Oso
polar
(Marcelo
Tobar, 2017)
“Heriberto
es un freaky y sus compañeros son normales”, “No, los freakys son ellos, se
comportan igual que cuando eran niños, siguen igual, en cambio Heriberto parece
haber superado ya el pasado”, “Ninguno es raro en realidad, son bastante
normales, porque en los grupos siempre o casi siempre hay bullying”… Las
opiniones fueron encontradas, nuestra pasada filmosofía se enriqueció de
pensamientos y sentimientos muy variados en torno a la película Oso polar,
que ciertamente movió a algunos de
nuestros asistentes para expresar con ahínco su punto de vista respecto al
bullying y la realización cinematográfica.
Desde
su inicio Fil(m)osofía se ha caracterizado por tomar los temas a abordar con
base en un filme exhibido en Cine la Mina, y especialmente por su actitud de
apertura y diálogo reflexivo a partir de determinadas líneas de reflexión propuestas
por el moderador en turno; así, esta vez se propuso charlar-reflexionar sobre
el problema del bullying y la tecnología empleada en la filmación, en este caso
teléfonos celulares. Con relación al primer aspecto, podría decirse que desde
el término “problema” comenzaron las diferencias, mientras que algunos sí
consideran el bullying como un problema puesto que consiste en actitudes y
acciones violentas evidentemente inaceptables porque lesionan psicológica,
física y emocionalmente a las personas, otros lo reconocen como una actitud normal-natural
presente en toda dinámica grupal y que incluso puede aportar a quien lo padece
una experiencia de dolor y hasta sufrimiento que lo hará fuerte, es decir, que
tendrá mayor capacidad para afrontar los problemas, las situaciones no gratas implícitas
al hecho de vivir, por lo que si actualmente se habla tanto y condena al acoso
escolar –que en la vida adulta también suele reproducirse como acoso laboral–
se debe a que en nuestra época se ha acentuado la aspiración por ser en todo
momento “políticamente correcto”.
Honestamente,
sobre el tema del bullying no logramos consenso, cada uno se mantuvo en su perspectiva,
y es que no se trata de un tema en que se pueda mediar, exige rechazo o
aceptación rotundos. Sobre esto, ya sólo menciono por un lado, que entre los
participantes eran mayoría quienes sí lo conciben como problema social y
consecuentemente lo rechazan; y por otro, que con base en el final de la
película surgió la idea de que posiblemente el tema no era el bullying sino la
venganza, la justicia por propia mano.
En
torno a la tecnología empleada en la filmación todos coincidimos en que el
cine, la realización cinematográfica va más allá, es más que la tecnología que
usa, por lo que no cualquiera con un celular y aplicaciones hace cine, no
cualquier grabación es película. Lo fundamental al hacer cine no radica en lo
material, sino en la parte intangible, la creatividad manifiesta, plasmada inicialmente
en el guión y paralelamente en toda la realización.
De
este modo, afirmó uno de nuestros participantes, la creatividad consiste en
crear-hacer una obra prácticamente con cualquier cosa, por simple que sea, el
talento siempre saldrá a flote y la obra que es buena se ve, se lee sin que el
autor se esfuerce para que sea vista, leída, conocida, por sí misma la obra
buena será descubierta y reconocida. Fue en este momento, con la anterior
afirmación que surgieron más discrepancias, otros de nuestros participantes
sostienen que aun cuando una obra sea muy buena requiere del esfuerzo de su
autor para que sea conocida, para que sea vista, leída, que por sí misma no
será descubierta, de ahí que en el presente y específicamente en el mundo del
cine la distribución y la exhibición representan en nuestro país un gran reto a
vencer; y en cuanto a la creatividad, cabe cuestionar si verdaderamente se
puede crear, trabajar con pocos o casi nulos recursos materiales, y aunque así
fuera, habría que evaluar si los resultados son los mismos, son tan buenos como
si se hubiera contado con recursos materiales óptimos.
Además,
a todo esto, ¿cuándo una película es buena o mala? Si la apreciamos-evaluamos
desde la forma, esto es, desde la hechura-realización técnica, quizá haya
criterios universales para clasificarla como bien hecha o no y en ese sentido
decir que es una buena o mala película; pero si atendemos al contenido, es
decir, al tema, el mensaje, su impacto en las personas, la respuesta que
provoca en ellas, nos parece que no hay criterios universales para decir si es
buena o mala; o tal vez sí, propusieron
algunos de los dialogantes, si adoptamos como criterio el hecho de que cumpla o
no su finalidad, el objetivo con que fue hecho el filme. Esto dio lugar a que
disgregáramos sobre la finalidad del cine, su rol en nuestras vidas, porque
indudablemente el cine contiene distintas posibilidades, incluso
contradictorias entre sí, bien puede ser un objeto artístico o de consumo,
igual puede servir como arma ideológica o como herramienta formativa y de
emancipación, aunque preponderantemente contribuye al entretenimiento; gran
parte del público cinéfilo encuentra en las películas un momento de
distracción, diversión.
Sumando
a la reflexión, uno de nuestros amigos filmósofos dirigió nuestra atención a otro
uso que damos a la tecnología en nuestras vidas: el registro de nuestras
acciones, de nuestra vida, lo cual muy probablemente apunta al sentimiento de
nostalgia –la tristeza originada por el recuerdo de la pérdida, unida al amor
por el pasado–, y al anhelo de permanencia –nuestro deseo por dejar huella, ser
recordados, en nuestra ausencia temporal o definitiva–. Intencionalmente poco
hablamos sobre esto porque lo trataremos como tema principal en ocasión de
alguna otra película.
A
diferencia de las sesiones pasadas, esta vez fueron pocos los acuerdos y coincidencias,
lo cual en verdad nos alegra porque de eso se trata la acción de filosofar, de
escuchar argumentos y contraargumentos que cuestionen la realidad, nuestro
mundo circundante, pero sobre todo que cuestionen nuestros pensamientos y
sentires, nuestro mundo interno, siempre valorando lo compartido, aplicando lo
aprendido para transformar-nos en alguien mejor, más humano.