¿En qué consiste la libertad?
Al hombre corresponden dos rasgos
esenciales, que en voz de distintos autores han recibido diversos nombres, pero
que en síntesis son: entendimiento y voluntad.
Generalmente, en la búsqueda de una
definición sobre la esencia humana se menciona principalmente su capacidad
racional. De hecho es esta la respuesta que casi siempre recibí al preguntar a
mis alumnos qué es el hombre, respondían: es el único animal racional.
Indudablemente el hombre es un ser que
piensa, que conoce, sin embargo, si pretendiéramos ver en este rasgo esencial,
como escribe E. Coreth, lo más específico y la totalidad del ser humano,
caeríamos en un racionalismo o intelectualismo unilateral que limita nuestra
autocomprensión, que pierde vista nuestra autoexperiencia humana total. El
conocimiento, nuestra capacidad racional constituye solo una parte de lo que
somos, ciertamente esencial y básica, pero parcial, de la autorrealización
humana completa.
“Más aún: el conocimiento no es, por su
propia esencia, una realidad última que descanse en sí y se dé sentido a sí
misma. En el conjunto del ser humano tiene más bien una función esencialmente
mediadora y está ordenada a algo distinto: el querer y la acción.”[1]
Entendimiento y voluntad, conocer y
querer, constituyen entonces las dos herramientas, armas o instrumentos de que
el hombre dispone para autoconfigurarse, autodeterminarse, dada su condición de
inacabamiento, dada su perfectibilidad.
Porque el hombre no es, sino que se
está haciendo, vive en un proceso de cambio, evolución y desarrollo, a través
del cual su propio ser se revela, realiza y completa cada vez más hasta lograr
su autorrealización, hasta llegar a ser el que es: ser humano. Asimismo, este
proceso inicia con el surgimiento de la conciencia, a partir de la cual
generamos conocimiento y comprensión, es decir, asumimos actitudes básicas y
una cierta actitud general frente al mundo. En este punto advertimos que solo
una parte de los hombres llega a adoptar una actitud crítica, que solo algunos
de ellos tornan su conciencia en reflexiva, fenómeno al que llamamos
concientización de la realidad. Igualmente afirmamos que en ella distinguimos
el correlato ser / no ser, así como nuestra capacidad para transformar la
realidad; momento en que se plantea una serie de posibilidades o alternativas
en la consecución de tal objetivo.
Expresado de otro modo, la vida no es,
la vida se vive, se hace día a día, la construimos con las decisiones sencillas
o complejas, de corto o largo alcance, de pequeño o gran impacto, que tomamos a
cada instante, en todo momento. El hombre es el único ser que puede y
debe decidir su vida, su existencia; es el único ser que construye su presencia
en el mundo, que se autoconfigura y autodetermina para intervenir libremente en
el mundo. Y no podemos escapar de esto. Pero, ¿cómo lograrlo?, ¿cómo
ejercer la libre disposición, decisión y determinación de nosotros mismos?,
¿cómo llevar a cabo mi autoconfiguración?
Por el entendimiento conozco y por la
voluntad quiero, me inclino hacia una u otra alternativa. Ahora bien, el fin
último radica en mi autorrealización, en mi ser humano; no se trata de hacer lo
quiero y ya, la cuestión no es elegir una alternativa solo por elegir, debo
optar por aquello que conduzca al pleno desarrollo de mi ser, es decir, a la
eclosión de todas mis fuerzas esenciales -intelectuales, corporales, afectivas
y artísticas-, simultáneamente, en consideración de que mis decisiones se dan
frente a lo otro, esto es, que todo lo que yo decida para mí de una u otra
manera afecta, se refleja en las otras personas y en el mundo, debo optar
también por la alternativa que favorezca la armonía conmigo, con las otras
personas y todo lo que me rodea, debo elegir mi humanización.
A su vez, lograr esto requiere de dos
elementos, conocimiento y libertad. Donde “El conocimiento nos muestra las
posibilidades de decidirnos y desarrollarnos de acuerdo con nuestro propio ser
o de renegar de esa empresa. El conocimiento nos brinda la orientación en medio
de nuestro mundo y el conjunto del ser. Nos señala valores y desvalores, las
posibilidades auténticas e inadecuadas, verdaderas y falsas de nuestro ser
personal.”[2] En
tanto que la libertad mueve a la voluntad, al querer, para que decida, para que
elija una de las posibilidades.
Esencia del hombre
|
Entendimiento
|
Conocimiento
|
Presenta las posibilidades
|
Acción que conduce a la autodeterminación
|
Voluntad
|
Libertad
|
Decide, elige
|
En relación con esto surgen distintas
cuestiones, como el debate sobre qué es superior, si el entendimiento o la
voluntad, en el sentido de que en cuál de estas dos esferas se cumple, alcanza
su plena realidad y valoración, la autorrealización humana. Al respecto,
explica E. Coreth, el acto de conocer como tal carece de valor propiamente
ético-humano, “Incluso el más alto conocimiento metafísico, ético y religioso,
mientras sigue siendo un mero conocimiento teórico, carece por completo de
valor, es indiferente, si no le sigue la libre afirmación y toma de
posición.” [3]
De manera que, reforzando lo escrito
párrafos arriba, constituye un error afirmar al entendimiento como el rasgo
esencial más específico y la totalidad del ser humano. Ambas realidades,
conocer y querer, ontológicamente forman parte por igual esencial y original de
la existencia espiritual-personal del hombre; una y otra están en el mismo
plano del ser espiritual-personal, son dos funciones correlativas y
complementarias del mismo hombre, que esencialmente se relacionan y coordinan
una con otra, pero que solo en su unidad constituyen la totalidad de la
autorrealización humana, de acuerdo con el citado autor.
Hasta aquí entonces, libertad
es lo que mueve a la voluntad en el acto de decisión, en la elección entre
posibilidades o alternativas.
Queda ahora responder a la pregunta:
¿libertad en qué sentido, respecto a qué o de qué?
Con base en la afirmación de que el
sentido de la filosofía es concientizar para vivir con libertad auténtica, la
cual aunada al conocimiento constituyen la acción que conduce a la
autodeterminación, traduciéndose esta en función de la alternativa elegida, en
autorrealización. Con base en esto, hablo de libertad en el sentido de
que al elegir, al decidir qué hacer y qué no hacer, no estamos sujetos a
límites ni fronteras, externas ni internas, nos hemos despojado de
todo lo que impide ser uno mismo.
Me apoyo en este momento en la
filosofía de Tomás de Aquino, quien distingue dos formas o dimensiones de la
libertad: libertas a coactione (libertad de toda violencia
exterior) y libertas a necessitate (libertad frente a la
necesidad interna). “La primera estriba en verse libre de la tiranía de los que
nos oprimen políticamente por la fuerza; la segunda consiste en resguardarse
contra la tiranía de las necesidades…”[4] Es
decir que el hombre libre, en ejercicio de su libertad auténtica, elige entre
posibilidades o alternativas, decide qué hacer y qué no, sin presión o
influencia de otros hombres, esto es, sin límite o frontera externa, a la vez
que con independencia de sus necesidades, sin presión ni influencia de su
interior, entendido en este caso como los impulsos y deseos.
Libertad,
decidir
sin
presión ni influencia:
|
Externa
|
Opiniones, pensamientos… discursos ajenos, de
otras personas
|
Interna
|
Impulsos y deseos que viven en el propio interior
|
Ahora bien, en la vivencia de la
libertad auténtica, la libertad externa o exógena corresponde al entendimiento,
es decir, a través del conocimiento, comprensión y concientización, en la
asunción de una actitud crítica y reflexiva frente a lo que los otros piensan,
dicen y hacen, o sea, frente al discurso ajeno; y la libertad interna o
endógena corresponde a la voluntad que desarrolla virtudes morales para
enfrentar, para modular y controlar los impulsos y deseos.
Vivencia
de la
libertad
auténtica
|
Libertad externa o exógena
|
Entendimiento
|
Actitud crítica y reflexiva
|
Libertad interna o endógena
|
Voluntad
|
Virtudes morales
|
En consecuencia, desde esta perspectiva
libertad significa actuar sin coerción alguna, siempre por decisión propia. Lo
que permite distinguir en el hombre tres estados o situaciones: “ser sujeto”,
cuando está alineado, enajenado, manipulado por un discurso ajeno, externo;
“ser individuo”, momento en que no padece tal sujeción, tal alienación, aunque
tampoco ejerce su libertad auténtica, es decir, que en su condición de
libertad, no es consciente de ella y por lo tanto no la vive con autenticidad,
y; “ser persona”, cima de la autodeterminación en que consciente de su
libertad, la ejerce auténticamente porque actúa con motivación interna,
siguiendo el propio discurso, escuchando y atendiendo a los propios
pensamientos y sentires.
Tres
estados o situaciones del hombre
|
Sujeto
|
Individuo
|
Persona
|
Alienado
|
“Neutro”
|
Libre
|
Por otra parte, siguiendo a E. Coreth,
la libertad de elección se expone a menudo por un lado, como una libertad de
especificación (libertas specificationis), como la facultad de actuar de
esta o de la otra forma, de elegir esta o aquella posibilidad y de determinar
por sí mismo el acto, y; por otro, también se denomina libertad de ejecución (libertas
excercitii), o sea, la facultad de poner o no poner un acto determinado. Lo
cual no significa que existan diversas maneras de actuación de la libertad,
sino únicamente diversas formas de explicar el mismo proceso libre. Donde “Lo
propio, sin embargo, de toda libertad de elección en cuanto libertad de
especificación o de ejecución, es el orientarse hacia cualquier posibilidad
concreta, decidir entre todas ellas.”[5]
Bien, menciono esto último con la
intención de recalcar tres ideas en torno a la libertad: la primera, es cierto
que la libertad consiste en la decisión, en la especificación, elección de una
u otra opción sin presencia de coerción alguna, sea externa o interna, e
igualmente cierto es que implica su ejecución, es decir, concretar la opción
elegida, con base en esta realizar un acto determinado; dicho brevemente, la
libertad implica decisión y acción; segunda, dicha acción se traduce en la
autodeterminación, constituye lo que he llamado ejercicio de la libertad
auténtica, situando así al hombre en su condición o situación de persona, y;
tercera, la autodeterminación, el ejercicio de la libertad auténtica conduce a
la autorrealización, -escribí antes que la autodeterminación se traduce en
autorrealización en función de la alternativa, de la posibilidad elegida-, solo
en tanto que implica desarrollo íntegro y armonía.
Visto así, la única decisión
verdaderamente libre, la única decisión en rigor auténtica, es aquella que
desde el entendimiento surge en actitud crítica y reflexiva frente al mundo y
con la guía de la voluntad se fundamenta en la virtud moral, porque esto abarca
el desarrollo íntegro del hombre y solo ello otorga armonía total en la vida.
La verdadera vivencia de la libertad auténtica responde a la ética universal.
Consecuentemente el ejercicio de la libertad auténtica implica siempre
autorrealización, esto es, humanización.
Concluyo con la siguiente afirmación en
tres partes, la libertad humana es:
* Inevitable
Constantemente nos experimentamos como
enfrentados a nuevas decisiones que reclaman nuestro juicio y ante las cuales
tenemos que tomar posición por esta o aquella posibilidad de actuación, por
este o aquel valor, y que reclama una respuesta adecuada. “A menudo nos
hallamos inmersos en el tormento de la elección, en la necesidad ineludible de
tener que decidirnos eligiendo entre varias posibilidades, tal vez de gran
importancia y de consecuencias graves. Reflexionamos, sopesamos los motivos,
procuramos conocer la conducta más sensata, y en todo ello sabemos de manera
incontrovertible que tenemos que decidirnos nosotros mismos. Se me impone esta
decisión, totalmente personal e intransferible; nadie puede sustituirme en la
dignidad y carga de tener que tomar libremente una postura, de la que yo
personalmente he de responsabilizarme. Soy yo quien tengo que decidirme, pero
decidirme de un modo libre. Estoy enfrentado a la necesidad de la libertad,
pero al propio tiempo -y necesariamente- estoy librado a mi propia libertad y
responsabilidad.”[6]
De esta forma, la libertad constituye
la experiencia fundamental de nuestra existencia; nunca en la actuación
práctica prescindimos de ella, antes bien la suponemos cuando reflexionamos,
cuando sopesamos los motivos de nuestra acción y cuando nos decidimos en uno u
otro sentido. “Siempre y necesariamente damos por supuesta tanto la libertad
propia como la ajena. En todo tiempo, aunque pretendiéramos negar
explícitamente la libertad, sabemos de la libertad y ese conocimiento nos guía
en toda nuestra conducta. Se trata de un saber originario inevitable que, si
bien está presente de modo implícito y asistemático, condiciona y acompaña la
realización de nuestros deseos y actuaciones.”[7]
* Condicionada
Reconozco junto a nuestros filósofos,
que libertad no significa ausencia de condicionamientos. La libertad no es
absoluta, “… sino relativa y condicionada de múltiples maneras; condicionada
por el mismo ser finito del hombre, y ante todo por la situación concreta e
histórica en la que nos encontramos, con unas posibilidades siempre limitadas
en virtud de las cuales hemos de decidirnos.”[8] Además,
en todo momento está ligada a determinados valores y normas morales, en el
sentido de que estos preexisten a la libre decisión.
* Responsable
“Cada elección libre determina
decisivamente la orientación de nuestras elecciones futuras y ello no es un
argumento contra la libertad sino el motivo para tomarla en serio y ser
responsable.”[9] Asimismo,
cada decisión, todos nuestros actos tienen consecuencias, que debemos asumir,
enfrentar y aceptar. Vivir con libertad conlleva responsabilidad.
Y ante todo esto, sabiendo ya que
nuestra libertad es inevitable, condicionada y responsable, parece inminente
ejercerla óptimamente. Pero sobre todo, conscientes de que nuestra
autorrealización, nuestro logro por ser humanos, radica en el ejercicio de la
libertad auténtica y que está conlleva la actitud crítica y reflexiva del
entendimiento, así como la orientación de la voluntad por las virtudes morales,
resulta indispensable encontrar los medios que permitan generar y fomentar
tanto el pensamiento crítico y reflexivo, como la virtud moral.
En otras palabras, si el sentido de la
filosofía es concientizar para la libertad, donde la vivencia de la libertad
auténtica deriva en la autorrealización del hombre, en su llegar a ser humano,
lo cual implica en el entendimiento una actitud crítica y reflexiva, y en la
voluntad el desarrollo de la virtud moral, es urgente encontrar la vía
por la que la filosofía incide en la realidad, concreta su finalidad, encontrar
el medio por el que se educan el entendimiento y la voluntad. ¡Esa es la vía,
ese es el medio! ¡Educación!
[1] Coreth, Emerich. ¿Qué es el hombre? Esquema de una antropología filosófica. Ed. Herder. España. 1991. Pág. 136
[2] Ibíd. Pág. 136
[3] Ibíd. Pág. 137
[4] Savater, Fernando. El valor de educar. Ed. Ariel. España. 2004. Pág. 173
[5] Coreth, Emerich. Op. Cit. Pág. 139
[6] Ibíd. Pág. 153
[7] Ibíd. Pág. 154
[8] Ibíd. Pág. 142
[9] Savater, Fernando. Op. Cit. Pág. 84