Filosofía en Cajicá
VIII Encuentro de Historia y Filosofía
¿Cómo se construye la historia colectiva a través de
las narrativas individuales?
20 y 21 de octubre de 2022
Objetivo:
Reflexionar sobre las versiones individuales y cómo se relacionan con la
historia de las sociedades
Ejes temáticos:
* Tradición oral
* Historia de Cajicá
* La voz de los migrantes en la historia
* La historia según las minorías
* Historia del arte
En
el desarrollo del encuentro se presentaron tres ideas constantes: Narrativa –
Memoria – Historia. La narrativa de que se guarda memoria constituye la
historia. ¿Y la Filosofía? La filosofía cuestiona y analiza qué historia se transmite, cómo y para qué, así como quién
la transmite y a quiénes.
Pero,
¿qué es la historia? Una exposición o descripción de lo hecho, de lo vivido
personal y grupalmente, lo cual al formar parte de nuestra memoria se suma a
nuestra identidad. De manera que en gran medida soy lo que hago, soy lo que he hecho y más aún, lo que planeo hacer,
agregamos desde una mirada filosófica, porque la filosofía analiza y critica la
historia, lo hecho; reflexiona sobre lo que hacemos; y, propone lo que ahora se
puede hacer. La filosofía observa agudamente en retrospectiva, hacia el pasado,
y en prospectiva, hacia el futuro; examina lo que fue para comprender lo que es
y explorar lo que será.
Ahora
bien, la Historia además de ser experiencia del pasado, narración y memoria,
presenta características de saber científico: plantea preguntas y problemas;
aplica una metodología; se desarrolla en la interdisciplinariedad; se muestra
como saber interpretativo y variable… Y por supuesto, cumple funciones
importantes en nuestra vida, sirve para entender problemas del presente –en el
esquema de relación causa-efecto–; permite aprender de los errores y aciertos;
y, especialmente, teje relaciones y
vínculos entre semejantes.
Debido
a lo anterior es fundamental la enseñanza de la historia. Con relación a esto
se propone transitar de la didáctica tradicional que es memorística; basada en
hechos político-militares; antropocéntrica; eurocéntrica; patriótica y heroica,
hacia una didáctica que fomenta las
habilidades del científico social, es decir, que desarrolla las habilidades
de lectura, escritura e investigación; que se basa en problemas; y, que
ejercita el pensamiento crítico e histórico.
Sin
duda, la experiencia fue enriquecedora para todos; evidentemente unas ponencias
brillaron más que otras, no obstante en todos los casos se observó disposición
y entrega, interés y deseo por compartir. A lo largo de esos dos días,
escuchando las narrativas de los alumnos, sus reflexiones y mirando la forma en
que eran recibidas por los asistentes, inevitablemente surgieron pensamientos y
emociones propios; cuando se escucha
atentamente la narrativa del otro, nace en el propio interior una narrativa más.
Comparto
aquí algo de lo que sucedió en mí al escuchar: vivimos en Colombia un periodo
de transición, parece que nos movemos de un estado de guerra hacia la paz;
movimiento que veo simbolizado en la reciente entrega del “Informe Final de la
Comisión de la Verdad”. Transitamos a la vez de un gobierno de derecha hacia un
gobierno de izquierda, considerando el resultado de las pasadas elecciones
presidenciales. Atravesamos también un momento histórico en que los migrantes
de origen venezolano comienzan a ser reconocidos como ciudadanos, cuando se les
otorga acceso a servicios de salud, seguridad social y pensión –beneficios que
corresponden a los derechos que posee una persona, natural o jurídica, en Colombia–. En el caso de múltiples
municipios, particularmente los que rodean a la capital nacional, se transita
de un ambiente rural hacia un medio urbano.
Abreviando, quienes habitamos Colombia vivimos un
periodo de transición que se abre en cinco líneas: de la guerra hacia la paz;
de la derecha hacia la izquierda; de migrantes a ciudadanos; y, de lo rural a
lo urbano. Se trata de escisiones o distinciones que en la perspectiva de quien
aquí escribe deben ser concebidas y vivenciadas no como rivales excluyentes
entre sí, sino como elementos complementarios. Es necesario pensar y sentir, vivir la complementariedad.
Respecto con la guerra padecida se insiste en la
memoria como uno de los medios para alcanzar la paz anhelada, ante lo cual
corresponde preguntar para qué recordar,
más aun cuando los recuerdos son violentos, contienen humillación, injusticia e
imposición, sangre y dolor. Retrotraer y resaltar continuamente esa
violencia, ¿la normaliza? Más que impactar y concientizar, narrar
reiteradamente los hechos violentos, ¿adormece o incluso despierta el morbo?
Por otra parte, aunque en correlación, me pregunto
cuándo un migrante se convierte realmente en ciudadano, y si alguna vez se deja
de ser migrante. Soy migrante y aún no sé decir con exactitud qué significa
esto, por ahora sólo acierto a decir que es muy diferente a turistear. El
turista permanece poco tiempo, pasea y se asoma a algunos periodos de la
historia del país que vista, conoce un poco de su cultura; el tránsito del
turista es veloz, fugaz, momentáneo, episódico, su vivencia se reduce a la
admiración y al disfrute. El migrante, en cambio, permanece indefinidamente,
recorre el nuevo territorio, se sumerge y se empapa de una cultura que antes le
era ajena, en gran medida se la apropia, profundiza y descubre lo que sustenta
a la historia, es decir, realmente conoce la filosofía de vida que entraña
dicha cultura. Expresado con una analogía un tanto simple, el turista
esnorquelea y el migrante bucea, incluso en apnea.
En esta ocasión, como usualmente sucede en donde está presente la filosofía, nos retiramos del recinto con más preguntas de las que traíamos al llegar. Entre todas las ideas que revolotean en mi mente, brilla especialmente la convicción de que siempre es valioso sentarse y guardar silencio para escuchar al otro.
Karla Portela Ramírez
Casa de la Filosofía
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