domingo, 2 de noviembre de 2025

Un análisis filosófico del cuento "Casa tomada", escrito por Julio Cortázar

 

Un análisis filosófico del cuento “Casa tomada”, 

escrito por Julio Cortázar

"Casa tomada", Julio Cortázar


 



Temas principales

1. La irrupción de lo extraño

Cortázar introduce lo fantástico a través de una interferencia mínima en lo cotidiano: un ruido, una presencia que nunca se nombra. Lo inquietante no está en lo visible, sino en la ambigüedad: nunca sabemos qué o quién “toma” la casa. Ese silencio y esa falta de explicación son lo que produce el terror: la realidad se desestabiliza sin romper su apariencia normal.

2. El espacio y el inconsciente

La casa funciona como metáfora de la mente o del inconsciente. Las habitaciones tomadas representan zonas que el sujeto no controla: deseos reprimidos, miedos, memorias familiares.
Cuando los protagonistas cierran una parte de la casa, lo que hacen simbólicamente es reprimir una parte de sí mismos. Finalmente, cuando la totalidad de la casa es “tomada”, se sugiere una disolución del yo: ya no hay espacio propio, ni refugio.

3. Rutina, pasividad y pérdida

Irene y su hermano llevan una existencia estática. Su vida, centrada en pequeñas tareas domésticas, simboliza un orden conservador, sin deseo ni apertura.
La “toma” puede interpretarse como la irrupción de lo nuevo, del cambio, que destruye la quietud en la que se sostenía su identidad. En lugar de resistir, ambos aceptan pasivamente la invasión, como si el desplazamiento fuera natural. Esa actitud revela una forma de muerte en vida, típica del universo de Cortázar, donde la comodidad lleva a la disolución de lo humano.

4. Lectura política y social

Algunos críticos han leído el cuento en clave alegórica:

  • La casa representaría la Argentina tradicional, conservadora, habitada por una clase media-alta decadente.
  • “Los ruidos” simbolizarían la irrupción de nuevos sectores sociales o políticos (como el peronismo, en el contexto de los años cuarenta), que desplazan a las viejas élites.

Desde esta lectura, la “toma” es un movimiento histórico inevitable: el relato muestra el desalojo de un orden social antiguo por fuerzas nuevas que los protagonistas no comprenden ni aceptan.

 

Lectura filosófica: la biopolítica del espacio y la exclusión


Si miramos el cuento desde una perspectiva biopolítica, como en la de Michel Foucault o Giorgio Agamben, encontramos que “Casa tomada” también pone en escena una forma de gestión de los cuerpos y los espacios.


  1. El poder que delimita y excluye:

Los protagonistas responden a la amenaza con una acción biopolítica: cerrar, dividir, aislar. La casa se va compartimentando como un cuerpo bajo control. Sin embargo, este gesto defensivo muestra la lógica moderna del poder, que busca mantener la pureza, la inmunidad, el orden.


  1. La expulsión como forma de gobierno:

En lugar de enfrentar la alteridad, los personajes la expulsan simbólicamente; prefieren perder el espacio antes que convivir con lo desconocido. Así, terminan siendo ellos los excluidos. Como en la biopolítica moderna, lo que se pretende proteger termina generando su propio exilio.

 

  1. La vida administrada:

La vida de Irene y su hermano está regida por la repetición, la limpieza, la lectura, el tejido: prácticas que mantienen el orden, pero que también neutralizan la vitalidad. La irrupción de “lo otro” (los ruidos) aparece entonces como una fuerza de lo vivo que el sistema cerrado no puede contener. El resultado es la aniquilación del sujeto ordenado por su propia rigidez.

 

Simbología


Elemento

Significado posible

La casa

El yo, la memoria, la nación o el cuerpo social.

Los ruidos

Lo reprimido, lo marginal, lo histórico, lo inconsciente.

Irene

Lo doméstico, lo femenino, lo rutinario.

El narrador

La racionalidad, la defensa del orden.

La llave arrojada

El cierre final, la renuncia al pasado, la imposibilidad de retorno.

 

Conclusión

Cortázar transforma una historia doméstica en una parábola sobre el poder, el miedo y la identidad. “Casa tomada” muestra cómo lo que creemos nuestro –la casa, el cuerpo, la razón, la patria– puede ser tomado por fuerzas que ignoramos o reprimimos. Desde una lectura biopolítica, el cuento exhibe el fracaso del orden inmunitario: el intento de conservar la pureza termina expulsando al propio sujeto del espacio que habitaba. La casa tomada no sólo es la pérdida de un lugar físico, sino la renuncia a habitar el mundo cuando el otro irrumpe en él.




Una lectura filosófica del relato "El observador de caracoles", escrito por Patricia Highsmith


Una lectura filosófica del relato “El observador de caracoles”, 

escrito por Patricia Highsmith

 



1. Biopolítica y el gobierno de la vida

Michel Foucault define la biopolítica como el conjunto de estrategias mediante las cuales el poder moderno administra la vida, regulando los cuerpos, los comportamientos y las poblaciones. No se trata ya de un poder que “quita la vida”, sino de uno que la produce, vigila y organiza.

En este sentido, Peter Knoppert, el protagonista, encarna una figura del biopoder internalizado: un individuo que aplica sobre sí mismo los mecanismos de observación, clasificación y control que la modernidad impone a la vida natural.

  • Su obsesión por los caracoles nace como un impulso “científico”, racional, casi higiénico: quiere entender, medir y ordenar la vida de los caracoles.
  • Pero ese gesto de control se vuelve sobre él: termina gobernado por la vida que pretendía gobernar.

Así, el cuento puede leerse como una alegoría de cómo el poder biopolítico se infiltra en el sujeto, hasta que este se convierte en su propio vigilante y prisionero.

2. La vida que excede el control

Giorgio Agamben amplía la reflexión foucaultiana distinguiendo entre zoé (la vida biológica, desnuda) y bíos (la vida política, regulada). En la modernidad, dice Agamben, el poder tiende a reducir la vida humana a su mera dimensión biológica, tratando los cuerpos como objetos de gestión.

En “El observador de caracoles”, los límites entre zoé y bíos se desdibujan:

  • Los caracoles, pura zoé, terminan invadiendo el espacio humano.
  • Knoppert, que creía pertenecer al bíos (el orden racional y civilizado), acaba absorbido por esa materialidad biológica.

El relato muestra, con un tono de horror simbólico, el fracaso de la separación entre lo humano y lo animal. Cuando el protagonista es devorado, la vida que quiso administrar —la vida desnuda de los caracoles— reclama su autonomía, revelando que lo biológico no puede ser completamente sometido al orden político o racional.

3. Del observador al observado: el sujeto biopolítico

Foucault describe la modernidad como una época donde el poder se ejerce a través de la mirada: la vigilancia, el examen, la observación. Knoppert es literalmente “el observador”, pero en su obsesión, la relación se invierte.

Su dedicación al estudio de los caracoles puede leerse como una metáfora del dispositivo disciplinario: una miniatura del laboratorio, del hospital o de la prisión, donde se clasifica y se controla la vida. Sin embargo, Highsmith subvierte el dispositivo: el sujeto que observa pierde su distancia, la mirada se vuelve contra él.

Lo que en Foucault sería el poder que “hace vivir”, en Highsmith se convierte en una vida que devora a su propio gestor.

4. Comunidad inmunitaria y autodestrucción (Esposito)

Roberto Esposito introduce la noción de inmunidad para describir cómo la sociedad moderna se protege del exceso de vida —del contagio, de la alteridad, del cuerpo del otro— mediante mecanismos que, paradójicamente, terminan produciendo aislamiento y muerte.

Knoppert, en su intento por crear un microcosmos controlado y “puro”, genera precisamente lo contrario: un espacio cerrado donde la vida se multiplica sin límite y destruye su propia frontera.

Su obsesión por inmunizarse del desorden exterior (el mundo, las relaciones humanas) lo conduce a la autodestrucción, porque la inmunidad absoluta equivale a la negación de la vida misma.

5. La vida como fuerza impersonal

Desde esta lectura, el cuento no es solo un relato de horror psicológico, sino una fábula biopolítica sobre la imposibilidad de separar la vida de su potencia vital.

La vida —representada por los caracoles— no pertenece al individuo ni puede ser completamente domesticada por el saber científico o el deseo de orden.

El desenlace irónico (el hombre devorado por los animales que estudia) muestra cómo la vida excede los marcos de control y devuelve al sujeto su propia vulnerabilidad biológica.


Conclusión

“El observador de caracoles” es una metáfora del fracaso de la racionalidad biopolítica moderna: la pretensión de gobernar la vida desde la distancia del observador termina en la pérdida de la humanidad misma.

Highsmith dramatiza, con un tono de horror íntimo, la verdad que la biopolítica revela y teme: que lo vivo no puede ser reducido a objeto de gestión sin que el propio sujeto se vea arrastrado por su fuerza.





Análisis de un cuento de horror: "La sirena", Ray Bradbury


Análisis de un cuento de horror:  

"La sirena", Ray Bradbury




1. La soledad y la búsqueda de conexión

La criatura simboliza la soledad absoluta, la necesidad de encontrar a otro ser semejante. Ha estado sola durante eones, escuchando el eco de su propio aislamiento, hasta que el sonido del faro le hace creer que no está sola.

Bradbury usa este encuentro para mostrar que la soledad es una condición profundamente humana, todos buscamos eco, comprensión, compañía. El monstruo representa ese anhelo frustrado.

 

2. El hombre frente a la naturaleza

El faro, una creación humana, emite un sonido que imita el lamento de la naturaleza. La bestia confunde lo artificial con lo real. Así, Bradbury reflexiona sobre cómo el hombre ha reproducido los sonidos, las luces y los movimientos del mundo natural, aunque sin poder devolverle su esencia viva.

Existe una tensión entre la tecnología (el faro) y la naturaleza (la criatura).

 

3. El tiempo y la extinción

El monstruo parece ser un sobreviviente del pasado, un fósil viviente que emerge de un tiempo remoto. Representa la nostalgia del mundo perdido, de las eras desaparecidas. Su regreso es como un eco del pasado que intenta comunicarse con el presente.

Bradbury, melancólicamente, sugiere que todo ser –y quizá toda especie– teme ser el último de su clase.

 

4. El poder del sonido y la emoción

El “foghorn” (sirena) no sólo sirve como herramienta técnica, sino como símbolo del llamado del alma. Es un grito que viaja en la niebla, una voz en búsqueda de respuesta. Por eso el cuento tiene un tono tan poético: Bradbury transforma un objeto mecánico en un símbolo de anhelo, tristeza y belleza.

 

“La sirena” es un relato sobre la soledad cósmica, el deseo de comunicación y el dolor de no ser comprendido. La criatura y el faro son reflejos uno del otro: ambos emiten un llamado en la oscuridad, esperando una respuesta que nunca llega. Bradbury convierte un simple episodio fantástico en una meditación sobre la condición humana –la soledad, el tiempo y el deseo de pertenecer a algo más grande.