El viaje de Chihiro
(Hayao
Miyazaki, 2001)
¿La profundidad no está en
lo que se mira, sino en quien mira?
¿La sensibilidad no está en lo creado, sino
en quien crea?
¿El arte no radica en el objeto creado y mirado, sino en el
creador-constructor y en el contemplador-deconstructor?
En Fil(m)osofía partimos de
una premisa pensada, sentida y vivida: reflexionando deconstruimos,
interpretando construimos; con nuestro pensamiento y palabras, en diálogo
intercambiamos sentimientos y argumentos, posibilitamos y nos preparamos para
cambiar-nos, transformar-nos la realidad, nuestra realidad en algo mejor, más
humano y comunitario. ¿Cómo hacemos, pretendemos hacer esto? Cada vez convocamos
para ver juntos una película, al terminar nos reunimos para compartir lo que
nos hizo pensar y sentir, intercambiamos y nos unimos en nuestras diferencias y
coincidencias; sin conclusiones tajantes, nos despedimos quizá con más
preguntas que respuestas, aunque siempre con una propuesta.
Así, el pasado miércoles 6
de febrero en Cine la Mina hicimos un gran día, hubo casa llena,
aproximadamente 15 personas nos reunimos para contemplar “El viaje de Chihiro”,
obra maestra del ánime, película multipremiada, digna del aprecio general y
principalmente enriquecedora desde nuestra perspectiva porque como platicamos
ese día se trata de un filme en que puedes nadar, snorkelear o bucear, una película
que te puede entretener o hacer crecer, cada uno decide.
Decimos que se puede nadar
en “El viaje de Chihiro” si observamos la amistad y la identidad como sus temas
centrales; consideramos que se profundiza un poco más, snorkeleamos, cuando
analizamos la interpretación dada por algunos críticos que afirman como sus temas
predominantes prostitución infantil y pederastia; profundizamos aún más cuando no
sólo encontramos lazos de amistad entre Chihiro y distintos personajes que le
ayudan a sobrevivir y vivir, aprender y crecer, formar su identidad, sino que
además identificamos hechos o situaciones presentadas a lo largo de la película
que se prestan a justificar la afirmación de la prostitución infantil y la pederastia
como los grandes temas de la misma –sobre lo cual no detallamos para no restar
al ejercicio reflexivo de quienes están por ver esta película–, y comenzamos a
bucear cuando observamos en este viaje una aguda crítica social a la occidentalización
de Japón durante la posguerra traducida en pérdida de tradiciones y
espiritualidad que da paso al consumismo, a la mercantilización incluso de las
personas, a su cosificación, todo esto último como rasgos propios del
capitalismo que nos parece representado a grandes rasgos en la figura de
Yubaba, contrastada por su hermana gemela Zeniba, figura que nos parece
personificar al socialismo; capitalismo y socialismo –Yubaba y Zeniba– dos
caras de la misma moneda, dos posibles formas de organización en la sociedad y
de concebir-vivir el trabajo, la actividad productiva del hombre: el trabajo
como medio para obtener-ganar-acumular dinero y bienes materiales –capitalismo–;
el trabajo como medio para la subsistencia material y complementario a esto el
trabajo como fin en sí –socialismo–, como actividad en que nos descubrimos (formamos
nuestra identidad) y compartimos (nos relacionamos con otras personas e incluso
integramos comunidad). Ésta fue la propuesta de nuestra filmosofía el pasado miércoles:
concibamos
y vivamos el trabajo como un viaje que nos hace crecer, que nos forma y a la
vez transforma nuestro rededor, que sirve y ayuda a otros, porque al final del
día todo oficio y profesión es servicio, donación personal para crear un mundo
mejor.
En suma, “El viaje de
Chihiro” es una producción fílmica que puedes analizar en su forma, es decir como
obra perteneciente al ánime y en lo cual contribuyó admirablemente nuestra
invitada Faby Manzano, comunicóloga y reportera en periódicos locales, a quien
agradecemos de todo corazón compartir con nosotros su gusto y conocimientos
sobre el ánime en general y en particular sobre el trabajo de Studio Ghibli, especialmente
de Hayao Miyazaki; o bien que puedes deconstruir en su contenido nadando,
snorkeleando o buceando, como antes fue dicho. Sin embargo, lo sustancioso y más
valioso aquí es para nosotros la comunidad reflexiva-cinéfila que integramos y
es por eso, entre otras cosas que amamos el cine, porque convoca, reúne y une.
Mil gracias nuevamente a
quienes acuden a nuestra invitación, a quienes nos permiten conocerlos y re-conocernos
en nuestras palabras compartidas, en nuestro diálogo que aspira y se dirige
hacia una realidad en armonía.
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