Sesión # 11 – Jueves 12 de octubre de 2017
Las hijas de Abril
(Michel Franco, 2017)
Todas las presentes coincidimos, sin duda se trata de una
película que presenta un abanico de la feminidad, los personajes principales
son femeninos y cada uno muestra un cierto cliché en torno a la mujer: la hija
menor vive un embarazo adolescente más su confusa maternidad, la hija mayor
está hundida en una profunda depresión debida a su sobrepeso, baja autoestima y
soledad, en tanto que la madre parece haber rechazado su maternidad y ahora que
intenta retomarla lo hace desde el anhelo por la eterna juventud, toda esta
marejada claramente envuelta en el ambiente de una familia disfuncional.
Indudablemente los clichés que explota el director a la
vez rompen estereotipos –entendidos como patrones de conducta impuestos por el
medio– porque la figura materna en Abril no entraña bondad ni abnegación como
tampoco sus hijas, Valeria y Clara, representan ingenuidad ni obediencia –como
se ha presentado en nuestro Cine de Oro–. De hecho nos preguntamos qué pasará
con la bebé de Valeria, se repetirá la historia en-con ella, porque suele
suceder que las generaciones heredan, que en cierto sentido se establece un
ciclo de eterno retorno.
Visto así, desde esta perspectiva en que se explotan
rincones comunes para capturar la atención del público, no nos parece una
película especial, aunque sí buena y recomendable porque mueve, enoja,
entristece, llega a desesperar y a esperar una confrontación que desate el
nudo, que desenmascare los verdaderos sentimientos e intenciones de cada una…
Nos preguntamos también si el discurso presentado responde a una decisión del
director por comercializar su obra –incluso hay quienes señalan esta película
de Franco como su más comercial–, llegar a más espectadores e incluso obtener
algún premio –que sí lo hizo, ganó Un
Certain Regard en la pasada edición del Festival de Cannes–. De ser así,
que el artista en su ojo interior persiga tales intenciones o simple e
involuntariamente reproduzca con su filme determinada ideología, lo cierto es
que el espectador tiene el poder de revertir las imágenes, conceptos, mensajes
que se le muestran con su observación y análisis, con su mirada reflexiva y
crítica.
Cada uno de nosotros, como espectadores activos, como
actores interpretamos y recreamos la obra, por ejemplo una de las participantes
en nuestra charla planteó que Abril llego a sacudir a sus hijas, con sus
acciones las obligó a salir de su zona de confort, esforzarse por
responsabilizarse de sí, valorar lo que son y tienen –Valeria comienza a
valorar a su hija y así misma–, identificar quiénes son –Mateo definitivamente
no es confiable–, qué quieren, necesitan –cobran fuerza para establecerse un
objetivo y salir adelante–, o al menos preguntarse hacia dónde van. Quizás ése
fue el resultado de las acciones de Abril, pero ¿fue su intención consciente y
decidida?, ¿llanamente actúa desde el desequilibrio en la aspiración por la
eterna juventud?, ¿o simplemente es una mujer española que aburrida de su vida
en Europa viene a Puerto Vallarta, México en un intento por empaparse de vida
–lo cual recuerda el estereotipo del español villano–?, cuestionaron otras de
las dialogantes.
Cabe decir que llamó nuestra atención el hecho de que al
publicar el cartel de nuestro evento más del 70% de los “likes” que recibió
correspondían a mujeres, a lo cual se sumó que es la primera ocasión en que
nuestra reunión se integra sólo por mujeres. ¿Habrá influido en esto, como fue
dicho al principio de este espacio, que los personajes principales son
femeninos? Lo que sí concluimos unánimemente es que Las hijas de Abril no es una película feminista, porque aun cuando
domina la figura femenina realmente el epicentro de la historia es un hombre, Mateo; de hecho, si desparece este personaje masculino no hay historia o la historia es otra. El núcleo de la acción es Mateo, un hombre que Clara, la hermana mayor, desea; un hombre que Valeria,
la hermana menor, posee; un hombre que Abril, madre de Clara y Valeria, roba y disfruta.
Las tres mujeres actúan, viven en torno a lo que en ellas despierta la sola
presencia opaca, débil y tambaleante de Mateo; ¿qué tan cierto es que la mujer
desea, tiene o roba un hombre para encontrar su felicidad?
No, no es una película feminista de acuerdo con el “Test
de Bechdel”, nos aportó este comentario otra de nuestras invitadas: una
película es feminista o no machista (sin ahondar aquí entre la oposición o no
entre machismo y feminismo) cuando cumple con tres características, en la
película tienen que salir dos mujeres como mínimo, esas mujeres tienen que
hablar entre ellas y el tema del diálogo no debe ser un hombre, un personaje masculino.
Y es entonces que me preguntó, ¿esta vez nuestra sesión
filmosófica fue feminista? Porque estuvimos presentes alrededor de diez
mujeres, obviamente interactuamos entre nosotras, nuestro tema de conversación
no fueron los hombres sino el cine como poderosa herramienta para la enajenación,
cuando reproduce ideologías, o para la emancipación, cuando nos confronta con
parámetros culturales impuestos, especialmente en momentos como éste, como en nuestra Fil(m)osofía que al de-construir el filme y re-construirlo nuevamente,
trascendemos la condición de espectadores, el nivel de transmisión-recepción,
para alcanzar la interpretación y re-creación, dotar de sentido a la obra y así
transformarnos en espect-actores.
* Para enterarse un poco más sobre el “Test de Bechdel” y
otros criterios para identificar la equidad de participación entre personajes
femeninos y masculinos.
* Y sobre clasificación “F”
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