jueves, 6 de julio de 2017

7ma. sesión Fil(M)osofía "La Mina" UNA FILMOSOFÍA CANÍBAL

Una filmosofía caníbal


Alan Quezada Figueroa



La degustación del dedo de su propia hermana fue para Justine el punto de arranque que la llevó a conocer su naturaleza caníbal, éste es el momento cumbre de la ruptura con toda su historia tal como la conocía. Así como Justine se introdujo en un mundo que no había imaginado antes, con su regularidad vegetariana, Fil(M)osofía, en su séptima edición dio un vuelco en cuanto al tema de la película que decidimos reflexionar colectivamente. Se trata de Voraz (2016), filme problemático por los excéntricos rumores sobre los desmayos en Toronto y la promesa de una brutalidad sólo hallada de manera básica dentro del filme.

Fue a partir de tal controversia que comenzó nuestro recorrido por las entrañas de Voraz. Quizá la película no cumple con aquel grado de horrorismo que la publicidad de aquella bolsa de papel para el vómito nos hizo esperar, sin embargo, nos ofreció una multiplicidad de tópicos en los que hallamos refugio. Si bien estamos acostumbrados al horror hegemónico al estilo Hollywood de tintes splatter y soft gore, nuestra película permite que el horror surja desde nosotros mismos, es decir, desde aquello que somos, o mejor, creemos ser, y el momento en el que descubrimos que nuestro supuesto orden cotidiano está cimentado en puras fantasías. Como institución primera nuestros padres son los encargados de dar una base firme a nuestras creencias posteriores, sin embargo, nos enfrentamos al derrumbe piramidal de todo posible aprendizaje y tradición: comer tantos vegetales para venirse a entrar de que es una carnívora insaciable, además de carne humana y no obstante con eso, ser un caníbal de abolengo.

Quizá de algún modo el género humano es más cercano al caníbal que a otras de las figuras de horror que nos ha dado el cine y la literatura —aunque bien hemos de recordar que el canibalismo sí se ha presentado en nuestro género en diversas culturas o situaciones particulares (piénsese en los sobrevivientes de los Andes)—. A partir de nuestra construcción social podemos notar un canibalismo político y económico que absorbe hasta las relaciones humanas, tal como aquella mordida que le da Justine a su compañero de juego erótico, mismo al que le corta el labio en esa pulsión tan cercana entre erotismo y hambre.

Hombres lobo, vampiros, zombis y monstruos diversos han aparecido en infinidad de narrativas, todas ellas denotan cierta riqueza relativa a sus orígenes humanos, de los que no se pueden desprender. Frente a estos, el caníbal aparentemente no tiene mayor complejidad que la de comer carne humana, sin embargo, piezas como Voraz nos ofrecen la posibilidad de otras lecturas contemporáneas que ya en su tiempo nos ofreció la magistral representante del género: Holocausto caníbal (1980) de Rugeiro Deodato y la basada en hechos reales: El caníbal de Rotemburgo (2006), de Martin Weisz. El canibalismo que nos presenta la directora de nuestro filme nos sigue sumergiendo en la clásica discusión sobre si el cuerpo es el que domina a la mente o la mente domina al cuerpo; lo que sí es cierto es que el cuerpo nos representa un límite, tanto de uno mismo, como hacia los demás. Los límites del deseo deben terminar en mi corporalidad, sin embargo, el canibalismo es la transgresión que se salta esos límites.

Se presentó también una cierta lectura feminista que apunta a diversos momentos de la película: desde aquella técnica para orinar parada en la que es instruida Justine, hasta el poder de ser proveerse sus propios alimentos provocando accidentes automovilísticos, sin mencionar que en el género es más recurrente que esas acciones sean representadas mediante la figura masculina, además de ser una mujer quien dirige y hace el guion. A pesar de no ser esa la motivación de la directora, nuestra filmosofía nos permite multiplicar la discusión por diversos lados, de tal manera que frente a nuestro actual contexto el tema no se excluyó.

La voracidad ante el deseo de la primera experiencia sexual de Justine desató el ánimo, no sólo de su carnalidad, sino la de su compañero de habitación, quien a pesar de ser homosexual cayó en el deseo de compartir el acto con nuestra protagonista; Adrien es contenido por sus prejuicios, pues menciona que le ha costado tanto trabajo declararse abiertamente homosexual como para mantener relaciones sexuales con una mujer. Él finalmente cedió ante el deseo, la carne es carne y su carne se utilizó también como eso: carne, que se manifestó igualmente como alimento para satisfacer el hambre de una caníbal hambrienta.

Voraz nos ofreció una amplia posibilidad de reflexión a partir de su riqueza múltiple. Pudimos cerrar —que no concluir— nuestra sesión poniendo el acento en una cuestión quizá un tanto paralela, que refiere al señalamiento ético respecto del otro y el llamamiento político a la comunidad, en tanto que podríamos admitir que habitamos en un capitalismo caníbal en el que la enajenación hacia nosotros mismos ha hecho que nos visualicemos como objetos de consumo, desde las relaciones laborales hasta las interpersonales, han reflejado una suerte de consumo del otro como medio para los propios fines. Espacios como Fil(M)osofía dentro de Cine La Mina, son un llamado a crear esa suerte de comunidad más allá del canibalismo consumista, porque nos permite ofrecer nuestra palabra y nuestra escucha al otro, en función de la construcción del nosotros. La figura del caníbal es quizá una potencia para comprendernos a nosotros mismos y nuestro entorno.

¡Compartamos la carne y la palabra, la cena está servida!






No hay comentarios.:

Publicar un comentario