La
casa de Jack
(Lars
Von Trier, 2018)
“La
película no está encaminada al horror, al asesinato”, tal vez no fue ésta la
frase que abrió nuestra charla, pero sí la afirmación que detonó nuestra
reflexión; abajo algunas de las observaciones:
*Se trata de un autohomenaje, Jack es alter ego de Von
Trier, y de un “picar las costillas” a sus críticos; además de provocar a las
buenas conciencias.
*Sin duda marcar paulatina y constantemente a lo largo del
filme la diferencia entre ingeniería y arquitectura apunta hacia una
desacralización del arte.
*Es una confrontación con uno mismo, con la condición
humana; incomoda e incluso asusta porque confronta con los propios miedos y
deseos violentos, que de una u otra forma y en algunos casos son contenidos o
incluso sanados en la contemplación de este tipo de películas.
*Innegablemente “los humanos hacen lo más inhumano”; ¿qué
tanto la película refleja un retorno actual a la época en que la violencia era normalizada,
parte de la vida cotidiana?
Los
participantes coincidimos en que “La casa de Jack” se presta a múltiples interpretaciones
por su contenido simbólico y así puede ser leída desde distintos órdenes, como ético/moral,
estético y social. A lo cual se suma que cada público se encuentra inmerso en
un contexto social (reglas) a partir del cual percibe y aprecia el arte. De
hecho, se puede identificar al menos tres públicos, comentó uno de los
presentes, un público conocedor-intelectual que reconoce e identifica en esta
obra elementos del psicoanálisis y de pintura entre otros; un público risueño
que reacciona al humor negro, que disfruta las escenas violentas porque son
actuación; y un público conocedor del cine el general y del autor y su obra en
específico.
Es
cierto, la película no es de horror, tampoco es su tema central la vida de un
psicópata con oficio de asesino serial; esta obra se dirige al cuestionamiento
de las reglas, que al parecer siempre tienen raíz en la dualidad bien-mal, el tema
es la trasgresión de los límites… Con esta afirmación se abrió un segundo momento
en nuestra charla y nos preguntamos si el arte va más allá de esa dualidad, si en
el arte no hay reglas ni límites… ¿realmente es así?, ¿el arte trasciende la
visión maniqueista que lo clasifica todo en bueno y malo, permitido y prohibido?,
¿al artista todo le es permitido? Por ejemplo, ¿en la creación de su obra el
artista puede usar cualquier objeto o sujeto como material, con indiferencia de
que sea un ser vivo o no vivo, personas y animales incluidos?
Sólo
hay una regla en el arte –y probablemente en todo lo humano–, compartió una de
las participantes: que el ser humano sea
siempre fin y no medio; consecuentemente no se puede usar a una persona aún
con fines artísticos, tampoco otros seres con vida, moralidad o espiritualidad.
Quizá
se trascienda, diluya en el tiempo la dualidad bien-mal, pero la dualidad
individuo-grupo permanecerá. En el caso que aquí nos ocupa dicho binomio se
desdobla en artista-contemplador y su interacción es la interpretación, la
de-construcción y re-construcción de la obra, de “La casa de Jack”, que puede
ser tan simple como un decir me gusta o me disgusta o tan rica y gozosa como
una fil(m)osofía. Así, los participantes concluimos esta reunión con dos ideas:
la primera, compartimos una aspiración, el equilibrio entre individuo y grupo,
persona y comunidad, dado que somos coexistentes, dado que ninguno puede
renunciar al otro vivamos, convivamos con base en reglas y leyes, acuerdos o
pactos explícitos, expresos y en su caso establecidos por autoridad competente,
pero no conforme a convenciones porque son tácitas y se basan en costumbres o
precedentes; y, la segunda, claramente en lo individual para cada uno de nosotros
esta obra representa algo distinto, algo personal, aunque simultáneamente
coincidimos en que es una buena película porque imposibilita la indiferencia,
porque mueve y divide la opinión, porque genera polémica, discusión y reflexión.
Si una película es buena cuando impacta al espectador, cuando lo arranca de la
indiferencia, entonces “La casa de Jack” lo es. Acorde con esto si un auténtico
artista es quien provoca a las personas con su obra, entonces Lars Von Trier lo
es y acertadamente ha dicho: “Soy un artista y por tanto un provocador”[i].
[i]
Recuperado el 20 de enero de 2019 de: El
País, Lars von Trier: “Puede que mi público haya envejecido para algunas secuencias violentas”
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