierto sentido constituye un trabajar con la muerte, debido
a que en las condiciones actuales casi con seguridad desaparecerán dichas
culturas y sus filosofías. Afirmación con que discrepa quien suscribe, porque
aun cuando desaparezcan la lengua, la vestimenta, la gastronomía, los juegos,
sus actividades ceremoniales, expresiones artísticas e intelectuales, e incluso
las cosmovisiones indígenas, si nos concentramos y conservamos el corazón de
todas estas filosofías: la comunalidad, el modo de ser, estar y hacer
comunitario, de una u otra forma, en una u otra medida la vida de estas
culturas, su filosofía de vida prevalecerá. De hecho, desde esta perspectiva,
si aprendemos y aprehendemos de nuestros pueblos originarios el trabajo
colectivo como forma de vida, como eje configurador de nuestras sociedades,
quizá transcendamos la crisis actual que afrontamos como humanidad.
En síntesis, existen y coexisten
diversas formas de hacer memoria, distintas formas de registrar las
experiencias, los hechos. El reconocimiento de ello no es sólo teórico, de
palabra, antes bien es algo vivencial. Se percibe en el hecho de que el viaje
en búsqueda y comprensión de la propia identidad, emprendido por el autor,
comenzó y se desarrolló hablando y escuchando, leyendo y escribiendo, en y con
el alfabeto latino. Las estaciones de este viaje, resaltadas aquí con cursivas,
negrillas y mayor tamaño de letra, muestran que no se comete el error de
callar, menospreciar lo otro, lo distinto a mí, a nosotros: se reconoce el
valor de la escritura en su forma “occidental” y se complementa, en enriquece
con otras formas. Es curioso que, leyendo a autores de origen europeo, me
refiero específicamente a Cerutti y Lenkersdorf, es que el poeta mexicano de
origen indígena (re)conoció lo propio, tomó consciencia y profundizó en el
valor de su cultura ancestral. Visto así, podemos decir que se conoce lo propio
a través de lo ajeno. En este caso, se conoce lo que corresponde a los pueblos
originarios a través de investigadores que no pertenecen a ellos e incluso que
son de otros países, otras naciones, otros continentes. Se comprende la propia lengua,
la propia filosofía de vida a través de la lengua ajena, la filosofía de vida
que es de otros. Surgen entonces las preguntas, ¿realmente hay algo ajeno?,
¿todo me es propio, todo es parte de mí, parte de nosotros?
15 de julio, 2023
Medellín, Antioquia, Colombia
[i] Los
Yopes, Mbo Xtá Rída. Gente de piel entrecruzada II, por Hubert Matiúwàa.
Recuperado el 14 de julio de 2023 de: https://ojarasca.jornada.com.mx/2018/11/10/los-yopes-mbo-xta-rida-6491.html
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