¿Por qué tengo que arreglar los desastres de otros?
Café filosófico
#40
Una de las diferencias entre el café filosófico y la charla con amigos consiste en que rebasamos la expresión de la opinión personal, nos esforzamos por fundamentar nuestras proposiciones con argumentos claros y precisos, al tiempo que además de ser críticos con la exposición de los otros, somos autocríticos, cuestionamos y analizamos nuestras ideas, reconocemos que no sabemos todo y estamos abiertos a aprender compartiendo.
En nuestra
vivencia, durante el año que hemos compartido en la Biblioteca del Centro
Cultural de Cajicá, observamos un desenvolvimiento óptimo de nuestro proyecto
como Casa de la Filosofía, aunque no explícita y sistemáticamente,
puesto que en estas conversaciones participamos personas y no máquinas, sí de
forma orgánica y espontánea, natural, nuestro ejercicio filosófico cada vez es
más claro y distinto, ordenado y profundo. En gran medida esto es resultado de
tres ingredientes: la participación regular, constante de la mayoría de los
integrantes; el destacado trabajo de animación, moderación que realiza
Leonardo; y, especialmente el fortalecimiento continuo de nuestro espíritu
filosófico, curioso e inconforme, anhelante de comprensión y transformación de
la realidad.
De manera que
en nuestros encuentros cada vez se identifican con mayor facilidad cinco
momentos o etapas que a continuación describimos, tomando como ejemplo nuestro
café filosófico #40, cuya pregunta guía y detonante fue: ¿Por qué tengo que
arreglar los desastres de otros?
Analizar la
pregunta
- Comenzamos
por el término “tengo”; distinguimos entre “tener” y “deber”.
“Tengo” refiere
la imposición de alguien más y el establecimiento de una jerarquía: quien dice
qué tengo que hacer y yo que tengo que obedecer.
“Debo” refiere
lo que podríamos llamar una imposición propia y conlleva implicación, además de
responsabilidad.
- En cuanto a
la palabra “arreglar”, nos parece que supone un mal, la presencia o existencia
de algo que esta mal.
* Con respecto
a lo anterior, llama la atención que nos enfocamos en los verbos, en las
acciones.
Respuestas
- Si me afecta
directamente, sí tengo que arreglarlo, incluso me nace el deber de arreglarlo.
- Si no me
afecta directamente, ¿no actúo, no participo? Idealmente también actuaría
porque soy un ser social, soy comunidad. Por ejemplo: ante el problema de
los animales callejeros, que incluso pueden convertirse en ferales, una
posibilidad de arreglar o contribuir a la solución de este desastre generado
por otros y que no me afecta directamente, es el voluntariado.
* Evidentemente
se dijo mucho más. Para fortuna nuestra casi todos los asistentes en algún
momento toman la palabra y muchos de ellos intervienen más de dos o tres veces.
Lo que presentamos aquí son las intervenciones que nos parece sintetizan el
pensar y el sentir del grupo.
En torno al
análisis de la pregunta inicial:
- Cuando
hablamos de “arreglar” y suponemos que algo está mal, toca preguntarnos ¿por
qué está mal?, e incluso, ¿qué es el mal?
- ¿Qué es un
desastre? ¿Según quién algo es un desastre? ¿Segú yo?, ¿y entonces hablamos
desde la subjetividad? O, ¿según el grupo, la sociedad, la comunidad a que
pertenezco?, ¿tratándose entonces de un desastre objetivo?
- ¿Quiénes son
“los otros”? ¿Otros individuos humanos menores o mayores de edad? ¿Otros seres
vivos?
Sobre las
posibles respuestas:
- ¿En qué
consiste ser social? ¿Qué es la comunidad?
- ¿Qué es lo
político?
* Sí, somos
filósofos, bien dicen que de filósofos todos tenemos un poco. En consecuencia,
por cada reflexión surgen más preguntas.
A manera de
conclusión, al menos provisional
Somos seres
sociales, vivimos en interdependencia con las otras personas y con la
naturaleza en general. Contribuir al arreglo de los desastres,
independientemente de quién los produjo, es parte de nuestro ser social y
político. Cada uno de nosotros, como individuos, podemos implicarnos desde el
contexto en que nos encontramos, en que vivimos: Miro qué puedo hacer, cómo
puedo ayudar; observo mi contexto, mis circunstancias y mis posibilidades,
decido y actúo.
Si no me
implico, soy un idiota. No implicarse es no ser libre; no implicarse significa
ser esclavo porque conlleva sujetarse a los otros. El idiota no hace nada con
lo que están haciendo de él.
Recomendaciones
filosóficas
- Con relación
al estar implicados, fue asociado con la idea de “estar arrojados en el mundo”,
de Martin Heidegger, y su concepción del ser humano.
Para saber más: https://filco.es/heidegger-ser-humano/
- Sobre nuestro
ser social y político, es imprescindible la lectura del libro “Política”, de
Aristóteles.
Para consultar:
- En cuanto a
la figura de “el idiota”, como aquel que se distancia y no se implica, nos
ubicamos en la noción de la polis griega, la Grecia clásica.
Véase: https://www.lamarea.com/2019/11/09/la-democracia-de-los-idiotas-idiotes-lo-comun-y-lo-propio/
- Al abordar la
idea de “el idiota”, el que no se implica y guarda distancia, tocamos lo que
podría ser llamado la fragmentación de la sociedad como consecuencia de la
especialización en la producción, vinculado con el modo de producción
capitalista analizado en la mirada de Karl Marx.
Para
profundizar:
http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/formacion-virtual/20100720062844/boron.pdf
Por último queremos subrayar que las ideas contenidas provienen en su totalidad de la voz
de nuestros integrantes, de quienes participan y dan vida a nuestro café
filosófico cada lunes a las seis y media de la tarde. Nuestra contribución
consiste en convocar, animar y moderar; algunas veces, como ésta, también en
ordenar y plasmar por escrito las ideas y los sentires compartidos. Ciertamente
somos grupo, somos comunidad.
Karla Portela R.
y Germán Leonardo Cárdenas V.
Casa de la
Filosofía
Cajicá, Colombia
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